jueves, 22 de agosto de 2024

Divertimento (Marie-Castille Mention-Schaar, 2022)

 



"La música no es entretenida, sino una oportunidad única de pasar de lo transitorio a lo eterno" (Maestro Sergiu Celibidache)

 

Dirigida por Marie-Castille Mention-Schaar, "Divertimento" recrea la historia real de Zahia Ziouani, una chica francesa de origen argelino que vive en un barrio a las afueras de París y que luchará contra todo tipo de prejuicios sociales, raciales y de género para cumplir su sueño de convertirse en directora de orquesta. No es ésta, por cierto, la primera película en abordar el papel de la mujer en un mundo tan hermético como éste, el de la dirección de orquesta, tradicionalmente reservado a los hombres.

Hace cinco años, sin ir más lejos, la directora, productora y guionista holandesa Maria Peters estrenó "La directora de orquesta" ("De Dirigent", 2018), en donde se abordaba la historia, también real, de Antonia Louisa Brico (1902-1989), directora de orquesta y pianista neerlandesa que tiene el honor de haber sido, además, la primera mujer en dirigir la Berliner Philarmoniker y la New York Philharmonic Orchestra. Por supuesto, a principios de 2023 el director Todd Field estrenó en nuestro país la magistral "TÁR", una de las grandes Obras Maestras de ese año. En cierto modo, podríamos considerar la obra que aquí nos ocupa como el reverso luminoso y amable de la obra de Field.

De esta manera, "Divertimento" podría adscribirse a ese grupo de "feel good movies" (o, más apropiadamente en este caso, "films de bien-être") ambientadas en el mundo de la interpretación musical a las que nos ha ido acostumbrando el cine francés contemporáneo, y que tendría como antecedentes más próximas películas como "El Concierto" (Radu Mihaileanu, 2009), "Madame Marguerite" (Xavier Giannoli, 2015) "La Clase de Piano" (Ludovic Bernard, 2018), "Tenor" (Claude Zidi Jr., 2022) o "Maestro(s)" (Bruno Chiche, 2022). El término italiano "divertimento", por cierto, hace referencia a una forma musical nacida en el siglo XVIII, compuesta para un número reducido de instrumentos y con un sentido de entretenimiento y diversión.


Soy consciente de que este carácter "buenrollista" del que hace alarde la película de Mention-Schaar echará para atrás a más de uno. El desarrollo de la historia, además, discurre de forma previsible incurriendo en todos y cada uno de los (muy) previsibles giros narrativos típicos de este tipo de películas, contribuyendo a una cierta sensación de "déjà vu" que puede jugar igualmente en contra del filme, lo cual sería, ciertamente, una lástima. Lo sería porque tengo que admitir que la película funciona. No obstante, debo confesar que mi predisposición a la hora de ver la película ya estaba condicionada (bastante, en realidad), por mi apasionada afición no ya sólo a la música clásica, sino también, y muy especialmente, al mundo de la dirección de orquesta. Dicho de otra manera, mi valoración no podría aspirar a ser objetiva.

"Divertimento" arranca con un hermoso y elegante prólogo en donde se ve a nuestra protagonista, de niña, que se ve atraída hacia el salón de su casa por el concierto de música "clásica" que estaban escuchando sus padres desde el televisor. La pequeña Zahia se ve arrebatada, fascinada e hipnotizada por aquellos elegantes y sutiles ademanes realizados por el director de orquesta y con los que éste iba dando forma a la música. Su reacción, quizás inconsciente, fue la de empezar a remedar aquellos gestos, tímidamente, pero con resolución. En ese momento, se sembraría en ella una semilla que daría un sentido y una dirección a su vida.


En esta historia de superación personal, que expone los prejuicios y las adversidades a las que nuestra protagonista tuvo que hacer frente en su camino hacia la realización personal y profesional como una de las más renombradas directoras de orquesta en su país natal, el foco está siempre en la música y su capacidad para aunar y congregar a las personas independientemente de su clase social, etnia, pensamiento o religión. Hay, sí, un cierto (y necesario) elemento de denuncia en esta película, pero nunca llega a erigirse en el mensaje principal de la película. El mensaje es el amor por la música como motor de vida, y ése es uno de los motivos por los que me ha gustado tanto esta película. Muestra las injusticias, para trascenderlas. No se regodea ni se anquilosa en ellas.

En su periodo de formación, Zahia irá encontrando no sólo rivales y enemigos, sino también guías y protectores que la impulsarán en su camino. De entre estos últimos van a destacar, especialmente, tres personas, las cuales van a tener un papel fundamental en la vida de nuestra protagonista: por un lado, su padre, melómano de pro que inculcaría en la niña el amor por la música clásica; por otro, su hermana melliza Fetteouma Ziouani, que canalizó su vocación musical hacia el violonchelo en una trayectoria profesional y vital sorprendentemente análoga a la de Zahia; finalmente, su mentor y Maestro de dirección orquestal en la "Schola Cantorum" de París, el legendario Maestro de Maestros Sergiu Celibidache (1912-1996), aquí convincentemente interpretado por Niels Arestrup.


 

Llegados a este punto, permítanme que me tome el lujo de introducir una sucinta, aunque necesaria, digresión, con el fin de poder compartir algunos apuntes sobre la vida, obra y legado de este grandísimo director de orquesta rumano. Dicha información es fundamental a la hora de entender no sólo su papel en la historia de la interpretación musical del siglo XX, sino también, por qué no, el impacto que pudiera haber tenido su encuentro en la protagonista de la película.

El controvertido, extravagante y siempre genial Sergiu Celibidache buscó socavar los cimientos sobre los que se había asentado el arte de la dirección orquestal hasta ese momento, aportando toda una teoría filosófica, ontológica y espiritual propia que bebía tanto de postulados de la Fenomenología de Edmund Husserl (1859-1938) y Nicolai Hartmann (1882-1950) como de su práctica del Budismo Zen, disciplina en la que se había iniciado gracias a la figura de Martin Steinke (1882-1966).


En su obituario para el periódico El País en el año 1996, el compositor y crítico musical Enrique Franco escribió que Celibidache "trascendía los sonidos", llevando la música por otros derroteros que, para algunos, eran excesivamente espirituales y metafísicos. En lo que respecta a su querencia por aquellos lentísimos, amplios y dilatados "tempi" con los que parecía querer conservar la trascendencia de cada nota, el Maestro explicaba: "¿Dónde está la riqueza de la música? Allá donde se pueda percibir el lento. Si yo me doy prisa en un sonido, se pierde el de antes." El buen director, como explica el poeta y crítico literario Andreu Jaume, "no sigue la música, sino que la precede"

Para entender realmente la dimensión espiritual en la concepción de la dirección que tenía Celibidache, es fundamental tener en cuenta la profunda epifanía que experimentó a los 44 años y que cambió su vida para siempre: "Fue en 1956, durante un concierto en la plaza de San Marcos de Venecia, cuando de pronto entendió que “en el principio está el final”, una experiencia de orden místico en la que sintió que trascendía el tiempo. El resto de su vida lo dedicó a tratar de compartir esa vivencia a través de la música. Celibidache fue un hombre muy espiritual (...) De ahí que sus conciertos fueran siempre una especie de ceremonia religiosa, en la que invitaba al oyente a sumergirse en esa experiencia de disolución. Por ello mismo, su gran enemigo fue la rutina" (Andreu Jaume).


Extremadamente exigente, su labor al frente de la Orquesta Filarmónica de Berlín y la London Philharmonic Orchestra revelaba a un director transgresor e iconoclasta que proponía en cada concierto una experiencia radicalmente diferente a todo lo que se había podido escuchar hasta ese momento. Este virtuosismo técnico se veía acompañado también de un carácter algo irascible y una actitud algo excéntrica que no fue del todo entendida en su momento. Por ejemplo, se negaba a grabar discos ("una grabación es la negación del momento artístico", denunciaba el Maestro) y detestaba tanto la publicidad como el "divismo" que orbitaba en torno a muchos de sus colegas.

Volvamos ahora a la crítica de la película que aquí nos ocupa. Como puede imaginarse, serán los momentos de interacción entre Zahia y Celibidache los que, a mi juicio, confieran una profundidad tan especial como inesperada a la película, elevándola muy por encima de cualquiera de los precedentes cinematográficos a los que antes hacíamos referencia. Hay en esta película, para aquéllos que sepan apreciarlo, una interesante vocación pedagógica, además de la lúdica, que será de indudable interés para todos aquellos a los que les apasione la música y los fundamentos teóricos sobre los que se construye el arte de la dirección de orquesta.


Especialmente revelador me resultó el momento en el que el Maestro explica que la función del director de orquesta es la de evitar que "la energía grupal de la orquesta se disperse durante la ejecución". Es decir, algo así como que el director es el elemento encargado de unificar la energía que se moviliza a través de la música, el que aporta cohesión a la energía grupal. Hay varios apuntes igualmente interesantes esparcidos a través de la historia en donde se puede apreciar muy claramente la visión que tenía el Maestro de su oficio y que, al menos para mí, constituyen lo más subyugante y emocionante del relato.


Llegamos así al colofón de la historia, una típica a la par de que efectiva interpretación del "Bolero" de Maurice Ravel (1875-1937), obra que ya dirigiera el Maestro Celibidache en varias ocasiones. Una apuesta segura, pensaréis... y es así, como sucede con casi todas las piezas "clásicas" que se escuchan e interpretan en esta película. Recuerden que esto no es "TÁR", sino un humilde "Divertimento" que, eso sí, hace honor a su título. No obstante, que su carácter ligero y lúdico no os lleve a engaños. Sería muy fácil caer en la tentación de despachar esta película como "otra de esas historias de superación personal a través del poder de la música". Lo es, sí, pero también hay algo más para los que estén preparados y dispuestos a hurgar en la superficie más allá del cliché.

 

En la música no se trata de experimentar la belleza, sino la verdad. La belleza es sólo el anzuelo” (Sergiu Celibidache)

 

Mi calificación: ***1/2 sobre *****

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