miércoles, 23 de junio de 2010

Primavera, verano, otoño, invierno... y primavera (Kim Ki-duk, 2003)




"Primavera, verano, otoño, invierno... y primavera" ("Bom yeoreum gaeul gyeoul geurigo bom", 2003) es una deliciosa fábula que bebe de la rica tradición espiritual del taoísmo y del budismo. Sus principales señas de identidad son la parquedad de diálogos, su sublime fotografía y la propia historia, tan conmovedora como espiritual. El cineasta surcoreano Kim Ki-duk (1960-2020), autor de la polémica y en momentos repulsiva "La Isla" ("Seom", 2000), aprovecha en este caso el devenir de las estaciones para narrar una historia muy humana de crecimiento, maduración, "corrupción" y redención, tomando como modelo la vida de una pareja de monjes que residen en un templo flotante sobre las aguas de un apacible lago rodeado de montañas.






Se pueden identificar varios motivos temáticos relevantes en esta película. En primer lugar, el concepto de "panta rei" (Πάντα ῥεῖ, "todo fluye"), atribuido al filósofo presocrático Heráclito (circa 535 a.C. - 480 a.C. ), aunque ya se podía encontrar, desde mucho antes, en tratados taoístas. Este fluir inexorable de la naturaleza se puede apreciar en el discurrir del tiempo, reflejado en el cambio de estaciones, cada una de ellas con sus correspondientes simbolismos. La naturaleza está siempre en movimiento, la naturaleza es cambio. La vía del Tao está en fluir con la naturaleza, aceptar dichos cambios; lo que los sabios taoístas denominaban Wu wei (無為), la acción de la no-acción. Esta idea no es sino “la de un retorno a la acción espontánea, como la del niño que juega, únicamente por jugar, como la del viento que mueve los árboles, como la del riachuelo que corre” (Ferrero, Onorio, 1995). En palabras de Lao-Tse (siglos VI - V a.C.), el ínclito taoísta autor del Dàodé jīng:

Por eso el sabio obra sin actuar
y enseña sin hablar.
Todos los seres se renuevan sin cesar.
Así él crea sin esperar nada.
Cumple su obra pero no reclama su mérito.
Y precisamente porque no lo reclama
su mérito nunca le abandona.




El libre fluir de la naturaleza, este perpetuo movimiento, aparece reflejado, además, por el entorno en el que transcurre la historia de la película, el mismo lago sobre el que está levantado el templo. El agua, incluso cuando está en aparente calma, está siempre en movimiento, siempre fluyendo. De hecho el agua constituye un motivo perenne en la sabiduría de Oriente. El agua de un lago es "blanda", pero derriba árboles y casas, es fluida, carente de tensiones, siempre en movimiento, nunca en tensión... en definitiva, la Naturaleza se rige por el concepto del cambio; cambios que debemos aceptar, porque ir en contra del libre devenir de la Naturaleza acarrea sufrimiento. Sufrimiento y miedo a envejecer, a morir en definitiva. Todo esto adquiere aún mayor sentido si entendemos el mismo templo como una imagen proyectada del “yo”, lo cual es un motivo recurrente en la simbología budista. Este “yo” no está erigido sobre la estabilidad de la tierra firme, sino sobre la aparente inestabilidad del lago.




El segundo motivo relevante de esta película es una idea budista, relacionada con la ley del "karma" y el ciclo de reencarnaciones. Según esta ley de causa-efecto, toda acción producida en un momento de nuestras vidas acarreará consecuencias en el futuro. Si queremos escapar del ciclo de las reencarnaciones y alcanzar lo que los hinduistas denominan "nirvana" o los practicantes de budismo zen conocen como "satori", la iluminación, el desprendimiento, es necesario llevar una vida virtuosa y pura. Una mala conducta puede llegar a afectarnos en algún momento de nuestras vidas. Y eso puede apreciarse en la vida del joven monje, responsable inconsciente de la muerte de dos seres vivos, un pez y una serpiente, al atarles una cuerda atada a su vez a una piedra en el otro extremo. Esta muerte innecesaria de dos seres vivos supondrá una piedra en el corazón del muchacho, el cual llegará a apartarse definitivamente de la vía del Tao para vivir en sus propias carnes sentimientos encendidos como el amor, los celos, el odio y el rencor.




La película comienza con la estación primaveral, primera por convención del año, pero en realidad no existe un principio y un final, ya que, como nos enseña el principio taoísta del "yin" y el "yang", todo es cíclico, de manera que cuando el "yang" llega a su extremo más alto comienza al mismo tiempo a surgir el "yin", y así sucesivamente, sin cambios abruptos. Esa sutileza puede apreciarse muy bien en la austera vida del monje mayor y su joven discípulo en el templo flotante, un templo mecido por unas aguas en constante movimiento... Cada estación está relacionada con un color, un olor, un sabor, un elemento, y también un animal. Existen dos grandes sistemas dentro del pensamiento y la medicina tradicional de China. El primero, como ya hemos mencionado al comienzo de este párrafo, es el del "yin" y el "yang", erróneamente concebido como una oposición de antagónicos, en tanto que el uno conlleva el otro y viceversa. El segundo es el de los "Cinco Elementos" (wǔxíng 五行), el cual establece una serie de correspondencias con el cuerpo humano y el mundo que nos rodea. Cada elemento se correspondería, así, con una estación, un sonido, un color, un estado anímico, una fase de la vida... 
 



La primavera se asocia en la película al perro, que representa la niñez y todo lo que ésta implica, tanto en lo positivo como en lo negativo: por un lado, honestidad, lealtad, sinceridad... y, por otro, la ignorancia. Es precisamente la ignorancia acerca de cuál es la naturaleza del dolor la que lleva al joven monje a dejar morir y causar dolor a otros animales. El maestro, por su parte, no interfiere en el karma de su alumno, sino que permite que éste, desde su libre albedrío, cometa errores y afronte las consecuencias. Es importante tener en cuenta que el budismo promueve el desarrollo de la propia conciencia. El maestro enseña pero no adoctrina, no necesita hablar o marcar directamente el camino a seguir para que el alumno aprenda una lección. El rol del mentor es apuntar el camino al discípulo para que éste pueda aprender por sí mismo. 




El niño, en este sentido, nos representa a todos nosotros. Nosotros somos responsables últimos de nuestra propia realización y discernimiento. Lo que distingue a una persona virtuosa de las demás no es la ausencia de malos pensamientos, sino la fuerza y la determinación para no dejar que dichos pensamientos y actos nos dominen. No se trata tanto de llevar una vida ascética como de descubrir que la felicidad está, en última instancia, en nuestro interior, y que nosotros somos responsables de ser felices o no. El sabio es aquél que reconoce los malos pensamientos o inclinaciones y que es capaz de no dejar que dichas inclinaciones lo dominen.

Si la primavera se identifica con el nacimiento, el verano se identifica con la juventud, de ahí que en la siguiente "sección" en la que está estructurada esta episódica historia encontremos a un discípulo ya crecido, y a un maestro algo más envejecido. El animal asociado a esta estación es el gallo, que representa la bravura, el entusiasmo, la delicadeza, la juventud... y también la lujuria, el no poder controlarla, con las consecuencias que esto acarrea. De este modo, con la adolescencia llega el cambio, y también llega el despertar de las emociones y los sentidos, gracias a la llegada de una joven a la que el maestro debe curar, joven que despertará la libido largo tiempo aletargada por la ascética vida del joven. El joven monje pasará de una vida entregada a la meditación, al aquí y el ahora, y los rezos, a una vida basada en el yo, en la consumación del placer inmediato, y en la obsesión por poseer lo que tanto se desea. Buda Gautama (circa 563 a.C. - 483 a.C.) enseñaba que el deseo provoca sufrimiento, y esta lección la aprenderá el muchacho cuando abandone el templo para irse a vivir con su amada a la caótica y desorientada urbe.




El joven monje, en su búsqueda del amor y los placeres carnales, abandona el templo y todo lo que esto conlleva en un plano simbólico. En la ciudad descubrirá un nuevo universo de sensaciones, pero también el sentido de la posesión y los celos, lo cual lo llevará a cometer un atroz crimen que supondrá un descenso a los infiernos por parte del novicio. Al abandonar el templo, y buscar la felicidad fuera de sí mismo, únicamente encontró amargura y desconsuelo. La reacción del maestro a la marcha de su discípulo es sabia: "ha pasado porque tenía que pasar". El maestro está más allá de los conceptos de la felicidad y la tristeza, de lo correcto y lo incorrecto, ya que es uno con el Tao. Su "felicidad" es la misma que la de cualquier animal del bosque que cada día se levanta y afronta el momento con la misma ilusión. En presencia. No desea, y esa ausencia de deseo lo libera del sufrimiento.




Llegamos al otoño, la estación relacionada con la edad adulta. El animal asociado a la estación en esta ocasión es el gato, un animal cálido, afectuoso pero también de mentalidad independiente, y que además es perezoso y sólo busca la comodidad. La misma comodidad que encuentra el maestro en el comportamiento de su alumno cuando regresa al templo cual hijo pródigo. La civilización y la inexperiencia han convertido al monje ya adulto en un criminal, despertando en él emociones muy viscerales con las que el muchacho no estaba nada familiarizado. En un ataque de celos, agredió a su mujer con un cuchillo al verla con otro hombre; confuso y desorientado, huyó de la ciudad perseguido por la justicia, yendo a encontrar solaz en el templo del que renegó tiempo atrás. Allí intentará suicidarse, provocando una airada reacción por parte del viejo maestro, que castigará su insensata cobardía y estupidez. El alumno cae en la actitud cómoda de esconderse de sus pecados en sus propias lamentaciones y justificaciones, en vez de trabajar para restaurar su paz interior y superar de este modo los pecados y los propios errores cometidos.




Allí en el templo tendrá la oportunidad de limpiar su conciencia, mediante la escritura (más bien, el grabado) de los ideogramas constituyentes de un "sutra" para limpiar el corazón de todo mal. No es por tanto casual que el maestro utilice la cola de un gato para instar a su alumno a superar su actitud cómoda y vencer con perseverancia y esfuerzo a sus propios demonios. El discípulo, aceptando las vías de redención ofrecidas, resurge de los abismos a los que se había visto arrastrado por un cúmulo de emociones no trabajadas y la búsqueda de los placeres más inmediatos. Una vez que ha concluido su labor, estará ya preparado para volver con los agentes de seguridad y cumplir su condena, aceptando su destino voluntariamente, sin miedo y en paz, porque sabe que, en realidad, él es uno con el todo.




Llega el invierno, estación asociada a la serpiente, un animal que, en Oriente, carece de las connotaciones negativas propias de nuestra cultura, y que simboliza la vejez, los principios morales y la sabiduría. El discípulo adulto, habiendo cumplido la condena de unos años, regresa al principio, a donde empezó todo... y donde acabará todo. Porque todo acaba volviendo al principio en la rueda de la vida. Allí tomará el relevo a su maestro a la muerte de éste. Si la primavera supone el inicio de la vida, el invierno representa la muerte, entendida ésta no como algo negativo per se, sino como algo necesario para que vuelva a brotar la vida, ya que es un ciclo de creación y destrucción en el que ambos opuestos se complementan perfectamente, de manera que ambas son igualmente necesarias para que coexista el equilibrio. El nuevo maestro del templo adopta el encierro voluntario creado por las simbólicas puertas o umbrales que conducen al lago y al tempo, y se entrega a la autodisciplina y al entrenamiento de su cuerpo y de su alma. El hecho de que el monje atraviese el portal, en vez de bordearlo indica que su uso es algo elegido motu proprio, y no forzado, lo cual representa la moral y la disciplina, así como también el comienzo de una nueva etapa en la vida del monje.





Desaparecido el viejo maestro, es necesario que el sucesor se purifique de sus pecados cometidos en vida, que limpie su "karma", para lo cual es necesario un riguroso entrenamiento no sólo espiritual, sino también físico. Es impresionante el entrenamiento realizado por el monje en la nieve, practicando formas marciales y ejercicios energéticos de respiración. Esto me recordó la historia del célebre monje budista Boddhidarma, el cual, al llegar al monasterio Shaolín allá por el siglo VI d.C., descubrió que tanta atención a la mente y el espíritu y desdén por el cuerpo había perjudicado seriamente la salud de los monjes, con lo que les enseñó un sistema de movimientos provenientes de la India y del que posteriormente surgirían muchas de las artes marciales chinas. Toda la secuencia de entrenamiento es magnífica, en la cual el monje trabaja con su cuerpo, su respiración y su espíritu para llegar a lo que debería ser la "finalidad" (si es que podemos hablar de tal cosa en un arte marcial) del arte: la comunión del hombre con la naturaleza, y a nivel personal la fusión entre el cuerpo y la mente a través del cultivo de la energía (qi).





Sin embargo, aquellos pecados cometidos años atrás a lo largo de toda su vida constituyen una pesada losa que todavía oprime su corazón. Es el "karma". Como acto de purificación final, el monje debe, atado a una enorme piedra, subir a lo más alto de las montañas, con una estatua de Buda en sus brazos, en la que es, sin duda, la escena más impresionante de toda la película. Impresionante no sólo por la fotografía, sino, muy especialmente, por el uso de "Jeongseon Arirang" una canción tradicional del folclore coreano, en la voz de la cantante Kim Young-im. Aunque existen muchas versiones (con sus respectivas variaciones) de esta conmovedora tonada sobre la separación y la pérdida del amor, no me resisto a la tentación de incluir, a continuación, aunque sea una de las traducciones de la letra original: 

Arirang, Arirang, Arariyo...

Cruzando el monte de Arirang.

Amado mío, si me abandonas,

Tus pies estarán doloridos antes de que hayas recorrido diez "li" de distancia.

Al igual que hay muchas estrellas en un cielo despejado,

también hay muchos sueños y muchas esperanzas en nuestro corazón.

Allí, allí, ese monte es la montaña Baekdu,

Donde, incluso en lo más crudo del invierno, florecen los pétalos de las flores.

.
Concebida como un salvaje e indómito canto al instinto de superación del hombre, la espectacular música funciona a la perfección como una ilustración vocal de las emociones y sentimientos del monje durante su iniciática ascensión. La piedra del molino, por ende, representa la losa del arrepentimiento, el "karma" del nuevo monje. Lo que haces a los demás te lo haces a ti mismo. El monje debe cargar con la losa hasta lo alto para poder "limpiar el karma" acumulado. Cuanto mayor es el "karma" negativo, mayores las dificultades que encontrará en su camino de purificación. Los pecados cometidos por el monje desde niño hasta la madurez aumentan el peso de la piedra y las dificultades en su ascensión purificadora. Finalmente, con constancia y tesón, el monje alcanza la cima, y al hacerlo puede meditar en paz, en ese estado sublime de conexión con la Naturaleza.





En ese momento el monje se ha purificado de sus pecados y ha alcanzado la realización espiritual, se ha librado de la pesada carga que llevaba arrastrando toda su vida. Ya está listo para volver y asumir el rol de "Maestro", guiando a un nuevo aprendiz por la vía del Tao. La aparición de la tortuga al final de la película simbolizará por tanto la eternidad del ciclo de la vida, que continúa cuando un nuevo niño es aceptado en el templo, marcando el comienzo de una nueva primavera...

Nos encontramos, en definitiva, ante una película profunda, simbólica, lírica y visualmente hermosa. Su ritmo sosegado y contemplativo es un reflejo del propio entorno en donde transcurre la historia. "Primavera, verano, otoño, invierno... y primavera" muestra los cambios internos experimentados por el joven monje como algo normal; el amor, la pasión, el deseo de posesión de aquello que nos gusta, la felicidad, el deseo, la tristeza, la ambición, los celos, la cólera, la ira... no son sino manifestaciones de nuestra propia humanidad. No se trata de reprimirlos, sino de observarlos y comprenderlos, porque sólo entonces seremos capaces de trascender el sufrimiento y, también, comprendernos a nosotros mismos. En ese sentido, el joven pasó por un proceso necesario a un nivel emocional que le permitió conocerse mejor. No es sensato esperar el mismo grado de discernimiento y templanza a una edad más joven que a una edad más adulta. Cada momento de la vida nos ofrece continuas oportunidades de crecimiento y aprendizaje, y la sabiduría que atesoramos en el ocaso de nuestras vidas proviene, en última instancia, de todo ese cúmulo de situaciones vividas, emociones experimentadas, y enseñanzas integradas.



Calificación de la película: ***** de *****

20 comentarios:

  1. Excelente. Un placer leer este análisis.

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  2. Qué bonito análisis... Quiero decir algo más pero en este momento no me encuentro tan lúcido y versado como quisiera. Gracias por compartir tus impresiones de este bello filme.

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  3. Qué bonito análisis. Quiero decir más pero en este momento no me encuentro tan versado como quisiera. Te debo entonces más opinión, jeje.
    Gracias por compartir tus impresiones de este bello filme. Saludos.

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  4. Exquisita e impecable tu labor en el análisis de esta "masterpiece". Agradecido por la dedicación que pusiste en realizarla y compartirla. ¡Bendiciones!

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  5. Excelente análisis, de todo lo que he leído sobre esta película me parece que tú análisis es el más completo, precisamente porque se encargar de analizar cada aspecto de la película. en cambio en otras lecturas que hice solo se preocupan por opinar de la película o hacer un análisis superfluo.
    Aunque estamos ya en el 2017 te diré algo de lo que no te percataste (y quién sabe si lo hiciste después) que existen dos versiones de la película, creo que la versión que viste es la del final censurado. La otra versión muestra al nuevo niño haciendo algo parecido con la serpiente, el pez y la rana a lo que hizo el monje en la primavera... Saludos.

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    1. Muchas gracias por tu comentario!!! Sí, mi crítica se basa en la versión que se estrenó en cines aquí en España. Muchas gracias por el apunte!!! La otra versión la vi años después de haber escrito este texto. Un saludo!

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  6. Muchas gracias por compartir tu conocimiento, vi la pelicula y me has permitido comprender su dimbologia y apreciarla mucho mas

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  7. Acabo de ver esta película y leer este análisis ha sido muy esclarecedor. Muchas gracias por compartirlo!!

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  8. Gracias por el análisis! excelente, ayuda muchísimo a comprender algunas partes del film y la filosofía oriental.

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  9. Una maravilla tu análisis como también es una maravilla es esta película; gracias.

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    1. Muchas gracias, Sergio. La película, ciertamente, es una maravilla. Me alegro mucho de que te guste. Un saludo!

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