“Los sintetizadores (…) son para aproximarse a la naturaleza (...) La gente dice que la música sintetizada es muy fría, pero no es la música, sino quien está detrás, el músico.”
Evángelos Odysséas Papathanassíou (1943-2022), mundialmente
conocido como Vangelis, es, sin lugar a dudas, uno de los más
grandes, innovadores y polifacéticos genios que haya dado la música
instrumental del siglo XX. Nacido en Volos (antigua Agria), Grecia, en
el seno de una familia acomodada, mostró interés por la música a muy temprana
edad, y a los 6 años daría su primer concierto en un teatro local en donde
presentaría sus propias composiciones. Esta vocación musical iría unida, desde
sus inicios, a una irrefrenable inquietud por experimentar con el mundo de los
sonidos: por ejemplo, gustaba de introducir clavos y utensilios de cocina
dentro de instrumentos como el piano, a fin de extraer distintos efectos y
sonoridades del mismo.
De formación eminentemente autodidacta pese a los infructuosos intentos de sus padres por darle una formación musical académica, iría desarrollando un estilo propio y personal basado muy especialmente en su portentosa capacidad de improvisación. Según sus propias declaraciones: “(…) Cuando los maestros me pedían que tocara algo, yo hacía como que estaba leyendo la partitura, pero en realidad tocaba de memoria. No logré engañarlos, pero no me importó.” Desde su manera personal de entender y sentir la música, esta clase de instrucción, de carácter normativo, no era más que una traba a la creatividad que pugnaba por expresarse.
En la década de los 60
experimentaría las mieles del éxito como integrante de la banda de pop
& rock The Forminx y, posteriormente, con el grupo de rock
progresivo Aphrodite’s Child, que estaba integrada además por su
primo Demis Roussos, el percusionista Loukas Sideras y,
posteriormente, también el guitarrista Anargyros “Silver” Koulouris. En
1972 publicaría, aunque sólo en Francia y Grecia, su primer álbum de estudio en
solitario, titulado “Fais que ton rêve soit plus long que la nuit”,
una especie de poema sinfónico a modo de collage sonoro inspirado en las
revueltas estudiantiles que tuvieron lugar en Francia, especialmente en París,
entre mayo y junio de 1968. Al año siguiente lanzaría su siguiente trabajo, “Earth”
(1973), que amalgamaba ingredientes de world music, folk griego, rock
progresivo y algo de electrónica, con resultados algo desiguales.
Si bien su primera incursión en
el mundo del cine como compositor de bandas sonoras se remonta a la década de
los 60, su primer gran proyecto no llegaría hasta el año 1970, cuando compuso
la música de la película “Sex Power”
del director Henry Chapier (1933-2019). Aquí se podían apreciar
ya algunas de las constantes estilísticas que caracterizarán la música de este
gran Maestro multi-instrumentista, siempre inquieta, ajena a las modas y
pródiga en exquisitas melodías que van directas al corazón del oyente. Su
estilo compositivo, basado en la improvisación a partir de las imágenes de la
película, no era entonces algo tan habitual como lo es actualmente.
Ese año marcaría, igualmente, el
inicio de su ya legendaria colaboración con el prestigioso director francés
especializado en documentales Frédéric
Rossif (1922-1990). En 1973
se publicaría el primer fruto musical de dicha asociación, “El
Apocalipsis de los animales” (“L’Apocalypse des animaux”), una auténtica obra maestra
musical que combinaba sonidos acústicos y electrónicos para crear paisajes
sonoros de ensueño. Considerado como un claro precursor de lo que más tarde
acabaría denominándose “new age”, este
álbum es, en realidad, una innovadora fusión de diversos géneros musicales,
incluyendo el “ambient” y la música
cósmica.
En 1974, consolidado como uno de
los teclistas más creativos del momento, firmó con la casa discográfica
estadounidense RCA, recibiendo así el apoyo financiero necesario para
establecerse en Londres y construir allí su laboratorio sonoro, bautizado como
los estudios Nemo, en honor al célebre personaje de la novela “Veinte mil leguas de viaje submarino”
(“Vingt mille lieues sous les mers”, 1870) del escritor francés Julio Verne (1828-1905). Sus siguientes aportaciones al medio audiovisual
incluirían esa maravillosa y melancólica joya compuesta para la película
mejicana de François Reichenbach (1921-1993)
“¿No oyes ladrar los perros?” (“Entends-tu les Chiens Aboyer?”, 1975) y sus dos siguientes
colaboraciones con Rossif: “La Fête Sauvage” (1976),
fuertemente influida por la música tribal africana, y otra de sus más grandes y
populares creaciones musicales, “L’Opéra Sauvage”, publicada en 1979, en donde el compositor
continuaría perfilando aún más su idiosincrásico lenguaje musical gracias al
uso del célebre sintetizador analógico polifónico Yamaha CS-80. Como
dato anecdótico, uno de los temas más conocidos de dicho álbum, “L’Enfant”, sería utilizado
posteriormente por el director australiano Peter
Weir como parte del soundtrack de
su película “El Año que Vivimos
Peligrosamente” (“The Year of Living Dangerously”, 1982).
Merece una mención especial esa sublime ensoñación musical titulada,
precisamente, “Rêve”; sin duda, el momento con mayúsculas de todo este
exquisito score.
Paralelamente, su vocación
transgresora y experimental le llevaría a encadenar una serie de trabajos de
estudio, algunos de ellos auténticos clásicos de la música del siglo XX, en
donde el compositor tendría la oportunidad de flirtear con distintos géneros
musicales: desde esa mítica fusión de jazz, rock progresivo y paisajes
espaciales que fue “Albedo 0.39”
(1976), hasta “China” (1979), sin olvidar su extravagante y muy
radical primera incursión en la música de vanguardia, “Beauborg” (1978), en referencia al Centro de Arte Contemporáneo
de París Georges Pompidou.
Sin embargo, la joya de la corona
de esta etapa sería, muy probablemente, “Heaven
and Hell” (1975), el primer trabajo que grabó en los estudios Nemo. Se
trata de una ecléctica obra conceptual que integra estilos musicales tan
diversos como la psicodelia, la new age, la música sinfónica e incluso
la sacra. El tercer movimiento de su excepcional “Symphony to the Powers B”,
por cierto, sería incluido posteriormente en la banda sonora de la famosa serie
divulgativa “Cosmos” (1980) de
Carl Sagan (1934-1996). Otro disco de estudio que también merece una mención
especial es “Spiral” (1977),
un fascinante clásico de la música electrónica analógica caracterizado por el
uso masivo de secuenciadores y en donde Vangelis empezaría a explorar
las posibilidades sonoras que le ofrecía el Yamaha CS-80, que había sido
lanzado al mercado ese mismo año. Uno de los temas más magistrales de toda su
carrera, ese conmovedor himno generacional titulado “To the Unknown Man”,
pertenece a este álbum.
La verdadera consagración de este
Genio en el campo de la música de cine tendría lugar en la década de los 80,
gracias principalmente a dos bandas sonoras que lo elevarían al Olimpo de los
Dioses. La primero, por supuesto, sería para una modesta producción británica
dirigida por Hugh Hudson (1936-2023)
y que, sorprendentemente, acabó consiguiendo cuatro Oscars de la Academia, incluyendo los de mejor película, mejor
guion original y, por supuesto, mejor score. Nos referimos,
efectivamente, a “Carros de fuego”
(“Chariots of Fire”, 1981), cuyo célebre tema principal, sin ser
en absoluto lo mejor de esta ya icónica partitura, ha acabado erigiéndose en el
epítome musical del espíritu olímpico y la capacidad de superación del Ser
Humano.
Llegados a este punto, es
importante recordar que el muy instintivo proceso creativo de este compositor
se basa en plasmar de manera espontánea, a través de la música, todo aquello
que le van evocando las imágenes de película. Según sus propias palabras: “Veo los primeros flashes de la película, y
entonces me pongo a tocar (…) no quiero crear algo que esté totalmente
independiente de su punto de vista visual, así que yo prefiero ver lo que tiene
propuesto visualmente y entonces me uno a ello.” Resulta increíble, en este
sentido lo magistralmente que aparecen retratados los dos personajes
principales de la película, Eric
y Abraham, a través de
sus respectivos temas musicales. El éxito sin parangón de “Carros de
fuego” contribuyó a que el compositor acabara convirtiéndose en una
celebridad a nivel mundial, muy a su pesar, dada su conocida timidez (en
ocasiones confundida con hurañía) y proverbial reticencia tanto a las
entrevistas como a cualquier otra forma de exposición mediática.
El segundo gran triunfo del compositor
en la música cinematográfica, posiblemente su más perfecta y relevante
contribución al Séptimo Arte, fue, claro está, la banda sonora compuesta para
el gran clásico de la ciencia ficción de Ridley
Scott, “Blade Runner”
(1982). Mientras que “Carros de Fuego”
sirvió para refrendar la esplendorosa y exultante cualidad melódica de sus composiciones,
“Blade Runner” nos mostró al
genio de los sintetizadores en su elemento, creando envolventes, evocadores y
visionarios paisajes sonoros que ilustraban el distópico futuro presentado en
esta gran obra maestra. Sólo un gran mago de los teclados como él podía traducir
impecablemente a sonido el concepto de “ciencia ficción” y llevarnos al futuro
en una experiencia sonora inmersiva como jamás antes se había podido vivenciar
en una película. Ya desde el mismo comienzo, la perfecta simbiosis de música e
imagen conduce al espectador a un estado de perpetuo embelesamiento.
Después del tremendo éxito del
que gozó la edición discográfica de “Carros
de Fuego”, la Warner Bros
trató de imponer la producción de una edición oficial de la banda sonora de “Blade Runner”. Sin embargo, el
compositor se mostró reacio a hacerlo, arguyendo lo siguiente: “la razón por la que compongo para películas
es porque (…) abre otras formas de expresión para mi música. Vi que “Blade
Runner” era una película fascinante y suscitó en mí el deseo de poder
interpretarla musicalmente. Creo que es natural para aquéllos que trabajan en
el mercado discográfico asumir que debería salir un LP de “Blade Runner” como
continuación del éxito de “Carros de Fuego”. Idealmente, sin embargo, creo que
el peso de decidir cuándo una composición se pasa a disco debe recaer en el
propio compositor”. Ése fue el motivo por el que, ante la negativa del
compositor, a la Warner, que era la
que poseía los derechos, no le quedara más remedio que editar una pésima
versión de la BSO original interpretada por la New American Orchestra. Los fans de Vangelis tendríamos que
esperar a los 90 para poder, finalmente, disponer de una edición de calidad y del agrado del músico, si bien incluso en ésta se sigue echando en falta música incluida originalmente en el gran clásico de la ciencia ficción. .
Los 80 fue una década
especialmente fructífera para el compositor, alternando trabajos de estudio en
solitario tan diversos como “See You
Later” (“1980”) y “Soil
Festivities” (1984), con fabulosas colaboraciones con otros artistas,
como por ejemplo “The Friends of Mr.
Cairo” (1981) y “Private Collection” (1983), ambas con el
solista de la banda Yes, Jon Anderson, aquella cósmica jam
session grabada a principios de los 80 con el legendario grupo español de
música planeadora Neuronium, la cual sería editada una década
después con el título de “In London” (1992), o el disco “Rapsodies”
(1986), para el cual volvería a reunirse con la cantante griega Irene Papas
siete años después de su primera asociación artística para el igualmente interesante
“Odes” (1979).
En lo que atañe a sus contribuciones
al mundo del cine, podríamos destacar los documentales “Pablo Picasso” (“Pablo Picasso, peintre”, 1981) y
“Sauvage et Beau” (1984), ambos
de Rossif, el drama político de Costa-Gavras “Desaparecido” (“Missing”, 1982), ganadora de la Palma
de Oro, así como también, por supuesto, las extraordinarias “Motín a bordo” (“The Bounty”,
1984) de Roger Donaldson y “Francesco” (1989) de Liliana Cavani.
Me gustaría, no obstante, resaltar
muy especialmente otras tres obras que constituyen, desde mi humilde punto de
vista, importantes hitos en el corpus musicae del gran genio de Volos
durante esta década. En primer lugar, la conmovedora banda sonora de la
película “Antarctica” (“Nankyoku
monogatari”, 1983) de Koreyoshi Kurahara, una sublime evocación musical que recrea nevados
paisajes vírgenes de inmaculada belleza. Habría sido muy fácil,
aprovechando el entorno polar en el que transcurre la historia del filme, haber
recurrido a una música gélida, sin alma. Afortunadamente, si hay un músico que
ha evitado incurrir en clichés a lo largo de su carrera, ése es Vangelis.
No hay más que escuchar piezas como “Deliverance” o “Antarctica
Echoes” para apreciar esa delicada calidez que nos recuerda que el corazón
de la historia está, precisamente, en la relación entre los científicos y sus
leales perros de trineo. Otros temas, como “Kinematic”, captan a la
perfección la imponente magnificencia del paisaje antártico.
En segundo lugar, “Mask” (1985), una imponente suite
coral estructurada en seis movimientos y que sería posteriormente reutilizada,
con desigual fortuna, en la película “Nosferatu
en Venecia” (“Nosferatu a Venezia”, 1988) de Augusto Caminito (1939-2020) y Mario
Caiano (1933-2015). Mediante la combinación de sintetizadores, instrumentos
étnicos y orgánicos y, por supuesto, la imponente masa coral de la English
Chamber Choir, esta excepcional incursión en la música sacra del nuevo
milenio, lejos de redundar en los mismos tropos retóricos de trabajos
precedentes, se permite transitar por senderos aún más ambiciosos en lo que
atañe a la forma y el contenido. El resultado es una ecléctica y fabulosa
sinfonía coral que encuentra su equilibrio en la sutil danza de los contrarios:
la luz y la oscuridad, la carnalidad y la pulsión espiritual.
Finalmente, “Direct” (1988). Grabado en Atenas, el
título hace referencia a un método de composición y grabación de modo directo, sin
necesidad de agregar pistas, que permitía que ambos procesos pudieran darse de
manera simultánea en el estudio. Esto era posible gracias a una especie de
secuenciador MIDI fabricado por el ingeniero Scott Bill Marshall
según las indicaciones del propio Vangelis, a partir de otro artilugio
previo, conocido como “Zyklus” (The Zyklus MIDI Performance System),
que había sido desarrollado por los técnicos Bill Marshall y Pete
Kellock. Mediante este nuevo e innovador sistema, el músico podía grabar de
manera inmediata cualquier idea que se le pasara por la cabeza, controlando
todos los aspectos relativos a la música (efectos, instrumentos, tiempos, etc.)
a la vez que la interpretaba. Lógicamente, todo esto garantizaba la máxima
espontaneidad, que era algo fundamental en el enfoque compositivo de Vangelis,
muy basado en la improvisación. Sin duda uno de sus discos más disfrutables, con
temas tan maravillosos como "Dial Out", "Elsewhere",
"Message" o "Intergalactic Radio Station".
Los 90 volvió a corroborar hasta
qué punto la inspiración creativa del genio griego parecía no tener fin. Una
nueva colaboración con el director Ridley
Scott le permitiría volver a rozar el cielo con otra de sus mejores
aportaciones a la música de cine, “1492:
la conquista del paraíso” (“1492: The Conquest of Paradise”,
1992), una verdadera joya de exquisita sensibilidad en donde tendrían cabida
desde esas épicas marchas corales tan características de su estilo compositivo,
hasta momentos de una sublime trascendencia religiosa y espiritual. El corte
que cierra la edición discográfica del score, titulado “Pinta, Nina, Sta. Maria (into Eternity)”,
ejemplifica a la perfección la inmortal capacidad de fascinación que es capaz
de ejercer la música del compositor griego, llevándonos más allá del tiempo y
del espacio a otros mundos sonoros de una belleza prístina y atemporal.
Entre las demás bandas sonoras
compuestas en esta década destacamos la de “La peste” (1992), del director argentino Luis Puenzo, la cual incorpora la voz de un niño soprano en uno de
los temas principales más memorables de toda su carrera, la fabulosa a la par
que desoladora partitura creada para la muy malsana “Lunas de hiel” (“Bitter Moon”, 1992) del genial Roman Polanski, o la música para la
película “Kavafis” (1996) de Yannis Smaragdis. Al margen del medio
cinematográfico, Vangelis nos regalaría además cuatro destacables
trabajos de estudio: “The City” (1990), un disco conceptual en
torno a la vida diaria en una metrópolis contemporánea desde el alba hasta el
ocaso; “Voices” (1995), un
álbum espectacular cuyo hilo conductor es la voz humana en sus más diversos
registros y modos de expresión; “Oceanic”
(1996), una reivindicable oda a los océanos en clave “new age”; y, sobre todo, la que quizás podríamos considerar como la
mayor obra maestra de toda su carrera, una majestuosa y conmovedora composición
sinfónico-coral concebida en honor al célebre pintor cretense del Renacimiento Doménikos Theotokópoulos (1541-1614).
Dicha música había sido comercializada originalmente en el año
1995, en una edición limitada a 3.000 copias, con el título de “Foros
Timis Ston Greco”, 1995), a fin
de poder recaudar fondos para la adquisición de una de sus obras para una
galería de arte en Atenas. Tres años después sería publicada por la Warner
bajo el título “El Greco” (1998)
con la incorporación de algunos temas adicionales. Vangelis traslada el
sofisticado manierismo del insigne artista heleno al ámbito de la música,
recreando su vida a través de refinadas pinceladas sinfónicas que logran evocar
el acusado contraste entre la luz y la sombra característico de la técnica del
claroscuro. La partitura confronta, así, pasajes luctuosos con otros que
constituyen verdaderas epifanías sonoras, arrebatos místicos de inaudita
belleza como el que nos ofrece su antológico Movement VIII. La soprano Montserrat
Caballé (1933-2018), amiga del compositor, prestaría su voz a los momentos
más líricos de esta inconmensurable obra maestra.
Ya entrados en el nuevo siglo,
entre sus últimos trabajos para el cine destacaríamos las bandas sonoras
compuestas para la película de Yannis
Smaragdis “El Greco”
(2007), la cual no tiene absolutamente nada que ver con la música publicada en
el año 1998, el extraordinario nuevo score compuesto en el año 2012 para
la adaptación teatral de “Carros de fuego”,
dirigida por Edward Hall y, por supuesto, la majestuosa aportación
musical a la película “Alejandro Magno” (“Alexander”, 2004) de Oliver
Stone, en donde volvería a combinar momentos corales de épica grandilocuencia
con otros de carácter más intimista y contemplativo, algunos de ellos realmente
excelsos, dando cabida, además, a exóticas a la par que sensuales melodías que
evocan con suma sensibilidad la magia atemporal de tierras remotas y culturas
ancestrales.
En lo que respecta a sus álbumes
de estudio, la pasión de Vangelis por la exploración espacial inspiraría
el tríptico conformado por la sinfonía coral “Mythodea, Music for the
NASA Mission: 2001 Mars Odissey” (2001), de rimbombante ampulosidad, y
los algo desangelados “Rosetta” (2016) y “Juno to Jupiter”
(2021), en donde se apreciaba ya un inevitable desgaste creativo. Mucho más
interesante me resulta su penúltimo disco, “Nocturne: The Piano Album”
(2019). Haciendo honor a su título, el Maestro presentaba aquí una serie de
piezas para piano (incluyendo alguna que otra versión de alguno de sus
clásicos) de estructura libre y concebidas para ser deleitadas en la quietud de
la noche. Algunas de ellas, como la sublime “Through the Night Mist”,
podrían fácilmente incluirse entre las más hermosas composiciones para este
instrumento que nos haya legado el compositor a lo largo de toda su carrera.
Después de más de cinco décadas
de exploración sonora y musical, este exquisito teclista y muti-instrumentista vio
su dilatada trayectoria reconocida con multitud de premios y condecoraciones,
incluyendo el premio Max Steiner
por su contribución a la música de cine, concedido en el año 1989, su
nombramiento como “Caballero de la Orden de las Artes y las Letras” y “Caballero
de la Legión de Honor” en 1992, el World
Music Award en 1997 y la “Medalla al Servicio Público” otorgada por la NASA
en 2003 (el más alto galardón otorgado por dicha agencia espacial a
personalidades sin relación alguna con el gobierno).
En su país natal está considerado
como toda una institución, habiendo sido nombrado Doctor Honorario y Profesor
Emérito en la Facultad de Educación Primaria de la Universidad Nacional y Kapodistríaca
de Atenas. En el año 2008, la American
Hellenic Institute le concedió un premio a su antológica carrera artística
como pionero de la música electrónica y su dedicada labor de promoción de las
artes y cultura helénicas. ¡Incluso un asteroide, descubierto en el año 1995,
fue bautizado con su nombre!
Vangelis ha sido siempre
un ejemplo de integridad, impecabilidad e inquebrantable honestidad para con su
Arte. Durante su amplia carrera musical en solitario, que se extendería a lo
largo de cinco décadas, jamás se doblegó a modas o imposiciones comerciales,
explorando géneros diversos (rock psicodélico, jazz fusión, new age,
avant-garde, música cósmica, electrónica secuencial, ambient,
sinfónico-coral, etc.), en un continuo afán de reinvención estilística. Hay muchos
músicos que pierden rápidamente la frescura y creatividad de sus inicios y
acaban sucumbiendo a la acomodada inercia de la rutina al segundo o tercer
álbum. Dejan de ser “originales” para sonar siempre igual. Vangelis, por
el contrario, mantuvo intacta esa inagotable capacidad de reinventiva durante
las décadas de los 70, 80 e incluso, si bien en menor medida, durante buena parte
de los 90.
Vangelis dedicó toda su
vida al servicio de su Musa, la Música. Como Canal que era, se sentía a gusto
improvisando. Nadie improvisaba como él a los teclados. Era un mago, un
alquimista dotado de un talento melódico excepcional. Gracias a su carácter inquieto,
inquisitivo y transgresor, hizo siempre lo que sentía que debía hacer, y lo
hizo, además, mejor que nadie. Por ese motivo, no ha habido nadie como él, ni
lo habrá. No puedo por menos que concluir este humilde y muy personal recorrido
por la obra del Genio heleno, a modo de apéndice, con una selección de las que,
para mí, constituyen sus más grandiosas aportaciones a la música instrumental
del siglo XX, incluyendo colaboraciones con otros artistas y, por supuesto, sus
invaluables contribuciones al medio cinematográfico.
Maestro, por haber puesto música a mi vida,
ευχαριστώ πολύ
Mis obras favoritas de Vangelis
1. L’Apocalypse des animaux (1973) OST
2. Entends-tu les chiens aboyer? (a.k.a. Ignacio, 1975) OST
3. Heaven and Hell (1975)
4. Spiral (1977)
5. Opera Sauvage (1979) OST
6. Chariots of Fire (1981) OST
7. The Friends of Mr. Cairo (1981, con Jon Anderson)
8. Blade Runner (1982) OST
9. Antarctica (1983) OST
10. The Bounty (1984, bootleg) OST
11. Mask (1985)
12. Direct (1988)
13. Francesco (1989, bootleg) OST
14. Bitter Moon (1992, bootleg) OST
15. 1492: Conquest of Paradise (1992) OST
16. Voices (1995)
17. Oceanic (1996)
18. El Greco (1998)
19. Alexander (2004) OST
20. Nocturne: The Piano Album (2019)
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