viernes, 26 de octubre de 2012

Enterrado (Buried, 2010): Análisis de la película y su BSO




Dir. Rodrigo Cortés
Int. Ryan Reynolds

95 min. España/EE.UU./Francia



Estrenada hace unos dos años en nuestro país, el filme de Rodrigo Cortés fue uno de esos raros (rarísimos) casos en donde las expectativas generadas por su planteamiento se vieron satisfechas e incluso superadas gracias a uno de los guiones más arriesgados y brillantes que habíamos tenido la oportunidad de disfrutar en una sala de cine en mucho, muchísimo tiempo. La premisa de la película podría, a priori, evocar ese glorioso relato corto del gran maestro de Boston titulado “El Entierro Prematuro”. De hecho, el guion de Chris Sparling reproduce con bastante maestría la pavorosa angustia de ser enterrado vivir y pasar el resto de los días dentro de una caja de madera sepultada bajo toneladas de tierra. Sin embargo, a partir de ahí la película que nos ocupa descarta el género de terror gótico en favor del thriller claustrofóbico con obvios guiños al cine de Hitchcock y también a la obra de autores tan excepcionales como el mismísimo Richard Matheson, uno de los autores predilectos del director.



Qué duda cabe de que a Hitchcock le habría llamado y mucho la atención un guion como el de esta película, por el desafío que plantea a priori. Un único personaje, en un único escenario durante toda la historia, con una utilería reducida apenas a un teléfono móvil, un lápiz, una cantimplora, un mechero y una linterna... a pesar de todo este aparente minimalismo del que parece hacer alarde esta historia, en realidad la película supuso todo un tour-de-force técnico para el director, el cual debió ingeniárselas para contar la historia a partir de unas condiciones tan limitadas y, lo que es aún más difícil, entretener al espectador durante su ajustado tiempo de metraje.


La buena noticia es que Cortés consigue entretenernos, conmovernos, en definitiva, consigue que empaticemos con el personaje principal de la historia, que hagamos nuestras sus calamidades, frustraciones y desesperanzas, y consigue que lo hagamos hasta su mismo final, aunque llegado a un punto en la historia tengamos la impresión de que aquello puede no acabar bien precisamente. Por supuesto gran parte del mérito radica en la excelente interpretación de Ryan Reynolds, un actor al que debo confesar que no le había llegado a encontrar nunca nada especial, pero que en esta película consigue que me retracte y, desde luego, que cambie mi impresión acerca de sus cualidades interpretativas.

Tal y como se puede apreciar también en la anterior película de Cortés, “Concursante”, el director transmite una visión algo pesimista de la humanidad, presentando a sus personajes en un entorno hostil en donde no parece haber cabida para la esperanza. En este caso, en tierra iraquí, bajo la cual han enterrado a nuestro protagonista, Paul Conroy, unos terroristas locales que pretenden conseguir una cuantiosa recompensa a cambio de su salvación. Sin embargo, las cosas no son tan fáciles como parecen, especialmente cuando el gobierno al que pertenece Conroy sigue a rajatabla la máxima de no negociar con terroristas.


La historia, narrada en tiempo real, arranca con el angustioso y confuso despertar de Conroy en el interior del ataúd, y a partir de ahí se articula en torno a sus reacciones e intentos no sólo ya por salir de ahí, sino por encontrar algo de sentido y cordura en una situación, la suya, que no pocas veces raya el absurdo más esperpéntico. Y pese a algún que otro traicionero atisbo de esperanza, sustentado en un trágico guiño no sólo a esa otra interesante película que es “The Descent” de Neil Marshall, sino al mismo cine de Michael Haneke, el guion va directo a la yugular, dejando al final al espectador con una incómoda y buscada desazón.

Y, por supuesto, otro factor que no podemos obviar y que contribuye sobremanera a la gestación de esa opresiva atmósfera de la que se nutre la historia es la estupenda banda sonora de Víctor Reyes. El compositor salmantino tiene ocasión de lucirse desde los mismos créditos de inicio, magistrales, por cierto, y en donde se vuelve a poner de manifiesto la inspiración en el cine tanto de Hitchcock como de Spielberg y, en el terreno musical, en la obra de grandes compositores como Bernard Herrmann y John Williams, por citar sólo dos ejemplos. 


Lógicamente, la sobriedad estética de la que hace gala “Buried” exigía una música “minimalista”, una música que no busque acaparar protagonismo inútilmente, sino que se limite a acompañar y realzar el elemento “subterráneo” de la trama. Quizá por eso pueda dar la engañosa impresión de que pasa desapercibida, pero eso no sólo no es cierto, sino que precisamente por esa sutileza consigue que la historia provoque un mayor impacto emocional en el espectador.

En ese sentido, es inútil buscar un amplio catálogo de motivos musicales en la partitura que nos ocupa, porque no es eso lo que esta historia requiere. Quizás por eso la escucha aislada de este gran trabajo puede resultar algo dura, ya que es dentro del contexto de la historia que ésta cobra su sentido y formula su mensaje en consonancia con unas imágenes a las que acompaña de manera tan excepcional. Sí puede distinguirse algún momento reconocible por su obvia inspiración árabe, sin olvidar por supuesto todo el clímax final, de una inusitada intensidad emocional, a lo que contribuye sobremanera la banda sonora. 




En resumidas cuentas, podemos afirmar que nos encontramos ante un extraordinario trabajo. Tan destacado, que me resultaría difícil si no imposible concebir la historia sin ella. Y ése, no lo olvidemos, es el mayor cumplido que podemos dispensarle a una composición de esta índole.


Calificación de la película: ***1/2 sobre *****
 
Calificación de la BSO: *** sobre *****

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