lunes, 11 de julio de 2011

El Diablo en el cine de terror del siglo XX: breve estudio monográfico




A) Primera Parte: Sobre el Diablo y sus huestes.


1) Introducción.

El Diablo ha sido y aún hoy sigue siendo un motivo recurrente en el cine, muy especialmente dentro del género de terror. En sus múltiples manifestaciones corpóreas, siguiendo la tradición bíblica, Satanás ha encarnado la antítesis de todo lo que es sagrado, benigno y puro, erigiéndose como sumo pontífice de la corrupción, la maldad y el pecado, apelando a nuestro lado oscuro, irracional, indómito y animal, aquél que permanece agazapado en las sombras más insondables de nuestra alma, ese lado que se muestra reacio a acatar normas, a reprimir sus instintos.


El Diablo seduce al hombre porque sabe mejor que nadie de qué pie cojea, y mediante el engaño de la tentación arrastra al débil de voluntad a un mundo de tinieblas que en realidad no es otra cosa que una representación alegórica de nuestros miedos y deseos más profundos, más recónditos. El Diablo le ofrece al hombre la posibilidad de ir más allá de un mundo de imposiciones y leyes en el que le ha tocado vivir, más allá de los dictámenes de la ética y la religión, y lo seduce con sueños de poder y libertad, de satisfacción inmediata de todos sus deseos y placeres. La religión del Diablo es el hedonismo más absoluto. Sin responsabilidades, sin remordimientos.


Sin embargo, la aceptación de este hedonismo acarrea la condenación absoluta del alma, o, dicho de otro modo, el sacrificio de la felicidad eterna prometida por la religión en otra vida por una felicidad efímera basada en la consumación de los placeres mundanos. Si en la Edad Media se consideraba la vida como un valle de lágrimas en el que no había cabida para la felicidad (al menos para la inmensa mayoría), sino para el sacrificio y la abstinencia, compensado dicho sacrificio con la promesa de una vida mejor al lado de Dios, el Diablo prometía una vida gozosa inmediata basada en el placer de la carne en vez del espíritu.

Si la religión abogaba por la excelencia del alma sobre la carne y como principal vehículo para la redención y la felicidad, el Diablo defendía por el contrario la importancia del cuerpo y los sentidos para la consumación del placer en esta vida terrenal. Y el precio que han de pagar quienes pactan con Satanás es justo aquello que relegan a un segundo plano, su alma.


2) El Diablo.

"Que no es nuestra lucha contra la sangre y la carne, sino contra los principados, contra las potestades, contra los dominadores de este mundo tenebroso, contra los espíritus malos de los aires."  
(Efesios, 6,12)

Muchos nombres han sido utilizados, tanto en el cine como en la literatura, para referirse al Diablo, aunque es importante tener en cuenta que no todos esos nombres aluden a la misma entidad. Dicho de otra manera, existe además de Satanás un número de demonios y criaturas infernales bastante extenso, como lo demuestra la demonología, una disciplina que se encarga de estudiar las cualidades y naturaleza de los demonios, y que no debe confundirse con el término satanismo.

La palabra demonio procede del griego daimon, término que hace referencia a una deidad, tanto benéfica como maléfica. De esta palabra, que en un principio identificaba al conjunto de seres sobrenaturales que inspiraban a las personas, derivó el término demonio, que aludía a aquellos ángeles que renegaron de Dios y fueron expulsados del paraíso y arrojados a las llamas del Infierno.


También se utiliza el término diablo, palabra de origen griego que significa acusador o calumniador, para identificar a Satanás y por extensión a todos aquellos que permanecen desterrados en el Infierno. A continuación expondremos someramente algunos de los nombres más comúnmente asociados, en ocasiones de manera errónea, al Diablo:

- Asmodeo: Llamado también Arimos. Según el Talmud, está encargado en el Infierno de enseñar astronomía y matemáticas como lugarteniente de Lucifer. Para otros es el Demonio específico de la Lujuria. En la religión hebrea es el dios de los demonios y esposo de Lilith.


- Beelzebub (Belcebú): Belcebú es el príncipe de los demonios para los cristianos, y aunque Jesús lo identifica con Satanás, en realidad dicho nombre se corresponde con una deidad fenicia, Baal, dios del sol en la religión babilónica. Belcebú es conocido como el amo de la inmundicia y también amo del Infierno, y ya desde la Edad Media estaba situado justo por debajo de Satanás en la jerarquía infernal. Su nombre, de origen filisteo, significa El Señor de las Moscas, debido al número de tales insectos que se agrupan alrededor de cualquier imagen suya, bañada en sangre de sacrificios.


- Belfegor: Demonio de los Descubrimientos y los Inventos, el cual seduce a los seres humanos induciéndoles a realizar invenciones geniales y llenándolos de riquezas.


- Belial: Nombre que significa maldad y también maldito en hebreo y que se usa a menudo en la Biblia como sinónimo de Satán, la personificación del mal. Milton, no obstante, distingue a Satán de Belial, considerando a este último como el Demonio de la Impureza. Según otras fuentes, Belial es uno de los demonios más venerables de Satán, al cargo de 80 legiones infernales, y representado como dos ángeles sentados en un carro de fuego.


- Leviatán: Gigantesco monstruo marino bíblico. Según algunas leyendas posee siete cabezas. La demonología incluye bajo esta denominación a cualquier tipo de demonio acuático.


- Lucifer: El primer ángel creado por Dios, el más bello y perfecto de todos, ostentando el grado de querubín/arcángel. Llamado Luzbel antes del caer del cielo, su nombre significa portador de luz (del latín lucis luz – y ferre llevar, portar), puesto que era el ángel encargado de llevar la luz. Cuando Dios creó el Universo físico en su totalidad, puso a Lucifer al mando de la Tierra. Sin embargo, Lucifer pretendía ser el Señor soberano del mundo, seduciéndole la idea de dominar a otros, la cual contaminó su percepción de la realidad y arruinó su alma, provocando su rebelión contra Dios. En su deseo por invadir el Cielo, Lucifer fue convenciendo paulatinamente a aquellos ángeles que estaban bajo su dominio en la Tierra, tomándose miles de años para sembrar la semilla de la discordia y la envidia en todos aquellos seres santos que le acompañaban. Lucifer llevó sus huestes hacia el Cielo, enfrentándose al Arcángel Miguel, mas la colosal batalla fue breve, y el ángel rebelde recibió de Dios el nombre de Satán el Diablo, siendo precipitado a los Infierno junto a los restantes rebeldes, que se convirtieron en demonios. Su pena fue la descalificación jerárquica, la pérdida de cualquier otra oportunidad de redención, la perversión de su mente y un cataclismo de proporciones mundiales que destruiría todo lo creado sobre la faz de la Tierra. De este modo Lucifer pasó a erigirse como Emperador del Infierno, tratando en todo momento de tentar a los hijos de Dios para apoderarse de sus almas, privándoles a estos como hijos agraciados de Dios lo que le fue negado a él y a sus huestes en venganza.


- Mammon: Demonio de la Avaricia que aparece en el Paraíso Perdido de Milton.


- Mefistófeles: Diablo inferior asociado a la perdición del doctor Fausto en la obra homónima de Goethe.


- Satanás: Nombre latino de origen hebreo que usado para referirse al enemigo, y que pasó a fundirse con el de Lucifer para aludir a una misma realidad, el Emperador de los Infiernos y señor absoluto de todos sus moradores.


Retratado de formas muy diversas a lo largo de la Historia, el Diablo es un camaleón que ora opta por adoptar una imagen demoníaca, horripilante, ora opta por acentuar su condición de ángel caído para seducir a sus víctimas. El Diablo es un ser astuto, persistente, mentiroso, seductor, celoso y trabajador infatigable, la encarnación más perfecta de todas las debilidades del hombre: la lujuria, la gula, la ira, la envidia...

Sin embargo el Diablo sabe cómo utilizarlos y aprovecharse de estos sentimientos para engatusar y atraer a su causa más víctimas mortales. Según la teología católica, al diablo todavía le queda un gran papel que desempeñar, el mismo que en su día jugó en la gran batalla de los ángeles y que ahora intentará reproducir arrastrando a la rebelión al mayor número posible de hombres, batalla que culminará el día del Juicio Final.


3) El Anticristo.

"Y entonces se manifestará aquel inicuo, a quien el Señor matará con el espíritu de su boca, y destruirá con el resplandor de su venida; inicuo cuyo advenimiento es por obra de Satanás, con gran poder y señales y prodigios mentirosos, y con todo engaño de iniquidad para los que se pierden, por cuanto no recibieron el amor de la verdad para ser salvos."
(II Tesalonicenses, 2:8-10)

Tan recurrente ha sido en el cine y la literatura la figura del Diablo como la del Anticristo, el falso Mesías, que negará a Dios y seducirá al hombre con engaños y mentiras. En realidad, la palabra anticristo, procedente del griego, puede tener varias acepciones: en primer lugar, aquel que está en contra de Cristo, oponiéndose por ende a la palabra de Dios; en segundo lugar, aquel que vendrá en lugar de Cristo, tomando su lugar como falso Mesías.


La Biblia utiliza también a menudo este término para aludir, por extensión, a todos aquellos cristianos falsos que se habían separado de los verdaderos creyentes. No habiendo experimentado una conversión genuina al Evangelio, estos anticristos predican un evangelio distinto y falso, siendo apóstoles de Satanás, falsos profetas que están por tanto en contra de la palabra de Dios y esperan la llegada de aquél que ha de guiarles y liderarles, el gran Anticristo.

La Biblia advierte del advenimiento de una rebelión, una apostasía, una separación de la fe. Aprovechando la incredulidad y la duda existentes, se revelará este gran Anticristo, el cual engañará a las naciones para establecer un imperio a las órdenes de Satán, creando una religión sin Redentor, una Iglesia sin Cristo y un culto sin la Palabra de Dios:

"According to the Bible, Satan will, before the Second Coming, use all possible means to once more overthrow God’s order of independent nations by incorporating them into a new world order of international political, religious, economic, social, and linguistic unity. The man that he has chosen to head the new world order is called the Antichrist, the beast, and the man of sin in the Bible. The world empire that he will establish will be a revival and replica of the Babylonian Empire of Nimrod and Nebuchadnezzar. For that reason, the end-time world empire is, quite aptly, called Babylon in Revelation 17 and 18.

Like Nimrod of old, the Antichrist will deify himself. Through cunning and deceptive diplomacy he will persuade other nations to join the new world order of global unity. It will initially, therefore, be a common, negotiated agreement.
"

(Malan, Johan S. The Kingdom of Satan)

Aunque únicamente se encuentran referencias a la palabra anticristo en las Epístolas de San Juan, se han encontrado paralelismos más o menos equívocos en los libros del Apocalipsis, así como en las Epístolas de San Pablo, en los Evangelios y en el Libro de Daniel. El Anticristo ha sido identificado en el Apocalipsis como una bestia escarlata con diez cuernos y siete cabezas (13:1), y también como una bestia con dos cuernos de cordero y verbo sibilino, como el de una serpiente (13:11).


Sin embargo, parece existir unanimidad en los círculos eclesiásticos en que el Anticristo no será un demonio, ni tampoco el Diablo encarnado, sino una persona individual, un enemigo de Cristo, de ahí que se le identifique también con una cruz, aunque en este caso invertida, utilizada como símbolo de blasfemia y rechazo a Jesucristo y toda la Cristiandad.


4) El Infierno.

“Abandonad toda esperanza, ¡oh, vosotros que entráis!” 
(Alighieri, La Divina Comedia)

La Biblia lo describe como lloro (Mateo, 8:12), horno ardiendo (Mateo, 13:41-42), lamento (Mateo, 13:42), crujir de dientes (Mateo, 13:50), tinieblas (Mateo 25:30), llamas (Lucas 16:24), fuego consumidor (Isa. 33:14) y tormento eterno (Lucas, 16:23). Un lugar de fuego y azufre en donde millones de almas gimen y sufren ardiendo en un fuego abrasador y eterno, un lugar situado, según la Biblia, en el mismo corazón de la Tierra (Mateo, 12:40).


Muchos nombres se han utilizado a lo largo de la historia, tanto en la religión como en la mitología, para aludir a ese plano de sufrimiento eterno al que son expulsados los impíos de corazón tras su muerte. Una vez más, existen sutiles diferencias que impiden usar indistintamente dichos términos.

El Judaísmo, por ejemplo, habla de un lugar llamado Sheol, que refiere a una existencia entre tinieblas reservada para todos indiscriminadamente, lo cual podría interpretarse como una metáfora poética de la muerte, sin hacer distinción entre Paraíso e Infierno.


La mitología griega, por otro lado, concebía la existencia de una morada para los muertos denominada Hades (palabra que significa en griego invisible), y regida por una divinidad homónima. Sin embargo, Hades no debe confundirse con el Infierno cristiano, ya que esta morada en realidad comprendía dos secciones, el Tártaro y los Campos Elíseos. Mientras que los Campos Elíseos estaban reservados para las almas heroicas y benditas, el Tártaro se corresponde con aquella región de Hades al que iban a parar las almas de los impíos y malvados. En ese sentido, sí podría establecerse una analogía entre el Cielo cristiano y los Campos Elíseos por un lado, y el Infierno y el Tártaro por otro, con las más que obvias diferencias en cuanto a la representación conceptual de dicho Inframundo.


También suele utilizarse el término Averno como sinónimo de Infierno, aunque en realidad el término hace referencia a un lago cercano a Cumas, una ciudad de la costa italiana de Campania, el cual ocupa el cráter de un volcán extinguido. Debido a las emanaciones sulfurosas del lago, en la antigüedad se creía que era una de las entradas de los Infiernos. Según la mitología, Eneas utilizó dicha ruta para descender al Inframundo, guiado por la Sibila, y hablar así con su padre Anquises.


Finalmente, en el Nuevo Testamento se encuentran referencias a un lugar denominado Gehenna, nombre que proviene del valle de Ge-Hinnom, cercano a Jerusalén, y que era usado en la antigüedad como un gran vertedero, cubierto de basura y putrefacción, que los hebreos se encargaban de quemar periódicamente. Se dice que era tal la cantidad de desechos que eran necesarias varias semanas, incluso meses, para que el fuego pudiera consumirlo todo. Es decir, se trataba de un muy poco higiénico y repugnante montaña de excrementos. Según las enseñanzas de los primeros cristianos, los condenados arderían en el valle al igual que la basura, de ahí el uso del término Gehenna para referir al Infierno, aunque, en un sentido estricto, son lugares muy distintos, por mucho que puedan tener en común en un sentido figurado.


La palabra infierno proviene del latín infernus, que significa inferior, debajo de. El Universo estaba concebido desde muy antiguo como una esfera dividida en tres planos físicos, que representaban la morada de los dioses (cielo), los hombres (tierra) y los demonios (Infierno).

El Infierno es una región inhóspita y ardiente de oscuridad eterna, con desiertos insondables y profundísimas cuevas. Los habitantes del plano intermedio, la Tierra, están por tanto entre dos puntos opuestos, el reino celestial, etéreo, donde reside Dios y las almas bendecidas con su presencia, y el reino de oscuridad y tormento donde residen los demonios y aquellas almas que están apartadas para siempre del contacto con la divinidad.


Como creador del universo y padre celestial, la morada de Dios está en el plano superior; como renegado de Dios y representante de todo aquello que nos separa del placer espiritual, en pos de un placer sensorial inmediato, el Diablo, su eterno enemigo, debe morar obligatoriamente en el plano inferior con todo lo que esto conlleva. El hombre debe elegir entre ascender al paraíso o descender a su eterna condena. Hay quienes afirman que el Infierno surgió como consecuencia natural e inmediata del pecado, otros dicen que fue creado por Dios desde antes que el mundo físico existiera.

A la hora de describir el suplicio sufrido en el infierno es necesario distinguir entre, por un lado, un suplicio de privación (poena damni), lo cual alude al apartamiento voluntario de Dios del que muere en pecado mortal sin haberse arrepentido, viéndose privado de la visión beatífica de Dios; y por otro, un suplicio para los sentidos (poena sensus), consistente en los tormentos físicos sufridos por los sentidos en un lugar de fuego abrasador donde reinan los alaridos y el crujir de dientes. Hace referencia al dolor en su concepción más física y sensorial.


Las penas del Infierno, designadas con palabras latinas, son las siguientes: pez hirviendo (pix), nieve helada (nix), noche oscura (nox), repugnantes gusanos (vermis), fuego ardiente (flagra), pesadas cadenas (vincula), supuración repugnante (pus), innoble vergüenza (pudor) y horror sin fin (horror).

No obstante, más allá de la clásica concepción del Infierno como un lugar de llamas eternas, habitado por demonios y almas en condena, y regentado por un diablo con cuernos, un largo rabo rematado en forma de diamante y portador de un tridente (una imagen popular muy estereotipada del Diablo que es rechazada por los teólogos cristianos, los cuales explican que no tiene base bíblica y que más bien puede tratarse de una corrupción del dios Pan), la Iglesia mantiene que el Infierno debe entenderse, en su acepción más primordial, como una abstracción, o más bien un estado del alma, el "estado de autoexclusión definitiva de la comunión con Dios y con los bienaventurados”, según dicta el Catecismo de la Iglesia Católica.


Por lo tanto, es un término que refiere únicamente a un sufrimiento anímico, entendiendo este término en su concepción más primordial, es decir, del alma. Es el estado de agonía de quienes mueren y se ven privados de la presencia de Dios por los siglos de los siglos, independientemente de la imagen macabra y amedrentadora utilizada durante el transcurso de la historia y de la que se hace referencia constantemente en la Biblia.


5) Satanismo.

“El hombre, al examinar su corazón, se descubre también inclinado al mal e inmerso en muchos males que no pueden proceder de su Creador, que es bueno. Negándose con frecuencia a reconocer a Dios como su principio, rompió además el orden debido con respecto a su fin último y, al mismo tiempo, toda su ordenación en relación consigo mismo, con todos los otros hombres y con todas las cosas creadas. De ahí que el hombre esté dividido en su interior. Por esto, toda vida humana, singular o colectiva, aparece como una lucha, ciertamente dramática, entre el bien y el mal, entre la luz y las tinieblas” 
(Concilio Vaticano II, Gaudium et spes, n. 13)

Podríamos definir este término como el culto aislado (adoración, veneración, invocación) a Satán por parte de diversos grupos de personas más o menos estructurados y organizados, a la espera de la obtención de bienestar, riqueza y poder.

Es importante considerar que la concepción que estos grupos tienen de Satanás no se corresponde con la imagen estereotipada del demonio de tridente, cuernos y rabo:

Las creencias satánicas pueden variar de uno a otro grupo. Por ejemplo, hay quien ve en Satanás un ser más o menos simbólico, expresión al mismo tiempo, de la transgresión y del racionalismo; y en los ritos, una especie de psicodrama brutal que tiene por finalidad liberar al fiel de los condicionamientos religiosos, morales y culturales que provienen de su ambiente. Algunos satanistas que se reconocen en esta descripción afirman que «el Satanismo es una religión de la carne. Para el satanista la felicidad se debe encontrar aquí y ahora. No existe el cielo para ir después de la muerte y tampoco el infierno de fuego como castigo para el pecador». En cambio, hay quien ve en Satanás un ser real, príncipe de las tinieblas, al cual es posible dirigirse mediante rituales mágicos para obtener favores de diverso género. Y también quien ve en Satanás, particularmente en Lucifer, una figura positiva que se opone a la acción del Dios de la tradición judeo-cristiana, considerada negativa. 
(Ferrari, G. Satanismo)

A la hora de invocar al Diablo los satanistas recurren a una serie de palabras y gestos rituales orientados a provocar un cambio en los acontecimientos o situaciones que no puede obtenerse a través de medios o instrumentos comunes. Dichas palabras y gestos conforman una liturgia invertida cuya finalidad es parodiar, mofarse incluso, el rito cristiano católico u ortodoxo, alterando oraciones y credos para alabar a Satán en vez de a Dios. Es habitual la práctica, en este tipo de ceremonias satánicas, de ritos de marcado carácter sexual, amén de la utilización de sangre y vísceras de animales en ocasiones sacrificados in situ.


La atracción que pueda ejercer este tipo de culto en el ser humano viene, principalmente, de la promesa de la consecución de los deseos, ambiciones y placeres personales. El satanismo ejerce de este modo como un liberador de la moral, de las convenciones sociales y códigos represivos. El satanismo busca y promueve la exaltación absoluta de yo, rebelándose contra el Dios cristiano y los Evangelios. Los textos satanistas buscan por el contrario la divinización del hombre, tentándolo con promesas de poder y gloria. Un famoso satanista llamado Aleister Crowley (1875-1947) llegó a declarar lo siguiente:


"No existe ninguna ley excepto  "haz lo que quieras”. ¡Sé fuerte, hombre! Desea y goza todo lo de los sentidos y del éxtasis: no temas que ningún Dios te reniegue por esto. Cada hombre, cada mujer, es una estrella si encuentra la verdadera propia voluntad, de otro modo es un esclavo; y los esclavos deberán servir. Excluye la misericordia: condenados aquellos que tienen compasión! Mata y tortura: ¡no perdones a nadie!"


Anton Szandor La Vey, fundador de La Iglesia de Satán, rechaza las religiones de naturaleza espiritual como un invento del hombre, una especie de proyección al infinito de sus deseos frustrados, de todo aquello que el hombre querría hacer pero que no puede consumar por el cúmulo de imposiciones morales que rigen sus actos y cohíben su existencia.


Por ese motivo el satanista hace del hedonismo aquí y ahora su principal dogma de fe, buscando en todo momento la inmediata y completa gratificación de su ego, “sin renunciar a ninguna satisfacción y sin cultivar ese inútil amor por cada hombre que el satanista considera imposible y absurdo”.

Según afirma Giuseppe Ferrari, secretario nacional del Grupo de investigación e información sobre las sectas y director editorial de las revista Religioni e Sette nel mondo, el problema que conlleva la aceptación del código ideológico y de conducta satanista consiste en que esto implica una “completa inversión de los valores: lo que objetivamente es equivocado, malo y moralmente desordenado, se asume como modelo justo y liberador para proponerlo a los demás.”

Teorías satanistas como las de Crowley promueven la libertad personal a costa de la de los demás. La exaltación del yo implica el despecho a los demás. La búsqueda irresponsable de la satisfacción de los deseos terrenales, según Ferrari, conlleva una “fuerte carga emocional y de evasión hacia lo irracional, que en algunos aspectos está encubierta por una paradójica apariencia pseudo-racional que se busca como justificación.”


Es necesario distinguir entre tres tipos de sectas: por un lado, las sectas Luciferinas, que piensan que Lucifer ha sido tratado de manera injusta por el Cristianismo, al ser un símbolo del conocimiento y la sabiduría. Estas sectas buscan el poder, el dinero, influencias y el control del mundo. Sus adeptos suelen pertenecer a un nivel económico alto, lo cual le da al grupo un poder especial, y son altamente elitistas. Para un integrante de esta secta Lucifer representaría la verdadera luz, realizando en el más estricto secreto sus actividades, de entre las que destacan las misas rojas como principal muestra de adoración.

Por otro lado, las sectas Satanistas, formadas por individuos de nivel intelectual medio alto, versadas en su mayoría en todo tipo de ciencias esotéricas relacionadas con la astrología y/o la magia. Un satanista no se considera integrante de ninguna secta, sino más bien de una religión que ha sido incomprendida y perseguida por los cristianos. Como tal religión, presenta una estratificación jerarquizada según el nivel de dignidad y/o compromiso de sus miembros. La famosa Church of Satan de Anton Szandor LaVey sería un ejemplo de secta satanista.


Finalmente, es necesario mencionar a los Adoradores de Seth o Amigos de Lucifer, relacionadas con toda clase de secuestros, abusos sexuales, inducción a suicidios, e incluso homicidios, siendo por tanto las más peligrosas. Secuestro de cadáveres, beber sangre, exposición sexual, necrofagia o necrofilia... son sólo algunas de las muestras de fidelidad y dignidad exhibidas por sus miembros.

La frontera entre uno u otro tipo de secta no siempre es diáfana, ya que no es extraño encontrar grupos que combinan elementos de cualquiera de los tres tipos de sectas anteriormente mencionadas. Los grupos y movimientos satánicos son por tanto muy diversos. En ocasiones, pero no siempre, están relacionados entre sí. Existen grupos que son desconocidos incluso para otras sectas satánicas. Algunas de dichas sectas tienen una existencia efímera, otras dejan de actuar periódicamente para resurgir al cabo de un tiempo de manera intermitente, otras permanecen y actúan desde las sombras, ocultándose al mundo exterior, mientras que otras no ocultan sus inclinaciones ideológicas y actúan de manera pública. En ocasiones una misma secta puede escindirse ramificándose en varias sectas más.


El país con mayor concentración de grupos satánicos es EE.UU. Entre los grupos conocidos y en activo actualmente en los Estados Unidos, Inglaterra, Italia y/o España podemos destacar los siguientes: Church of Satan, Temple of Seth, Order of the Black Ram, Werewolf Order, Worldivide Church of Satanic Liberation, Church of War, Ordo Templi Satanis, Order of the Nine Angles, Dark Lily, Ordo Sinistra Vivendi, Bambini di Satana, Chiesa di Satana di Filippo Scerba, Chiesa Luciferiana di Efrem del Gatto, Impero Satánico della Luce deglo Inferí, Hijas del Halo de Belcebú, Hijos de Lucifer, Secta del Toro-Vaca, Mujeres de Satán, Orden Iluminati, Ordo Templi Orientalis, Hijos de Adonais, Amigos de Lucifer, Barón Rojo, Caballeros del Anticristo, Grupo Astaroth, Hijas de las Tinieblas, Hijas de Isis, Hijos de Egón, Macho Cabrío, Mano Negra, Tercer Ojo, El Toro...


De entre las muy diversas maneras de entrar en contacto con el mundo del satanismo, Giuseppe Ferrari destaca las siguientes:

"La frecuentación de ambientes esotéricos, mágicos y ocultistas hasta llegar a habituarse a las ideas y prácticas de los mismos, y al deseo de ir más allá para experimentar nuevas vías de conocimiento; la participación en reuniones espiritistas para la evocación de seres particulares, en las cuales no es difícil que se llegue a la invocación de espíritus demoníacos y donde se puede encontrar a quien participa también en ritos satánicos; el recurso a los magos para afrontar problemas de diverso género que, como muchas veces se prolongan en el tiempo, se trata de solucionar hasta con el recurso a la llamada magia negra, la cual casi inevitablemente introduce en el mundo de los ritos satánicos llevados a cabo por individuos o grupos más o menos organizados; la atracción idolátrica que se manifiesta con respecto a ciertos cantantes y grupos de música rock, a los cuales se permite -mediante el mensaje de sus canciones- blasfemar e invitar al suicidio, al homicidio, a la violencia, a la perversión sexual, al uso de droga, a la necrofilia y a la implicación en el satanismo."


6) Misas Negras.

“Ahora bien, las obras de la carne son conocidas: fornicación, impureza, libertinaje, idolatría, hechicería, odios, discordia, celos, iras, rencillas, divisiones, disensiones, envidias, embriagueces, orgías y cosas semejantes, sobre las cuales os prevengo, como ya os previne, que quienes hacen tales cosas no heredarán el Reino de Dios.”
(Gal.5:19-21)

Como ya se apuntó anteriormente, las misas negras podrían considerarse como liturgias invertidas, constituidas por alteraciones y modificaciones de oraciones, credos y gestos rituales utilizadas para alabar a Dios con el doble fin de ensalzar a Satán y repudiar y ridiculizar a su adversario. De este modo se pretende provocar cambios en situaciones o acontecimientos que no pueden conseguirse por medios naturales, y conseguir así ventajas materiales de muy diversa índole, aún con perjuicio para otras personas.


Dichos ritos tienen lugar a medianoche, amparándose en el mundo de tinieblas que constituye, principalmente, una suerte de opción estética, y en lugares secretos dentro o fuera de la ciudad, teniendo especial predilección por los cementerios y las iglesias desconsagradas. Cuanto mayor sea la ofensa a los fundamentos morales y éticos de la religión, mayor deleite encuentran, de ahí que en ocasiones en algunos de estos grupos se lleguen a perpetrar también actos de escarnio, profanación de cadáveres, agresiones y vejaciones incluso a menores y también homicidios rituales. Giuseppe Ferrari describe del siguiente modo la celebración de una misa negra:

"El rito es oficiado por un celebrante, un diácono y un subdiácono; como instrumentos se usan algunos cirios un pentáculo invertido, un cáliz lleno de vino o de licor, una campanilla, una espada, un aspersorio o falo, y un crucifijo invertido; también se usa una Hostia auténticamente consagrada. El altar de la misa negra es una mujer desnuda y los participantes llevan vestidos negros con capucha. El rito imita, más o menos, el de la misa católica con las oraciones recitadas en latín, inglés y francés. Naturalmente, en lugar de invocar el nombre de Dios se invoca el de Satanás; se invocan nombres de diversos demonios; se recita el Padre nuestro en sentido contrario y negativo (padre nuestro que estás en el infierno); se lanzan invectivas contra Jesucristo, y la Hostia es profanada de varias maneras (utilizándola en prácticas sexuales, pisoteándola repetidamente con odio)."


Además de la lectura de textos religiosos al revés, también es frecuente en estos ritos la consagración y dedicación de sangre animal, preferentemente gatos o gallinas negras, pan hecho con excrementos de cabra, y también el uso de orina del mismo animal, en lugar de agua bendita, a modo de bendición tanto en el cuerpo de los asistentes como en el altar. Las mujeres durante la ceremonia suelen tener el dorso al descubierto, excepto las recién integradas, las cuales estarán completamente desnudas, o como mucho cubiertas con una capa que será retirada en el momento de la ceremonia de iniciación. La ceremonia suele terminar en una gran orgía, que representa el triunfo de la carne y los placeres terrenales frente a los del espíritu.


La misa negra es el rito principal de todo grupo satanista, siendo descrita y establecida por La Vey en sus obras The Satanic Bible y The Satanic Rituals según el modelo de las más antiguas misas negras europeas e inspirado por los escritos de, entre otros, el poeta francés Charles Baudelaire (1821-1867), autor de Las Flores del Mal, y el escritor Charles Georges Huysmans (1848-1907). No obstante, los diversos grupos satánicos existentes introducirán cuantas modificaciones y cambios consideren oportunos con el fin de adecuar dicho rito a su exclusiva y peculiar idiosincrasia. Se puede acceder a una guía ceremonial escrita por el mismo La Vey en el siguiente enlace:



7) Aquelarre y brujería.

Ya desde la Edad Media se consideraba a los brujos y brujas como siervos de Satán y enemigos acérrimos de Dios. Dominaban la magia negra, y tenían por tanto la facultad de convocar a los muertos, predecir el futuro, echar el mal de ojo a sus enemigos, e incluso alterar el libre albedrío de las personas mediante conjuros que anulaban su voluntad y les inducía a cumplir sus designios. Para ingresar en el cónclave de brujos, era necesario renegar de Jesucristo y que el Diablo marcara con sus garras (estigma) al novicio, preferentemente en su lado izquierdo.


Según el demonólogo Jean Bodin (1530–1596), los brujos son culpables de quince crímenes: reniegan de Dios; blasfeman de Dios; adoran al Diablo; entregan sus hijos al Diablo; sacrifican los niños al Diablo antes de que sean bautizados; consagran los niños a Satanás desde el vientre de su madre; prometen al Diablo atraer a su servicio a todos los que puedan; juran en nombre del Diablo y hacen de ello un honor; no respetan ninguna ley y cometen incestos; matan a las personas, las cuecen y se las comen; se alimentan de carne humana, y aún de la de los ahorcados; hacen morir a las gentes por medio del veneno y de los sortilegios; hacen morir al ganado; hacen secar los frutos y causan la esterilidad; y se hacen en todo esclavos del Diablo.

Antiguamente se creía que la séptima hija nacida mujer era bruja, ya que esta condición se transmitía y perpetuaba de generación en generación. Las brujas utilizan los poderes conferidos por su amo para amedrentar y tentar a los hombres, utilizando sortilegios y filtros, perjudicando con el mal de ojo, y causando impotencia. Además, tienen una actividad sexual desmesurada, como confiesa la bruja Sor Madeleine Démadoix: “los domingos se corrompen con la cópula con demonios, los jueves se ensucian practicando la sodomía, los sábados se prostituyen con el abominable bestialismo y los demás días siguen el curso normal de la naturaleza.”


Según una antigua tradición las brujas deben sus poderes superiores a un signo indeleble que constituye una muestra de fidelidad hacia el demonio y que las marca como adoradoras de Satanás. Dicha marca puede ser natural, de nacimiento, o artificial, impresa en la piel por el mismo Diablo con sus dientes o garras, de ahí que el signo artificial sea considerado como superior al que aparece de nacimiento. En cualquier caso, ambas marcas son insensibles al dolor y no sangran si son pinchadas. También se decía que las brujas poseían una tetilla secundaria, bajo la axila izquierda, con la que amamantaban a sus familias, criaturas como sapos o gatos.

La bruja de hoy, como la de ayer, tiene dos grandes campos de actividades: por un lado, la fabricación de maleficios, pócimas y ungüentos; por otro, la realización de complejos sacrificios rituales (que solían ser de animales o niños no bautizados), necesarios para la obtención de poderes sobrenaturales con los que perpetrar sus acciones, y la asistencia a aquelarres y a misas negras.


El término aquelarre está compuesto por dos lexemas de origen vasco, aquer, que significa cabrón y larre, que significa prado, con lo cual podría traducirse literalmente como Prado del Macho Cabrío. Este término hace referencia a las asambleas o reuniones de brujos y brujas con el fin de venerar a Satán (sabbat), exponer sus fechorías, recibir nuevas instrucciones del diablo y, finalmente, entregarse a toda clase de excesos lujuriosos.

Según descripciones escritas en los siglos XIV y XVII, el mismo Satán esperaba a los asistentes al aquelarre sentado sobre un altar negro bajo la figura de cabrón, otras veces transformado en un lebrel, o en un toro de largos cuernos, o incluso un carnero blanco que al término de la ceremonia se desvanecía entre llamas dejando una ceniza de la que los brujos obtendrían filtros o polvos para sortilegios. A la derecha del Diablo se sentaba, en un trono de plata, la Reina del Sabbat, la bruja más bella, y Directora Oculta de la ceremonia.


Una vez realizado el examen de los signos distintivos de los concurrentes, se homenajeaba al Diablo entonando el canto oficial en el que se renegaba de Dios, de los santos y de la Virgen. Los nuevos adeptos firmaban entonces el Libro Negro de la Muerte, recibiendo los estigmas diabólicos. Entonces tenía lugar la misa negra, en la cual la sacerdotisa consagraba hostias negras sobre el cuerpo desnudo de una mujer, destinada al altar para la ocasión, y rodeada de cruces invertidas, candelabros y adornos negros.

En lugar de la Eucaristía se desarrollaba un suntuoso banquete que presagiaba la frenética danza final; cada uno se sentaba de acuerdo a un orden jerárquico, se maldecía el alimento (en honor a Satán) y se pasaba al banquete. Después llegaba el turno de la danza, en un ritmo apremiante y trastornado... Al final, todo terminaba en el éxtasis orgiástico.


Los aquelarres se realizaban de manera periódica, en ocasiones diariamente, otras veces dejando lapsos regulares de tiempo entre cada dos ceremonias de extensión variable. Las fechas especiales para la celebración, no obstante, eran el 2 de febrero; el 21 de marzo, con la llegada del Equinoccio de Primavera; el 4 de abril, la Noche de Walpurgis, fecha sacra relativa al nacimiento de la Primavera y el culto a la fecundidad, en la cual la magia blanca no puede contraponerse a la magia negra; el 1 de agosto; el 21 de diciembre, la noche más larga del año; y, por supuesto, el 31 de octubre, la Víspera de Todos los Santos, comúnmente conocida como Halloween (palabra derivada de All Hallow’s Eve).

La fiesta de Halloween tiene sus orígenes paganos en una festividad de los antiguos pueblos celtas que poblaron las Islas Británicas, Escandinavia y el oeste de Europa durante los siglos VII o VI antes de Cristo. Estos pueblos celebraban su día de año nuevo el 1 de noviembre, fecha que marcaba el final de la temporada del sol (verano) y el inicio de la temporada de la ocuridad, el frío y el decaimiento (invierno), los dos períodos en los que dividían el año. La noche del 31 de octubre estaba por tanto asociada a la muerte del ser humano, y era también conocida como Samhain en honor a una deidad druídica de la muerte.


Los celtas creían que los muertos y demás espíritus malignos, alentados por dicho dios, regresaban del más allá y vagaban por la tierra para visitar sus moradas terrenales y a sus familiares en la noche de Samhain. Los sacerdotes celtas, llamados druidas, encendían grandes hogueras para rechazar a los espíritus que vagaban por la tierra durante estas horas de oscuridad. Con la esperanza de que los dejaran en paz, los celtas se disfrazaban de formas horribles y salían incluso a pasear con los espíritus para aparecer como uno de los muertos.

Posteriormente, con la llegada del cristianismo, el 31 de octubre dejó de ser considerado el fin de año, y la Iglesia Católica Romana proclamó el 1 de noviembre como Día de Todos los Santos, un tiempo para honrar a santos y mártires pese a sus orígenes paganos asociados a la muerte y los espíritus.

Algunos de los lugares de celebración de aquelarres más importantes son los siguientes: Monte de Venus (Sicilia), Blocksberg (Harz), Tonale (Alpes Orientales), Melibäus (Brunswich), Berroscobero (Navarra), Gardeny (Lérida), Coira (Galicia), Vaspaku (Hungría)...


Desde el siglo XIII hasta el XVIII se desarrolló una implacable persecución contra las brujas, quemándose vivas en España, Francia, Italia y Alemania unas 300.000 personas acusadas, las cuales eran torturadas, juzgadas y ejecutadas por la Inquisición. El poder y la popularidad del Santo Oficio o Tribunal de la Inquisición comenzó en 1484, cuando el Papa Inocencio VIII expidió la bula Summis Desiderantes Affectibus, la cual arrojaba toda la ira de la Iglesia contra la brujería, y cesó finalmente a fines del siglo XVIII, cuando fue quemada la última bruja en 1782.


8) Exorcismo.

“(...) Emitían gritos que no eran humanos, vomitaban objetos y animales que nunca habían tragado, demostraban una fuerza que ni diez personas lograban contener. Volaban por la habitación. Aumentaban de repente hasta ocho veces de peso. Rugían como energúmenos cuando se les acercaba algún símbolo sagrado.” 
(Balducci)

Una de las acciones más horripilantes que Satanás puede llegar a perpetrar contra el hombre consiste en la posesión de su cuerpo mortal , poniéndolo a su servicio sin que la víctima pueda resistirse, llegando en ocasiones a la vejación y el maltrato del mismo.


Generalmente este tipo de posesión diabólica se produce con el consentimiento de la víctima, la cual participa deliberadamente en ceremonias satánicas con el único fin de ofrecerse al demonio como instrumento para la consecución de sus designios. Otras veces, sin embargo, el Diablo elegirá a víctimas inocentes y puras a las que mancillar con su posesión.

Dicha posesión se manifiesta progresivamente de tres formas: infestación, es decir, el demonio actúa sobre la materia circundante y produce fenómenos telequinéticos de toda índoles: obsesión, que atormenta a la víctima sin hacerle perder su cononimiento de manera evidente; y posesión, que invade el cuerpo de la persona tratándola como propiedad suya.


En estos casos, la Iglesia contempla el exorcismo como un “acto de culto divino”, con categoría de Sacramental. Se trata, según Montfort, de un “mandato imperativo, mediante la invocación del nombre de Dios, hecho por un ministro legítimo para ahuyentar al demonio de alguna persona, animal o cosa."

Los exorcismos, que son invocaciones del poder divino contra el Maligno, pueden ser privados, realizados en secreto e individualmente por cualquier fiel, sea o no sacerdote, y públicos, realizados por el ministro legítimo bajo la autoridad oficial de la Iglesia y de acuerdo con los ritos previstos, tal y como prescriben los cánones eclesiásticos.

El exorcismo público puede ser a su vez simple o solemne. El exorcismo público simple es aquel que va unido a otro rito, como por ejemplo el bautismo, mientras que el solemne es aquel que está previsto para casos de posesión u obsesión diabólica, y requiere por tanto una licencia expresa y peculiar del obispo local, un ministro presbítero y que el oficiante se distinga por su “piedad, ciencia, prudencia e integridad de vida”. Esto quiere decir que a la hora de realizar un exorcismo es necesario que el sacerdote encargado del mismo sea piadoso y fiel, y también que esté especialmente calificado por sus conocimientos teológicos y su prudencia ante conflictos de tamaña índole.


Uno de los aspectos más peliagudos del exorcismo es que la mayor parte de las veces no es fácil dilucidar si realmente se trata de una posesión demoníaca o bien es el producto de alguna enfermedad o alucinación, o bien una mera autosugestión. Balduci, por ejemplo, señala que de todos los casos denunciados únicamente una ínfima parte podría considerarse una verdadera posesión infernal, de ahí que el mismo Ritual Romano, que data de hace casi 400 años, ordenaba en su norma tercera no creer fácilmente que alguien haya sido poseído por el Diablo a menos que hubieran signos evidentes, como por ejemplo “hablar una lengua desconocida por medio de muchas palabras, o entender al que lo habla, descubrir cosas distantes y ocultas, exhibir una fuerza superior a la situación natural de su edad o de su condición; y otras cosas de esta especie.”

Jesucristo está considerado el primero en celebrar exorcismos, dando órdenes precisas al demonio para que desalojara los cuerpos posesos de su época. Desde entonces, la ceremonia permanece inalterable en sus principios fundamentales. El exorcista debe dirigirse al demonio que habita en la víctima, y ordenarle en el nombre de Dios que abandone el cuerpo.


En el caso de que el ocupante se muestre reacio a acatar la voluntad del sacerdote, y los efectos de la posesión empeoren, en ese caso entran en juego el empleo de símbolos sagrados como medida de coacción y la propia personalidad del exorcista, el cual, como ya se ha comentado anteriormente, debe ser muy fuerte de espíritu y propenso a la espiritualidad. La fórmula de exorcismo más habitual utilizada por la Iglesia Católica Romana se remonta a 1614, y está contenida en el Rituale Romanum:

"Exorciso te, immundissime spiritus, omnis incursio adversarii, omne phantasma, omnis legio, in nomine Domini nostri Jesu Christi. Eradicare et effugare ab hoc plasmata Dei. Ipse tibi imperat, qui te de supernis coelorum in inferiora terrae demermergi praecipit."

Una traducción aproximada sería la siguiente: “Yo te exorcizo, espíritu inmundo, toda incursión del adversario, todo espectro, toda legión, en el nombre de Nuestro Señor Jesucristo. Despréndete y huye de esta criatura de Dios. Te lo ordena aquel que te hizo precipitar desde lo alto de los cielos a las profundidades de la tierra.”


Entre las reglas a seguir por el exorcista tal y como aparecen reflejadas en el Rituale Romanum destacamos las siguientes:

- Colocar un crucifijo ante la vista del poseso o en sus propias manos.

- Ponerle reliquias y medallas, pero no acercarle demasiado la Santa Hostia, pues puede maltratarla.

- No dialogar nunca con el demonio y ordenarle que se limite a contestar las preguntas que se le dirijan. No creerle si simula ser un ángel o un difunto.

- No dar crédito a lo que vea u oiga que hace o dice el poseso.

- Preguntar a la víctima el nombre y número de entes malignos que lo poseen.

- Preguntar en qué época y por qué o cómo se produjo la posesión, así como el día y la hora en que abandonará al poseso.

- Exorcizar con autoridad enérgica, insistiendo en aquellas palabras que más hacen sufrir al poseso.

- Hacer la señal de la cruz en las zonas del cuerpo donde el poseso acuse alteración.

- Rociar con agua bendita el cuerpo del poseso.

- Repetir las frases y palabras que más atormenten al demonio.

- Deben estar presentes los familiares para que vean cómo reacciona el poseso y lo sujeten firmemente.

- Deben rezar durante la ceremonia y ser rociados por el exorcista con agua bendita.

- No hay que dar pábulo a las trampas y engaños que usan los demonios para hacer creer que han abandonado al poseso. Hay que recurrir siempre a la meditación, ya que, como dijo Jesús (Mateo, 17.20), existe una especie de demonios que no puede ser expulsada si no es por medio de la oración y el ayuno.

Aunque muchos teólogos modernos niegan la existencia del Diablo y por tanto no conciben la posibilidad de que pueda darse un verdadero caso de posesión diabólica que no sea el producto de la sugestión, la histeria o bien el engaño y la manipulación, existe una Asociación Internacional de Exorcistas fundada por el padre Gabriel Amorth, Exorcista de la Diócesis de Roma.


Por otro lado, también es conocida la labor de monseñor Corrado Balducci, máxima autoridad en Demonología y Ufología de la Iglesia Católica, y conocido vulgarmente como el exorcista del Vaticano, habiendo dado conferencias en las que mostraba su convencimiento acerca de la existencia del Diablo, al que Balducci describe como  "un ser real, concreto, autónomo y que tiene espiritualidad”. Según este exorcista, la posesión diabólica es únicamente corporal, nunca espiritual, valiéndose el Diablo del cuerpo como un mero instrumento, sin que el poseído sea responsable o consciente de sus actos.

Igualmente controvertido es el arzobispo Tarcisio Bertone, uno de los altos jerarcas de la Iglesia y creador del Escuadrón Antisatán con el fin de enfrentarse a todos los casos de posesiones demoníacas denunciados. Al igual que Balducci, Bertone defiende la existencia de unos signos palpables de la presencia del Diablo en nuestro mundo.


9) Iconografía satánica.

En este apartado se expondrán algunas de las imágenes y símbolos iconográficos más representativos del Diablo y las sectas satánicas.

- El Número de la Bestia (666):

“Rev. 13:16. And he causeth all, both small and great, rich and poor, free and bond, to receive a mark in their right hand, or in their foreheads:
Rev. 13:17. And that no man might buy or sell, save he that had the mark, or the name of the beast, or the number of his name.
Rev. 13:18. Here is wisdom. Let him that hath understanding count the number of the beast: for it is the number of a man; and his number is Six hundred three-score and six.”


En el Libro profético del Apocalipsis (también llamado Libro de la Revelación) se utiliza el número 666 para aludir e identificar a la Bestia. Este libro es uno de los más controvertidos, simbólicos y crípticos del Nuevo Testamento, siendo objeto de numerosas y diversas interpretaciones. Algunas fuentes lo atribuyen al apóstol San Juan, aunque no existe unanimidad al respecto.

Según estudios sobre escatología cristiana que analizan aquellas creencias referidas al fin del destino reservado por Dios para el hombre y la Iglesia, esta marca numérica anunciará la llegada del Anticristo, el cual, por medio de dicha marca, ejercerá su poder sobre la tierra.


Interpretaciones literales afirman que esta cifra numérica se manifestará impresa en la piel (el término original griego para marca, charagma, hace referencia a algo que está impreso en la piel, y que por tanto es visible a la vista y cuya función depende de su visibilidad), si bien otras teorías conspiratorias tejen toda una red de rebuscadas y en ocasiones disparatadas interpretaciones acerca de cómo se manifestará por medio de los últimos avances tecnológicos, como se verá más adelante.

Si se tiene en consideración que el Libro del Apocalipsis no fue escrito, probablemente, con vistas a una interpretación literal, sino simbólica, en ese caso la llamada Marca de la Bestia no sería necesariamente una señal visible grabada obligatoriamente en la mano derecha o la frente de una persona. Esta ambigüedad ha propiciado y auspiciado una sarta de interpretaciones a cada cual más rebuscada acerca de señales que indicarían la llegada del Anticristo al mundo.

De este modo, son abundantes aquellas interpretaciones según las cuales esta marca no sería otra cosa más que una especie de código basado en la identificación de valores numéricos y letras de nombres, lo cual ha provocado un, en ocasiones, morboso interés ante la perspectiva de poder identificar al mismo Anticristo.

Esta identificación está ligada a la gematria, una antigua expresión del misticismo judío basada en ocultar nombres sustituyéndolos por cifras de un valor numérico idéntico a las letras que componen dichos nombres. Esto implica que a cada letra del alfabeto hebreo le correspondía un valor numérico específico. Por poner un ejemplo, si se escribía el nombre Nerón Cesar con letras hebreas, el número resultante era 666: נרון קסר (NRWN QSR, ya que en la lengua hebrea no se escriben las vocales. N=50, R=200, W=6 N=50, Q=100, S=60, R=200, lo cual suma seiscientos sesenta y seis).


Existen teorías según las cuales el 666 no representa al Anticristo, sino a la humanidad en general, dadas las connotaciones del número 6 en oposición al 7. El seis sería por tanto un número imperfecto en oposición al que le sigue inmediatamente, el número perfecto, el número de días que necesitó Dios para crear el mundo.

El motivo por el que se repite el número 6 tres veces podría ser una alusión al número de la Santísima Trinidad. Si el 6 es el número imperfecto, el 666 representa la imperfección en un grado extremo. Si 777 representa a Dios, 666 representaría igualmente al hombre imperfecto en general.

Es importante tener en cuenta, llegados a este punto, que el texto griego original no hace alusión a tres seises, es decir, a 6+6+6, sino más bien al seiscientos sesenta y seis (six hundred three-score and six en la traducción de la Biblia al inglés). Este punto es importante a la hora de invalidar muchas de las absurdas interpretaciones y asociaciones establecidas ad hoc con fines catastrofistas para advertir de la llegada del Anticristo y de las que hacíamos referencia anteriormente.

Una de dichas asociaciones tiene que ver con las siglas del World Wide Web utilizadas en las direcciones URL de Internet, www. La letra que más se asemeja en el alfabeto hebreo a la uve doble es la wau (también denominada vav), que resulta ser la sexta letra de dicho alfabeto. De este modo, www podría interpretarse como 666.

Esta teoría queda invalidada si tenemos en cuenta que, como se comentará más adelante, la marca de la Bestia no es la repetición de una misma unidad numérica tres veces, sino más bien 600 + 60 + 6, es decir, seiscientos sesenta y seis. De este modo, si efectuamos la suma numérica de los tres 6 presentes en www, el resultado no sería 600 + 60 + 6, sino más bien 6 + 6+ 6, es decir, 18.


El 666 ha acabado convirtiéndose, en cualquier caso, en un número maldito, generando toda una histeria a su alrededor basada en la superstición más recalcitrante, y que ha llevado a extremos tan absurdos como los que a continuación se exponen: 1) Cuando Intel introdujo el Pentium III de 666 MHz en 1999, prefirieron presentarlo al mercado como el Pentium III 667, con la excusa de que, puesto la velocidad real y exacta era de 666.666 MHz, pues 667 ofrecía una aproximación más exacta; 2) La autopista 666 de los Estados Unidos tuvo que cambiar su numeración debido a la controversia generada por su referencia a la Bestia bíblica. Dicha autopista fue rebautizada en como U.S. Highway 191 en Arizona y U.S. Highway 491 al norte de la interestatal 40 en Nuevo Méjico, Colorado y Utah, que son los cuatro estados que atravesaba la autopista.

- El Pentagrama Invertido:

Si el pentagrama es un signo de protección contra el mal y de armonía, cuando se invierten sus aristas se invierte igualmente su significado y se convierte en un emblema de Satán y del caos. En un pentagrama invertido, la arista superior del espíritu apunta hacia abajo, mientras que las dos aristas inferiores de la materia y los elementos (fuego, aire, agua y tierra) apuntan hacia arriba.


El significado de este signo en el satanismo, por tanto, es el triunfo de la materia sobre el espíritu, el triunfo de la carne sobre el alma, representando por lo tanto aquellas fuerzas que están opuestas a la voluntad de Dios. El pentagrama invertido, ilustrado en ocasiones con la cabeza de un macho cabrío y la palabra Leviatán escrita en hebreo, representa la Iglesia de Satán de La Vey.

- Baphomet:

Ya se ha comentado que el pentagrama que sirve de emblema a la Iglesia de Satán incluye la cabeza de un macho cabrío, el cual recibe el nombre de Baphomet o también macho cabrío de Mendes. Baphomet es el nombre de una misteriosa deidad a la que rendían culto los Caballeros Templarios, una Orden medieval de monjes cruzados que fueron acusados de herejía, brujería y otros crímenes, y que fue fundada por el noble Hughes de Payens en 1118.


Originalmente se trataba de una orden que tenía como finalidad proteger a los peregrinos cristianos que viajaban a Jerusalén. Exentos de pagar impuestos, los Templarios amasaron pronto una gran riqueza y propiedades hacia el siglo 13. Cuando se convirtieron en una posible amenaza política para la Iglesia y el rey Phillip de Francia, estos ordenaron que todos los templarios del país fueran arrestados y torturados, exigiendo de ellos confesiones por supuestos crímenes y herejías tales como el escupir a la cruz o negar a Cristo y adorar a un ídolo grotesco llamado Baphomet.

Algunos historiadores han sugerido la posibilidad de que dicho nombre sea una corrupción del griego, del nombre del profeta Mohammed o de la palabra árabe Bufihimat, que significa padre de sabiduría. Otros, como el líder de la organización masónica Templi Orientis, Kenneth Grant, afirma que Baphomet significa realmente Bapho-Mitras, es decir, hijo de Mitras, siendo éste último el dios toro adorado durante el imperio romano en tiempos de Cristo. En cualquier caso, Baphomet es el dios de la brujería, fuente de la magia negra y creador del Mal. Es también el macho cabrío satánico requerido por las brujas en el Sabbath.


Fue el ocultista del siglo XIX Eliphas Lévi quien vinculó a Baphomet con el dios egipcio con cabeza de carnero Ammon de Mendes, una ciudad del antiguo Egipto donde se practicaba el culto a Ba’al, el dios de la fertilidad. A Lévi, que incorporó al pentagrama invertido la cabeza de Baphomet, le debemos la representación visual más reciente de dicho símbolo, utilizando diversas descripciones a la hora de darle apariencia: cabeza de cabra, cuerpo humano con pezuñas y alas:

"The goat on the frontispiece carries the sign of the pentagram on the forehead, with one point at the top, a symbol of light, his two hands forming the sign of hermeticism, the one pointing up to the white moon of the Quabbalic Chesed, the other pointing down to the black one of Geburah. This sign expresses the perfect harmony of mercy with justice. His one arm is female, the other male like the ones of the androgyn of Khunrath, the attributes of which we had to unite with those of our goat because he is one and the same symbol. The flame of intelligence shining between his horns is the magic light of the universal balance, the image of the soul elevated above matter, as the flame, whilst being tied to matter, shines above it. The ugly beast's head expresses the horror of the sinner, whose materially acting, solely responsible part has to bear the punishment exclusively; because the soul is insensitive according to its nature and can only suffer when it materializes. The rod standing instead of genetials symbolizes eternal life, the body covered with scales the water, the semi-circle above it the atmosphere, the feathers following above the volatile. Humanity is represented by the two breasts and the androgyne arms of this sphinx of the occult sciences."


Para Lévi se trataba de una figura relevante que requería de estudio para poder comprender su significado: la imagen de Baphomet condensaba la naturaleza dualista de la vida, así como también los aspectos masculinos y femeninos de la creación. La imagen del dios combina cualidades de ambos sexos: un brazo masculino y otro femenino; senos de mujer y un objeto fálico en su regazo, una mano apuntando hacia arriba y la otra hacia abajo, una mano puntando una luna creciente y otra una luna menguante negra, en lo que podría ser una representación de la dualidad del bien y el mal.


El mismo nombre, escrito del revés, da la siguiente abreviación latina Tem Ohp Ab, que, según Elipha, podría hacer referencia al Templi omnium hominum pacis abbas o Padre del Templo de la Paz de todos los Hombres, en referencia al Templo del Rey Salomón, cuya finalidad era traer paz al mundo.

- Hexagramas:

El hexagrama o la Estrella de David es una poderosa herramienta para invocar a Satán. Si se examina detenidamente descubrimos que no sólo tiene seis puntas, sino que forma seis triángulos equiláteros y en su interior se forman seis hexágonos, lo cual revela el número maldito, 666.


El hexagrama es también un símbolo pagano que representa la unión sexual y la reproducción. El triángulo que apunta hacia abajo representa el órgano sexual femenino, la vagina, mientras que el que apunta hacia arriba representa el masculino, el falo. Juntos en este dibujo, representan el coito sexual, la unión física entre lo masculino y lo femenino, una unión de las fueras activas y pasivas de la naturaleza. Por ese motivo, el hexagrama formaba parte de los ritos sexuales satánicos originales.

- El Ojo que Todo lo Ve:

Se cree que hace referencia al ojo de Lucifer, y se utiliza en la adivinación, maldiciones y males de ojo principalmente. Es un símbolo los Illuminati, una elitista secta satánica formada por miembros de gran poder .


- Cruz Invertida:

Simboliza la burla y el rechazo a Jesús, representando al mismo Anticristo. Paradójicamente, en sus orígenes la cruz invertida estaba exenta de estas connotaciones satánicas. Cuando San Pedro fue ejecutado, se decidió que sería crucificado. El santo consideró que no merecía serlo del mismo modo que su señor y Dios, por lo que se utilizó una cruz invertida, de ahí que este símbolo sea también conocido como Cruz de San Pedro. En este sentido, en sus orígenes el hecho de llevar como símbolo una cruz invertida era una muestra de humildad a los ojos de Dios.



10) La Iglesia de Satán.

Resulta hasta cierto punto inevitable realizar al menos un acercamiento a La Iglesia de Satán fundada por Anton Szandor La Vey (1930-1997) el cual, pese a todo, nunca tuvo la intención de fundar una nueva religión asentada en la adoración a Satán como dios. Por el contrario Satán es un símbolo de la libertad personal, del individualismo, según explican los integrantes de esta peculiar iglesia.

La Vey nació en Chicago en 1930, aunque posteriormente se mudó a California con sus padres. De su abuela centroeuropea, el posteriormente nombrado Papa Negro (Black Pope), aprendió las supersticiones que aún imperaban en aquella parte del mundo, estimulando su apetito por lo oscuro, lo macabro, especialmente la literatura y el cine de terror y las revistas pulp.


La Vey mostró además habilidades musicales desde muy pronto, sintiéndose especialmente atraído por los teclados debido a su versatilidad. Este talento musical le permitiría ganarse la vida durante muchos años, tocando en días de carnaval y trabajando como organista en bares y clubs nocturnos.


Si había algo que tenía muy claro desde el principio era que no quería llevar la vida del resto de las personas, lo cual le llevó a adoptar una forma de vida solitaria. Tuvo un romance como una por aquel entonces no muy conocida Marilyn Monroe, y posteriormente se mudó a San Francisco, donde trabajó durante un tiempo como fotógrafo para el departamento de policía. Cuando estalló la guerra de Corea, se matriculó en el San Francisco City College como criminalista para evitar el llamamiento a filas. Se casó con Carole Lansing, con quien tuvo una hija, Karla Maritza, en 1952.

Durante los años 50 La Vey trabajó como investigador psíquico. De esta experiencia aprendió hasta qué punto la gente está inclinada a buscar una explicación sobrenatural sobre fenómenos que poseen una causa más prosaica. Sus explicaciones racionales, a menudo, llegaban incluso a decepcionar a los que requerían de sus servicios, de modo que La Vey solía inventar frecuentemente causas más exóticas para hacer que se sintieran mejor, lo cual le dio una idea del modo en el que funcionaba la religión en la vida de las personas.


En 1956 compró una casa Victoriana en la calle California, distrito Richmond de San Francisco, que tenía reputación de haber sido un burdel y un bar clandestino. La Vey lo pintó de negro, y más tarde se convirtió en la sede de la Iglesia de Satán.

Ocho años más tarde se divorció para convivir con Diane Hegarty, a quien conoció en 1959. Aunque no llegaron a casarse, Hegarty le dio su segunda hija, Zeena Galatea, en 1964, y vivieron juntos durante muchos años, aunque tendrían una polémica separación con demandas judiciales de por medio por parte de Hegarty.


La compañera final de La Vey fue Blanche Barton, con la cual tuvo a su único hijo, Satán Xerxes Carnacki La Vey el 1 de noviembre de 1993. Barton le sucedió al mando de la Iglesia después de que él muriera el 29 de octubre de 1997. Tras su muerte, la casa se mantuvo abandonada hasta que fue demolida el 17 de octubre de 2001. También en el 2001 Peter H. Gilmore, un miembro veterano del Consejo de los Nueve, tomó el relevo al mando de la Iglesia de Satán, la cual ha sobrevivido de esta manera a su fundador.

Antón La Vey fue una celebridad local cuyas fiestas atraían a gente tan diversa y notable de la vida social de San Francisco como Carin de Plessin, el antropólogo Michael Harner, Chester A. Arthur III, Forrest J. Ackerman, Dr. Cecil E. Nixon, el cineasta underground Kenneth Anger y también el escritor Fritz Leiber. De esta nutrida concurrencia La Vey destiló un Cículo Mágico de asociados con un interés afín en lo bizarro, en el lado oculto de lo que mueve el mundo.


La Vey fue poco a poco presentando charlas y conferencias los viernes por la noche en las que resumía los frutos de su investigación en las ciencias esotéricas. Estas charlas destilaban una filosofía única basada en sus experiencias personales y su investigación en lo oculto. Fue un miembro de su Círculo Mágico quien le sugirió la posibilidad de fundar una nueva religión a partir de dichas experiencias e investigaciones, lo cual La Vey aceptó, decidiendo fundar la Iglesia de Satán como el mejor medio de comunicar sus ideas.

De este modo, en 1966, durante el Sabbath tradicional celebrado en la víspera de mayo, La Vey fundó la Iglesia de Satán, renumerando el 1966 como el Año Uno o Anno Satanas, el primer año de la Era de Satán. La Vey comenzó a trabajar en la difusión de su filosofía mediante un álbum titulado The Satanic Mass (Murgenstrumm, 1968), en cuya portada aparecía la cabeza de Baphomet dentro de un pentagrama y éste a su vez contenido en un círculo con la palabra Leviatán en caracteres hebreos. Esta imagen acabó convirtiéndose en el símbolo ubicuo del satanismo. Este álbum contenía parte del rito de bautismo escrito para la pequeña Zeena cuando sólo tenía tres años, y que tuvo lugar el 23 de mayo de 1967. En la otra cara del LP, La Vey leía personalmente extractos de una aún sin publicar Biblia Satánica, con música de Beethoven, Wagner y Sousa.


Sus charlas semanales prosiguieron de manera regular, a la vez que establecía unos talleres de brujas en los que instruir a las mujeres en el arte de conseguir el objeto de sus deseos por medio del glamour, su femeneidad y el descubrimiento y explotación de los fetiches del hombre.

A finales de 1969, La Vey ya había tomado las monografías que había escrito para explicar la filosofía y prácticas rituales de su Iglesia, fusionándolas con las ideas filosóficas de Ayn Rand, Nietzsche, Mencken y London. Escribió prefacios para estos ensayos y ritos con extractos revisados de la obra Might is Right de Ragnar Redbeard y los completó con versiones satanizadas de la obra Enochian Keys de John Dee. De este modo creó la Biblia Satánica, la cual ha permanecido desde entonces como la principal fuente para el movimiento satánico contemporáneo.


A la Biblia Satánica le siguió, en 1971, The Complete Witch¸ la cual fue re-editada en 1989 como The Satanic Witch. Se trata de un manual que enseña magia menor, formas y maneras de leer la mente y manipular a la gente para la consecución, por medio de sus actos, de las metas personales. Como complemento a la Biblia Satánica se publicó también en 1972 The Satanic Rituals, con rituales seleccionados de una tradición satánica identificada por el propio La Vey en varias culturas del mundo. Su canon de escritos está completado con dos colecciones de ensayor, que van de lo humorístico a lo sórdido, y que llevan por título The Devil’s Notebook (1992) y Satan Speaks (1998).

Desde su fundación la Iglesia de Satán de La Vey ha atraído a un grupo heterogéneo de personas entre las que se incluían celebridades como Jayne Mansfield y Sammy Davis Jr., estrellas de rock como King Diamond y Marilyn Manson, y personalidades como Robert Fuest, el ufólogo y científico computacional Jacques Vallee o Aime Michel. La Iglesia de La Vey dio pie a innumerables artículos de revistas y debates radiofónicos, dejando también su huella en novelas como Rosemary’s Baby de Ira Levin, que fue adaptada a la gran pantalla por Roman Polanski y en la que el mismo La Vey llegó a interpretar el papel del Diablo...


No podemos terminar este sucinto acercamiento a la Iglesia de Satán sin exponer al menos parte de la base ideológica sobre la que se asienta esta muy sui generis religión. En primer lugar, las Nueve Declaraciones Satánicas establecidas en 1969 por el propio La Vey, que son las siguientes:

1. ¡Satán representa la complacencia, en lugar de la abstinencia!

2. ¡Satán representa la existencia vitalista, en lugar de los sueños espirituales!

3. ¡Satán representa la sabiduría perfecta, en lugar del hipócrita autoengaño!

4. ¡Satán representa amabilidad hacia quienes la merecen, en lugar del amor malgastado en los ingratos!

5. ¡Satán representa la venganza, en lugar de ofrecer la otra mejilla!

6. ¡Satán representa responsabilidad con el responsable, en lugar de la preocupación por los vampiros psíquicos!

7. ¡Satán representa al hombre como otro animal, algunas veces mejor, otras veces peor que aquellos que caminan en cuatro patas, y el cual, a causa de su  "divino desarrollo espiritual e intelectual
" se ha convertido en el animal más vicioso de todos!

8. ¡Satán representa todos los llamados  "pecados
", si estos conducen a la gratificación física, mental o emocional!

9. ¡Satán ha sido el mejor amigo que ha tenido siempre la Iglesia, ya que lo ha mantenido “en el negocio” todos estos años!



En segundo lugar, las Once Reglas Satánicas de la Tierra, expuestas en 1967 de la siguiente manera:

1. No des tu opinión o consejo a menos que te sea pedido.

2. No cuentes tus problemas a otros a menos que estés seguro de que quieran oírlos.

3. Cuando estés en el hábitat de otra persona, muestra respeto o mejor no vayas allá.

4. Si un invitado en tu hogar de enfada, trátalo cruelmente y sin piedad.

5. No hagas avances sexuales a menos que te sea dada una señal de apareamiento.

6. No tomes lo que no te pertenezca a menos que sea una carga para la otra persona y esté clamando por ser liberada de la misma.

7. Reconoce el poder de la magia si la has utilizado con éxito para obtener tus deseos. Si niegas el poder de la magia después de haberla utilizado con éxito, perderás todo lo que has conseguido.

8. No te quejes sobre algo que no tenga que ver contigo.

9. No hieras a niños pequeños.

10. No mates animales no-humanos a menos que seas atacado, o para alimentarte.

11. Cuando camines en territorio abierto, no molestes a nadie. Si alguien te molesta, pídele que se detenga. Si no lo hace, destrúyelo.



Y, finalmente, los Nueve Pecados Satánicos, expuestos por La Vey en 1987:

1. Estupidez - El número uno de los Pecados Satánicos. El Pecado Cardinal del Satanismo. Es una lástima que la estupidez no duela. La ignorancia es una cosa, pero nuestra sociedad prospera cada vez más en la estupidez. Depende de las personas que están de acuerdo con cualquier cosa que se les dice. Los medios de comunicación promueven una estupidez cultivada como una postura que no sólo es aceptable sino loable. Los Satanistas deben aprender a ver a través de esos trucos y no pueden permitirse el ser estúpidos.

2. Pretenciosidad - Las actitudes vacías pueden ser muy irritantes y no se aplican a las reglas cardinales de Magia Menor. Se encuentra al mismo nivel de la estupidez, ya que ambos mantienen el dinero en circulación estos días. Se hace que todo el mundo se sienta gran cosa, tanto si realmente lo son como si no.

3. Solipsismo - Puede ser muy peligroso para los Satanistas. Es proyectar tus reacciones, respuestas, y sensibilidades en alguien que probablemente esté bien lejos de sentirlas como tú. Es caer en el error de esperar que las personas te den la misma consideración, cortesía, y respeto que el que tú les das. No lo harán. En lugar de ello, los Satanistas deben esforzarse en aplicar el proverbio  "Trata a los demás como te traten a ti
". Funciona para la mayoría de nosotros y requiere una vigilancia constante para no caer en la cómoda ilusión de que todos son como tú. Como se ha dicho, ciertas utopías serían ideales en una nación de filósofos, pero desgraciadamente (o quizás afortunadamente, desde un punto de vista maquiavélico) estamos bien lejos de tal cosa.

4. Autoengaño - Está en las Nueve Declaraciones Satánicas pero merece ser repetido aquí. Otro pecado cardinal. No debemos rendir tributo a cualquiera de las vacas sagradas que se nos presentan, incluso aquellos roles que se espera que interpretemos. La única vez que el autoengaño tendría cabida sería cuando es divertido, y siendo consciente de ello. ¡Pero, entonces, deja de ser autoengaño!

5. Conformismo gregario - Desde un punto de vista Satánico resulta más que obvio. Está bien acoplarse a los deseos de una persona, si al final te trae algún beneficio. Pero sólo los necios siguen al rebaño, permitiendo que una entidad impersonal les diga lo que tienen que hacer. La clave es escoger a un amo sabiamente en lugar de ser esclavizado por los antojos de muchos.

6. Falta de perspectiva - De nuevo, éste puede causar un mal rato a un Satanista. Nunca debes perder de vista quién y qué eres, y la amenaza que puedes ser, por tu misma existencia. Estamos haciendo historia ahora mismo, todos los días. Ten siempre presente el marco histórico y social en el que vives. Ésa es una clave importante para la Magia Menor y Mayor. Mira los parámetros y encaja las cosas de tal manera que las piezas encajen en el orden que desees que queden. De esta manera no estarás oscilando entre el constreñimiento del rebaño. Sé consciente de que estás trabajando en otro nivel completamente diferente al del resto del mundo.

7. Olvido de las ortodoxias del pasado - Ten en cuenta que ésta es una de las claves para lavarle el cerebro a la gente para que acepten algo como  "nuevo
" y  "diferente", cuando en realidad es algo que había sido aceptado ampliamente pero es presentado en un nuevo empaque. Se espera que nos asombremos y hablemos del genio del "creador" y nos olvidemos del original. Esto es lo que hace a una sociedad desechable.

8. Orgullo contraproducente - La segunda palabra es importante. El orgullo está bien hasta que llega a un punto en el que comienza a afectarnos. La regla del Satanismo es: si funciona para ti, grandioso! Cuando deja de hacerlo, cuando te has arrinconado y la única manera de salir es decir,  "lo siento, cometí un error, desearía que pudiéramos arreglarlo de alguna forma
", entonces hazlo.

9. Falta de sentido de estética - Ésta es la aplicación física del Factor de Equilibrio. El sentido de la estética es importante en la Magia Menor y debe ser cultivado. Es obvio que casi nadie puede hacer mucho dinero basándose en los parámetros clásicos de forma y belleza, ya que no son fomentados por la sociedad de consumo, pero cierto sentido de la belleza y la proporción es una herramienta Satánica esencial y debe ser aplicada para hacer un uso efectivo de la magia. No es lo que se supone que le gusta a uno, es lo que le guste a uno. La estética es una cosa muy personal, que refleja algo de la naturaleza de uno mismo, pero también existen cosas y estructuras que son universalmente consideradas como agradables y placenteras y que no deben negarse.






B) Segunda Parte: El Diablo en el cine.

A lo largo del presente apartado se esbozará un breve y para nada exhaustivo (lo cual daría para un estudio de mayor extensión que éste) repaso de algunos de los títulos más representativos del cine de terror, en formato de largometraje, con temática satánica realizados durante el pasado siglo XX, más concretamente desde la película L'Inferno (1911) de Bertolini y Padovan hasta Poseídos (Lost Souls, 2000). Como se suele decir en estos casos, no están todos los que son, pero sí son todos los que están.

Aunque algunos títulos recibirán lógicamente una mayor atención que otros, dentro de cada década a partir de los 60 se elegirá una película representativa de la cual se ofrecerá un análisis algo más extenso, ya sea por sus destacados méritos artísticos y cinematográficos, o por la especial importancia de su contribución al (sub)género abordado, o bien por una combinación de ambos factores.


1) Diablos silentes: Satán en el cine.

Uno de los primeros largometrajes en abordar temática satánica fue L'Inferno (1911), una co-producción italiano-inglesa basada libremente en La Divina Comedia de Dante Alighieri e inspirada especialmente en las bellas imágenes de Gustav Doré. Co-dirigida por Francesco Bertolini y Adolfo Padovan en colaboración con Giuseppe de Liguoro, esta deliciosa reliquia cinematográfica está editada en DVD con una irregular, poco inspirada y desafortunada banda sonora compuesta ad hoc por la mítica banda fundada por Edgar Froese, los Tangerine Dream, la cual alterna partes instrumentales y cantadas.


Los que deseen un acompañamiento más apropiado y respetuoso siempre podrán reemplazarla por alguna obra clásica relacionada con el argumento de la película, como por ejemplo la Dante Symphony de Franz Liszt. Según parece, la combinación es tan acertada que parece como si los directores hubieran rodado su película pensando en la obra de este gran compositor y virtuosísimo pianista.



Varios años más tarde se estrenaría la legendaria Häxan: La Brujería a Través de los Tiempos, dirigida por el danés Benjamin Christensen entre 1919 y 1921. Esta joya del cine documental analiza la historia de la brujería desde la antigüedad hasta nuestros días, aprovechando para denunciar muchas de las barbaridades cometidas en nombre de la fe hacia supuestos adoradores del Diablo y aportando una interpretación científica y racional a supuestos casos de posesión.


También cuenta, por supuesto, con sus dosis de elementos terroríficos y sobrenaturales, especialmente en algunas escenas de aquelarres realmente escalofriantes con el mismo Diablo como maestro de ceremonias y que, suponemos, debieron no estar carentes de controversia en el momento de su estreno por su carga obscena e incluso ofensiva para la mentalidad de la época. En definitiva, podemos considerar Häxan como una de las primeras grandes películas de terror de la historia del cine, y un título absolutamente imprescindible para cualquier aficionado al cine de género.


En ese mismo año 1921 el grandísimo director danés Carl Theodor Dreyer (Vampyr - La Bruja Vampiro, 1932) estrenó Las Páginas del Libro de Satán (Blade af Satans bog), en donde se narra el destierro de Satanás, condenado a vivir entre los hombres y a tentarlos permanentemente. Por cada alma que resista a la tentación, 1.000 años serán reducidos de su condena, mientras que, por cada alma que ceda a su tentación, su estancia forzada en la Tierra se alargará 100 años más. La película sigue por tanto a Satán como instigador de conflictos en distintas épocas de la historia: durante el momento de la Crucifixión de Cristo, en tiempos de la Inquisición española en el siglo XVI, durante la Revolución Francesa en el año 1793, y durante la guerra ruso-finlandesa de 1918.


La clásica leyenda alemana de Fausto, el eminente doctor teólogo y experto en magia negra que vivió entre los siglos XV y XVI y accedió a vender su alma a Mefistófeles a cambio de sabiduría, conocimientos y la satisfacción de todos sus deseos durante veinticuatro años, ha inspirado a una nutrida variedad de directores a lo largo de la historia del cine. Una de las primeras y más sobresalientes adaptaciones al cine del mito de Fausto corrió a cargo, nada y más y nada menos, que de Friedrich Wilhelm Murnau, allá por 1926, cuatro años después de su obra maestra Nosferatu (Nosferatu, eine Symphonie des Grauens).


Protagonizada por Gösta Ekman en el papel de Fausto y el gran Emil Jannings en el papel de Mefistófeles, esta versión es otra de esas joyas cinematográficas que justifican el prestigio de este excelso director. Murnau vuelve a demostrar su prodigioso poderío visual, destacando muy especialmente la secuencia de la llegada de la peste, con ese diablo gigantesco cirniéndose amenazadoramente sobre la ciudad. En definitiva, otra obra de arte que derrocha una exquisita sensibilidad y que, después de tantos años, no ha perdido ni un ápice de su capacidad para conmovernos y estremecernos a partes iguales. Aunque no sea una película de terror propiamente dicha (su segunda mitad discurre más por los senderos de la fábula moralista, terminando con la redención de nuestro protagonista) como sí lo fue Nosferatu, es otro título imprescindible para los aficionados al género.


Por supuesto, existen muchas otras versiones de Fausto. En el año 1967, Richard Burton acometió una soporífera adaptación, basada en este caso en la obra Doctor Faustus de Christopher Marlowe, y protagonizada por él mismo junto con la que por aquel entonces era su esposa, la actriz Elizabeth Taylor; más tarde, en 1994, el maestro checo de animación Jan Svankmajer se atrevería a revisionar el mito en una película de irregulares resultados que combinaría imágenes de acción real con otras de animación, dentro de ese estilo suyo surrealista y bizarro por el que es mundialmente conocido; ya en el 2000, Brian Yuzna firmaría su incomprendida e infravalorada Faust, que contaría, como principal acierto, con el excelente actor Andrew Divoff en el papel de un muy carismático, magnético, seductor y maligno Diablo; y un año más tarde, se estrenaría otra interesante producción nacional inspirada en este mito, Fausto 5.0, la cual supuso la primera incursión en el cine de La Fura dels Baus, y que se beneficiaría también de contar con otro carismático Diablo que termina adueñándose de la película gracias a la excelente labor del actor que lo encarna, en este caso Eduard Fernández.


Precisamente el Fausto de Goethe también inspiró, allá por el año 1913, otro clásico del cine de terror mudo, El Estudiante de Praga (Der Student von Prag), cuyo guion a cargo de Hanns Heinz Ewers tomaba también elementos del poema The December Night de Alfred de Musset y, por supuesto, del relato William Wilson del Maestro Edgar Allan Poe. La película, co-dirigida por Stellan Rye y Paul Wegeneber, narra la historia de un joven y humilde estudiante que se enamora de una rica aristócrata tras salvarla de morir ahogada. Desesperado, acepta el trato que le propone un misterioso anciano, el cual le ofrece dinero a cambio de poder llevarse su imagen reflejada en un espejo, con consecuencias desatrosas e imprevistas.


Esta película supone uno de los primeros acercamientos del cine al mito del doppelgänger, y cuenta con varios remakes, el primero de los cuales fue realizado 13 años más tarde, con Henrik Galeen en la dirección. Este superior remake contaba con actores de la talla de Werner Krauss como el anciano Scapinelli y el gran Conrad Veidt en el papel del estudiante Balduin. Galeen había co-dirigido otro clásico del fantástico mudo, El Golem (Der Golem, wie er in die Welt kam), en 1915, y también es responsable del guion del Nosferatu de Murnau y también de la curiosa El Hombre de las Figuras de Cera (Das Wachsfigurenkabinett, 1924) de Paul Leni y Leo Birinsky.


Por su parte, Krauss es conocido por el aficionado al cine de terror al interpretar el papel del Doctor Caligari en la obra maestra de Robert Wiene, El Gabinete del Doctor Caligari (Das Cabinet des Dr. Caligari, 1920). En cuanto a Conrad Veidt, este actor será siempre recordado por su contribución al género del terror gracias a El Hombre de las Figuras de Cera y a esas dos maravillas que son la anteriormente mencionada El Gabinete del Doctor Caligari, en donde interpretaba el papel de Cesare, y la soberbia Las Manos de Orlac (Orlacs Hände, 1924), también de Wiene.


2) Los primeros diablos sonoros.

Una de las primeras grandes películas sonoras en abordar, si bien tangencialmente, el tema del satanismo, fue la excepcional The Black Cat (1934) de Edgar G. Ulmer (Detour, 1945), sin lugar a dudas una de las mejores películas de terror de la Universal. Esta película, estrenada en nuestro país con el título de Satanás, cuenta con un reparto espectacular encabezado por Bela Lugosi y el excepcional Maestro del Terror Boris Karloff en el papel de un refinado, elegante y muy siniestro adorador del diablo. Karloff es de esos grandes actores, como Lon Chaney, Vincent Price, Christopher Lee o Peter Cushing, que se bastan con su mera presencia y exquisita dicción para llenar la pantalla y dejar al espectador clavado en su asiento, y Satanás muy bien podría ser considerada, junto con El Ladrón de Cadáveres (The Body Snatcher, 1945) de Robert Wise, como su mejor y más escalofriante película.


Es una pena, no obstante, que la película produzca la sensación de haber sufrido numerosos recortes a consecuencia de los desastrosos efectos de la censura. Y es que, desgraciadamente, Satanás se estrenó en el mismo año en el que entrara en vigor el infame Código Hays. Y como todas las grandes películas de terror, Satanás es una película arriesgada, audaz, controvertida y desde luego adelantada a su tiempo, a años luz de otras películas de terror de la Universal que, vistas hoy día, difícilmente podrían pasar como tales, pareciendo más pueriles productos para niños de diez años... películas como El Hombre Lobo (The Wolf Man, 1941), La Momia (The Mummy, 1932), La Novia de Frankenstein (Bride of Frankenstein, 1935), Drácula (1931), La Marca del Vampiro (Mark of the Vampire, 1935) y un largo etcétera. No resulta por tanto sorprendente que las grandes obras maestras del género realizadas en los EE.UU. durante las primeras tres décadas del cine (a excepción de la anteriormente mencionada Satanás), tales como La Parada de los Monstruos (Freaks, 1932) o Garras Humanas (The Unknown, 1927), ambas dirigidas por el gran Tod Browning, sean anteriores a la implantación definitiva de tan lamentable e hipócrita código de supuesta moralidad.


Durante la década de los años 40 encontramos otros títulos como por ejemplo La Dama Blanca (The Queen of Spades, 1949) de Thorold Dickinson, o La Mano del Diablo (La Main du Diable, 1943). No nos olvidamos, por supuesto, de la famosa El Hombre que Vendió su Alma (The Devil and Daniel Webster, 1941), dirigida por William Dieterle y basada en un relato corto de Stephen Vincent Benet que toma elementos nuevamente del Fausto de Göethe y también de la historia de El Estudiante de Praga, aportando otros de índole política, abiertamente moralista e incluso cómica. En definitiva, se trata de un entretenimiento menor para toda la familia que se deja ver con ligereza, y desde luego difícilmente podría pasar hoy día como una película de terror.




Lo mismo podríamos decir de otros títulos como la muy plúmbea (como muchas producciones RKO de la época) La Séptima Víctima (The Seventh Victim, 1943) de Mark Robson. Más interesante nos resulta, por ejemplo, La Noche del Demonio (Night of the Demon, 1957), pese a estar dirigida por el, en mi opinión personal, sobrevaloradísimo Jacques Tourneur.



3) El Diablo en los 60.

Una de las principales y más interesantes aportaciones del cine fantástico japonés al tema del satanismo y, más concretamente, el Infierno, es la convenientemente titulada Jigoku (1960) del director Nobuo Nakagawa. También en ese año se estrenó La Máscara del Demonio (La Maschera del Demonio), una interesante y elegante película del célebre Mario Bava protagonizada por Barbara Steele en el papel de una princesa que es acusada y sentenciada a muerte por bruja y que regresa de la muerte para vengarse de los descendientes de sus verdugos.



Un año más tarde, Jerzy Kawalerowicz firmaría su hermosa a la par que inquietante Madre Juana de los Ángeles (Matka Joanna od aniolów, 1961), una de las primeras grandes películas basadas en el tema de la posesión satánica, más concretamente en el caso de posesión diabólica colectiva más conocido de la historia, el acontecido supuestamente en un convento de la orden ursulina en la ciudad francesa de Loudun:

"In 1632, Sister Jeanne Agnes and sixteen nuns of the Ursuline convents, allegedly possessed by demons, threw convulsions and used abusive language. Father Jean-Joseph Surin exorcised the demons by inviting them into his body. He lost mental balance as a result. He inflicted injuries on himself and attempted suicide. Describing the plight he said that he was unable to understand what happened to him when the unknown spirit entered his body. He got the feeling that he had two souls and that the alien soul constituted a second personality."


Como es habitual en el cine polaco, Madre Juana de los Ángeles destaca por el valor simbólico de la historia y por la honesta y desgarradora belleza de visual cada uno de sus fotogramas. Es una obra de arte inquietante y extraña que merece ser descubierta y degustada con atención a sus innumerables detalles y matices. Esta historia volvería a ser abordada, una década más tarde, por el enfant terrible del cine fantástico inglés, Ken Russell, por supuesto desde su peculiar e iconoclasta estilo, en su fascinante y transgresora obra maestra Los Demonios (The Devils, 1971), como veremos más adelante.


Por su parte, Inglaterra demostraría la inmensa popularidad de esta temática gracias a una nada desdeñable cantidad de títulos, entre los que destacamos: El Hotel del Horror (City of the Dead, 1960), una sobre sectas protagonizada por el sin par Christopher Lee; Arde, Bruja, Arde (Night of the Eagle, 1961), todo un estupendo clásico sobre brujería; Witchcraft (1964), otra sobre brujería dirigida por Don Sharp; por supuesto la palabra terror estaba, por aquella época, asociada a la mítica productora Hammer, por lo que no tardarían en llegar títulos relacionados con el tema, como por ejemplo Las Brujas (The Witches, 1966) de Cyril Frankel o la sobrevalorada La Novia del Diablo (The Devil Rides Out, 1968) de Terence Fisher.




Con semejante director, más un guion del mismísimo Richard Matheson basado en la obra de Dennis Wheatley, y con la participación de actores de la talla de Christopher Lee (en un papel benigno para variar) y Charles Gray como el diabólico Mocata, realmente resulta difícil a la par que frustrante comprender por qué la película resulta tan insípida y tediosa. Desgraciadamente, pese a alguna escena conseguida como la de la araña gigante, la película no inquieta, y es demasiado pulcra, convencional y predecible para provocar el más mínimo terror en el espectador, de manera que, vista hoy día, parece más un correcto telefilm de sobremesa o un episodio alargado de alguno de aquellos seriales británicos de la época antes que una buena película de horror satánico. Una lástima.


También en 1968 el cineasta maldito Michael Reeves dirigiría su obra más popular, Cuando las Brujas Arden (Witchfinder General), centrada en la vida y obra de Matthew Hopkins, el infame cazador de brujas inglés que vivió durante la primera mitad del siglo XVII. Se cree que Hopkins inició su cruenta y violenta carrera como general cazador de brujas en el año 1644, después de escuchar a algunas mujeres hablar de sus suspuestos encuentros con el Diablo.


De este modo recorrió los condados de Suffolk y Essex pertenecientes a East Anglia, al este del país, proclamando haber sido enviado (verdadera o falsamente) por el Parlamento puritano para descubrir y procesar brujas. Se estima que el número de casos de mujeres sentenciadas a muerte por brujería por Matthew Hopkins llega a los doscientos. Dado que la tortura estaba prohibida en aquella época, Hopkins debía utilizar otros sádicos métidos de coacción, como por ejemplo la privación del sueño, para conseguir arrancar una declaración de culpabilidad de sus víctimas.


Desgraciadamente, aunque el argumento poseía los ingredientes necesarios para garantizar una estremecedora película de terror, y a pesar de la, como siempre, gran labor de Vincent Price, la película de Reeves termina, de nuevo, siendo demasiado convencional e incluso aburrida como para impactar a nadie. Ni la labor de Price consigue mantener el interés de esta fallida e insípida muestra del terror inglés más tímido y rutinario.


En EE.UU. Roger Corman firmaría una de sus mejores películas, y al mismo tiempo la mejor de todas su contribuciones al ciclo Poe, la excepcional La Máscara de la Muerte Roja (The Masque of the Red Death, 1964), con un impresionante Vincent Price en el papel de un diabólico hedonista adorador del diablo.


Dos años antes, William J. Hole Jr. realizaría The Devil's Hand (1962), otra sobre sectas satánicas, y en 1966 Leslie Stevens dirigiría a William Shatner en la interesantísima Incubus, que tuvo el honor de ser la primera película rodada íntegramente en esperanto. En ella unos súcubos seducen a incautas víctimas arrástrandolas al Infierno, hasta que uno de esos demonios femeninos acaba enamorándose de aquel al que debía tentar, interpretado cómo no por Shatner.


Dos años después se estrenaría La Maldición del Altar Rojo (Curse of the Crimson Altar, 1968), dirigida por Vernon Sewell. En cualquier caso, la mejor aportación del cine de terror al tema que nos ocupa en la década de los 60 no es otra sino esa obra maestra dirigida por Roman Polanski y titulada La Semilla del Diablo.



4) La Semilla del Diablo (Rosemary's Baby, 1968).

4.a. La película.

La primera gran película sobre el Diablo fue, muy probablemente, esa maravilla inspirada en una obra literaria de Ira Levin y adaptada al cine por Roman Polanski en 1968. Nos estamos refiriendo, lógicamente, a La Semilla del Diablo. Esta película no fue la primera incursión de Polanski en el terror psicológico. Recordemos que, tres años antes, había firmado esa otra obra maestra absoluta del género titulada Repulsión (1965), protagonizada por una excelente Catherine Deneuve. Y ocho años más tarde, cerraría su célebre trilogía de horror psicológico con El Quimérico Inquilino (Le Locataire, 1976), una excelente reflexión sobre la desintegración de la propia identidad basada en una novela de Roland Topor.


La Semilla del Diablo ilustra el descenso a la locura de Rosemary, interpretada por una frágil Mia Farrow, que verá desmoronarse su vida cuando descubre que las cosas en su nuevo apartamento neoyorkino no son lo que parecen, y que incluso aquellas personas que forman parte de su vida más íntima pueden formar parte de un siniestro complot satánico cuya meta es la concepción de un vástago del mismísmo Satanás.


La película hace hincapié en el terror psicológico, mientras el espectador contempla, desde los ojos de Rosemary, el drástico cambio que acontece en su vida desde que decide mudarse de piso con su marido. El terror en esta película no nace de un demonio de aspecto grotesco, sino de personas reales. Esa invasión de la cotidianidad por parte del mal, representado en una aparentemente pacífica comunidad de vecinos, constituye el gran acierto de la película.


La secta satánica está formada por individuos aparentemente normales, que ejercen sus labores con normalidad, individuos que responden a un retrato realista de la sociedad en la que vivimos. El terror, el mal, no surge de una entidad demoníaca, sino de las mismas entrañas de la sociedad, en lo que parece ser una maquiavélica trama de la cual Rosemary forma parte, sin ser consciente.


La progresiva intuición de la verdad, el conflicto entre lo que dicta la cordura y los sentidos, la sensación de aislamiento social, la paranoia vinculada a la imposibilidad de confiar en nadie... son las bases sobre las que se asienta una película acertadamente sobria, extremadamente inteligente, narrada con un pulso encomiable, e interpretada estupendamente por Mia Farrow y John Cassavetes.


La película se toma su tiempo en presentar a los personajes, y si bien no abusa en ningún momento del terror más visceral y gráfico, termina resultando extremadamente sobrecogedora, especialmente en la escena del aquelarre y en su lúcido e impactante tramo final, en el que el espectador asiste al impactante declive emocional de su protagonista, cuando descubre la verdadera naturaleza de su vástago... en una de esas escenas antológicas del cine de terror que permanecerán indelebles en la memoria del aficionado.


El rodaje de la película, no obstante, no estuvo exento de cierta polémica. Muchos de los miembros involucrados en el mismo se verían tristemente afectados por la oscura sombra que generó la película desde su misma gestación. Por ejemplo, se dice que la relación entre Polanski y Cassavetes estuvo lejos de ser amigable. Por un lado, el actor no parecía estar muy a gusto en aquel ambiente satánico, y el director no estaba muy a gusto con su trabajo como actor.


Pero lo más triste estaba aún por ocurrir. Meses después del rotundo éxito de su película, el 8 de agosto de 1969, el fanático Charles Manson ordenó la ejecución de todas las personas que se encontrasen en el 10050 de Cielo Drive (Los Ángeles), hogar de Polanki y su esposa Sharon Tate, embarazada de ocho meses. Cuatro seguidores de Manson, Susan Atkins, Charles Tex Watson, Linda Kasabian y Patricia Krenwinkel se dirigieron al domicilio del director y asesinaron a sangre fría a Tate y a amigos del director que se encontraban allí en aquel momento.


Las especulaciones llegaron a insinuar que el responsable de aquel horrible crimen fue el mismo Diablo, el cual utilizó a Manson como hilo conductor para castigar a Polanski por haber desvelado en su película que el culto a Satán existía realmente en nuestro planeta. De hecho, Polanski llevaba un tiempo recibiendo anónimos en la Paramount durante el rodaje de la película, con frases intimidatorias como “Vas a pagarlo muy caro...”, escritas por diversas sectas satánicas que actuaban por aquel entonces en California, y que presagiaban el cruento crimen perpetrado por la secta de Manson. Al día siguiente del homicidio, fue la criada Winny Chapman quien descubriría los cuerpos, asesinados brutalmente a base de cuchilladas, de Tate, el matrimonio Jay y Gibby Folger y Wojtek Frykowski.


Y si estos macabros sucesos no hubieran sido suficientes para empañar el legado de la película, John Lennon fue asesinado, unos años más tarde, a las puertas del mismo edificio donde fue rodado el film.


4.b. La música.

Uno de los aspectos más representativos de La Semilla del Diablo es, sin duda, su banda sonora, compuesta por un habitual de Polanski por aquel entonces, el polaco Krzysztof Komeda. En ella Komeda vuelve a sorprender con su epatante utilización de las voces humanas logrando un efecto realmente aterrador en las escenas de aquelarre. Realmente es imposible imaginar una música que se adapte tan bien a este tipo de escena, basada en repetitivas y macabras letanías que invocan al mismísimo Satanás.


En contraste con este tipo de música, Komeda consigue crear un precioso leit-motif para Rosemary, basado también en el uso de la voz, en este caso de mujer. El tema condensa perfectamente la esencia de la película. Tomando la forma de una nana, en clara referencia a la maternidad de Rosemary y también, por qué no, al carácter inocente del personaje. Al mismo tiempo es un tema que evoca melancolía, tristeza, la misma tristeza que siente el espectador a medida que va presenciado la progresiva demencia de la protagonista. Es un tema que, en definitiva, vaticina el triste destino reservado a Rosemary, además de evocar también, de una manera muy sutil, la siniestra naturaleza del hijo de Rosemary.



El resto del score está constituido por variantes de dicho tema, música incidental y temas de terror apoyados en un muy efectivo uso de los cánticos. En definitiva, una recomendable banda sonora que se adapta como un guante a la historia a la que acompaña.


Calificación de la película: ***** sobre *****

Calificación de la banda sonora: **** de *****



5) El Diablo en los 70.

La década de los 70 fue especialmente fructífera en lo que a este subgénero (y cualquier otro también, en realidad) se refiere. Los resultados, por supuesto, no pueden ser más desiguales. En Europa destacamos, en el año 1970, la interesante Martillo para las Brujas (Kladivo na Carodejnice) del director checo Otakar Vávra. Basada en transcripciones auténticas de juicios a supuestas brujas en la Checoslovaquia del siglo XVII, la película denuncia los atroces métodos de la Inquisición para conseguir confesiones de sus indefensas y casi siempre inocentes víctimas.


De temática similar aunque de carácter mucho más exploitative gracias a sus generosas dosis de brutalidad, gore y erotismo es la alemana Las Torturas de la Inquisición (Hexen bis aufs Blut gequält), también de 1970, una película maldita en toda regla dirigida por Michael Armstrong. Armstrong había colaborado, curiosamente, como ayudante de Michael Reeves durante la filmación de Cuando las Brujas Arden. Y digo curiosamente porque Reeves fue, en un principio, el nombre que se barajó para dirigir esta película, hasta que su repentina y tristemente prematura muerte obligó a escoger a otro director.


La película cuenta con algunos nombres conocidos en su reparto, tales como el siempre solvente Herbert Lom en el papel de un temible cazador de brujas y el mismísimo Udo Kier en el papel de su joven ayudante. El principal reclamo de la película, sin embargo, es su regodo en explícitas y bastante sádicas escenas de tortura, las cuales llevaron a los cines que la proyectaban a entregar bolsas a los espectadores por si vomitaban durante el visionado de la película.


Otras dos películas, en este caso británicas, relacionadas también con el tema de la caza de brujas son la muy floja y de título engañoso Cry of the Banshee (1970), protagonizada por Vincent Price en un papel no muy distinto al que tuviera dos años antes en la anteriormente mencionada Cuando las Brujas Arden, sólo que con una mayor presencia de lo sobrenatural (aunque la banshee del título brilla por su ausencia); y, por supuesto, la excepcional Los Demonios (The Devils, 1971), del inclasificable Ken Russell, la cual está también inspirada, eso sí, muy libremente (como no podía ser menos en este irreverente autor), en los sucesos acotencidos a las monjas ursulinas en la ciudad francesa de Loudun. Esta maravillosa película, que cuenta en su reparto con caras tan conocidas como las de Vanessa Redgrave y el gran Oliver Reed, supone todo un catálogo de las obsesiones, filias y fobias de Russell, y el resultado no puede ser más satisfactorio. Malsana, polémica, atrevida, demencial, delirante, ofensiva y epatante... Los Demonios constituye una de las cimas cualitativas en la obra del autor de Un Viaje Alucinante al Fondo de la Mente (Altered States, 1980).


También de ese año son la curiosa pero fallida La Garra de Satán (Blood on Satan's Claw) de Piers Haggard, cuyo mayor atractivo es una estupenda banda sonora de Marc Wilkinson, y la muy interesante y reivindicable The Mephisto Waltz, estrenada en nuestro país como Satán, mon Amour, y dirigida por el americano Paul Wendkos a partir de la novela de Fred Mustard Stewart. Protagonizada por Alan Alda, Jacqueline Bisset y un estupendo Curt Jurgens, la película cuenta la historia de un periodista musical con formación como pianista, interpretado por Alda, el cual conoce a un aclamado pianista clásico enfermo de cáncer llamado Duncan Ely. Ely es además un adorador del Diablo y practicante de la magia negra, y maquina un siniestro plan con el fin de traspasar su espíritu a otro receptáculo y conseguir así derrotar a su inminente e inevitable muerte... aunque sea a costa de la vida de otros...



Este interesante argumento se ve reforzado por unas convincentes interpretaciones, destacando sobre todo Curt Jurgens en el papel de Duncan Ely y también, por supuesto, por su estupenda banda sonora a cargo del gran Jerry Goldsmith. Sin dejar de ser en ningún momento un producto de entretenimiento concebido a la sobra de La Semilla del Diablo, esta Satán, mon Amour cumple con creces su cometido, y constituye una de las aportaciones más dignas al género desde la obra de Polanski hasta la obra maestra de Friedkin, estrenada dos años después.


En los años siguientes se estrenarían Posesión (The Possession of Joel Delaney, 1972), una interesante y reivindicable película sobre posesiones con vudú y santería de por medio y protagonizada por Shirley MacLaine, la mediocre La Estación de la Bruja (Hungry Wives, 1972) de George A. Romero y algunas producciones europeas de escaso interés como por ejemplo El Anticristo (L'Anticristo, 1974), un descarado y chapucero intento por emular la joya de Friedkin con resultados desastrosos (pero con una interesante banda sonora de Ennio Morricone), El Diablo se Lleva a los Muertos (Lisa e il Diavolo, 1974) de Mario Bava, con el gran Telly Savalas en el papel estelar, Exorcismo (1975) e Inquisición (1976), ambas protagonizadas por nuestro Paul Naschy. El propio Naschy llegaría a encarnar al mismísimo Diablo en su tercera película como director, El Caminante (1979), que a la postre resulta ser una de sus mejores y más interesantes películas.




La popularidad del Diablo y sus seguidores era tan marcada en esta época que en ocasiones parecen estar metido con calzador en películas más cercanas a otros géneros que al terror, como ocurre en la mediocre Carrera con el Diablo (Race with the Devil, 1975), gran parte de cuyo metraje consiste en una cansina por interminable persecución automovilística de unos seguidores de Satán a los pobres protagonistas (entre ellos Peter Fonda) después de que estos presenciaran a escondidas un sacrificio humano. Un truño en toda regla.


Y hablando de truños, también en 1975 encontramos otra película americana, La Lluvia del Diablo (The Devil's Rain), que cuenta con el dudoso honor de ser el primer largometraje no televisivo de John Travolta, secundado por otros rostros conocidos como el de Tom Skerritt, William Shatner, Ernest Borgnine o el mismísimo Anton Szandor LaVey, el cual colaboraría además en calidad de asesor en cuestiones satánicas. No deja de resultar paradójico que ni siquiera este supuesto interés por el rigor informativo en materia satánica logre salvar esta película del bochorno más espantoso.


El Esclavo de Satán (Satan's Slave, 1976) de Norman J. Warren no es mucho mejor, como tampoco lo es la producción Hammer La Monja Poseída (To the Devil a Daughter), de ese mismo año, con Christopher Lee, Richard Widmark y Nastassja Kinski, con generosas dosis de erotismo light para suplir las deficiencias de un guion infame. Algo parecido ocurre en la inmunda Escalofrío (1978) de Carlos Puerto (y el inefable Piquer Simón, sin acreditar), la cual recibió la calificación S en el momento de su estreno debido a sus alto contenido erótico.



Mucho más interesantes me parecen Alucarda, la Hija de las Tinieblas (1978) de Juan López Moctezuma o La Centinela (The Sentinel, 1977) la infravalorada y muy reivindicable película de Michael Winner, protagonizada por actores de la talla de Chris Sarandon, John Carradine, José Ferrer, Ava Gardner, Arthur Kennedy, Eli Wallach, Christopher Walken y Burgess Meredith. El guion es, nuevamente, muy deudor del de La Semilla del Diablo: una joven encuentra un piso de alquiler a un precio muy barato en Brooklyn. Nada más instalarse conocerá a sus excéntrico y surrealistas vecinos, algunos de los cuales parecen sacados de una película de David Lynch.


Al mismo tiempo se verá asediada por bizarras pesadillas y extraños ruidos que perturbarán su sueño. Y es que el edificio oculta un horripilante secreto, la entrada al mismísimo Infierno. Atención a la dantesca escena final, todo un potente carnaval grotesco con auténticos seres humanos deformados, interpretando a condenados que han sido vomitados del mismísimo Infierno con el fin de detener y arrastrar a nuestra protagonista a su propia condenación. La Sentinela no es la primera película de terror en utilizar personas con alguna deformidad o anomalía física para inquietar al espectador: recordemos La Parada de los Montruos (1932) de Browning, The Brute Man (1946) de Jean Yarbrough o Yo Acuso (J'Accuse) de Abel Gance, realizada en 1919 y convertida en remake por el propio director en 1938.


Por supuesto no nos olvidamos de la gran obra maestra de Dario Argento, Suspiria (1977), acerca de una academia de ballet que en realidad no es otra cosa sino la guarida de una poderosa bruja, con una no menos magistral banda sonora a cargo del grupo Goblin, ya analizadas convenientemente en una entrada anterior de este blog. Y no podemos terminar esta sección sin hacer una breve referencia a dos títulos que, aunque no tratan directamente el tema del satanismo, sí abordan, al menos de manera tangencial algunas de las cuestiones que hemos presentado a lo largo de este estudio, tales como posesiones diabólicas o sectas paganas.


La primera es La Leyenda de la Casa del Infierno (The Legend of Hell House, 1973), en mi opinión personal la mejor y más terrorífica película jamás rodada sobre el subgénero de las casas encantadas y/o poseídas, dirigida por John Hough y protagonizada por Pamela Franklin y Roddy McDowall entre otros. Dicho subgénero tuvo como destacados antecedentes los clásicos Los Intrusos (The Uninvited, 1944) de Lewis Allen, Suspense (The Innocents, 1961) de Jack Clayton y por supuesto La Casa Encantada (The Haunting, 1963) de Robert Wise. Posteriormente a la película de Hough, resultan de interés otras aportaciones tales como Pesadilla Diabólica (Burnt Offerings, 1976) de Dan Curtis, Terror en Amityville (The Amityville Horror, 1979) de Stuart Rosenberg, Al Final de la Escalera (The Changeling, 1980) o la aterradora Session 9 (2001).




La segunda película no es otra sino El Hombre de Mimbre (The Wicker Man, 1973) de Robin Hardy, otra obra maestra absoluta protagonizada por Edward Woodward y Christopher Lee, y en donde el horror proviene de los ritos y prácticas de una secta pagana no satánica, pero igualmente contraria a las creencias de la religión cristiana encarnadas en el personaje interpretado por Woodward. Tanto la película de Hough como la de Hardy ocupan un puesto privilegiado en el ranking de las mejores películas de terror de la historia, y por ello cada una de ellas merecería un estudio por separado más extenso que el que sería razonable concederles aquí y que les hiciera justicia como es debido.


Sin embargo, si nos preguntáramos qué película merecería el honor de ser considerada como la gran obra maestra del género en los 70, la respuesta es, evidentemente, El Exorcista, aunque algunos también defenderán otro clásico (menor), La Profecía.


6) El Exorcista (The Exorcist, 1973).

6.a. La película.

Si La Semilla del Diablo es un título representativo del cine con temática satánica, El Exorcista está elevada a la categoría de película de culto, siendo una obra seminal de obligado visionado y referente ineludible en el género. Considerada por muchos la mejor película de terror de la historia, la película de William Friedkin es una auténtica maravilla del séptimo arte que no pierde ni un ápice de su capacidad para generar terror en el espectador aún hoy día, treinta años después de su estreno.


La historia es bien conocida por todos, independientemente de sus preferencias cinematográficas. La pequeña Regan, interpretada por Linda Blair, es utilizada como receptáculo de un demonio que proporcionará al padre Karras la oportunidad de probar su fe, aún a costa de su propia vida.


Para empezar, El Exorcista es una película cuyo éxito se debe al hecho de apelar a un miedo arraigado en el inconsciente colectivo de nuestra civilización, un miedo primigenio y tan antiguo como el hombre mismo, un miedo relacionado con la condenación de nuestra alma. Mientras que en películas como Viernes 13 (Friday the 13th, 1980) el terror nace del instinto de supervivencia del ser humano, y del miedo al dolor físico, en El Exorcista nos encontramos una historia que apela a nuestra integridad espiritual.


Todo esto se ve reforzado por el hecho de que la víctima es nada más y nada menos que una pequeña e inocente niña. Si una niña, modelo de pureza y castidad, puede ser poseída por un demonio, en ese caso todos podemos ser víctimas de tal maldición. El precio que pagamos es demasiado alto, los tormentos presagiados imposibles de describir. No sólo el cuerpo físico se resiente de la posesión. También el alma sufre ante la imposibilidad de retomar el control de su habitáculo. El espectador asiste horrorizado a la progresiva corrupción física de Regan, a medida que el demonio va mostrándose a los que pugnan por curarla.

La película es un ejemplo de lo que debería ser el cine de terror: transgresión. La historia está sabiamente narrada, dosificando sus impactantes golpes de efecto, hasta la demoledora secuencia final del exorcismo sobre la que gira la historia. Realmente la película entera es una preparación para esa sencilla escena, escena que condensa la verdadera confrontación de la película, una confrontación que está lejos de ser física. Ya que es el alma lo que está en juego, la batalla final adquiere tintes épicos.


Y no nos referimos únicamente al alma de Regan, sino también a la del mismo padre encargado, finalmente, de exorcizarla, un sacerdote con una crisis de fe que lo vuelve peligrosamente vulnerable a las astucias sibilinas de la Bestia. Al final de una agotadora, extenuante confrontación con el demonio, el padre Karras pierde su vida, pero al mismo tiempo salva su alma.

El Exorcista es un cúmulo de factores que se aglutinan en una perfecta conjunción para gestar una de las celebraciones de horror más impactantes y estremecedoras de la historia del cine. La fotografía, los efectos de sonido, la muy acertada selección musical contenida en la película, las interpretaciones principales, el pausado tempo narrativo, la atmósfera gestada alrededor de una aparentemente normal e idílica casa, el ahondamiento en los temores, inquietudes y deseos de los protagonistas principales, los muy logrados golpes de efecto, la impactante caracterización de una Regan poseída, y sobre todo su capacidad para ir más de allá de lo que cualquier película mainstream había ofrecido hasta aquel momento... avalan una película arriesgada, transgresora e innovadora que marcaría un antes y un después en la historia del cine y del terror, y que enfrenta al ser humano a sus miedos más ontológicos.


La película está basada en la obra literaria de William Peter Blatty, el cual a su vez se inspiró en un caso real de posesión que tuvo lugar en 1949 en Mount Rainier, un barrio residencial de Washington. Todo empezó cuando Blatty, que por aquel entonces estudiaba en la Universidad de Georgetown, leyó un relato del caso de posesión en el número 20 del Washington Post, quedando completamente fascinado por la historia.

La víctima de la posesión no era realmente una niña, sino un adolescente de 14 años que sufrió, durante dos meses, una serie e alteraciones que precisaron de un exorcismo urgente. Todos los acontecimientos relacionados con este caso fueron anotados en un diario que, años más tarde, caería en las manos del mismo Blatty, el cual se dedicaría exclusiva y obsesivamente a la redacción de su novela, que fue publicada en 1972. Con el fin de respetar el deseo de los familiares del muchacho, Blatty cambió el sexo del protagonista, que sería interpretada con bastante acierto por Linda Blair en el film de Friedkin. Afortunadamente fue el mismo Blatty quien se encargó adaptar la obra literaria al cine, gracias a lo cual la película acabó siendo una adaptación sobresaliente de la novela.


Las anécdotas en torno al rodaje, el estreno y el efecto mundial de esta película son demasiado numerosas como para que puedan constar todas aquí. Algunas no hacen sino reforzar esa sombra de film maldito proyectada sobre la película. Por poner algunos ejemplos, se dice que fue un rodaje bastante cruel para todos, muy especialmente para Blair, la cual se comportaba de una manera inusualmente adulta en alguien de su edad. De hecho, su interpretación fue reconocida con una candidatura al Óscar como mejor actriz.

Hay que aclarar, no obstante, que no todas las escenas estaban interpretadas por Blair. Por ejemplo, las escenas de insultos y la impactante escena de la masturbación fueron interpretadas por una tal Eileen Dietz, mientras que el vozarrón femenino de la niña poseída por prestado por la también actriz Mercedes McCambridge, quien demandaría a la Warner Bros por no acreditar adecuadamente su labor en los títulos del film. McCambridge era además una católica practicante que acudía cada día después del rodaje a una iglesia a confesarse, pidiendo incluso consejo a su profesor acerca de si realmente debía seguir con el papel. Pese a todo, Blair, a la que no se le dejó ver la película en su estreno por no se mayor de edad, sufrió secuelas tras la película, caería posteriormente en el alcohol y las drogas, pasándolo muy mal y estando traumatizada durante un tiempo.


Y es que Friedkin propició un rodaje maquiavélico en el que el fin justificaba los medios. Así, en la famosa habitación de la niña poseída, la temperatura era en verdad de bajo cero, de ahí el continuo vaho saliendo de la boca de los artistas. Además se cuenta que Friedkin abofeteó a un actor en la cara antes de rodar una toma, e incluso les puso arneses a Linda Blair y Ellen Burstyn para poder darles fuertes tirones cuando fuera necesario en alguna escena. Friedkin se encargaba, en definitiva, de alterar los nervios a los actores, realizando por sorpresa disparos al aire, a lo cual hemos de sumar la muy conflictiva relación entre el director y Blatty.

También se cuenta que una misteriosa maldición empezó a causar desgracias durante el rodaje y después del estreno. A lo largo de la producción y rodaje hubo muchas desgracias casuales: fallecieron personas allegadas a los actores, hubo accidentes extraños como aquel en el que uno de los sets de filmación se quemó inexplicablemente, retrasando la filmación unas seis semanas... el clima que se respiraba era de nerviosismo y miedo, por lo que Friedkin tuvo que llamar a un reverendo llamado O’Malley para que le diera su bendición a todos los participantes de la película cada día antes de empezar el rodaje.


La película se estrenó un 26 de diciembre de 1973, auspiciando una campaña publicitaria basada en el tabú religioso y en el terror real al estar basada la trama en una historia real. Para valorar hasta qué punto llegó el impacto sociocultural de esta película, decir que el número de supuestos casos de posesión demoníaca se vio incrementado considerablemente a partir del estreno de la película. Además, hubo personas que en el cine sufrieron ataques de nervios, incluso una mujer llegó a abortar su embarazo. Por este motivo, los dueños de los cines apostaron ambulancias en las puertas y enfermeros con camillas listos para atender a los primeros desmayados durante la proyección, lo cual no hizo sino darle publicidad y contribuir a darle el estatus que tiene hoy día de film de culto, al igual que sus mismos detractores, los cuales le hicieron sin quererlo publicidad.

El reverendo Bill Graham, por ejemplo, escribió: "Por primera vez en una película mainstream, las audiencias presenciaron la desecración gráfica de todo lo que era considerado sano e íntegro sobre el desdibujado Sueño Americano: el hogar, la familia, la iglesia y, más chocantemente, la niñez." Graham no dudó en acusar al filme de "satánico", afirmando la existencia de un verdadero demonio en la misma bobina de la cinta.

6.b. La música.

Con respecto a la efectiva banda sonora de la película, decir que Lalo Schifrin fue el encargado, en un principio, de ponerle música a la película de Friedkin. El director, no obstante, no quedó para nada satisfecho con el trabajo de Schifrin, entre otros motivos porque, según parecía, su música cobraba demasiado protagonismo en la película. Según palabras del director, el trabajo del compositor era una “jodida música de marimba mexicana”, de ahí que acabara rechazándola.

Aunque se dice que el compositor reaprovechó su trabajo para otra película de terror, "Terror en Amityville", Schifrin ha negado tajantemente la veracidad de tales afirmaciones, asegurando que son dos composiciones bien distintas. Por su parte, Friedkin se decantó por utilizar una selección ecléctica de músicos que pudieran encajar más acertadamente en su proyecto cinematográfico.


Dicha selección aparece recogida en un cd editado por Warner Bros. Records, estando constituida, principalmente, por música atonal contemporánea de diversos compositores, entre los cuales cabe destacar a Krzysztof Penderecki. Su impresionante Polymorphia es aún, al día de hoy, y en opinión del que esto escribe, uno de los temas más horripilantes y terroríficos de la historia de la música, reemplazando la melodía por el uso de agresivos glissandi, clusters y pizzicatos para cuerda para construir la pieza. Realmente aterrador, hasta el punto de que el mismo Kubrick volvería a utilizarlo para su no menos célebre película El Resplandor (The Shining, 1980).


Sin embargo, cuando se habla de la banda sonora de El Exorcista hay un tema que viene a la mente del cinéfilo de manera instantánea: la obertura de la genial Tubular Bells de Mike Oldfield. Este tema, de una obsesiva y efectiva sencillez, y del que se pensó en un principio que no quedaría bien en la película, no sólo demostró que se adecuaba a la perfección a la película, contribuyendo a atribuirle a la historia esa atmósfera inquietante de la que tan bien se nutre la película durante casi todo su metraje, sino que además marcó un punto de inflexión a la hora de afrontar la composición de posteriores bandas sonoras para películas de terror. De hecho, son muchos los compositores que tomarían esta pieza como referencia e inspiración a la hora de gestar sus respectivas obras musicales con las que acompañar las pesadillas cinematográficas. De entre las bandas sonoras con temas que recuerdan más o menos ligeramente al Tubular Bells de Oldfield podríamos destacar las siguientes: Rojo Oscuro (Profondo Rosso, 1975) y Suspiria, ambas de Goblin, La Noche de Halloween (Halloween, 1978) de John Carpenter, Phantasma (Phantasm, 1979) de Fred Myrow y Malcolm Seagrave o El Más Allá (L'Aldilà, E Tu Vivrai Nel Terrore, 1981) de Fabio Frizzi.


Finalmente, debemos destacar igualmente la pieza que cierra el álbum, Fantasia for Strings de Hans Werner Henze, y que puede escucharse en los créditos finales de la película. Si hay un tema que pueda asociarse de manera irrevocable a la película de Friedkin además de la obertura del Tubular Bells, ésta sería sin dudarlo la pieza de Henze.




Calificación de la película: ***** de *****

Calificación de la banda sonora: *** de *****



7) El legado de El Exorcista: secuelas y precuelas.

7.a. Exorcista II: El Hereje (Exorcist II: The Heretic)

El impacto de El Exorcista fue tal que propició el rodaje de dos secuelas, la primera de las cuales fue dirigida por John Boorman en 1977, en la cual repiten Max Von Sydow en el papel del padre Merrin y Linda Blair como Regan MacNeil. En esta ocasión la historia se centra en las investigaciones del padre Lamont, interpretado por Richard Burton, al cual se le encarga investigar la causa de la muerte del jesuita Merrin en el exorcismo a Regan años atrás.


La niña, ya adolescente, está experimentando nuevamente ciertas perturbaciones relacionadas con la posesión demoníaca. Lamont descubre que el demonio asirio que tomara el cuerpo de la niña en la primera película, llamado Pazuzu, está pugnando por manisfestarse de nuevo utilizando el cuerpo de Regan, en un astuto plan elaborado en el mismo Infierno.

Lamont marcha a África en busca de otro poseído por el mismo demonio, llamado Kokumo, que fue exorcizado igualmente por el padre Merrin años atrás en el pasado. Kokumo le revelará a Lamont que el espíritu de Pazuzu anida en las plagas de langostas que recorren el mundo. Lamont deberá ir a la vieja casa de Regan en Georgetown para enfrentarse al demonio, el cual ha tomado ya control de Regan.


Esta mediocre película fue, justificadamente, un fracaso de crítica absoluto en el momento de su estreno, resintiéndose de la ausencia de Friedkin en la dirección y Blatty en el guion. Además, Linda Blair no quiso repetir su horrible maquillaje de poseída, por lo que tuvo que ser sustituida por un doble en esas escenas, lo cual resulta demasiado evidente. Y por si todo ello no fuera suficiente, la película se vio afectada por una serie de alteraciones y mutilaciones en el metraje, con lo que al final el final exhibido en la edición para la televisión fue muy diferente al original. Hasta tal punto fue vilipendiada la película que el propio Boorman parece mostrarse incómodo cuando habla de esta película, llegando incluso a afirmar que el haberla rodado fue una de las peores decisiones profesionales tomadas en su vida.

No obstante, Exorcista II: El Hereje (Exorcist II: The Heretic) cuenta también con sus (escasos) aciertos, y uno de sus principales fue la elección del Maestro italiano, Ennio Morricone, como compositor de la banda sonora. El resultado es una obra igualmente impactante y epatante, pero además mucho más compacta y coherente en su conjunto que el soundtrack de la primera película.


Exorcista II: El Hereje fue uno de los primeros trabajos del genio italiano para una producción de Hollywood. El gran reto que presentaba a priori componer la música para esta secuela estaba en el impacto que la pieza de Oldfield tenía aún en la memoria del aficionado. Morricone, que ya tenía experiencia en este género al haber compuesto la música de la película L’Anticristo (1974), tenía que ser capaz de superar este obstáculo y conseguir que el espectador no echase en falta la música de la película de Friedkin, lo cual, quizás, era hasta cierto punto imposible, no tanto por la calidad de la música como por su perfecta adecuación a la trama del film.

En cualquier caso, el trabajo de Morricone supera las expectativas más optimistas, consiguiendo uno de sus mejores trabajos. Para empezar, se permite el lujo de componer uno de los temas más hermosos de toda su amplia discografía, el tema de Regan, basada en una sencilla y conmovedora melodía tarareada por una voz de mujer, muy en la línea del Morricone más lírico y romántico.


Por si esto no fuera suficiente, consigue sacar provecho, y de qué modo, de los elementos étnicos presentes en la historia de la película de Boorman, tal y como puede apreciarse en temas como el de Pazuzu, basado en cánticos y ritmos tribales. Encontramos incluso temas que beben de la tradición de la música rock psicodélica (Magic and Ecstasy).


Y si todo esto no fuera suficiente, encontramos en esta banda sonora uno de los temas de terror más horripilantes de cuantos han sido compuestos ex profeso para una película. Este corte, titulado Night Flight, es una de las celebraciones de horror más efectivas e impactantes del género. Morricone utiliza alaridos, frenéticas carcajadas, chillidos y disonancias vocales inimaginables para ilustrar musicalmente la posesión, formando una pavorosa y disonante ópera shamánica que sugiere algún tipo de extraño ritual de alguna civilización ya olvidada, secundada por ritmos obsesivos con tambores africanos.

En definitiva, se trata de una experiencia sonora única e irrepetible, de esas experimentaciones sonoras que sólo Morricone ha sido capaz de concebir. Una obra transgresora, agresiva, y realmente horripilante que debería constar en cualquier antología del terror que se precie. El trabajo de Morricone para la película de Boorman ofrece una experiencia musical única, caracterizada por la variedad formal y estilística, y en la cual también tienen cabida los momentos más íntimos que no decepcionarán a ningún aficionado a la música de Ennio Morricone.


Calificación de la película: ** sobre *****

Calificación de la banda sonora: ***** sobre *****



7.b. El Exorcista III (The Exorcist III)

La segunda secuela fue dirigida por el mismo William Peter Blatty en 1990, basada en su obra Legión. Con un elenco actoral completamente distinto al de las dos primeras películas, la historia arranca justo después de los terribles sucesos narrados en la primera película, que se cobraron la vida de los dos sacerdotes que practicaron el exorcismo a Regan. El teniente Kinderman, interpretado por el excelente George C. Scott, está atormentado por una serie de extraños crímenes de índole religiosa cuyo modus operandi recrea a la perfección el de un asesino en serie llamado Géminis que fue detenido y ejecutado en el pasado.


Se trata de una correcta secuela rodada con oficio por Blatty, aunque el resultado no consigue estar tampoco a la altura de la original, resintiéndose esta película, además, de una anodina banda sonora de un tal Barry De Vorzon que hace que el espectador recuerde con añoranza la música de la primera película y, sobre todo, el trabajo de Morricone para la segunda. En cualquier caso, se trata de una decente secuela que sirve de precursora a los thrillers sobrenaturales tan en boga en los años 90.


Calificación de la película: *** sobre *****

Calificación de la banda sonora: * sobre *****



7.c. Las precuelas.

Por supuesto, no nos olvidamos de las infames precuelas perpetradas años después, tanto la de Renny Harlin, El Exorcista: El Comienzo (The Exorcist: The Beginning, 2004) como la de Paul Schrader,  (Dominion: Prequel to the Exorcist, 2005). No sé cuál de las dos es peor. En cualquier caso, no sólo no cumplen con su cometido, sino que encima poseen una cualidad somnífera la mar de irritante. Por todo ello, no nos extenderemos más en ellas. Eso sí, no deja de resultar significativo, a la par que triste, el hecho de que, treinta años después de la película original, el cine de terror haya sido incapaz de ofrecernos una película de temática similar y que esté a la altura del film de Friedkin en su terrorífico talante transgresor. Comparadas con la película original, todas las secuelas parecen ineptos telefilms de sobremesa, incapaces de soliviantar al espectador más susceptible. Lamentable, ¿no les parece?




8) La Profecía (The Omen, 1976).

8.a. La película.

Otra de las grandes películas de culto inspirada en el Diablo y marcada con el estigma de film maldito, fue La Profecía (The Omen), dirigida por Richard Donner e interpretada por Gregory Peck, Lee Remick y Harvey Stephens en el papel del inquietante Damien.


Robert Thorn, un diplomático americano destinado en Roma, pierde a su hijo el mismo día del parto de su esposa. Temeroso de que a ella le afecte psicológicamente, decide adoptar a un huérfano recién nacido sin que ella conozca la verdad. Los detalles del nacimiento del chico son un secreto, pero cuando Damien va creciendo, empieza a dar muestras de que no es un chico corriente. Cuando la niñera se suicida en extrañas circunstancias y comienzan a suceder hechos inexplicables en torno a la familia, Robert inicia una investigación que le llevará a un descubrimiento aterrador: su hijo es la encarnación misma del Anticristo.

Donner dirige con agilidad y sentido del ritmo esta correcta aunque algo sobrevalorada película en la que lo sobrenatural irá irrumpiendo, progresivamente, en la cotidianidad de la vida de los Thorn. Sus principales bazas son unos calculados y efectistas golpes de efecto, entre los que cabe destacar la muerte por decapitación de Keith Jennings, una de las escenas más impactantes de la película, subrayada hasta el paroxismo por la rimbombante partitura del gran Jerry Goldsmith.


La película acusa nuevamente influencias de La Semilla del Diablo, especialmente en el gradual desmoronamiento anímico de la madre, aunque sabe sacar partido de un interesante aunque algo limitado guion de David Seltzer que ha servido igualmente de referente en buena parte del cine con temática satánica producido en décadas posteriores. Y digo limitado porque la película nunca saca al espectador de su comfort zone, y los infructuosos intentos por hacer que el niño de marras resulte mínimamente inquietante o maligno restan credibilidad e impacto a lo que no deja de ser un producto comercial de correcta factura pero carente de la inquietante y arriesgada voluntad por indagar en nuestros miedos más recónditos que tenía, por ejemplo, El Exorcista.

Al igual que ocurriera con las películas de Friedkin y Polanski, el rodaje de La Profecía no estuvo tampoco exento de un desgraciado cúmulo de siniestros acontecimientos que contribuyeron a engrandecer la sombra de film maldito que pesa sobre la película de Donner. El avión de Seltzer fue alcanzado por un rayo, el hotel de en el que se alojaba el director fue bombardeado por el IRA, y el avión que Gregory Peck iba a tomar para viajar a Israel, y cuyo vuelo finalmente canceló, se estrelló en un desgraciado accidente en el que no hubo supervivientes...

8.b. La música.

La banda sonora compuesta por Jerry Goldsmith es muy responsable del éxito de La Profecía como película de terror. Concebida como una misa negra, Goldsmith crea uno de los temas antológicos del género, el Ave Satani, una satánica letanía que constituye una espectacular invocación al Diablo mediante coros, orquesta y órgano:



(susurros)

Sanguis bibimus
Corpus edimus

(entra el piano)

Sanguis bibimus
Corpus edimus

(entra la orquesta y las voces suenan en toda su magnificencia)

Sanguis bibimus
Corpus edimus
Rolle corpus Satani
Ave

(Predominio de las cuerdas)

Sanguis bibimus
Corpus edimus
Rolle corpus Satani
Ave

(Órgano)

Ave ave versus Cristus
Ave ave versus Cristus
Ave ave versus Cristus
Ave Satani

(Conclusión. La orquesta y los coros se fusionan en un espectacular climax)

Sanguis bibimus
Corpus edimus
Rolle corpus Satani
Satani
Satani
Satani
Satani

(susurros)

Ave
Ave
Satani


El texto podría traducirse como “sangre bebemos / carne comemos / elevad el cuerpo de Satán / saludad al Anticristo / Saludad a Satán”. La banda sonora de Goldsmith incluye un idílico tema de amor que contrasta con los momentos corales, desatados y apocalípticos que pueden escucharse en estruendosos cortes como The Killer Storm o The Dog’s Attack, en los cuales se pretende conseguir un efecto frenético y exultantemente diabólico. En su conjunto, se trata de un destacado trabajo que le mereció al Maestro su único Óscar de la Academia.



8.c. Las secuelas y el remake.

Una película del éxito de La Profecía no podía por menos que propiciar secuelas, de las que destacamos las dos primeras, que constituyen un tríptico sobre la infancia, adolescencia y madurez de Damien, el Anticristo. Las tres películas forman un bloque compacto que gira en torno al crecimiento de un personaje central, Damien, y que está cohesionado por la labor de Goldsmith como compositor de la música de las tres películas.


Aunque a nivel cinematográfico las secuelas no den mucho de sí, incurriendo en tópicos efectismos, musicalmente las secuelas no tienen nada que envidiar a la original. Goldsmith brilla con luz propia especialmente en la espectacular banda sonora para la tercera y última entrega de la trilogía, El Final de Damien (The Final Conflict, 1981), de una contundencia coral apabullante (tal y como puede apreciarse en cortes como por ejemplo The Blooding o The Second Coming), y la cual constituye, para el que esto escribe, la mejor aportación del genio californiano al género de terror. 


"La Profecía"

Calificación de la película: ***1/2 sobre *****

Calificación de la banda sonora: **** de *****

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"La Maldición de Damien"

Calificación de la película: ** sobre *****

Calificación de la banda sonora: *** de *****

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"El Final de Damien"

Calificación de la película: ** de *****

Calificación de la banda sonora: ***** de *****



Nuevamente, la cosa no termina aquí, sino que posteriormente se expandiría aún más la saga con nuevas entregas, incluso un remake a cargo de John Moore en el 2006 que resulta menos escalofriante (si es que eso es posible) aún que la original. Y encima como película es un bodrio. En fin... nada nuevo, ¿no?


9) El Diablo en los 80.

La aportación italiana al género en esta década está representada principalmente por decepcionantes títulos tales como: Inferno (1980), fallida continuación de Suspiria por el Maestro Dario Argento, pero con una notable banda sonora a cargo de Keith Emerson; El Más Allá (1980), considerada como la obra maestra de Lucio Fulci... si bien, teniendo en cuenta los cutrísimos y muy casposos bodrios que solía esputar y por los que es incomprensiblemente conocido (incluso admirado), tampoco es decir mucho. Lo único destacable de esta mamarrachada es la extraordinaria banda sonora de Fabio Frizzi, una de las mejores del fantástico italiano de todos los tiempos en mi humilde opinión; El Engendro del Diablo (La Chiesa, 1988), otra memez en este caso dirigida por Michele Soavi y con otra extraordinaria banda sonora de Keith Emerson, los Goblin... e incluso Philip Glass.




Mucho más interesante resulta como película la muy extraña La Posesión (Possession, 1981), una coproducción franco-alemana dirigida por Andrzej Zulawski e interpretada por Isabelle Adjani y Sam Neill. Este director polaco, autor de otras obras igualmente estimulantes como Diabel (1972), Szamanka (1996) y Trzecia Czesc Nocy (1971), nos propone una fascinante celebración del horror en su vertiente más simbólica, surrealista y bizarra.


No es, empero, una película fácil. Recuerdo que la primera vez que la vi me echó para atrás el carácter histriónico, desquiciante y tan over-the-top de las actuaciones de la pareja protagonista, Adjani y Neill. Esa pactada sobreactuación, no obstante, forma parte de la experiencia global propuesta por Zulawski, y por tanto no debería suponer un obstáculo que nos impidiera ver más allá de su tumultuosa y procelosa superficie.


La película arranca en una desolada y fría ciudad de Berlín, escindida en dos mitades a causa del Muro. Neill y Adjani interpretan a Mark y Anna, una pareja en crisis con serios problemas de comunicación. No es sólo la ciudad como macrocosmos la que está dividida en dos partes enfrentadas e incomunicadas, sino que el mismo microcosmos familiar se ve afectado por este aislamiento inhibidor del individuo como ser social. Los personajes de esta película parecen perdidos, enloquecidos por dicha inhibición, desesperados por entablar contacto con otros seres humanos y forjar una relación próspera que dé sentido a la existencia.


Sin embargo, esta película ofrece poco consuelo u optimismo, y sí mucha angustiosa y nihilista soledad. Cuando Anna le cuenta a Mark que ya no siente nada por él y que está teniendo un affaire con otro hombre, éste enloquece de la desesperación y llegará a unos extremos inconfesables para recuperarla o, al menos, encontrar respuestas. Sin embargo, cuanto más ahonda en el comportamiento y la vida de Anna, más incógnitas se agolpan en su cerebro hasta un punto que irá mermando, progresivamente, su misma cordura. Por supuesto, tampoco es que el comportamiento de Anna sea muy cuerdo, y es a partir de entonces que la película, que empieza como un sobreactuado melodrama familiar, muta en una historia delirante, enfermiza y sórdida con toques de Lovecraft, Lynch, Polanski e incluso Cronenberg en su tratamiento de la sexualidad más enfermiza y repulsiva.


La actuación de Adjani es un verdadero tour de force emocional que le valió la Palm D'Or a la mejor actriz del año en el Festival de Cannes de ese año. De hecho, esta soberbia labor de la actriz es muy responsable de que la película resulte tan escalofriante en algunos momentos, especialmente el momento de la posesión en el interior del metro berlinés. Desde la película de Friedkin no habíamos presenciado una aportación tan novedosa, brutal, perturbadora y desquiciante al tema de la posesión. En una escena que se extiende y se extiende angustiosamente, poniendo a prueba la paciencia del espectador, cuya reacción oscilará entre la repulsión y la perplejidad, Adjani ofrece una de los momentos más intensos en la historia del cine de terror. El resultado de dicha posesión es una repugnante y gelatinosa criatura que muy bien podría representar la materialización corpórea de toda la angustia, frustración y ansiedad vital de la protagonista, tema que ya había sido tratado anteriormente por el Maestro David Cronenberg en su clásico Cromosoma 3 (The Brood, 1979).




Mientras tanto, Mark ha conocido a una joven que es la viva imagen de Anna, Helen, también interpretada por Adjani, y que constituye una suerte de doppelgänger idealizado de Anna, la cual va asesinando a todos los que investigan su extraño comportamiento y descubren más de lo que deberían. Dichos descubrimientos tienen que ver con esa viscosa criatura tentacular (obra del gran Carlo Rambaldi), con la que Anna llegará a mantener relaciones carnales, y que hacia el final de la película habrá mutado en otro doppelgänger, esta vez una versión siniestra de Mark.


En resumidas cuentas, no es una película para todos los paladares, y su críptico clímax dejará a más de uno consternado y con más preguntas que respuestas...y, sin embargo, ése es uno de los puntos fuertes de la película. Zulawski cree en su arriesgada propuesta, y esa confianza ciega en lo que está haciendo resulta en una propuesta original y fascinante en la que lo importante no son las respuestas, sino las propias incógnitas que plantea.

En Estados Unidos, Frank LaLoggia firmaría Fear No Evil (Lucifer, 1981), mientras que Sam Raimi debutaría en la dirección de largometrajes con su obra maestra Posesión Infernal (The Evil Dead, 1981), inspirada en un estupendo corto de terror que Raimi dirigiera en 1978, En el Bosque (Within the Woods, 1978). Posesión Infernal es la prueba de que un director no necesita grandes presupuestos para realizar una gran obra. Rodado en 16mm con un presupuesto irrisorio de 85.000 dólares, un puñado de actores no muy conocidos y cuya única experiencia en el medio provenía de algunos cortometrajes, y sobre todo mucha ilusión, talento, y ganas de pasárselo bien, Sam Raimi firmó una de las mejores películas de terror de todos los tiempos, aclamada por el mismísmo Stephen King por su originalidad y frescura.


Por si todo esto no fuera suficiente, la película es además tremendamente divertida gracias a unas generosas dosis de humor gamberro y muy macabro que demostraron que el terror no tenía por qué estar reñido con el humor físico en la mejor tradición del slapstick. Las influencias de esta joya van desde el cine de terror de George A. Romero, Terence Fisher o James Whale hasta el grupo cómico estadounidense Los Tres Chiflados (The Three Stooges), en activo entre 1922 y 1970, todo ello envuelto en una deliciosa estética camp.


La película cuenta la historia de un grupo de amigos que deciden pasar un fin de semana en una cabaña aislada en las montañas. Allí encontrarán un libro forrado en piel humana y escrito con sangre humana, el infame Libro de los Muertos o Necronomicón, y unas grabaciones realizadas por un profesor que vivió en dicha cabaña y en las que realizaba invocaciones a los muertos. Nuestros ingenuos protagonistas deciden reproducir dichas grabaciones, con funestas consecuencias: unos retorcidos, diabólicos y al mismo tiempo gamberros demonios sumerios serán invocados e irán poseyendo a los jóvenes que los invocaron. Y la única manera de destruir a esos demonios es descuartizando los cuerpos en los que se alojan...


Uno de los grandes aciertos de Posesión Infernal es un original acercamiento al tema de las posesiones, desprovisto de la solemne seriedad y gravedad con el que había sido tratado hasta el momento, e inbuido de un tono socarrón e irreverente no carente de espeluznante pavor. Los espíritus invasores ya no son demonios bíblicos o el mismísimo Diablo en persona, sino más bien un puñado de juguetones y sádicos demonios sumerios. Confieso que no soy muy aficionado a aquellas películas que combinan comedia y terror (al final ni me resultan divertidas ni terroríficas), pero Posesión Infernal es una honrosa excepción. Esto quizás se deba a que, a pesar de sus innegables dosis de humor políticamente incorrecto, la película se inclina más por el terror que por la comedia, al contrario de lo que ocurriría en sus dos (inferiores, pero también geniales) secuelas.


Escenas como la de la violación de una de las protagonistas por el mismo bosque maldito, la cual fue censurada en su estreno, es toda una declaración de intenciones por parte de un director que no está tan interesado en sesudas lecturas socio-políticas de su obra como lo está de entretener y estremecer al público ofreciendo un producto visceral, provocador, polémico y honestamente explícito que (nunca mejor dicho) no se anda por las ramas. En definitiva, el tipo de película que estos nuevos autores de cine de terror difícilmente podrían haber disfrutado como espectadores siendo niños.


Por supuesto, el talento de Raimi en la dirección es muy responsable del éxito de esta película, utilizando toda clase de recursos cinematográficos para acentuar el efecto sobrecogedor de los acontencimientos mostrados: steadycams, dollys, vertiginosos y potentes travellings... sin olvidarnos, por supuesto, del uso de esa cámara subjetiva que consigue que el espectador pueda ser partícipe de la historia desde el punto de vista de ese mal intangible que se cierne sobre todo el lugar. De este modo, Raimi presenta el mal, técnicamente, como una entidad etérea, ubicua y en constante movimiento, siempre dispuesta a arremeter contra sus víctimas cuando estos menos se lo esperan.


Si al nervio que Raimi le inyecta a la dirección le unimos una puesta en escena delirantemente gore, una correcta y efectiva banda sonora de Joseph LoDuca, unos convincentes y artesanales efectos de maquillaje y un protagonista del carisma de Ash, interpretado por un magnífico Bruce Campbell, pues ya tenemos algunos de los motivos que ayudan a entender su estatus de película de culto, especialmente después de que la película fuera censurada e incluso prohibida en algunos países en el momento de su estreno por ofensiva. En países como Inglaterra o Alemania, por ejemplo, hubo que esperar hasta el año 2001 para poder disfrutar de esta obra maestra sin cortes ni censuras gracias al DVD.

Seis años después del estreno de Posesión Infernal, dos de los más grandes actores de la historia, Robert De Niro y Jack Nicholson, serían elegidos para encarnar al Diablo en dos películas diametralmente opuestas la una de la otra: por un lado, la seria, oscura, sórdida y escalofriante El Corazón del Ángel (Angel Heart, 1987), a la cual dedicaremos el siguiente apartado por constituir, en mi opinión personal, la mejor aportación al cine satánico con Diablo incluido de los 80; por otro, la divertida e irreverente Las Brujas de Eastwyck (The Wiches of Eastwick, 1987), dirigida por George Miller, con música del mismísimo John Williams y protagonizada además por Michelle Pfeiffer, Cher y Susan Sarandon.


Sin embargo, y como no podía ser de otra manera, es Nicholson el que acapara toda la atención, por méritos propios, en esta película, gracias a su magnético carisma y personalidad. El suyo es un Diablo parlanchín, seductor, egocéntrico, fanfarrón y gamberro, el cual irá seduciendo a nuestras tres desengañadas y frustradas protagonistas, presentándose como el ideal de hombre que cada una de ellas anhela. Por supuesto, las cosas no terminarán saliendo como el Diablo lo había planeado, y su inmoral menage a quatre devendrá una picante y cómica guerra de sexos de impredecibles consecuencias.


También en 1987, el Maestro John Carpenter estrenaría El Príncipe de las Tinieblas (Prince of Darkness), una pequeña joya que ofrecería una nueva vuelta de tuerca al tema del Anticristo, aquí representado en su forma más esencial, no corpórea, como el Mal con mayúsculas. Le corresponderá a nuestros protagonistas el impedir que éste cobre forma y pueda liberar a su padre Satanás. Este vibrante y adrenalítico tour de force satánico cuenta además con una gloriosa banda sonora a cargo, cómo no, del propio Carpenter.


Y por si todo esto no fuera suficiente para un mismo año, un joven escritor de terror nacido en Liverpool, Clive Barker, revolucionaría el género de terror fantástico con su legendaria Hellraiser: Los que Traen el Infierno. Aunque no sea una película de género satánico per se, y aunque el Infierno mostrado en su secuela, Hellbound: Hellraiser II (1988), no se ajuste a la visión judeocristina a la que estamos acostumbrados, son innegables las influencias del mito de Fausto en aquellos personajes que, como Frank Cotton, deciden pactar con los cenobitas, ángeles caídos que ofrecen placeres más allá de lo concebible por el ser humano... eso sí, a cambio de tu carne.. y tu propia alma.


Y terminamos este incompleto recorrido por los diablos ochenteros con otro conocido título de tintes bíblicos, La Séptima Profecía (The Seventh Sign, 1988), dirigida por Carl Schultz, con banda sonora de Jack Nitzsche y protagonizada por Michael Biehn, Jürgen Prochnow y una jovencísima Demi Moore. El título original, The Seventh Sign, hace referencia a las siete señales bíblicas que vaticinarán el advenimiento del Anticristo y el Fin del Mundo. Este pequeño bodrio es en realidad un cruce de La Semilla del Diablo con La Profecía, pero sin el interés de cualquiera de ellas. A evitar.



10) El Corazón del Ángel (Angel Heart, 1987).

10.a. La película.

Como ya hemos podido comprobar, el interés por el Diablo en el cine no menguó en la década de los 80. Un año, el 1987, fue especialmente fructífero en cuanto a títulos de índole satánica. En ese mismo año, el director Alan Parker dirigió el thriller sobrenatural Angel Heart, estrenado en nuestro país como El Corazón del Ángel, e interpretado en los papeles estelares por unos estupendos Robert De Niro, Mickey Rourke y Lisa Bonet.


Rourke interpreta a Harry Ángel, un detective privado de Nueva Orleáns que es contratado por un misterioso cliente que responde al revelador nombre de Louis Cyphre, interpretado por el gran Robert De Niro, para que encuentre, vivo o muerto, a un famoso cantante llamado Johnny Favorite, al cual Cyphre ayudó en sus comienzos, y que desapareció sin dejar rastro tras las II Guerra Mundial, sin saldar su deuda con el enigmático personaje.


Al parecer Johnny regresó de la guerra con amnesia y severamente afectado por heridas sufridas, sometiéndose a una operación de cirugía antes de desaparecer. Lo que parecía ser una investigación rutinaria se complica y adquiere un cariz siniestro cuado las personas implicadas en la investigación van siendo asesinadas de una manera brutal por un desconocido atacante, la investigación por los ambientes urbanos de Nueva Orleáns lleva al detective de los locales de jazz a un mundo de santería y magia negra en el que nada es lo que parece, y las pistas apuntan a que la implicación del detective en estos extraños acontecimientos es más directa de lo que él mismo podría suponer en un principio.


El Corazón del Ángel es una obra maestra del cine negro y de terror, una película fascinante basada en la novela homónima de William Hjortsberg y que cuenta con un guion redondo con sorpresa final incluida, de esas sorpresas que obligan al espectador a reconsiderar todo lo que ha estado viendo hasta el momento, una muy cuidada ambientación, unas interpretaciones excelentes, destacando por méritos propios Robert De Niro como un taimado, enigmático, de voz melodiosa y susurrante y largas uñas Lucifer, y una magnífica banda sonora del gran Trevor Jones.


La historia bebe a partes iguales del género noir, del terror y el thriller sobrenatural. La película consigue mantener el suspense desde sus comienzos, desafiando al espectador a resolver un aparentemente indescifrable enigma hasta su inesperado giro argumental final. Alan Parker consigue crear una atmósfera onírica, casi de ensueño, que acompaña al espectador durante casi toda la investigación de Ángel. La fotografía, la ambientación, las calles de Nueva Orleáns con sus costumbres, locales, tradiciones... Parker nos invita a adentrarnos en el siempre fascinante mundo del vudú y la santería, haciéndonos co-partícipes de la investigación realizada por el protagonista, con el que compartimos su estupor y horror ante los acontecimientos mostrados. La película ofrece además una serie de visiones reveladoras que refuerzan el componente sobrenatural de la historia, una historia que exige la atención total del espectador.


Visualmente, la película cuenta con escenas de una genialidad inconmesurable. La fotografía sabe sacar provecho de los sórdidos ambientes por los que se mueve Ángel, unos ambientes de decandencia que reflejan perfectamente la propia decadencia espiritual del detective. En ese sentido, los escenarios por los que se mueve actúan como una proyección de su propio ser. La irrupción de lo sobrenatural en aquel mundo de frágil cordura en el que nada es lo que parece resulta epatante gracias al contraste cromático entre el gris y beige del mundo de Ángel y el rojo brillante de la sangre.


Especialmente demoledora es la escena, cortada en algunos países, de sexo de Ángel y la hija de diecisiete años de Johnny, Epiphany, interpretada por Lisa Bonet, no tanto por la manera de rodar la escena, realmente impactante, sino por las implicaciones que aquel acto conlleva, y de las que espectador acaba siendo consciente cuando se revela la sorpresa final. Igualmente destacable es la escena final de la película, en la que vemos a Ángel bajando en un oscuro ascensor que sirve de muy urbana y efectiva metáfora de lo que no deja de ser un descenso literal a los Infiernos del detective.

10.b. La música.

La ambiental banda sonora de Trevor Jones acompaña a la perfección la investigación de Ángel, adaptándose de manera encomiable a las exigencias de la historia y los decorados en los que transcurre la acción. En ese sentido, es inevitable que el saxo sea el instrumento solista en una película ambientada en Nueva Orleáns, ciudad del jazz por antonomasia. La música contribuye a darle a la película ese toque de cine noir que la hace tan especial, gracias al talento de Courtney Pine al saxofón.


El score incluye también sonidos y efectos electrónicos que ayudan a tejer una oscura, opresiva y ominosa atmósfera que refuerza la oscuridad que impregna la historia, no sólo externamente, sino también en el interior de los personajes. El trabajo de Jones es por tanto más atmosférico que melódico, de hecho pocos apuntes melódicos pueden encontrarse en esta obra, lo cual no repercute negativamente a la hora de valorar una música que responde perfectamente a las exigencias de la historia.


El Corazón del Ángel es una historia de búsqueda de redención, pero esa redención, ese bien preciado, no llega nunca. Pactar con el Diablo tiene un precio, y ese precio es la condenación eterna del alma. Y por mucho que intentemos ocultarnos o darle esquiva, el Diablo siempre acabará encontrándonos, porque, qué duda cabe, siempre será el más astuto.


Calificación de la película: ***** de *****

Calificación de la banda sonora: **** de *****



11) El Diablo en los 90.

La década de los noventa aportaría interesantes contribuciones al género que nos ocupa desde sus mismos comienzos. En el año 1990, Nicolas Roeg, autor de obras de culto tales como Amenaza en la Sombra (Don't Look Now, 1973), El Hombre que Cayó a la Tierra (The Man Who Fell to Earth, 1976) o Contratiempo (Bad Timing, 1980) firmó La Maldición de las Brujas (The Witches), una comedia familiar interpretada por Anjelica Huston y basada en una obra de Roald Dahl.


También en ese año Adrian Lyne estrenó La Escalera de Jacob (Jacob's Ladder), una de las grandes obras maestras del género de terror de los noventa en su vertiente más psicológica y simbólica. El título hace referencia a la escalera mencionada en el Génesis (28:11-19) por la cual los ángeles ascendían y descendían del Cielo. Dicha escalera fue vista en un sueño por el patriarca Jacob.


En realidad lo que narra esta película es más bien un metafórico y dantesco descenso a los Infiernos del personaje interpretado por Tim Robbins, Jacob Singer, un veterano de la guerra de Vietnam que regresa a los Estados Unidos después de que un ataque sorpresa del Vietcong lo tuviera al borde de la muerte.

 
De vuelta en su país natal tratará de rehacer su vida trabajando como un humilde empleado de correos, trabajo que le permitirá conocer a la sensual Jezabel, con quien entablará una relación amorosa después del fracaso de su anterior matrimonio, motivado muy en parte por el trágico fallecimiento de su hijo Gabriel. Como puede observarse, las referencias bíblicas están siempre presentes y aportan una fuerte carga simbólica a los personajes.


Jacob sufre continuas visiones y pesadillas en las que se le aparecen personajes irreales, monstruos y demonios que lo persiguen y amenazan con debilitar aún más su ya de por sí frágil cordura. Jacob sospecha que dichas grotescas alucinaciones puedan ser el resultado de alguna oscura trama de experimentación por parte del gobierno estadounidense con drogas en sus tropas con el fin de aumentar la moral, intensidad y agresividad de las mismas.


No deja de resultar significativo que el libro de cabecera de Jacob sea La Divina Comedia de Dante Alighieri. Él, al igual que el protagonista de este célebre poema épico, iniciará un (si bien simbólico en este caso) descenso a la antesala del mismo Infierno, representado en un horripilante hospital en una de las escenas más escalofriantes de toda la historia del cine de terror. La existencia de Jacob parece estar confinada en un Purgatorio en donde conocerá a dos personajes que ejercerán una crucial y opuesta influencia y que decidirán, en última instancia, el futuro de Jacob, la tan ansiada redención de su alma o bien su condenación al más pavoroso de los Infiernos.


Por un lado tenemos a la seductora Jezabel, cuyo nombre no es fruto del azar. Según las Escrituras Hebreas y el Antiguo Testamento Cristiano, Jezebel fue una princesa fenicia que se convirtió en reina del antiguo Israel al casarse con el rey Acab. La influencia de Jezabel sobre Acab resultó ser harto funesta, al alejarlo de Yahvé, la deidad de los israelitas, llevándolo a adorar al dios pagano de los sidonios, Baal. Jezabel aprovechó el control que ejercía sobre Acab para conducir a los hebreos a la idolatría, la corrupción y la inmoralidad sexual, consiguiendo que la religión pagana tuviera además respaldo legal.


El plan de Jezabel no era otro que, una vez casada con Acab, modificar gradualmente el modo de vida de Israel, imponiendo el culto pagano y los preceptos establecidos por los ídolos fenicios y cananeos y otros dioses ajenos a Jehová. No es de extrañar, por tanto, que durante el descenso al Averno de Jacob, éste vea allí a Jezabel entre bestias deformes y semi-humanas. Jezabel representa al demonio que tratará de apartar a Jacob de todo cuanto ha amado y arrastrarlo al Infierno.


El perfecto contrapunto a este personaje es el quiromasajista de Jacob, interpretado por Daniel Aiello, y que representará a su Ángel particular que lo rescatará de las profundidales infernales y le irá guiando hacia su sanación espiritual. Y el primer paso para que Jacob pueda sanar es la aceptación: "si luchas contra la muerte verás demonios arrebatándote la vida, pero si aceptas tu muerte, los demonios se convertirán en ángeles que te harán ser libre." Aceptación también de la muerte de su hijo Gabriel, que le había sumido en una depresión muy profunda, desencadenando la ruptura de su anterior matrimonio antes de marchar a la guerra. Será gracias a este personaje angelical que Jacob podrá alejarse del Infierno que tanto teme y entrar en el Cielo en donde podrá reunirse con su hijo.


¿Qué es real? ¿Qué es producto de la trastornada imaginación de Jacob en los últimos momentos de su vida? La Escalera de Jacob es ciertamente una película lenta y compleja. De hecho, el guion, que guarda cierta similitud con el relato corto de Ambrose Bierce An Occurrence at Owl Creek Bridge, estuvo aparcado varios años ante el fracaso a la hora de encontrar a un director y una productora lo suficientemente audaces como trasladarlo a la pantalla. Afortunadamente, Adrian Lyne sabe estar a la altura del desafío planteado por la historia, resolviendo con magistral eficacia lo que parecía estar abocado al más estrepitoso de los descalabros.


Por supuesto, el éxito de esta obra maestra se debe también muy en parte a la extraordinaria banda sonora de Maurice Jarre, que cuenta con uno de los mejores temas de toda su laureada y prolífica carrera.

En 1993, Fraser Clarke Heston dirigió La Tienda (Needful Things), adaptación de una obra del genial Stephen King. Sin ser una gran película, sí resulta de lo más correcta, al menos en comparación con la ingente cantidad de telefilms perpetrados a costa de la labor del escritor de Maine. Aunque se acuse un cierto agotamiento y desgana en la segunda mitad de la película, esta versión supone un agradable (e inofensivo) divertimento en donde brilla con luz propia el genial Max von Sydow en el papel de Leland Gaunt.


Después de las inolvidables contribuciones al papel del Diablo legadas por actores de la talla de Robert de Niro y Jack Nicholson, ahora le corresponde al extraordinario actor sueco darle su impronta al personaje. Y el suyo será uno de los mejores Diablos de los noventa, sutil, elegante, refinado y seductor. El suyo es un Diablo aparentemente amistoso e inofensivo, que sabe hurgar en el interior de las personas, escarbar entre sus miedos, esperanzas y anhelos, para darles lo que ellos más desean. Y ahí está su peligro. Poco a poco irá camelando a los sencillos habitantes de un pequeño pueblo de Nueva Inglaterra, sembrando al mismo tiempo, de manera sibilina, la semilla de la discordia y el odio.


Le corresponderá al sheriff Alan Pangborn, interpretado por Ed Harris, detener a este mefistofélico seductor y restaurar la calma en el pueblo de Castle Rock, al compás de una estupenda banda sonora de Patrick Doyle.


En 1995 Álex de la Iglesia estrenó su irreverente y divertida gamberrada, El Día de la Bestia, que a día de hoy sigue siendo una de sus mejores películas. También fue el año de The Prophecy, estrenada en nuestro país como Ángeles y Demonios (nada que ver con el mediocre blockbuster basado en la mediocre obra del mediocre Dan Brown). Dirigida por Gregory Widen y protagonizada por Elias Koteas, Virginia Madsen, Viggo Mortensen y un soberbio Christopher Walken en el papel del carismático arcángel Gabriel, esta modesta serie B, cuyo éxito propiciaría varias secuelas, consiguió aportar algo de frescura y originalidad al subgénero del terror bíblico con una historia que cuestiona la idílica visión de los ángeles encontrada en el cine hasta ese momento. Christopher Walken se lo pasa pipa y, de paso hace que el espectador también lo haga gracias al brío y el magnético carisma que le insufla al personaje con su portentosa actuación. Atención también a la estupenda banda sonora de David C. Williams.



Si pasamos por alto productos fallidos como la decepcionante Spawn (1997) y otros de mayor interés como la muy digna y disfrutable Pactar con el Diablo (la cual será abordada debidamente en el siguiente apartado como la aportación más lograda al cine centrado en el Diablo de los noventa), también de ese mismo año, los restantes títulos que merecen nuestra atención fueron estrenados en el año 1999.

En primer lugar, La Novena Puerta (The Ninth Gate), película dirigida por Roman Polanski, basada en un relato de Arturo Pérez Reverte e interpretada por Johnny Depp en el papel de Dean Corso, una especie de investigador que se dedica a buscar libros antiguos para los coleccionistas más selectos y exigentes de todo el mundo. Corso recibe de un tal Boris Balkan (interpretado por Frank Langella) el encargo de localizar los dos últimos ejemplares de Las Nueve Puertas de Reino de las Sombras, un libro legendario y maldito del siglo XVII y del que se afirma fue escrito por el Diablo en persona, así como también verificar su autenticidad.


La investigación desatará toda una ola de violencia y asesinatos entre todos aquéllos que, de una forma u otra, están relacionados con los libros. La Novena Puerta es un film menor en la filmografía de Polanski, y también en la tradición del género de terror, mas no está exento de interés. Basado en la obra El Club Dumas de Reverte, Polanski centra su película en el componente sobrenatural de tinte satánico, consiguiendo una entretenida obra que se deja ver con interés.

Especialmente destacable es su banda sonora, compuesta por Wojciech Kilar, el compositor de la mítica banda sonora para el Drácula de Coppola, cuyas influencias están muy presentes en este trabajo. El corte que abre el disco, titulado Vocalise, es una maravilla ante la que es imposible no verse conmovido. Rezuma una delicadeza y un lirimo exquisitos. Una auténtica joya de la música de cine, apoyada en la hermosa voz de la soprano Sumi Jo.


El segundo corte, Opening Credits, que sí acusa la influencia de Drácula, especialmente de ese soberbio tema escuchado en The Brides, es, como no podía ser de otra manera, un tema maravilloso que se adapta a la perfección a los excelentes títulos de crédito de la película. Es un tema amenazador, intrigante, y que rezuma una diabólica elegancia.


Igualmente destacable es el corte número quince, Corso and the Girl, con un crescendo coral que recuerda de nuevo a Drácula, en esta ocasión al espectacular Dracula – The Beginning. En ese sentido, y para los que realmente puedan considerarlo como un defecto, lo único que podría achacarse a esta obra es su demasiado obvia similitud a la música del film de Coppola. En mi caso personal, en tanto que considero que el Drácula de Kilar es una de las mejores bandas sonoras de la historia (y la mejor banda sonora de terror de la historia junto con Hellbound: Hellraiser II), pues esta similitud no llega a incomodarme del todo.


Más rutinaria y anodina resulta El Fin de los Días (End of Days), una película dirigida por Peter Hyams e interpretada por Arnold Schwarzenegger y el siempre estupendo Gabriel Byrne en el papel de un elegante, irónico, imponente y maligno Satán. En 1979 nace en un hospital de Manhattan Christine, una niña con una marca que la identifica como la elegida para concebir al mismísimo Anticristo. Treinta años después, Jericó Cane (Schwarzenegger), un expolicía amargado por la muerte de su mujer en un desgraciado accidente, deberá impedir que el Diablo (Byrne) consuma sus malignos propósitos respecto a Christine.


El Fin de los Días es un producto de acción al servicio de la otrora estrella del cine de acción Arnold Schwarzenegger, en horas bajas desde hacía ya bastante tiempo. La película funciona como entretenimiento, en especial gracias a la estupenda caracterización que realiza Byrne como el Diablo, no exenta de ese sentido del humor cáustico y cínico del que ya haya hecho alarde el actor en otras películas. Sin embargo, como película de terror no aporta nada y está rodada con más énfasis en ofrecer una carcasa atractiva al espectador que en aportar una historia sólida y bien construida. Una pena.


Respecto al irregular score de John Debney, pues decir que se trata de uno de esos trabajos que cuentan con unos títulos de crédito aceptables aunque, no obstante, bastante convencionales, basados en un rutinario empleo de coros y una voz infantil que parece recitar alguna salmodia al Dios de los Infiernos. El tema no está mal, pero realmente es lo único medianamente interesante de un score bastante aburrido en su conjunto.

Gabriel Byrne debió de cogerle cariño al género del terror con tintes religiosos, ya que en ese mismo año protagonizó Stigmata de Rupert Wainwright. En este caso, empero, se posiciona del lado de Dios en el papel del padre Andrew Kiernan, un investigador al que recurre el Vaticano para desmontar falsos milagros y verificar fenómenos aparentemente inexplicables, en este caso el relacionado con los estigmas.


La premisa no carece de interés, y sin embargo el tratamiento tan formulario al que nos tiene acostumbrados el cine de terror hollywoodiense impide que la podamos considerar como otra cosa que no sea un entretenimiento correcto pero sin la menor brillantez. La insípida banda sonora del mediocre Elia Cmiral tampoco es que ayude a mejorar las cosas.

Finalmente, no podemos cerrar este apartado sin hacer mención de la ya legendaria El Proyecto de la Bruja de Blair (The Blair Witch Project), dirigida por los debutantes Daniel Myrick y Eduardo Sánchez. ¡Y qué debut! Esta película ejemplifica a la perfección hasta qué punto no es necesario contar con presupuestos muy holgados y grandes medios para pergeñar una película de terror que, precisamente por su suprema austeridad y verismo, resulta del todo escalofriante. Los directores supieron sacar provecho de sus limitaciones con inteligencia, explotando otros mecanismos de promoción como el Internet que contribuyeron a convertir esta película en un verdadero fenómeno de masas.


De este modo, la página web de la película, operativa ya antes del estreno de la película, jugaba con la idea de que la historia había ocurrido realmente, y que la obra de Myrick y Sánchez recopilaba, a modo de documental, las experiencias reales filmadas en 1994 por tres estudiantes de la Universidad de Montgomery, Heather, Joshua y Michael, los cuales habían decidido realizar un documento gráfico en Burkittsville, Maryland, sobre una bruja local del siglo XVIII llamada Elly Kedward.


Acusada en 1785 de brujería y de extraer sangre de unos niños, la bruja de Blair (actualmente Burkittsville) había sido atada a una carretilla y abandonada a su suerte en medio del bosque durante el gélido invierno. Sin embargo, un año más tarde, en noviembre de 1786, los hijos de Blair fueron desapareciendo sin dejar rastro y, temiendo que aquellas desapariciones fueran fruto de una maldición de la bruja, los habitantes de Blair huyeron aterrorizados del lugar, lugar sobre el que aún hoy día, dos siglos después, pesa dicha maldición.


Heather, Joshua y Michael se afanan por recopilar toda la información disponible acerca de la bruja, interrogando a los habitantes del pueblo, entre ellos una enigmática anciana que les da indicaciones acerca de dónde encontrar algún rastro de la bruja, a la que afirma haber llegado a ver con sus propios ojos. De este modo nuestros tres protagonistas se internan en los bosques de Burkittsville, a la búsqueda de un cementerio olvidado en donde posiblemente se halle la tumba de Elly Kedward.


Y jamás serán vistos de nuevo... sólo gracias al descubrimiento, un año más tarde, del material que los estudiantes habían rodado, unas latas de película con el título El Proyecto de la Bruja de Blair, podremos presenciar, como voyeurs alentados por una morbosa curiosidad, el trágico y escalofriante destino que la bruja de Blair les tenía deparados.


Con el fin de lograr ese look de película doméstica, los directores rodaron con una cámara de cine de 16 mm y una videocámara, potenciando la sensación en el espectador de estar viendo el material rodado realmente por nuestros tres protagonistas y metiéndolos aún más en la historia. Por supuesto, esa búsqueda de un look realista y doméstico, gracias a la técnica de la filmación del procedimiento, justificaba todas sus imperfecciones técnicas, desde la grumosa textura hasta los movimientos bruscos de cámara y algunos planos no muy cuidados. El espectador es siempre partícipe del caos del rodaje, y ese caos contribuye a reforzar en el espectador la sensación de que lo que están viendo ocurrió de verdad.


Hasta tal punto llegaron en su obsesión por el realismo que incluso los mismos actores aparecen acreditados con sus nombres reales. Así, tanto Michael C. Williams como Joshua Leonard y Heather Donahue recibieron un intensivo entrenamiento de dos días en el manejo de la cámara para ser, acto seguido, abandonados a su suerte, teniendo que improvisar frecuentemente al estar rodada la película en tiempo real durante el transcurso de ocho días. Hay que tener en cuenta que, al internarse en los bosques del Seneca Creek State Park de Maryland, nuestros tres protagonistas no fueron advertidos de algunos de los pormenores a los que tendrían que hacer frente.


Por pormenores no nos referimos únicamente a las inclemencias del tiempo y la inmisericorde hostilidad de aquel lugar salvaje y áspero, sino también al comportamiento de los mismos directores para con sus actores, los cuales pasaron hambre, frío, y además recibieron algún que otro susto. De este modo la identificación de los actores con sus respectivos personajes no podía ser más inevitable, y muchas de las reacciones y comportamientos mostrados por los actores resultan tan convicentemente inquietantes porque la frontera entre, por un lado, los actores y, por otro, los personajes que estos interpretan, no está siempre tan claramente delimitada.


Como toda gran película de terror, El Proyecto de la Bruja de Blair empieza con un tempo calmado para ir, poco a poco, provocando una desazón e incomodidad cada vez mayores, hasta su pavoroso desenlace, que consigue soliviantarnos y aterrarnos sin recurrir al gore, a la música estridente (de hecho) o los manidos golpes de efecto de siempre.


Por supuesto, la idea del falso documental no es nada nueva. Recordemos que ya en los 70 y 80 directores como Michael y Roberta Finlay o Ruggero Deodato optaron por una campaña de promoción similar para sus películas. El caso de ese abominable y abyecto engendro titulado Holocausto Caníbal (Cannibal Holocaust, 1980) tuvo una especial repercusión en los medios, hasta tal punto es así que revistas como Interviù llegaron a hacerse eco de la noticia pensando que los atroces actos de depravación cometidos en el truño de Deodato eran reales. Bueno, lógicamente las escenas de tortura, mutilación y empalamientos a seres humanos eran fake... ojalá pudiéramos decir lo mismo de las innecesarias, salvajes y denigrantemente reales escenas de tortura y matanza animal.


Volviendo a El Proyecto de la Bruja de Blair... si bien, como acabamos de comentar, no creó nada nuevo (más bien se sirvió de cauces de promoción inexistentes en décadas anteries, con lo que logró un efecto viral mucho más contundente), sí contribuiría a reinstaurar el cine de terror de realidad (cinéma vérité), sirviendo de modelo a muchas otras películas que tratarían, con igual o desigual fortuna, de aprovechar el filón del falso documental de terror. Una de las primeras, y también una de las mejores en tomarle el relevo a la película de Myrick y Sánchez, fue la angustiosa Open Water (2003) de Chris Kentis; la última en llegar a nuestras carteleras fue nada más y nada menos que esa soberana estupidez titulada Paranormal Activity (2007), uno de los mayores bluffs de la historia del cine de terror.


Por supuesto, el éxito de El Proyecto de la Bruja de Blair auspiciaría una secuela, estrenada en el año 2000 bajo el título de El Libro de las Sombras (Book of Shadows: Blair Witch 2). En comparación con la primera, la secuela de Joe Berlinger resulta más convencional y además se pierde esa obsesión por el realismo que tan buenos resultados les había dado a Myrick y Sánchez, en aras de un producto más marcadamente hollywoodiense y por tanto artificial, contando, eso sí, con un presupuesto mayor. Sin embargo, sería muy injusto pasar por alto los méritos de esta, pese a todo, muy reivindicable secuela. Todo el clímax, subrayado por la siniestra música de Carter Burwell, resulta especialmente terrorífico.




12) Pactar con el Diablo (The Devil's Advocate, 1997).

12.a. La película.

Como ya hemos comentado anteriormente, la película de Taylor Hackford constituye una de las aportaciones más destacables a la temática satánica del cine de los 90, gracias especialmente a la gloriosa interpretación del inmenso Al Pacino como el mismo Lucifer, siguiendo los pasos de su compañero Robert De Niro. Esta película, no obstante, es muy distinta a El Corazón del Ángel.


Keanu Reeves interpreta a un brillante, joven y ambicioso abogado llamado Kevin Lomax, el cual no ha perdido nunca un caso, y que vive felizmente con su joven y hermosa esposa, Mary Ann, interpretada por la guapísima Charlize Theron. Desde el principio se nos describe a Lomas como un individuo sin muchos escrúpulos y obsesionado más bien en mantener su éxito profesional a base de esfuerzo y trabajo, sin considerar demasiado las repercusiones.


Un buen día recibe la visita de un abogado de Nueva York que le explica que la poderosa firma de abogados a la que representa, liderada por un tal John Milton (en un obvio guiño al autor de la obra El Paraíso Perdido), estaría interesada en contar con sus servicios, lo cual supondría el empujón definitivo que necesita Lomax para ampliar sus metas y aspirar a algo más. De la tranquilidad de su hogar el abogado y su esposa marchan a la bulliciosa ciudad del vicio y del pecado, Nueva York, en donde la firma de Milton le han asignado un nuevo, espacioso y luminoso hogar.


Al principio todo parece irle de maravilla al matrimonio Lomax. John Milton, interpretado por Al Pacino, es un hombre de mundo brillante y carismático que apadrinará (no pun intended) al muchacho y le ayudará a subir gradualmente en el mundo de la abogacía, proporcionándole poder, dinero y más gloria.


Sin embargo, y sin darse cuenta de ello, esto irá acarreando una serie de diabólicas consecuencias, ya que el interés de Milton por Lomax obedece a unos objetivos ya establecidos de antemano y que supondrían la condenación eterna de Lomax y de todos los que le rodean. Y lo que en un principio parecía ser un paraíso terrenal acabará por convertirse en un descenso a los Infiernos.


Cegado por su éxito, Kevin no escucha a su mujer, la cual va sumergiéndose gradualmente en los abismos más insondables de la locura y la desesperación, víctima de terroríficas alucinaciones y pesadillas. Mary es consciente de lo que está pasando pero no consigue comunicarse con su marido, ya que el precio que han tenido que pagar por el éxito y la gloria es precisamente ése, la incomunicación, el aislamiento, la desconfianza. No será hasta que Mary Ann sacrifica su vida que Kevin empezará a darse cuenta de la realidad, lo cual dará paso a una confrontación final con Milton en el que están en juego su alma y el destino de la humanidad.


Pactar con el Diablo es una muy interesante aproximación al género en el que volvemos a encontrar algunas de las constantes de este tipo de cine: el derrumbe, nuevamente, de la joven pareja de Kevin Lomax, que será la única en ver la realidad, asediada por horribles alucinaciones en las que el Diablo y sus seguidores se manifiestan tal y como realmente son.


Nos encontramos, nuevamente, la intrusión de lo sobrenatural dentro del mundo idílico de los protagonistas que ya puede encontrarse en anteriores películas del género. La película se toma su tiempo para presentar a los personajes y describir la adaptación de la joven pareja en su nueva vida, dosificando sabiamente sus bazas. Keanu Reeves realiza una de las mejores interpretaciones de su carrera, y Charlize Theron está igualmente estupenda en su papel, aunque ambos no pueden evitar quedar excluidos a un discreto segundo plano en el momento en el que Al Pacino hace acto de presencia, como no podía ser de otra manera tratándose de uno de los mejores actores (para mi gusto el mejor) de la historia del cine.


Este camaleónico actor desprende un magnetismo que lo convierte en el actor ideal para interpretar a Satanás. Como antes se apuntó, el suyo es un Diablo muy distinto al ofrecido por Robert De Niro justo diez años atrás. El Diablo de Pacino es un muy carismático, magnético, divertido y seductor parlanchín, un amante del baile y las mujeres, dotado de una verborrea ante la que es imposible encontrar una defensa.


Milton sabe mejor que nadie cómo atraer a la gente a su lado, cómo ganarse a las personas, sabe mejor que nadie qué darle a cada uno. El suyo es un Diablo que resulta simpático, y que incluso llega a resultar convincente en cualquiera de sus largos monólogos, entre los cuales no podemos por menos que destacar el siguiente extracto, que debería constar como una de las disquisiciones dialécticas más brillantes de los últimos años:

Kevin Lomax: What do you want from me?

John Milton: I want you to be yourself. Y'know, boy, guilt is like a bag of fucking bricks. All you gotta do is set it down.....Who are you carrying all those bricks for, anyway? God? Is that it? God? Well, I'll tell ya... lemme give you a little inside information about God. God likes to watch. He's a prankster! Think about it. He gives man instincts! He gives you this extraordinary gift and then... what does he do? I swear, for his own amusement, his own private, cosmic gag reel... he sets the rules in opposition!! It's the goof of all time! Look. But don't touch! Touch. But don't taste! Taste. Don't swallow! [laughs] And while you're jumping from one foot to the next, what is he doing??? He's laughing his sick, fucking ass off!! He's a tight ass, he's a sadist... he's an absentee landlord!! Worship that????? Never!!!!

Kevin: Better to reign in Hell than serve in Heaven, is that it?

Milton: Why not? I'm here on the ground with my nose in it since the whole thing began! [screaming] I've nurtured every sensation Man has been inspired to have! I cared about what he wanted and I never judged him. Why? Because I never rejected him. In spite of all his imperfections, I'm a fan of man!!
[Calms] I'm a humanist. Maybe the last humanist. Who, in their right mind, Kevin, could possibly deny the 20th century was entirely mine? All of it, Kevin, all of it! Mine! I'm peaking here! It's my time now. It's our time.



En realidad los elementos propiamente de terror se toman su tiempo en aparecer, aunque cuando lo hacen resultan realmente inquietantes, especialmente en lo relativo a las torturas psicológicas y vejaciones físicas que, se insinúa, sufrió Mary Ann y que la llevaron a la locura y al posterior suicidio. La estupenda confrontación final entre Milton y Lomax, no obstante, se mantiene exclusivamente en el terreno de la dialéctica.


En definitiva, tanto por su estupendo guion, como por los estupendos diálogos, el magistral diseño de producción (especialmente en el impresionante mural viviente que puede verse al final de la película en el despacho de Milton), las soberbias interpretaciones de los actores principales y su apropiada banda sonora, esta película merece ser un referente ineludible del cine de terror con referencias al Diablo, además de una eficaz y correcta película de género.

12.b. La música.

Con respecto al score, pues basta decir que se trata de un trabajo realizado con corrección por James Newton Howard, y que por tanto se limita a cumplir de manera eficiente con los requisitos de la historia. En cualquier caso, algunos momentos son especialmente brillantes, tales como Geddes/Weaver, I Rest My Case y, sobre todo, el espectacular Lovemaking, seguramente el mejor corte de todo el compacto, y que se escucha en el momento en el que Kevin y Mary Ann hacen el amor en su recién estrenado piso.


El corte comienza con sonidos de viento y cuerda, transmitiendo una sensación de magia, felicidad, como de estar viviendo en una nube. Su vida ha cambiado drásticamente, y gracias a Milton tienen una nueva y mejor casa en Nueva York. La música parece acentuar el ensueño en el que están viviendo los amantes.

En ese momento, más adelante, entran unos siniestros coros, que parecen advertir de las verdaderas intenciones de Milton, como si estuvieran anunciando que aquella nueva vida que se extendía ante ellos forma parte de un complot maligno que se cobrará la vida de la misma Mary Ann. El oyente es consciente de que aquel cambio de vida no va a deparar tanta felicidad como puede parecerles a los protagonistas en ese momento, y que algo siniestro se esconde en el bufete de Milton. El tema se cierra con un súbito crescendo que parece reforzar la idea de que el precio que la pareja tendrá que pagar será demasiado alto...


El principal problema de este score es la ausencia de un buen tema principal que de coherencia al conjunto. No obstante, es un trabajo interesante de uno de los mejores compositores actuales que ha dado el cine, lo cual ya es de por sí mucho....


Calificación de la película: **** sobre *****

Calificación de la banda sonora: *** sobre *****



13) El Diablo en el siglo XXI.

El cine de temática satánica y brujería estrenó nuevo siglo con títulos como la anteriormente comentada secuela El Libro de las Sombras, Poseídos, la cual será abordada con más detenimiento en el siguiente apartado, y La Bendición (Bless the Child, 2000). Este infumable bodrio ejemplifica a la perfección todo lo que va mal en el cine de terror contemporáneo. Dirigida por Chuck Russell e interpretada por Kim Basinger, Jimmy Smits y Christina Ricci, se trata de una plúmbea incursión para todos los públicos en un pseudoterror de telefilm de sobremesa.


Lo único positivo de semejante aberración es su banda sonora, que corre a cargo de ese genio y maestro de la música de cine de terror que es Christopher Young. Esta banda sonora es un trabajo monumental, aunque se resiente en su edición discográfica de una distribución en cinco cortes de larga duración que, quizás, no sea la más adecuada para disfrutar realmente de este trabajo. En cualquier caso, se trata de una obra imprescindible para cualquier aficionado serio a la música de cine (de terror).


Las limitaciones impuestas a este estudio nos obligan a detenernos aquí y emplazaros a una futura y posible continuación en donde se analice lo que el nuevo siglo ha dado de sí en materia de cine de temática satánica, lo cual no es poco, como así demuestran títulos tales como la escalofriante y fascinante La Familia Manson (The Manson Family, 2003), la aterradora El Exorcismo de Emily Rose (The Exorcism of Emily Rose, 2005), la interesante Réquiem: El Exorcismo de Micaela (Requiem, 2006), la gamberra e irreverente Constantine (2005), la muy barkeriana Necromentia (2009), la muy original y reivindicable Believers (2007), la irregular [REC] 2 (2009), la gran obra maestra de Lars von Trier, Anticristo (Antichrist, 2009), la muy deliciosamente retro La Casa del Diablo (The House of the Devil, 2009), la fallida Exorcismo en Connecticut (The Haunting in Connecticut, 2009)... y, por supuesto, todo ese revival que estamos viviendo desde hace ya tiempo con películas como El Último Exorcismo (The Last Exorcism, 2010), La Posesión de Emma Evans (Exorcismus, 2010) o El Rito (The Rite, 2011), sin olvidarnos de la inmundas Legión (Legion, 2009) y La Trampa del Mal (Devil, 2010). En lo que respecta al presente monográfico, no obstante, daremos por concluido nuestro repaso deteniéndonos en la primera película de interés que nos ha brindado el nuevo siglo, Poseídos.







14) Poseídos (Lost Souls, 2000).

14.a. La película.

Auspiciado por el reestreno en la pantalla grande de El Exorcista en un nuevo montaje que incluía escenas no vistas hasta el momento, y aprovechando el tirón del cine de terror con elementos satánicos durante aquellos años, se imponía una nueva incursión cinematográfica en el siempre inquietante género del Diablo, el Anticristo y las posesiones infernales.


En realidad no fue sólo una incursión, si tenemos en cuenta que La Bendición fue estrenada también durante el mismo año. Aunque ésa no cuenta porque, como ya hemos explicado, no es de terror ni nada... en fin... sigamos. En cualquier caso, Poseídos, dirigida por el polaco Janusz Kaminski, volvía a poner de moda en el cine mainstream el tema de los exorcismos, que no había sido tratado con la misma intensidad terrorífica desde la obra maestra de Friedkin.


La película comienza con una cita del Deuteronomio (libro 17) en la que se hace referencia a la figura del Anticristo, sobre la cual gira el argumento de la película:

A man born of incest
Will become Satan.
And the world as we know it,
Will be no more.


Nada más terminar los créditos de inicio, mecidos por la cuasi beatífica música de Kaczmarek, solemne, calmada y expansiva, la historia comienza presentando a uno de los personajes principales de la misma, Maya, interpretada por Winona Ryder. Como se revela más adelante, Maya fue huérfana, perdiendo a sus padres siendo niña, y volviéndose una criminal, hasta que fue reformada, graduándose en Estudios Superiores e impartiendo clases en la escuela del Seminario en el que reside.


Su conexión con el Seminario y los sacerdotes allí residentes, especialmente el padre Lareaux, tuvo comienzo años atrás, cuando Maya fue poseída por un demonio y Lareaux tuvo que estar durante seis días entregado a un exorcismo para librarla del mal que anidaba en su interior. Desde entonces ella, Lareaux y otro sacerdote llamado John Townsend han estado obsesionados buscando indicios que puedan arrojar algo de luz acerca de la inminente llegada del Anticristo a la tierra. Maya tiene en ocasiones extrañas visiones en las que presencia acontecimientos reveladores y premonitorios.

Nada más comenzar la película, asistimos al primer exorcismo, oficiado por el padre Lareaux y con el apoyo de Maya y el padre John. Los tres se dirigen a un psiquiátrico a oficiar un rito de exorcismo a un paciente llamado Henry Birdson, profesor que asesinó brutalmente a su familia y que creen está poseído. A consecuencia del exorcismo, el padre Lareaux acaba en un estado de shock que lo obligan a permanecer en cama bajo tratamiento.


Por su parte, Birdson sufriría una aparente apoplejía que lo mantendría en cama bajo los cuidados del personal del psiquiátrico. Antes de que ocurriera esto, no obstante, Birdson tuvo tiempo de advertir, durante el exorcismo, que Satán poseería el cuerpo de un hombre, cuyo nombre escribió utilizando un código numérico que Maya consiguió descifrar, y que aludía a Peter Kelson, personaje central de la historia, interpretado por Ben Chaplin.

Al igual que Maya, Peter perdió también a sus padres en un horrible crimen, siendo criado por su tío, un sacerdote llamado James, convirtiéndose en un famoso escritor de éxito autor de un estudio sobre asesinos en serie. A diferencia de Maya, que cree tanto en Dios como en el Diablo, y que está convencida de que Satán tomará forma humana, Peter por el contrario no cree en el Mal con mayúsculas, considerándolo una proyección mental de los individuos. Peter tampoco tiene fe, aunque, al igual que Maya, en ocasiones tiene sueños reveladores, el último de los cuales incluía un libro con las letras XES grabadas en la portada.


Maya escucha a Peter en una entrevista televisiva hablando sobre su concepto del Mal y el Hombre, y va a verlo a su despacho con la intención de demostrarle la existencia del Mal. Maya le hace entrega de la cinta grabada con el exorcismo a Henry Birdson. En una de las escenas más escalofriantes de la película, vemos a Peter tratando sin éxito de escuchar una cinta que parece no tener nada grabado.... si no fuera porque su vecina sí puede escuchar, en toda su demoníaca cacofonía, dicha grabación, afectándola hasta el extremo de inducirla al suicidio.

Mientras, el padre John Townsend, compañero de exorcismos de Maya y el padre Lareaux, toma la resolución de asesinar a Peter Kelson antes de que se culmine la transformación y su cuerpo acoja al mismo Anticristo. Sin embargo, no consigue consumar sus planes debido a la intromisión de algunos de los asistentes a la cena a la que estaba invitado Kelson. Peter se entera por medio de la policía de la relación entre la persona que intentó matarlo y Maya, y, enojado, va a verla con el fin de recibir alguna explicación sobre los extraños acontecimientos de los últimos días. Maya le explica que va a convertirse en el Anticristo, y ambos tienen una violenta discusión.


El mundo de Peter Kelson empieza a desmoronarse poco a poco. Un vidente le explica que la palabra XES que aparece de manera tan recurrente en sus sueños no es una combinación de tres letras, sino una cifra constituida por números griegos, y cuyo equivalente es 666, y le advierte igualmente que el momento de su transformación está cerca. En otra escalofriante escena, Kelson entra en una iglesia a pedir consuelo y ayuda a Cristo, y mientras mantiene su mirada fija en el crucifijo, el Cristo se desprende de los clavos que atravesaban sus manos y queda colgando bocabajo frente a él, en una clara alusión a la cruz invertida que identifica al Anticristo. Fruto de la desesperación, Peter regresa a Maya, la cual había estado investigando sobre el pasado de Kelson, descubriendo que todo estaba pensando desde que él nació: Peter fue fruto de un incesto y no tuvo un bautizo cristiano, con el objeto de prepararlo para la transformación final en el Hijo del Diablo.

En casa del padre John descubren por medio de claves que la presencia demoníaca aparecerá en el trigésimo tercer aniversario del nacimiento de la persona escogida, la cual se convertirá desde ese mismo momento en un ser perverso que traerá el reino de Satanás a la tierra. Peter Kelson, de 32 años, le revela a Maya que cumple la edad indicada a las 4:55 horas del día siguiente, con lo que Maya intentará encontrar algún medio para evitar a toda costa que dicha conversión pueda consumarse.


A diferencia del padre John, Maya cree que todavía existe una esperanza mientras siga siendo humano. Por ese motivo, deciden ir a buscar al padre Lareaux, el cual parece estar recuperado del shock producido tras el exorcismo a Henry Birdson, si bien en realidad es él ahora la víctima de la posesión demoníaca. Cuando Maya va a pedirle consejo y ayuda y Lareaux les responde que ya no hay necesidad de preocuparse, porque ya han triunfado ella empieza a sospechar la verdad, y para ponerlo en evidencia le coloca una imagen sagrada en su piel, haciendo que el sacerdote reaccione con rabia y dolor, blasfemando, y no dejando duda acerca de su condición de poseído. El padre Thomas oficia el exorcismo, consiguiendo expulsar al demonio, pero a costa de la vida del propio padre Lareaux, el cual, antes de morir, les conmina a hablar con el tío de Peter.

Cuando Maya y Kelson irrumpen en la iglesia donde oficia misa el padre James son testigos de la verdadera identidad de los allegados a Kelson, y comienzan a entender hasta qué punto Peter ha sido manipulado desde su misma infancia por sus familiares e incluso su novia: todos ellos forman parte de la Iglesia de Satán, una secta satánica que ha criado a Peter preparándolo para el momento en el que su cuerpo acogerá al hijo de Satán. Su tío se revela como el asesino de sus padres, y amenaza con asesinar a Maya con el propósito de alentar a Peter a acabar con su vida y cometer así un pecado capital que marque de este modo su ruptura total con Dios.


Kelson mata a su tío, escapando acto seguido con Maya en un coche. La hora en la que se efectuará la transformación está cerca, por lo que deciden detener el vehículo y permanecer en su interior, resguardados de la noche tormentosa, a la espera de la hora en la que supuestamente Pete Kelson deja de existir para acoger al mismísimo hijo de Satanás. Peter le pide a Maya que lo mate, pero ella no es capaz porque él aún es mortal.

Cuando llega la hora señalada, lejos de mostrar algún cambio en su conducta, Peter parece reaccionar con normalidad, e intenta hacerle ver a Maya que no ha ocurrido nada, que todo sigue igual que siempre, que toda aquella conspiración satánica no era más que una absurda farsa. Cuando Maya está empezando a creer en sus palabras, entonces puede ver cómo el reloj en el que queda reflejada la hora cambia la súbitamente su numeración de 4:55 a 6:66, en una señal lo suficientemente reveladora como para que Maya comprenda que la transformación se ha consumado y que la persona que se encuentra a su lado no es ya Peter Kelson, sino algo mucho más diabólico, un hambriento lobo oculto tras una piel de cordero. Haciendo acopio de valor, Maya dispara a Peter, acabando de este modo con su vida y salvando a sí a la humanidad de la llegada del Anticristo.


Como puede apreciarse, la historia de Poseídos está lejos de ser original, tomando elementos argumentales de La Semilla del Diablo, La Profecía y El Exorcista. El polaco Janusz Kaminski, conocido y respetado por su impresionante labor como director de fotografía en las películas de Steven Spielberg desde el año 1993, se estrena como director absoluto en una historia que no cuenta nada nuevo pero que está narrada y dirigida con dignidad y oficio, destacando especialmente, como no podía ser de otra manera, su maravillosa fotografía. Poseídos es una película pesimista en la que priman los colores apagados y fríos, que denotan distanciamiento, soledad, incomunicación.

Los personajes principales son criaturas alienadas, distanciadas del resto del mundo. Tanto Maya como Kelson son peones que responden a los designios de una fuerza superior que les trasciende. Maya está llamada a ayudar a aquellas personas que, como ella, son víctimas de alguna posesión maligna, y también a encontrar el receptáculo que habrá de acoger al hijo del mismo Diablo. Por otro lado, Kelson forma parte de un diabólico entramado sin ser siquiera consciente de ello. Al final, Maya cumplirá con su deber matando al que ha de acoger al Anticristo, pero es una victoria amarga, para nada satisfactoria.


El precio que han de pagar los seres allegados a Maya es demasiado alto. Tanto Leroux como Townsend, como Kelson, como sus mismos padres... todos ellos encuentran un aciago final a sus vidas. En este sentido, Poseídos es una película bastante pesimista, en la que no brilla ningún atisbo de esperanza. Maya conservaba la ilusión de poder frenar la satánica maquinación, de poder revertir el proceso, de poder salvar el alma de Kelson, mas todo es en vano, y al final el Diablo vence. Aunque Maya consiguió destruir su habitáculo, Satán tiene toda la eternidad por delante para seguir intentándolo.

La película se beneficia sobremanera, como antes se apuntó, de su epatante estilo visual, especialmente en las escenas de exorcismos, descritas con un realismo ciertamente turbador. Estas escenas acentúan la sensación de desconcierto, de horror en su estado más puro, gracias a esa impresionante fotografía a la que antes hacíamos referencia y a unos efectos de sonido realmente aterradores.


Desgraciadamente, pienso que el espectador no llega a ser nunca capaz de asimilar debidamente todo este aluvión de estímulos visuales y auditivos con los que la película bombardea los sentidos en las dos breves pero impactantes escenas de exorcismo que se pueden encontrar en la película. La escena del último exorcismo, especialmente, es demasiado corta, narrada a un ritmo acelerado que perjudica en mi opinión el impacto de las imágenes en la retina del espectador, el cual apenas si tiene tiempo de procesar correctamente lo que está viendo.

El terror de Poseídos apunta a un plano más sutil y etéreo, espiritual si cabe, que a un plano físico, visceral, físico. Y aunque consiga turbar al espectador en sus contadas escenas de terror, no consigue resultar tan estremecedora y enfermiza como la película de William Friedkin. El principal problema, como ya se ha comentado anteriormente, está en la falta de sorpresas de un guion en el que casi todo es demasiado previsible como para que consiga sacar realmente partido de las posibilidades argumentales del guion.


Por otro lado, Ben Chaplin no termina por resultar del todo convincente en su papel de Peter Kelson, como si no llegara a verse en ese papel. Su interpretación carece de la intensidad esperable en una persona que, en un período de tiempo relativamente exiguo, descubre que todo aquello en lo que siempre había creído no es sino una pantomima, y que aquellos en quienes siempre había confiado guardaban un oscuro secreto que iba a afectar su vida para siempre. La interpretación de Chaplin no termina por resultar todo lo creíble que considero necesario en una película de estas características.

En cualquier caso, Kaminski le da su impronta personal, lo cual es algo muy de agradecer en los tiempos que corren, aunque sea principalmente en el campo de lo visual. El resultado es una película personal, de impecable factura, y con algunos momentos de brillantez cinematográfica traducidos en unas secuencias de exorcismo y terror pavorosamente realistas. Es una pena, porque podría haber sido un nuevo clásico del género de terror satánico de haber contado con un guion más arriesgado y, quizás, una mayor predisposición a traspasar las fronteras de lo convencional e ir más allá de lo esperable en una película de estas características.

14.b. La música.

Otro de los elementos que da ese toque de distinción tan especial a la película es la extraordinaria banda sonora compuesta por el también polaco Jan A.P. Kaczmarek. Sin embargo, éste es uno de esos casos en los que considero pertinente distinguir entre la música compuesta para la película y la música que realmente se escucha en la película. Si bien en ocasiones establecer dicha distinción es ciertamente innecesario y redundante, en el caso de Poseídos es realmente imprescindible, debido a las importantes diferencias entre ambos casos y que condicionan la percepción y valoración de la música.


Para empezar, es necesario tener en cuenta que no toda la música que aparece recogida en el cd puede escucharse en la película. Por desgracia, mucha música ha quedado fuera, o reducida a escuetos esbozos que no permiten apreciar en toda su belleza el desarrollo original tal y como aparece recogido en el cd. Y lo más lamentable e incomprensible es que toda esa música que ha quedado fuera constituye un bloque musical de inestimable interés, con lo que la película, para el que haya escuchado con antelación la banda sonora y espere encontrar y reconocer los temas de la misma dentro del film, se resiente de una selección sonora que, en realidad, no hace del todo justicia al trabajo de Kaczmarek.


La música de Poseídos es rica en matices y sonoridades. El corte que abre el disco, Lost Souls, introduce un sencillo pero bonito tema que evoca misterio y melancolía, imbuido en un aura sacra, y que sirve de perfecta introducción a una historia centrada en la salvación y redención del alma. Este tema servirá de leit-motif, apareciendo recurrentemente a lo largo del score, en diferentes variaciones, como hilo conductor de la historia. Destaca especialmente la versión escuchada en el corte número catorce, You are the Man, Peter, que se corresponde con el momento de la historia en el que Maya le revela a Peter el maligno destino reservado para él, y en el que la música cobra por tanto una mayor intensidad dramática y emocional que subraya el contenido de la revelación.

Lost Souls (fragmento)

Otro tema de interés es el tercer corte, titulado Exorcismus, el cual se corresponde con los preparativos y la celebración del exorcismo a Henry Birdson. El tema va cobrando progresivamente mayor intensidad dramática a medida que el exorcismo va llegando a su fin y la confrontación entre el sacerdote y el demonio se vuelve más y más encarnizada. Esporádicos redobles de tambores y cánticos beatíficos vienen a reforzar el carácter épico de la pieza. Los cantos se intensifican y cobran un mayor dramatismo a medida que va acercándose a su recta final, dando paso a una hermosa conclusión basada en un cíclico y obsesivo motivo recurrente para cuerdas.

Exorcismus (fragmento)

Una de las joyas del álbum es el tema de Maya, que aparece recogido en el cuarto corte, Maya’s Lullaby, una maravillosa versión para piano que no está incluida, incomprensiblemente, en la película. El tema es una auténtica maravilla que refleja a la perfección el carácter melancólico, triste y solitario del personaje. La melodía fluye con naturalidad transmitiendo una inmensa sensación de quietud, de paz, la misma paz que encontró Maya al reencontrarse consigo misma y ser salvada por el padre Lareaux del demonio que una vez tomó su cuerpo.

Maya's Lullaby (fragmento)

Este tema vuelve a aparecer en el octavo corte, Violent Variation on Maya’s Theme, el cual, tal y como sugiere su propio título, ofrece una variación en un tempo más acelerado y rítmico del precioso tema de la protagonista femenina de la película. Nuevamente, se trata de otro tema que no aparece en ningún momento en la película.

Violent Variation on Maya's Theme (fragmento)

Es una lástima, porque personalmente considero que se trata del mejor, con diferencia, momento temático del score, y que contribuye mucho a la hora de conferirle a la historia esa atmósfera tan sugerente y especial que conserva de principio a fin, a la vez que sirve de un perfecto acompañamiento al personaje interpretado por Winona Ryder, captando a la perfección su forma de ser y su papel en la historia. Por desgracia, el tema no vuelve a aparecer en el álbum, con lo que se echa en falta, quizás, una mayor presencia y también un mayor desarrollo del mismo.

En el corte número doce, Peter is Lonely and Afraid, encontramos un nuevo motivo temático que ilustra la sensación de desasosiego y desesperanza que embarga a Peter Kelson cuando comienza a ser consciente de que su mundo está comenzando a tambalearse. El tema está sustentado en una bonita combinación de piano y cello que exterioriza a la perfección la angustia existencial que embarga al personaje a esa altura de la historia.

Peter is Lonely and Afraid (fragmento)

El corte dieciocho, titulado The Pentacle, es un emocionante corte de intriga que acompaña al momento en el que Peter Kelson descubre el pentáculo en el techo del piso inferior al suyo. El siguiente corte, titulado The Bridge, ofrece un momento de calma beatífica con coros celestiales que preceden al escalofriante desenlace musical del presente cd. Y es que la selección musical ofrecida en el compacto se reserva para el final los momentos más decididamente espectaculares del score, en especial el díptico formado por The Last Exorcism y Satan’s Church.

The Bridge (fragmento)

The Last Exorcism, es sin duda uno de los momentos más espeluznantes del score, un corte que avanza ominosamente a partir de un patrón rítmico constante y obsesivo creando una textura sonora sombría y demoníaca. El efectivo empleo que hace Kaczmarek del coro en este tema ilustra a la perfección el carácter mítico de la confrontación a la que estamos asistiendo. Unas voces comienzan a recitar una letanía sagrada exigiendo al demonio que abandone el cuerpo del sacerdote, secundadas por una masa coral que va cobrando una mayor intensidad paulatinamente, hasta el espectacular crescendo final que delata el triunfo del Bien sobre el Mal.

The Last Exorcism (fragmento)

Incomprensiblemente, la película no hace uso de este magnífico corte en su integridad, ofreciendo únicamente un breve extracto del mismo. La edición en dvd de la película contiene una versión extendida de este exorcismo en el que podemos apreciar más claramente la extraordinaria labor de Kaczmarek, aunque, curiosamente, el tema que aparece en esta versión alternativa no está siquiera contenida en el álbum, lo cual es una desgracia, puesto que se trata de uno de los momentos de mayor belleza coral de toda la obra.

La secta satánica liderada por el padre James, tío de Peter Kelson, cuenta también con una representación musical en el sexto corte, Bedford Church Choir, un sombrío tema coral que parece recitar un mantra a alguna divinidad infernal. El tema gozará de un desarrollo espectacular en el corte veintidós del álbum, titulado Satan’s Church, que se corresponde con el momento en el que Peter y Maya entran en la iglesia donde se encuentran congregados todos los integrantes del culto a Satán. Campanas, un fondo coral opresivo y unas voces guturales rezando alabanzas a Satán en una macabra, majestuosa, y al mismo tiempo contenida salmodia en celebración a Lucifer. Se trata, sin lugar a dudas, del momento más espectacular de todo el score.

Satan’s Church (fragmento)

El siguiente corte, The Last Ride, se corresponde con la escena final de la película, en la que Maya debe cumplir con su destino y dar fin al hijo del Diablo que se ha encarnado en el cuerpo de Peter Kelson. Los últimos cortes funcionan a modo de epílogo en el álbum, retomando el tema escuchado en los créditos de inicio (Lost Souls) en hermosas, calmadas y celestiales variaciones a piano que representan el triunfo de la luz sobre las tinieblas y el restablecimiento del orden en nuestra frágil y conflictiva realidad.

Postscriptum (fragmento)

En resumidas cuentas, Kaczmarek ha creado una obra compleja y elaborada, en cuya ejecución han intervenido un número considerable de músicos. El compositor parece no haber escatimado en medios, ya que el elenco artístico acreditado en la contraportada del cd es sencillamente apabullante: la London Lyndhurst Orchestra dirigida por James Shearman; la Sinfonia Varsovia dirigida por Tadeusz Karolak; la Warsaw Chamber Opera Choir dirigida por Roman Rewakowicz; Leszek Mozdzer al piano, la soprano Marta Boberska, Dominic Kelly al oboe, Andrzej Klocek al violonchelo, los contratenores Affabre Concinui, Robert Hylla y Leszek Marciniak, el tenor Przemyslaw Czekala, el barítono Piotr Lewandowski, y la labor de Jerzy Suchocki a cargo de los instrumentos Midi y samplers... todos ellos avalan una composición soberbiamente interpretada.

Escuchar más fragmentos de la banda sonora

Si acaso la única pega que podría se le podría echar a la edición en cd del score es su, quizás, excesiva duración, la cual favorece la inclusión de música incidental que o bien no añade nada que no haya aparecido ya o simplemente alarga innecesariamente la audición con demasiada música incidental pensada para acompañar unas imágenes antes que para ser disfrutadas en una escucha aislada en cd. Mientras que los primeros cortes del compacto presentan los distintos motivos temáticos del score, y los últimos presentan los momentos más espectaculares del mismo, así como la resolución final de la composición, su parte intermedia puede resultar demasiado descriptiva.


En cualquier caso no se trataría de un problema de la banda sonora en sí, que es perfecta, sino más bien de su edición discográfica. Pese a todo, la selección de música contenida en el cd hace sin lugar a dudas justicia a la labor de Kaczmarek, aunque en la película gran parte de la extraordinaria música a la que anteriormente hacíamos referencia haya quedado injustamente excluida.


Calificación de la película: **** sobre *****

Calificación de la banda sonora: ***** sobre *****


TRACKLIST

1. Lost Souls – 2:53
2. Father Lareaux Arrives – 2:14
3. Exorcismus – 7:50
4. Maya's Lullaby – 2:46
5. Who Is Peter Kelson? – 2:03
6. Bedford Church Choir – 0:56
7. Walking into the Unknown – 2:16
8. Violent Variation on Maya's Theme – 3:33
9. Breaking the Code – 0:50
10. Maya Meets Peter – 1:41
11. Birdson's Eyes Open – 1:55
12. Peter Is Lonely and Afraid – 1:56
13. Driving to Confront Maya – 0:58
14. "You Are That Man, Peter" – 1:40
15. What's Behind the Pictures? – 1:42
16. XES – Is there Hope? – 3:05
17. Haunted House of Father John – 6:00
18. The Pentacle – 3:58
19. The Bridge – 1:15
20. Father Lareaux Possessed – 2:04
21. The Last Exorcism – 3:54
22. Satan's Church – 2:31
23. Last Ride – 2:31
24. Maya – 3:15
25. Lost Souls – End Credits – 3:10
26. Postscriptum – 3:06



Luis Fernando Rodríguez Romero (estudio publicado originalmente en la web BSOSpirit y revisado, expandido y actualizado para el presente blog)

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