miércoles, 23 de junio de 2010

El retrato de Dorian Gray (Dorian Gray, 2009): Un estudio





Dir. Oliver Parker
Int. Ben Barnes, Colin Firth, Ben Chaplin
112 min. EE.UU.




1. Breve análisis de la novela de Óscar Wilde.

"El Retrato de Dorian Gray" (1890) fue la única novela del escritor, poeta y esteta irlandés Oscar Fingal O'Flahertie Wills Wilde (1854-1900), el cual es más conocido por sus historias cortas, poesía y piezas teatrales como la excelente "La Importancia de Llamarse Ernesto" (1895).





La novela plantea una interesante reflexión de carácter fáustico, tan vigente en la Inglaterra Victoriana como en los tiempos que nos ha tocado vivir. El joven y apuesto Dorian Gray queda fascinado al ver el retrato que le ha dedicado su amigo Basil Hallward. El motivo de dicha fascinación es su cautivadora belleza, inmortalizada en una obra que, a diferencia del modelo, permanecerá intacta y ajena al paso de tiempo. Por esa razón, Dorian manifiesta su deseo de poder ser eternamente apuesto y joven como su retrato, y que sea éste el que acuse el paso del tiempo en su lugar. Dorian está dispuesto a vender su alma a cambio de poder disfrutar para siempre de los placeres terrenales que están a su disposición.



La obra de Wilde aporta al mito de Fausto, inmortalizado en la obra de Goethe a principios del siglo XIX, un componente hedonista que hunde sus raíces en un movimiento artístico surgido en Francia a finales del siglo XIX denominado "Decadentismo". El Decadentismo valoraba la búsqueda de la belleza, el placer estético y la experiencia sensual por encima de cualquier otra cosa. La novela de Wilde, abierto defensor del Decadentismo, transcurre en un período en el que este movimiento artístico estaba cobrando interés fuera de Francia.

Y es que el Decadentismo debía suponer todo un revulsivo en una sociedad tan castradora de los instintos, alienante y represora como la Victoriana, dado que este movimiento abogaba por una ruptura de aquellos preceptos morales que cohibían los impulsos "naturales" del individuo. En su búsqueda de la belleza y la consumación de los placeres terrenales, sin importarle las repercusiones morales de sus actos, Gray estará dispuesto a sacrificar su propia alma, encarnada en el propio retrato. Éste irá, por tanto, manifestando gradualmente una monstruosa deformación a medida que Dorian va sucumbiendo a actos de depravación y crueldad sin límite.



En este sentido, dos personajes pugnarán por conseguir "moldear" al originalmente puro y virginal Dorian Gray. Por un lado, el propio pintor de su retrato, Basil Hallward, cuya fascinación por la belleza de Dorian sugiere un interés no exento de cierto cariz homoerótico. Basil representa la conciencia de Dorian, y desaprobará el cambio en el comportamiento del personaje, tratanto infructuosamente que éste no se deje tentar por las promesas hedonistas de su amigo Lord Henry Wotton; por otro, el mismo Henry Wotton, un personaje cínico, ingenioso y frívolo, el cual verá en Dorian la plasmación de todos sus deseos e inclinaciones reprimidas por su condición de caballero inglés.

El personaje de Henry, indudablemente el más interesante de la obra de Wilde, supone por tanto una crítica nada solapada a la hipocresía de la sociedad Victoriana. Aunque para sus conocidos, amigos y familiares es un hombre respetable y todo un ejemplo de las virtudes que debe atesorar un caballero inglés de la época, en realidad su visión del mundo está más orientada a un indulgente hedonismo. Henry verá en Dorian la posibilidad de moldear a su amigo conforme a su peculiar y disoluta idiosincrasia.



Dorian se convertirá, de este modo, en una suerte de "pupilo" de Henry, e irá experimentando bajo la influencia de una ponzoñosa novela francesa regalada por su mentor. Aunque Wilde nunca llega a mencionar el título de la novela, se cree que su inspiración no es otra sino la "infame" obra francesa de Joris-Karl Huysman, titulada "À Rebours", una de las más importantes del movimiento Decadente. Tanto en esta obra como en la que Henry le hace entrega a Dorian, un acaudalado personaje se entregará en cuerpo y alma a la búsqueda de cuantas sensaciones estéticas pueda encontrar, al margen de los dictámenes de la sociedad.



Este libro representa lo ponzoñosa de la influencia que nuestro mefistofélico Lord Henry tendrá en Dorian. Atraído por su inocencia e ingenuidad, Henry experimentará con él hasta moldearlo y conformarlo a su particular canon ontológico. Dorian se convertirá, de esta manera, en una proyección de todos los deseos reprimidos de Henry, el cual no sólo no cuenta con la juventud de éste, sino que al estar casado y haber formado una familia, ya no puede permitirse ciertas licencias que no estarían permitidas por la sociedad dado su estatus de caballero.

Desgraciadamente, Henry no podía prever el alcance de sus enseñanzas. Y es que la entrega incondicional a la satisfacción del yo y la búsqueda de placer a expensas de los demás traerá consigo el envenenamiento del alma de Dorian, el cual se transformará en una persona egoísta y mezquina. La primera víctima de esta degeneración moral del personaje será la única muchacha a la que Dorian llegará a amar profundamente en la obra de Wilde, Sybil Vane, una humilde pero talentosa actriz shakesperiana que robará el corazón de Dorian... hasta que su dedicación y entrega a Dorian, a expensas de sus dotes como actriz, provocarán el rechazo de éste, el cual se había visto en un principio atraído a ella por la belleza de su interpretación.



Es probable que a Dorian, entregado como estaba a la búsqueda de los placeres y vicios más libidinosos, no le tentara demasiado la idea de "sentar cabeza" y desposar a Sybil, transformándose en un nuevo Henry, casado, con familia y con una imagen y reputación que mantener. En cualquier caso, el despecho de Dorian provocará el suicidio de la pobre y despechada actriz.

En la obra encontramos una interesante y marcada oposición entre, por un lado, la apagada y desdichada clase media y, por otro, la enriquecida a la par que moralmente envilecida y corrupta clase alta a la que Dorian y Henry pertenecen. Esa oposición también aparece reflejada en los escenarios en donde transcurre la acción en la novela de Wilde. Las actividades desempeñadas por Dorian tienen lugar en dos partes de Londres claramente diferenciadas. Por un lado, la suntuosa y ostentosa West End londinense, más concretamente el señorial distrito de Mayfair en donde Dorian establece su hogar y en donde se encuentran los clubs, teatros y "halls" que frecuentará con sus amistades; por otro, el decrépito East End, cerca del muelle, a donde el personaje irá a la búsqueda de fumaderos de opio y demás "antros" en donde pueda dar rienda suelta a su deseos más salvajes.



En definitiva, dos escenarios que representan las dos caras de Dorian. En el West End, es un caballero responsable, distinguido y galante, un aristócrata culto y versado en las artes. En el East End, por el contrario, se convierte en un ser vil y endemoniado. Dicha dicotomía del ser no era del todo infrecuente en la literatura Victoriana. Recordemos otras obras que abordan, de un modo más o menos similar, esta temática, desde "El Extraño Caso del Doctor Jekyll y Mr. Hyde" del escocés Robert Louis Stevenson, publicada apenas unos años antes que "El Retrato de Dorian Gray", en 1886, hasta la propia Obra Maestra de la literatura de terror del siglo XIX, "Drácula", escrita por otro irlandés, Bram Stoker, y publicada siete años después que la obra de Wilde.

Si en "Dr. Jekyll" el personaje protagonista conseguía "escindir" su alma en dos, aislando todo lo vil y mezquino en otra encarnación de su ser, en "Drácula" la conversión a vampiro conlleva precisamente la sublimación de los instintos reprimidos por la sociedad de una manera no muy diferente a la representada en personajes como Mr. Hyde o el propio Dorian Gray. Como puede verse, en una sociedad tan alienante como la Victoriana, aquél no dejó de ser un motivo recurrente en la literatura gótica y de terror de la época.

Pero volvamos a Dorian Gray... toda esa exploración sensorial en la que se verá inmerso Dorian, y que le conducirá a fumaderos de opio, a mantener escandalosas y tórridas relaciones sexuales de diversa índole y al desprecio de aquellos que realmente lo aprecian y aman... acarreará la irreversible degeneración de su alma. Aunque Dorian se mantiene joven e inmaculado como el primer día, por dentro se ha convertido en una criatura monstruosa y depravada... y lo único que le recuerda al personaje las implicaciones de sus actos es su retrato, que deberá ocultar y aislar para evitar que aquellos que una vez lo apreciaron se den cuenta de que aquél no es ya el mismo Dorian Gray que una vez sirvió de modelo para la creación de la obra de arte del pintor Basil Hallward.



Efectivamente "El Retrato de Dorian Gray" tiene en principio una lectura moralista que responde perfectamente a las expectativas de la época: el hombre debe regirse por un código de conducta, debe buscar la armonía y la perfección mediante las artes nobles y evitar entregarse a aquellos instintos que lo reducirían a la "categoría" de un animal amoral y libidinoso. Y, sin embargo, la novela resultó todo un escándalo en su momento. Los críticos atacaron a Wilde tachándolo de "inmoral". Una de las principales quejas que recibió tuvo que ver con el hecho de que, según sus detractores, la novela no tomaba un fuerte y marcado posicionamiento moral, demostrando la escandalosa inmoralidad del escritor.

La recepción inicial de la obra fue, por tanto, y en términos generales, bastante pobre. El libro fue tachado de "nauseabundo", "sucio", "corruptor" e incluso "afeminado", debido sin duda al tono homoerótico de la novela al que antes habíamos hecho referencia, lo cual no debió sentar muy bien a los críticos Victorianos cuando leyeron la obra. Gran parte de la crítica se cebó en lo que percibían como un reflejo del propio hedonismo de Wilde, así como también su visión distorsionada de la moralidad convencional Victoriana. Por supuesto esa crítica velada a la hipocresía de las clases más altas tampoco debió de sentar muy bien.



Todo este injusto ensañamiento obligaría a Wilde a realizar algunos recortes y modificaciones para una segunda edición de la novela, publicada en 1891, la cual contaría además con un prólogo en donde Wilde se defendería explicando su propio credo artístico. Según Wilde, los críticos habían cometido "the unpardonable crime of trying to confuse the artist with his subject matter." Según explica el autor, cuando un artista crea su arte, no está interesado o preocupado tanto en la ética y la moral, como en, simplemente, el intento por crear algo hermoso. Los lectores verán lo que estos quieran ver en la obra. De este modo, si alguien encuentra algo escandaloso, no es más que un reflejo de su propia mentalidad distorsionada, y por tanto serán ellos los únicos responsables de tales "lecturas".


2. Comentario de la película.

La popularidad de "El Retrato de Dorian Gray" propiciaría, al igual que ocurrió con otras obras afines como las ya comentadas "El Extraño Caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde" y "Drácula", el estreno de varias adaptaciones cinematográficas de la obra de Wilde. La más antigua es del año 1910, si bien la versión que está mejor considerada a día de hoy sigue siendo la realizada por Albert Lewin en el año 1945.





Realizada a partir de un guión del propio Lewin, esta versión, sin ser completamente fiel a la novela original, y pese a tomarse ciertas licencias, se beneficia de un acertado elenco de actores, en donde destaca con voz propia un como siempre magnífico George Sanders. Otra de las virtudes que atesora esta versión es su exquisita fotografía en blanco y negro, alternada con algunos planos en technicolor del retrato, la cual le reportó un Óscar de la Academia. El retrato, pintado por Henrique Medina, puede encontrarse actualmente en el Art Institute de Chicago. Atención a una jovencísima Angela Lansbury en el papel de Sibyl Vane, cuyo trabajo fue reconocido con otra nominación al Óscar en la categoría de Mejor Actriz de Reparto.





Más de sesenta años después, nos llega una nueva adaptación de la mano del director inglés Oliver Parker, y producida nada más y nada menos que por los míticos estudios Ealing, los más antiguos (desde el año 1913 hasta nuestros días, de manera ininterrumpida) en activo del mundo. Conocidos y reconocidos durante el periodo comprendido entre los años 1947 y 1957 por sus famosas comedias, la más famosa de las cuales sea probablemente "El Quinteto de la Muerte" ("The Ladykillers", 1955), no obstante al aficionado al cine de terror le sonará este nombre gracias a otra película, "Al Morir la Noche" ("Dead of Night", 1945).

"Al Morir la Noche" es uno de los primeros ejemplos de lo que los ingleses denominan "portmanteau film", es decir, una película basada en "sketches", en diversas historias cortas, en este caso adscritas todas ellas al género de terror. Otra productora británica, la famosa Amicus Productions, se inspiraría en dicha película para especializarse en cine de terror estructurado de semejante manera, como así lo demuestran títulos tales como "Tales from the Crypt" (1972), "The House that Dripped Blood" (1970) o "From Beyond the Grave" (1973).

La pregunta lógica que se nos plantea a la hora de comentar esta nueva versión de la obra de Óscar Wilde es... ¿era necesaria? ¿Aporta algo nuevo a lo que ya se ha visto en otras versiones? Por desgracia, sí, y digo por desgracia porque es justo cuando la película se desvía de la trama trazada por Wilde, introduciendo personajes y subtramas no presentes en la obra, que la historia va perdiendo fuelle y el poco interés que pudiera haber conseguido mantener en el espectador hasta ese momento.



En ese sentido, como adaptación esta nueva película es de lo más mediocre. Toda la primera parte se beneficia de una más que correcta puesta en escena y ambientación. Sin embargo, y al igual que ocurriera con la también decepcionante "The Wolfman" de Joe Johnston (2010), el problema no está tanto en el apartado técnico como en su guión. Por supuesto, aquellos extensos y elaborados diálogos que pueden encontrarse en la versión de 1945 se ven reducidos considerablemente en una película que, como es habitual en los tiempos que corren, apuesta más por la atención al deleite y el impacto visual que por la calidad y minuciosidad de los diálogos.

La legendaria locuacidad e ingenio verbal de Henry Wotton se ve aquí reducido a breves sentencias proferidas sin mucho convencimiento por un como de costumbre soso y sin el menor atisbo de carisma Colin Firth. Es una verdadera lástima, ya que un personaje tan jugoso como Henry Wotton requería de un actor con mucha más presencia y talento. Por desgracia, no es éste el único caso de "miscasting" de la película. Y no me refiero únicamente a un desganado e insípido Ben Chaplin como Basil Hallward, sino, principalmente, a un mediocre Ben Barnes al que este papel le viene, definitivamente, muy grande.



Barnes, al que ya pudimos ver en películas de corte fantástico como "Stardust" (2007) y la infumable segunda parte de "Las Crónicas de Narnia", se ve incapaz de aportar al personaje la complejidad psicológica que éste requiere. En sus ineptas manos, Dorian Gray se convierte en un personaje plano y sin el menor interés, con el que no conseguimos simpatizar cuando tenemos que hacerlo ni consigue provocar otra sensación en el espectador que no sea la indiferencia más absoluta ante sus actos, sin importar lo depravados que estos puedan llegar a ser. Es, sencillamente, un Dorian aséptico y ramplón.

Para que una película funcione es necesario que la historia interese. Y para que la historia interese es condición sine qua non que se apoye, especialmente, en unos personajes sólidos que provoquen en el espectador las emociones adecuadas. No es éste el caso de esta nueva versión. Y cuando los personajes me provocan tanta indiferencia, nada de lo que estos hagan o dejen de hacer me afectará o emocionará como espectador, sumiéndome en la desidia.



Siendo justos, la película no aburre, lo cual, en los tiempos que corren, ya es todo un mérito. También es verdad que la historia es lo suficientemente interesante y posee a día de hoy el suficiente interés y la suficiente validez como para que el espectador aguante hasta el final con relativa curiosidad. Es una lástima, no obstante, que la película no consiga provocar hoy día ni la mitad del impacto que tan tristemente pretende causar en el espectador.

¿En qué género encuadraríamos la novela de Wilde? Pese a contar con elementos macabros y grotescos, difícilmente podríamos considerar "El Retrato de Dorian Gray" como una historia de terror, aunque la película de Parker parezca querer acentuar dichos elementos y promocionarla como una especie de thriller sobrenatural. Ni que decir tiene, el director fracasa estrepitosamente en sus aspiraciones. Pero eso no es lo peor.



Hay un punto en la película a partir del cual el guionista Toby Finlay se permite desviarse considerablemente de la historia original, introduciendo a un personaje innecesario, el de una supuesta hija de Lord Henry Wotton, Emily, interpretada por Rebecca Hall. Emily es presentada como una mujer emancipada y adelantada a su tiempo, como no podía ser de otra manera siendo hija de Henry. Tanto ella como Dorian se sienten atraídos el uno por el otro, por unos motivos un tanto peregrinos que nunca quedan demasiado claros (especialmente por parte de ella) y que se despachan demasiado rápidamente como para que todo aquel affaire resulte mínimanente creíble.

El otrora polémico Henry parece haberse reformado a la vejez, y a pesar de haber sido él el que le inculcó a Dorian toda aquella doctrina hedonista, ahora ve en él un elemento peligroso que puede traer la desgracia a su familia si finalmente logra consumar su relación con Emily. Sin embargo, en esta película será Emily la que ejerza un papel importante en la redención final de Dorian Gray.

En resumidas cuentas, se trata del eterno problema cuando se trata de adaptar una obra al cine. Hay dos opciones: o se respeta la obra original al 100%, en cuyo caso se pierde el factor sorpresa y la originalidad, máxime cuando se trata de una obra tan conocida y adaptada como "El Retrato de Dorian Gray"; o bien se opta por aportar algo de originalidad y novedad a la historia, presentándola desde una óptica diferente o introduciendo, cambiando y/o eliminando elementos de la trama al antojo del guionista, bajo el riesgo de suscitar las iras de los aficionados más puristas a la obra original.



Al menos en este caso se evita ese recurso tan odioso de añadir el nombre del escritor en el título al igual que hiciera Coppola en esa tomadura de pelo de adaptación que perpetró de Drácula. Sin embargo, es de justicia reconocer que, aún si lo hubiera hecho, aún si la película se hubiese titulado "Oscar Wilde's The Picture of Dorian Gray"... aún así, la película conserva la esencia de la obra original, aunque, en mi opinión, se vea incapaz de aportar cualquier ápice de frescura u originalidad al conjunto. Entretiene, pero no se le puede exigir mucho más.

Lo más destacable, si acaso, de esta nueva versión es su correcta banda sonora, compuesta por Charlie Mole, la cual se ajusta adecuadamente a las exigencias no sólo de la historia, sino también de esa estética decadente tan bien reflejada en la película. Es una lástima que no exista ninguna edición discográfica, por el momento, de dicha banda sonora.



En conclusión, esta nueva versión de "El Retrato de Dorian Gray" se deja ver con cierta complacencia, especialmente durante su primera mitad, pero vuelve a poner de manifiesto hasta qué punto gran parte del cine contemporáneo sacrifica la calidad y profundidad de sus guiones en pos de un estilo visual más atractivo y esmerado. Por desgracia, no se puede construir una casa por el tejado, y si los cimientos no son lo suficientemente sólidos, entonces es muy poco probable que la casa se pueda sostener por sí misma...


Calificación de la película: ** sobre *****

Calificación de la banda sonora: *** sobre *****

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