lunes, 28 de junio de 2010

Drácula 73 (Dracula A.D.1972, 1972): Comentario de la película





Dir. Alan Gibson
Int. Christopher Lee, Peter Cushing, Caroline Munro
96 min. Reino Unido




En la década de los 70 se intentó modernizar, con desigual fortuna, al personaje de Drácula y al vampiro en general, lo cual implicaba actualizar la época en la que se desarrollaban las historias narradas. Recordemos que las películas sobre Drácula realizadas por la Hammer hasta la fecha tenían lugar en una época afín a la Inglaterra Victoriana que retrataba Bram Stoker en su obra, por lo que no sorprende realmente ese deseo por ofrecer algo nuevo, por situar a su personajes más emblemáticos en un contexto moderno que el público pudiera identificar y situar.





"Dracula A.D.1972" comienza con el último enfrentamiento entre Van Helsing y Drácula en Hyde Park, a finales del siglo XIX. Van Helsing consigue destruir a su mortal enemigo, que es reducido a cenizas cuando el cazavampiros le clava una improvisada estaca en su corazón. En ese momento, Van Helsing fallece por el mortal combate. Entonces, un siervo de Drácula aparece y recoge el anillo del conde, así como también cenizas del vampiro, que guarda en un frasco.



A estas alturas, ya nadie puede dudar de las intenciones del siervo con tales macabros restos, al fin y al cabo no es nada nuevo, puesto que casi todas las resurrecciones del vampiro en las películas de la Hammer siguen un patrón similar, muy similar. Sin embargo, el siervo de Drácula no lo resucita ipso facto, sino que guarda los restos del conde en un cementerio, el mismo cementerio donde Van Helsing fue enterrado (sin quitarle la estaca siquiera del corazón. ¿Hemos de suponer que recogió todas las cenizas, las llevó al cementerio, y entonces las enterró allí y volvió a hundir la estaca en las cenizas? ¿Cómo se explica eso?).

El prólogo da paso a unos horribles títulos de crédito con una música más horrenda todavía a cargo de un tal Michael Vickers. Suponemos que eso forma parte de la modernización del personaje. James Bernard, ¿dónde te has metido???????????.



Ya en pleno siglo XX, la película comienza en el Londres hippy de los años 70. Durante cerca de 10 minutos, asistimos a una supuesta fiesta hippy en una casa elegante y aristocrática, que parece no tener otro motivo que promocionar a un grupo de música cuyo nombre no recuerdo y del cual escuchamos dos canciones prácticamente enteras, mientras podemos ver a un grupo de jovencitos y jovencitas con atuendos tan de la época bailando, besándose y haciendo el gamberro ante la disgustada mirada de los dueños de la casa.



Cuando viene la policía, alertada por el alboroto, estos huyen en desbandada, y es entonces cuando tenemos la oportunidad de conocer al grupito protagonista de la película, que se reúnen periódicamente en un bar muy kitsch donde planean cómo malgastar su tiempo. En dicho grupo abundan los estereotipos. Está el típico que va de gracioso y maldita sea su gracia, está la chica de color, la chica recatada, el novio de la chica recatada, la chica libertina y algo ligera de cascos y el supuesto cabecilla o líder que va de hombre misterioso a lo “mirad-qué-inquietante-soy” y que responde al ridículo nombre de Johnny Alucard (¿a alguien le suena?). Hasta ahora no hay sorpresas. Más tarde nos enteramos de que la chica recatada es nada más y nada menos que la bisnieta del legendario profesor Van Helsing, para la cual el siniestro vampiro en muerte aún tiene siniestros planes.

El líder misterioso les achaca al grupo su monotonía y la falta de riesgo en sus vidas, por lo que les propone un plan alternativo para la noche de los sábados: ir a una iglesia no consagrada e invocar al mismísimo diablo. Lógicamente, la reacción del resto del grupo es tan previsible como todo lo demás. La chica recatada lógicamente no lo ve como una buena idea, la chica ligera de cascos acepta la propuesta con vehemencia, el gracioso lo ve como algo simpático y chistoso, y así sin ninguna novedad.

Ya en casa de la chica recatada, conocemos a su abuelo, descendiente de Van Helsing, y el cual, como no puede ser menos, es también todo un experto en temas paranormales y de lo oculto, habiendo colaborado con la policía en la resolución de casos relacionados con lo oculto, y eso cuando no está en la Universidad dando clases (¡lo que yo daría por poder asistir a una de sus clases!). La chica recatada no le cuenta nada de sus planes a su abuelo, el cual por tanto nada sospecha de las intenciones del cabecilla del grupo.



Una vez que llegan al cementerio de la iglesia elegida, la chica recatada y su novio descubren que en ese cementerio está enterrado su bisabuelo, lo cual conmociona a la pobre e irrita a su novio, que piensa que se trata de una broma de mal gusto del tal Johnny. Al final, después de un supuesto susto a cargo del gracioso del grupo, nuestros héroes entran en la iglesia y se sientan en el suelo mientras que Alucard se sitúa en el altar detrás de una cruz invertida. Nuestro maestro de ceremonias cambia de registro, y en vez de ir de hombre misterioso parco en expresividad nos ofrece una de las sobreactuaciones más lamentables que haya podido ver en mucho tiempo. Directamente uno desea que Satán, Belcebú, Belfegor, o cualquiera de la lista interminable de demonios y criaturas infernales de su letanía aparezca cuanto antes y haga enmudecer al histriónico personaje. Desgraciadamente, eso no ocurre.

Mientras nuestro antihéroe pronuncia las palabras de la ceremonia, el resto del grupo sigue sentando en el suelo en estado catatónico moviendo la cabeza en círculos y demás lindeces que resultan de lo más divertidas. Entonces Alucard solicita a la chica recatada que la necesita para la ceremonia. Más tarde nos enteramos que Drácula, aún sin haber sido resucitado todavía, quiere vengarse de la familia Van Helsing llevando su maldición a la misma bisnieta del que le dio muerte, para así condenar igualmente la familia de su enemigo acérrimo.

Sin embargo la chica recatada percibe algo que no le gusta y se niega. La chica ligera de cascos, por el contrario, y como es natural, se presta voluntaria al experimento, que consiste nada más y nada menos en tumbarse boca arriba en el altar mientras sostiene con las manos un cáliz. Alucard vierte en el cáliz las cenizas de Drácula, que suponemos las heredó del siervo que recogió los restos de Drácula en el prólogo. A continuación se hace un corte y vierte la sangre en el cáliz. El contacto de la sangre con las cenizas de Drácula provoca su resurrección.



Esto, una vez más, no es nada nuevo. Una resurrección similar encontrábamos en "Drácula Príncipe de las Tinieblas" (1966), en "Las Cicatrices de Drácula" (1970), y sobre todo en "El Poder de la Sangre de Drácula" (1970), en la que también había una misa negra, si bien en aquella película la misa estaba liderada por un espléndido Ralph Bates, mientras que en "Drácula A.D. 1972" lo está por un tal Christopher Neame. Me ahorraré las comparaciones.

Sin embargo, los chicos no llegan a presenciar del todo la resurrección del conde, porque entre los truenos y relámpagos que no pueden faltar, y la sangre del cáliz que se desborda y se desborda sobre una impresionante Caroline Munro (¿por qué diablos le dieron un papel tan efímero a semejante preciosidad?), pues cunde el pánico, la histeria, y salen todos huyendo como posesos del lugar, todos menos la chica ligera de cascos (Munro), que no puede moverse, seguramente es uno de los efectos secundarios del contacto con la mezcla de sangre de mameluco (Neame) y cenizas de Drácula.



Y como chica libertina que es, merece un castigo, y esto es una advertencia de la Hammer a la juventud de la época: chicos, no sigáis por ahí u os meteréis en problemas. Vamos, algo así como la Disney pero con sangre. Más tarde nos enteramos que además de libertina, el personaje interpretado por Munro era drogadicta (LSD y esas drogas de diseño tan en boga en aquella época), razón de más para no dejarla con vida. El encargado de ejecutar la sentencia es nada más y nada menos que el Conde Drácula, que se habrá modernizado en lo que a la época se refiere, pero en lo que respecta a la ropa sigue vistiendo igual que antes, vamos exactamente igual que como hiciera en el siglo XIX.

Semejante anacronismo ejemplifica hasta qué punto es fallida esta película como modernización del personaje, y hasta qué punto han convertido al personaje, a estas alturas, en un villano de tres al cuarto que se limita a morder a las víctimas que les traen sus siervos (ni siquiera se molesta en buscarlas él), aunque al final, como todos sabemos, está abocado a uno de esos finales tan previsibles para el espectador pero no para el personaje, porque si no no se entiende que todavía no prevea el conde que sus enemigos traerán agua bendita, cruces y demás para combatirlo.

En definitiva, un conde que no tiene nada que ver con el personaje esbozado por Bram Stoker, un personaje que caería en el ridículo más espantoso si no estuviera al menos Christopher Lee para intentar darle algo de dignidad al asunto. Y vaya si se lo pusieron difícil en esta película.



Uno no se extraña, después de ver semejantes mediocridades, que Christopher Lee acabara un tanto cansado y disgustado con el rumbo que estaba tomando la Hammer y sus películas sobre Drácula. Al fin y al cabo, Lee pertenece a esos actores que acuden a menudo a la obra original en busca de inspiración, y también es uno de esos actores para el que la fidelidad al espíritu de la obra y los personajes es algo de vital importancia. Por desgracia, por mucho que puso de su parte, no basta con esto para conseguir una buena película, sino que es necesario que la película cuente con un guión sólido y una buena dirección.

Y en lo que a guión y dirección respecta, "Dracula A.D.1972" es una verdadera calamidad. Lo único que el amante del libro de Stoker puede reconocer en esta chapuza es la frase que suelta Lee en su confrontación final con Van Helsing: “Te atreves a enfrentar tu cerebro al mío, yo que he conquistado naciones”, que queda como un guiño al libro innecesario e incluso ridículo a esa altura de la película. Por lo demás, el director Alan Gibson demostró ser un verdadero incompetente.

Esta película ejemplifica a la perfección hasta qué punto es importante tener un buen director y un buen guión para que una película sea buena. Malgastar el talento de Christopher Lee y Peter Cushing en semejante atrocidad es algo imperdonable. Por si eso no fuera suficiente, la recurrente música de Vickers convierte lo que se anuncia como un nuevo film de terror de la Hammer en un tipo de espectáculo circense que en ocasiones provoca risa, y en otras, como en la batalla final entre Van Helsing y Drácula, mucha, pero que mucha pena.



En resumidas cuentas, nos encontramos ante un film más de la Hammer, pero de la Hammer decadente de la década de los 70, que intenta modernizar al personaje y buscar nuevas salidas y opciones argumentales, pero sin éxito. Lo único "moderno" y "actualizado", al menos en el momento de su estreno (vista hoy día es otra cosa), es la música horrenda de Vickers y el fascinante Londres de la época, con su moda, su encanto naïve, sus tiendas, su ambiente, sus pubs... el resto, no obstante, es bastante antiguo.

La resurrección del conde con misa negra incluida, la idea de la venganza, recurrente en el Drácula de la Hammer, como leit motif de todas sus acciones, los arquetipos entre los personajes (dicotomía recatado/a – libertino/a), los ataques de Drácula, la pelea final, y la lamentable muerte del conde.... todo eso está visto ya, y con mucha más clase y talento, en previas incursiones de la Hammer en el personaje.

Lo único a destacar, además de unos tristemente desmejorados Christopher Lee y Peter Cushing (en el caso de Lee debido a su falta de entusiasmo por este tipo de proyectos abyectos de los que cada vez tenía más ganas de librarse, en el caso de Cushing, por la muerte de su mujer un año atrás, trágica pérdida de la que el inolvidable e insustituible gran actor británico jamás lograría recuperarse, hasta su posterior fallecimiento en 1994) y la dignidad con la que llevan sus personajes, es la presencia de la siempre adorable y espectacular Caroline Munro (una de mis actrices Hammer favoritas) y alguna que otra escena con algún que otro esbozo de originalidad o interés, como el uso que hace Van Helsing de los espejos y el agua para acabar con Johnny Alucard. Por lo demás, nos encontramos ante un film sólo recomendable a los nostálgicos de la Hammer, como un servidor.



Incomprensiblemente, un año más tarde Gibson volvería a repetir en la dirección con "The Satanic Rites of Dracula" (con unos resultados que también podréis imaginar a estas alturas). Lo dicho: Sic transit gloria mundi. O, en este caso, de la Hammer.


Calificación de la película: ** sobre *****

No hay comentarios:

Publicar un comentario