El Diablo ha sido y aún hoy sigue siendo un motivo recurrente en el cine, muy especialmente dentro del género de terror. En sus múltiples manifestaciones corpóreas, siguiendo la tradición bíblica, Satanás ha encarnado la antítesis de todo lo que es sagrado, benigno y puro, erigiéndose como sumo pontífice de la corrupción, la maldad y el pecado, apelando a nuestro lado oscuro, irracional, indómito y animal, aquél que permanece agazapado en las sombras más insondables de nuestra alma, ese lado que se muestra reacio a acatar normas, a reprimir sus instintos.