martes, 27 de agosto de 2024

TÁR (Todd Field, 2022)


 

Sinopsis: Ambientada en el mundo internacional de la música “clásica”, la película ofrece una mordaz reflexión acerca del poder, su impacto y perdurabilidad en el mundo de hoy. La historia se centra en la mundialmente famosa Lydia Tár (Cate Blanchett), compositora y primera directora titular de una de las orquestas más importantes del mundo, la Filarmónica de Berlín. Tár está a solo unos días de afrontar el mayor reto de su prometeica carrera profesional: grabar la versión definitiva de la Quinta Sinfonía de Mahler para la Deutsche Grammophon, lo cual la llevará a la cúspide de su ya formidable carrera. Sin embargo, su vida personal y una serie de moralmente cuestionables decisiones van a ir interfiriendo en su carrera musical, con consecuencias imprevisibles.

"TÁR" (2022) marca el regreso a la dirección del actor, guionista y director estadounidense Todd Field, después de un extenso hiato desde su anterior película, “Juegos secretos” (“Little Children”, 2006). Antes de dar el salto a la dirección con “En la habitación” (“In the Bedroom”, 2001), Field había iniciado una carrera más o menos regular como actor en papeles secundarios desde finales de la década de los 80. En el año 1999, el Maestro Stanley Kubrick lo fichó para su canto del cisne, Eyes Wide Shut, en un rol que le permitiría además aprovechar y poner en práctica sus estudios musicales en la universidad. Con tan sólo tres películas dirigidas en un periodo de más de dos décadas, no resulta del todo descabellado suponer que Field no es de esos directores que se venden a la industria por motivos económicos. Según sus propias declaraciones a la prensa:

Yo no hago películas por dinero. No empecé a hacer películas por dinero, preferiría permanecer como un cineasta amateur y, de hecho, me considero un cineasta amateur, si eso significa que lo haces solo por amor. No quiero ganarme la vida haciendo películas. Te quita demasiado tiempo. Este proyectó me llevó dos años y fue un proyecto muy desafiante en el que trabajar, pero no lo hice para ganarme la vida”.      

 

Durante la pandemia del año 2020 la productora de cine independiente Focus Features le ofreció la posibilidad de producirle una película, dándole carta blanca para escribir lo que quisiera y de la manera que quisiera. 12 semanas necesitó para acabar el libreto de lo que sería “TÁR”. Curiosamente, a pesar de toda esta libertad creativa, una vez que hubo entregado el libreto de lo que sería la película, ni siquiera el propio creyó que pudiera haber alguien interesado en seguir adelante con aquel proyecto: “Es que esta no es una película para EEUU. Es absurdo que hayan dicho que sí. Yo les decía: ¿estáis seguro de que queréis hacerla?” Por fortuna para él y para nosotros, la promesa siguió el pie, y el resultado es la obra que aquí nos ocupa.


TÁR” es, ante todo, un portentoso estudio de personaje al servicio de una inmensa Cate Blanchett, cuya prodigiosa labor de inmersión en el rol de Lydia Tár le granjeó, merecidamente, una impresionante cornucopia de galardones por parte de diferentes festivales, academias, asociaciones y organizaciones dedicadas a honrar y premiar la excelencia de los distintos profesionales que se dedican al Séptimo Arte. Blanchett aparece dirigiendo (o simulando que lo hace, pero no vamos a pecar de puntillosos) una orquesta, tocando el piano con los manierismos propios del gran Glenn Gould (1932-1982) y hablando en perfecto alemán, entre otras destrezas, con una soltura, presencia y seguridad en sí misma que podría parecer que lleva haciéndolo toda la vida. No puedo más que rendirme a la grandeza mostrada en este filme.



El personaje de Lydia Tár, pese a su carácter ficticio, estaría, muy probablemente, inspirado en la directora y violinista norteamericana Marin Alsop, quizás la figura femenina más relevante en un mundo, el de la dirección de orquesta, reservado tradicionalmente a los hombres. Los paralelismos entre ambas no podrían ser casuales: tanto Alsop como su trasunto en la ficción contaron la protección (y bendición) del legendario director, compositor y pianista estadounidense Leonard Bernstein (1918-1990); las dos son homosexuales y, en ambos casos, están emparejadas sentimentalmente con músicas de orquesta. Las concomitancias, empero, no acaban aquí, ya que ambas figuras tienen una hija, dan clases en un importante conservatorio estadounidense y desarrollan un programa de becas para jóvenes directoras de orquesta. En cualquier caso, tanto si la inspiración es casual o intencionada, no parece haber sido del agrado de Alsop, la cual no vaciló en despachar la película con cierta indignación hacia el subtexto que, según su perspectiva, transmitía la película en lo referente a su personaje principal:

"Hay tantos hombres -hombres reales y documentados- en los que podría haberse basado esta película y, en cambio, se pone a una mujer en el papel protagonista con todos los atributos [narcisista, abusadora, acosadora] de esos hombres que han encarnado el mito del director. Eso me parece antifemenino. Asumir que las mujeres se comportarán de forma idéntica a los hombres o se volverán histéricas, locas, dementes es perpetuar algo que ya hemos visto tantas veces en el cine".

Sin duda, un comentario bastante desafortunado y que, paradójicamente, tampoco está exento de una cierta carga sexista por su parte. A este respecto, Field pone un poco de cordura aclarando lo que debería ser una obviedad:

La gente ha abusado del poder desde tiempos de los griegos, incluso antes. La diferencia es que normalmente lo examinamos a través de la lente del poder patriarcal, pero el poder corrompe. Creo que cualquiera que tenga el poder se corrompe. El poder no tiene género, cualquiera que lo tenga probablemente será corrompido por él (…) Creo que esos son juicios fáciles en lugar de preguntarse cómo se supone que debes sentirte con respecto a un personaje y, en consecuencia, invertir más tiempo en hacerte ciertas preguntas sobre el poder en sí mismo, en lugar de si es masculino o femenino”.  

Polémicas absurdas aparte, es de justos reconocer que la grandeza de "TÁR" no recae únicamente en Blanchett. El guion de Todd Field, asesorado por la contralto y directora de orquesta francesa Nathalie Stutzmann, es también monumental. Sólo los primeros 40 minutos de esta obra poseen una envergadura intelectual y artística descomunal, algo inaudito en estos tiempos que corren. Esto conlleva que "TÁR" no es una película para todos los públicos, si bien, afortunadamente, tampoco se disculpa por ello. Demanda a su público una determinada actitud y predisposición para poder entrar en su juego, y ahí radica gran parte de su atractivo.


En cierto modo, podríamos establecer una analogía con alguna de las sinfonías de Gustav Mahler (1860-1911), como por ejemplo la Quinta, inmortalizada en la memoria del cinéfilo gracias al uso de su sublime "Adagietto" en la película "Muerte en Venecia" (“Morte a Venezia”, 1971) de Luchino Visconti (1906-1976), y que tiene un importante papel en esta historia. La obra de Mahler requiere de una determinada apertura por parte del oyente. La propia 5ª Sinfonía a la que hacíamos referencia, por ejemplo, no fue bien entendida en el momento de su estreno. Sin embargo, una vez que el oyente se abre a la música, ésta no podría resultar más gratificante. Algo similar ocurriría, desde mi humilde punto de vista, con esta película.


"TÁR" es todo un regalo para aquéllos que concebimos el cine como ARTE y a los que nos gusta también, de vez en cuando, ver una obra que no sólo nos "entretenga", sino que también nos enriquezca y nos ofrezca eso que los anglosajones denominan "food for thought". Algo muy necesario en estos tiempos que corren. En este sentido, me gustaría destacar, eminentemente, dos secuencias concretas que, a mi juicio, constituyen algunos de los momentos más intelectualmente estimulantes que nos haya deparado el cine en muchísimo tiempo. En primer lugar, la entrevista con público conducida por el escritor y ensayista Adam Gopnik (en un inesperado cameo) y organizada por el “New Yorker Festival”, un evento anual celebrado en la icónica ciudad estadounidense y que reúne a las personalidades artísticas, culturales y políticas más populares e importantes del momento; en segundo lugar, y muy especialmente, la clase que imparte la protagonista en la Juilliard School de Nueva York, orquestada por Field en un virtuoso plano secuencia de unos 10 minutos de duración, A propósito de la planificación de una escena tan importante como ésta, el director comparte lo siguiente:

Era importante que fuera el personaje principal quien controlara el tiempo, aunque está a punto de perder la capacidad de hacerlo, pero ella piensa que lo controla, que es la que pone en marcha el reloj. Es una cuestión de tiempo. Por ejemplo, en la escena de la discusión con el estudiante, ella coloca al estudiante en una posición de vulnerabilidad, porque es ella la que tiene el poder. Todavía lo tiene, pero está a punto de perderlo, y es la primera vez que la vemos de pie en la película. Es la primera vez que la vemos caminar en la película. Me parecía importante que ella controlara el tempo, su movimiento, así que por eso lo hicimos.”

¿Se puede separar al artista de su obra? ¿Es coherente juzgar una composición en base a la raza, el credo o la sexualidad de su autor? ¿Podemos/debemos extrapolar nuestra prejuiciada visión del mundo a la que tenía un compositor de hace tres o cuatro siglos? Éstas son algunas de las reflexiones que plantea dicha escena (aprovechando de paso para cuestionar, con incisiva mordacidad, la “cultura de la cancelación”), en el momento en el que uno de los alumnos, que se describe a sí mismo con el acrónimo “BIPOC” (black, indigenous and people of color) y, además, como persona pangénero, muestra su inmadura incapacidad a la hora de conectar con la música de Johann Sebastian Bach (1685-1750) en base a ignorantes prejuicios que distorsionan por completo el sentido de su música.



En última instancia, "TÁR" ofrece una aguda reflexión sobre la naturaleza corruptora del poder institucional, mostrando el auge y la caída de un personaje poliédrico y sumamente contradictorio. Pese a su condición de mujer, Tár está obsesionada por el poder patriarcal, escondiendo su fragilidad bajo la máscara de la prepotencia y la arrogancia; especialmente reveladora resulta, en este sentido, la escena en donde se ve a la protagonista pisando, con sus pies descalzos, vinilos con grabaciones de otros célebres directores, incluyendo a su mentor. Su carácter ambiguo, distorsionado y manipulador la conduce a tomar una serie de cuestionables decisiones que culminarán en una coda de cruel y sardónico patetismo. Karma en acción.


Pese a que la música permea cada resquicio de esta historia, la película sabe hacer también un uso muy inteligente de los silencios, de tal forma que la composición creada ad hoc por la compositora y chelista islandesa Hildur Guðnadóttir no llega nunca a acaparar el protagonismo que, a priori, se le podría presuponer. "TÁR" juega con los silencios, los sonidos y, también, los ruidos de ambiente propios de la diégesis en una arriesgada y ominosa sinfonía que no vacila en flirtear con la atonalidad, si bien lo estrictamente necesario, para retratar el descenso a los abismos de la protagonista. 

 


Como conclusión, "TÁR" me ha parecido una obra de inconmensurable magnificencia, hasta el punto de que no dudaría en incluirla en un futuro listado de las mejores películas que nos ha deparado el cine durante este primer cuarto de siglo. Field bucea en las aguas turbulentas de una psique fragmentada para confeccionar un claustrofóbico drama psicológico de autor, con ribetes de thriller, que confronta al espectador con inusitada inteligencia. Que una película tan a contracorriente como ésta se haya podido estrenar en cines en estos tiempos de mediocridad artística, cultural e intelectual por los que estamos transitando, es señal inequívoca de que aún queda espacio para la esperanza.

 

Mi calificación: ****1/2 sobre *****

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