Sinopsis: Mahito, un joven de 12 años, lucha por asentarse en una nueva ciudad tras la muerte de su madre. Sin embargo, cuando una garza parlante le informa de que su madre sigue viva, entrará en una torre abandonada en su busca, lo que le llevará a otro mundo, compartido por los vivos y los muertos. Allí es donde la muerte llega a su fin y la vida encuentra un nuevo comienzo. La película nos ofrece una conmovedora y deslumbrante fantasía semiautobiográfica sobre la vida, la muerte y la creación.
"El chico y la garza"
(“Kimitachi wa dô ikiru ka”, 2023) nos brinda la nueva ensoñación
del gran Maestro tokiota Hayao Miyazaki, co-fundador del mítico Studio
Ghibli, el cual regresa a los 82 años de edad para volver a reivindicar el
cine de animación como una elevada y exquisita forma de arte capaz de apelar a
nuestras emociones más profundas.
La película combina animación
digital y tradicional para lograr un espectáculo visual exuberante y
embriagador (qué impresionante es la escena inicial del incendio). Todo ello al
servicio de esa desbordante imaginación de la que Miyazaki lleva
haciendo alarde desde hace más de cuatro décadas, como puede apreciarse en
algunas de sus obras maestras más tempranas: “Lupin III: El castillo de
Cagliostro” (“Rupan Sansei: Kariosutoro no Shiro”, 1979) y
“Nausicaä del valle del viento” (“Kaze no Tani no Naushika”,
1984).
"El chico y la garza"
podría considerarse, en cierto modo, como el culmen de toda esta prolífica
carrera. En ella convergen, por supuesto, muchas de las obsesiones temáticas
recurrentes de la filmografía de Miyazaki: el prematuro salto a la
madurez, propiciado aquí por un traumático acontecimiento familiar que marcará
a nuestro protagonista desde las primeras escenas de la película, el
antibelicismo y, por supuesto, la ecología.
Pudiera parecer, a priori, que este Canto del Cisne, por el mero hecho de serlo, incurriría en un tono crepuscular e incluso más pesimista con respecto a la representación de esos otros mundos imaginarios que no son, en realidad, sino poéticos trasuntos de éste en el que nos encontramos, proyecciones tamizadas por el filtro de la magia y la fantasía. Nada más lejos de la realidad.
Nos encontramos ante una obra de
una belleza poética inusitada a la par que deslumbrante, con un mensaje
espiritual profundamente luminoso que pone un broche de oro a la que, sin lugar
a dudas, está llamada a ser una de las mejores obras del célebre cineasta nipón.
En este sentido, “El chico y la garza” consigue conmoverme,
arrastrarme a un torbellino exultante de emociones y conducirme, en su muy
trascendente desenlace a una verdadera catarsis espiritual. Así es,
precisamente, como yo concibo el Arte en su más elevada forma y manifestación.
Ni que decir tiene, uno de los
elementos que contribuye al triunfo y la grandeza de esta película es la
exquisita banda sonora del gran compositor Joe Hisaishi, extensión
musical de los mundos visuales y narrativos de Miyazaki. Aquí el músico
apuesta por un conjunto de sketches impresionistas que buscan acentuar
el impacto de lo que vemos en pantalla a través de los ojos de nuestro
protagonista, Mahito. El piano cobra especial protagonismo en los
momentos de mayor calado intimista, mientras que en otros la orquesta aporta
una riqueza cromática que va en total consonancia con el carácter luminoso y
optimista de la historia. No encontramos, es cierto, momentos temáticos de la envergadura
de los que engrandecen las partituras de “Nausicaä del valle del viento”,
"La princesa Mononoke" (“Mononoke-hime”,
1997) o “El castillo ambulante” (“Hauru no Ugoku Shiro”,
2004), si bien también es cierto que la propia idiosincrasia de la historia,
más rayana en el onirismo que en la épica, reclamaba un enfoque algo diferente.
La música de Hisaishi, una vez más, se erige en el alma musical de la
historia y, como tal, posee, sin lugar a dudas, una cualidad inmanente.
No es "El Chico y la
Garza" una película que se preste a un análisis superficial y apresurado.
Hay, realmente, muchísimo que desgranar aquí. Evidentemente, el tema central es
la superación del duelo, la reconciliación con la muerte y, a través de ella,
el aprendizaje de cómo vivir plenamente esta vida, esta encarnación mortal. Sin
embargo, las referencias al imaginario de su autor son tantas, los apuntes
diseminados a lo largo de la historia son tan diversos y apuntan en tantas
direcciones que, lo admito, sería necesario un análisis mucho más exhaustivo
del que puedo permitirme ofrecer en este post.
Tanto por la incuestionable
belleza estética de la animación, como por las múltiples capas sobre las que se
va construyendo su historia y, no menos importante, su vitalista y muy
espiritual mensaje final, "El chico y la garza" es no
sólo la mejor obra de animación estrenada en cines en muchos años, sino
también, sin lugar a dudas, una de las mejores y más imprescindibles películas
de lo que llevamos de año. Por todo ello, larga vida a Hayao Miyazaki.
Mi calificación: **** 1/2 sobre *****
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