miércoles, 23 de junio de 2010

Drácula en el cine: estudio comparativo



Las versiones sobre la inmortal obra de Stoker se cuentan por decenas. Desde la clásica adaptación de Murnau, que en muchos aspectos sigue siendo mejor que todas las posteriores aportaciones del cine (como por ejemplo en cómo describe la escena a bordo del Démeter, uno de los mejores y más logrados momentos del libro y que sin embargo ha sido tratado con bastante desidia por el cine, y eso cuando se ha incluido en la película), hasta la descaradamente comercial y supuesta adaptación que realizó el avispado Francis Ford Coppola en 1992.





Entre las dos adaptaciones mencionadas en el párrafo anterior podríamos destacar las siguientes: la realizada por la Universal en 1931, tanto la americana dirigida por Tod Browning como la mexicana dirigida por Melford; la soberbia "Drácula" dirigida por Terence Fisher en 1958; la espantosa "El Conde Drácula" de nuestro Jesús Franco; la adaptación dirigida por Dan Curtis para televisión en 1974 con Jack Palance en el papel del conde; la adaptación realizada por la BBC en 1977 con el magnífico Louis Jourdan en el papel del vampiro; y la posterior incursión de la Universal en el personaje dirigida por John Baddham en 1979 con Frank Langella como Drácula. Y eso sin contar las adaptaciones anteriores al "Nosferatu" de Murnau de las que no se conservan copias y de las que por tanto poco se conoce.



En definitiva, parece que la genial obra del escritor irlandés ha inspirado a gran cantidad de cineastas, cada uno de los cuales ha intentado recrear la historia desde su visión particular, algunas veces con resultados más destacables que otras. Dichas adaptaciones, como es natural, vendrán determinadas e influidas por el contexto socio-cultural e incluso político en el que fueron filmadas, de ahí que puedan observarse curiosas e interesantes diferencias en el tratamiento del vampirismo en cada una de dichas películas.

Dada la inmensa cantidad de películas basadas en Drácula, una pregunta hasta cierto punto inevitable sería ésta: ¿cuál es la mejor? Para lo cual habría que hacer desde el primer momento la siguiente distinción: ¿Cómo película? o / y ¿como adaptación del libro?. A lo largo de este escueto ensayo abordaré un análisis de las adaptaciones más importantes desde mi criterio personal y subjetivo. Soy consciente de la diversidad de reacciones, en ocasiones contradictorias y opuestas, que provoca el cine en el espectador, dicho lo cual mi objetivo no es aportar un estudio objetivo y científico de cada una de las películas como más bien presentar un análisis contrastivo desde mi condición de amante del género y del libro en el que dichas obras se inspiraron.



"Nosferatu Eine Symphonie Des Grauens", dirigida por Wilhem Friedrich Murnau, es la primera adaptación cinematográfica de la obra de Stoker de la que se conservan copias. F. W. Murnau filmó esta obra maestra del Expresionismo alemán en 1922, consiguiendo una de las mejores películas de vampiros de todos los tiempos, con una hermosa y eficaz fotografía, gran lirismo, y un Max Shreck como un conde Orlock que resulta, al día de hoy, una de las caracterizaciones del vampiro más aterradoras y repugnantes que ha dado el cine.

Muy superior en todos los sentidos al Drácula de 1931, Murnau se sirvió de los elementos característicos del movimiento Expresionista para conseguir un efecto maligno que se percibe durante todo el metraje de la obra. Hutter y Ellen (Murnau se vio obligado a cambiar los nombres de los personajes así como también los emplazamientos y simplificar el número de personajes y episodios para evitar tener que pagar los derechos de autor a la viuda de Stoker, Florence.

Sin embargo, pese a dichas modificaciones el parecido a la obra del irlandés seguía siendo demasiado obvia, con lo cual Florence Stoker demandó a Murnau y le llevó a los tribunales, los cuales dieron la razón a la viuda del escritor. Afortunadamente para cualquier cinéfilo de pro, la orden fue acatada pero sólo parcialmente, ya que no todas las copias pudieron ser destruídas, y es por eso que podemos disfrutar del genio de Murnau en la actualidad.

La película es un derroche de lirismo y poesía. Hutter y su amada representan la pureza, la inocencia, que va a verse truncada de un modo brusco cuando el enigmático jefe de Hutter le encarga ir al castillo del conde Orlock. Allí Hutter se encontrará con la encarnación de todo aquello que ellos desconocen per natura: la corrupción, la maldad e iniquidad, todo ello representado en un vampiro representado de un modo bastante peculiar y que nada tiene en común con la descripción aportada por Stoker en su libro.

A diferencia de Drácula, este Conde Orlock presenta un aspecto más similar al de un duende o trasgo que al de un vampiro, calvo, de orejas puntiagudas y dos colmillos que le dan un aspecto cadavérico y de rata. Y es que aquí encontramos otra de los rasgos identificadores del vampiro de Nosferatu, como un ser asociado a la peste (durante la peste que asoló Europa en el siglo XVII, se pensó durante mucho tiempo que la enfermedad vino por una plaga de ratas, lo cual fue cierto, pero sólo a medias. No eran las ratas las que contagiaban de la peste, sino más bien una serie de bacterias que se encontraban en el pelaje de dichas ratas), peste que traerá a donde quiera que el vampiro se traslade. Y con la peste llega la destrucción, el caos y la corrupción.

La intención de Nosferatu con respecto a Ellen no es la de desposarla, no hay amor en esta espantosa criatura, sino un deseo enfermizo de poseer la pureza y corromperla. En el instante en que Nosferatu ve la foto de Ellen en el castillo, su comentario no deja lugar a dudas acerca de sus verdaderos propósitos: “Tiene un cuello encantador”. Es decir, ve a Ellen, por encima de todo, como fuente de sustento. Desde un punto de vista técnico Murnau utilizó sus amplios conocimientos de fotografía para crear algunas escenas imborrables en el recuerdo del cinéfilo, consiguiendo juegos de luces y sombras realmente admirables para la época.



Con respecto a la versión de Tod Browning, decir que se trata del primer acercamiento del cine americano sonoro al personaje de Stoker. Browning, maestro del cine fantástico, dirigió con irregular acierto esta sobrevaloradísima película que contaba con la actuación del también muy sobrevalorado Bela Lugosi. La película no es mala, como tampoco lo es la interpretación de Lugosi, pero podría haber dado más de sí de haber contado el director con absoluta libertad para contar la historia a su manera.

Por desgracia, las imposiciones a las que se vio sometido Browning, las prisas del rodaje y el hecho de que Browning no dispusiera de absoluta libertad para rodar como él quería lastraron igualmente una película que tiene una primera parte realmente prodigiosa, un auténtico deleite gótico, y una segunda parte pesada, plúmbea y de lo más aburrida.

Por si esto no fuese suficiente, esta película se inspira no en la obra original de Stoker, sino en una adaptación teatral de la misma más acorde con la “frágil” e hipócrita sensibilidad americana de la época. Dicha adaptación eliminaba todos aquellos elementos del libro que se consideraban no aptos para la puritana mentalidad de la década, eliminándose así todas las insinuaciones de índole sexual presentes en el libro, así como los colmillos, la sangre y en general el mordisco del vampiro.

La sexualidad de la obra de Stoker, una sexualidad agresiva que sin duda sirvió como revulsivo para la mentalidad victoriana de la Inglaterra de 1897, desaparece por completo, y el conde se convierte en una figura de opereta, asexuado, parsimonioso, pasivo, excesivamente teatral, un drácula, en definitiva, que se recrea en las palabras y no en la acción, en una interpretación que dista mucho de la ofrecida realmente por Stoker en su libro.

La interpretación de Lugosi está lastrada por su bagaje como actor teatral, la cual resta eficacia a su personaje y hace del suyo un Drácula que, visto hoy, impone más bien poco. Sin embargo, también hemos de reconocer los muchos aciertos de este actor húngaro que ha permanecido durante tantos años en la memoria de los cinéfilos hasta alcanzar el estatus de mito.

A favor de Lugosi hay que mencionar su habilidad para identificarse al personaje y resultar por momentos imponente sin necesidad de efectos especiales ni largos colmillos, salvando además la dificultad añadida que supone no saber hablar inglés y aprenderse los guiones según criterios fonéticos. La mejor interpretación del filme vendrá dada por un Dwight Frie que nos ofrece al mejor Renfield de la historia del cine. En resumidas cuentas, se trata de una buena película pero que podría haber sido mucho mejor.



De la versión mexicana de Melford decir simplemente que En aquellos tiempos era bastante normal que se rodaran películas de gran proyección y difusión en varios idiomas al mismo tiempo, usando los mismos decorados. Así, cuando Browning y su equipo descansaban, venía el equipo de Melford a rodar la misma película pero con actores hispanos para cubrir un mercado más amplio de espectadores. Por ese motivo, no hay muchas diferencias en lo que a decorados se refiere entre este film y el rodado por Browning.

Los hay quienes afirman que en muchos sentidos esta película es muy superior a la de Browning. Sin embargo, y aunque esto pueda ser verdad, ya que Melford no tenía la presión y cortapisas que tuvo que soportar Browning, lo cual se aprecia en su más extendido metraje, Melford no es Browning, y Villarías no es Lugosi. El resultado es un film demasiado largo, aburrido, y con algunas de las interpretaciones más sobreactuadas de la historia. De lo más mediocre.



Por el contrario, la versión acometida por el no menos grande Terence Fisher en 1958 es una auténtica joya que se equipara en belleza y perfección al "Nosferatu" de Murnau, permaneciendo como una de las películas sobre Drácula más perfectas que ha dado nunca el cine. Fisher, maestro del terror y de lo fantástico inglés, se reunió del equipo perfecto: Jimmy Sangster en el guión, un guión magnífico cargado de matices y dobles lecturas, James Bernard en la música y un elenco de excelentes actores para conseguir la que es hasta la fecha la mejor recreación de la obra de Stoker.

El guión, una vez más, se aparta ligeramente el libro y sigue su estructura sólo parcialmente, pero esta adaptación triunfa en donde fallaron todas las demás: el espíritu de la obra de Stoker, el espíritu de los personajes, nunca ha vuelto a estar tan fielmente retratado como en esta película. Encontramos un profundo respeto al espíritu impregnado por Stoker en su obra, más que un seguimiento ciego a su desarrollo argumental.

Pero el éxito de esta maravilla no reside solamente en su gran director, sino también en sus actores, como antes he comentado: Peter Cushing, uno de los más grandes actores que ha dado nunca el cine británico, borda su interpretación y nos ofrece al mejor Van Helsing del cine, en una interpretación no sobreactuada (como la de Anthony Hopkins en el bodrio de Coppola) que rebosa sobriedad, inteligencia, y también actividad, dinamismo. El suyo es un Van Helsing de pensamiento y de acción, al contrario que hiciera el ridículo Edward Van Sloan en la adaptación de Browning.

Y Christopher Lee nos ofrece la mejor caracterización jamás dada por el cine del célebre personaje. A diferencia del torpe y redundante conde teatral de Lugosi, el conde de Lee es un vampiro feroz, real, físico, un vampiro que rezuma ficisidad, brutalidad y sexualidad. Por vez primera en el cine todos los rasgos que caracterizaban el carácter del vampiro aparecen retratados en el cine. Su Drácula es en todo momento una amenaza física, real, es un animal de acción, no de palabras, un monstruo cuyo único propósito es socavar los cimientos de la rígida e hipócrita sociedad puritana de la Inglaterra de la época. Tal y como Stoker concibió al personaje.

Lee no malgasta sus energías en discursos perifrásticos e inútiles, sino en su presencia, y no duda en hacer uso de su fuerza demoníaca para imponer su voluntad, con tal violencia y agresividad que realmente resulta un ser diabólico que impone respeto y temor. La productora Hammer ofreció por vez primera sangre en multicolor, y colmillos, y sexualidad, y agresividad, retratando a un vampiro más próximo a un animal enrabietado y astuto que a un actor de opereta. Lee es Drácula. Drácula es Lee. Tan sencillo como eso.



La Hammer haría de Drácula, como con otros monstruos de igual importancia y calado en la audiencia, toda una serie de películas que tendrían grandes obras maestras como "Drácula, Príncipe de las Tinieblas" y "Drácula Vuelve de la Tumba", películas de calidad como "El Poder de la Sangre de Drácula" o "Las Cicatrices de Drácula" y películas tan lamentables y mediocres como "Drácula A.D.72" y "Los Ritos Satánicos de Drácula", en las que lo único por lo que merece ver tales bodrios es la posibilidad de volver a ver juntos al tándem de oro de la historia del terror: Peter Cushing y Christopher Lee.

El descontento de Lee por el tratamiento que se le fue dando al personaje a partir de finales de la década de los 60 y máxime durante los primeros años de los 70 fue cada vez más evidente. Y es que no deja de ser triste hasta qué punto llegó la Hammer a desaprovechar al personaje en su búsqueda de un cine cada vez más comercial y chapucero basado en cantidades cada vez mayores de sangre y desnudos.

Lee, que siempre quiso que se respetara la concepción literaria del personaje, y que no estaba de acuerdo con lo que estaban haciendo con el personaje, amén de su más que lógica preocupación ante la posibilidad de acabar encasillado en el papel como le ocurriera a Bela Lugosi cada vez se encontraba menos a gusto con el personaje. Afortunadamente, llegaría sobrevivir al conde después de ser el actor que más veces lo ha interpretado. Ahí está su mérito, y la prueba de su inmenso talento y valía como actor.

De las más de 250 películas en las que ha participado, muchas son de una calidad realmente ínfima, pero nadie puede negarle a este soberbio actor el título de Caballero del Terror, uno de las personas a las que más le debe el cine de terror, toda una leyenda que aún hoy día sigue haciendo películas y prestando su portentosa voz a proyectos de muy diversa índole. Sí, Christopher Lee sobrevivió al personaje, a ese personaje que tan bien conoce, y que tan bien ha interpretado, hasta el punto de que nadie ha sido capaz de igualar su portentosa actuación.



En 1970, Jesús Franco, que en alguna entrevista llegó a decir que no sentía ningún interés por el cine de Fisher porque las suyas eran algo así como películas hechas sin emoción, sin calor, sin amor (???), pensó que era hora de realizar su aportación al mito de Drácula, con la pretensión de ofrecer, por vez primera, la adaptación más fiel al libro jamás hecha hasta la fecha. Para tal magno propósito, reunió a un reparto estelar: Christopher Lee repitiendo el papel que nadie más que él ha sabido entender y bordar, Herbert Lom como Van Helsing, Klaus Kinski, el alucinado, como Renfield, y Soledad Miranda, su actriz fetiche, como Mina.

La película se presenta como la versión más fiel del libro, y supongo que fue esa promesa de fidelidad la que hizo que Lee aceptara el papel, ya que por aquel entonces estaba más que harto de cómo había degenerado la visión del personaje en los filmes de la Hammer. El caso es que, aparte del aspecto físico del conde (como un anciano con bigote que rejuvenece al beber sangre), tampoco hay mucha fidelidad al libro en tamaño despropósito.

Y más aún, no sólo engaña al espectador como un chino al prometer algo que no ofrece, sino que además, y a diferencia de otros bodrios de Franco que al menos llegan a entretener e incluso diviertir, esta película es realmente soporífera. El mismo Franco llegó a desentenderse de algún modo del filme, y posteriormente dirigiría Drácula Contra Frankenstein, que estaba mucho más en la línea de su peculiar e iconoclasta estilo. Como aspecto positivo, destacamos la muy interesante banda sonora del genial Bruno Nicolai.



En 1974, Dan Curtis filmó una adaptación del libro con Jack Palance como Drácula. Mucho se ha criticado esta película y la interpretación de Palance, el cual, según mucha gente, no era el actor indicado para el papel. El caso es que, aparte de estas críticas, muchas de las cuales son, a mi entender, injustificadas, esta película es una adaptación de lo más digna y, mucho más importante, sincera y honesta en sus propósitos. En ningún momento se vende como "la adaptación más fiel del libro" porque no lo es.

De hecho, introduce una variedad que sería tomada con posterioridad en el bodrio de Coppola. En esta película de 1974 encontramos por vez primera una asociación entre el personaje literario y el mítico Vlad el Empalador, y en esta película se presenta a Drácula por vez primera como un héroe romántico trágico que encuentra en una dama de la Inglaterra victoriana a la reencarnación de su amor perdido (¿les suena de algo?). La originalidad de su planteamiento, unido a la sinceridad de sus intenciones, y la bella música de Robert Cobert hace de esta película una adaptación interesante y digna de ser conocida, pese a que en general sus defectos impidan que pueda ser considerada una gran película.



La adaptación de la BBC en 1977 es, hasta la fecha, una de las películas que más respetan el libro de todas las que se han hecho. No sólo respeta el espíritu del personaje, igual que en la de Fisher, sino que además el desarrollo argumental sigue fielmente a la obra de Stoker. Esta miniserie de 150 minutos de duración sigue el esquema típico de las series de la BBC en lo que a fotografía y escenografía se refieren, y cuenta además con grandes actores de entre los que cabe destacar al magnífico Louis Jourdan, experto en papeles de personajes mezquinos y taimados (en la década de los 80 sería el villano Bond de la película Octopussy), que realiza la mejor interpretación del conde después de Christopher Lee, y que merece más reconocimiento del que, por desconocimiento, gozan otras adaptaciones más mediocres y lamentables como el film de Coppola.



En 1979 la Universal volvió al personaje con otra adaptación más moderna dirigida por John Baddham, autor de mediocridades como "Fiebre del Sábado Noche" y que posteriormente dirigiría el remake americano de "La Asesina" ("Point of No Return") y "Drop Zone", con Wesley Snipes. Para el papel principal se recurrió a un actor de sólida formación teatral, Frank Langella, un joven y muy preparado actor que ofreció una muy correcta interpretación.

Aparte del erotismo que irradia este conde, que no es nada nuevo, ya que también se encontraba en el Drácula interpretado por Lee o Jourdan, la gran aportación de Langella al personaje fue en convertirlo en un personaje de la Inglaterra Victoriana más. De hecho, esta película elimina toda la escena del castillo y comienza justo con la llegada de Drácula a tierras inglesas.

Si en las anteriores adaptaciones Drácula era presentado como un outsider, un intruso en tierras extrañas y que no sentía ningún interés por integrarse en sus costumbres y hábitos, en esta película Drácula se comporta como un miembro de una familia aristocrática o noble inglesa más, integrándose en reuniones sociales e intimando con la protagonista, Lucy, como si se tratase de un humano cualquiera.

Esto, unido al carácter irónico que insufla al personaje, que en ningún momento le resta autoridad o amenaza, hacen de esta adaptación un film digno de conocerse y con grandes aciertos, si bien también peca de algunos defectos propios de la época: algunos efectos de fotografía propios de videoclips, demasiado discretas interpretaciones de grandes actores como Laurence Olivier, demasiado rutinaria banda sonora de John Williams, y un Drácula que, aunque original, no consigue hacer olvidar a Christopher Lee.



También en 1979 Werner Herzog acometió un remake del "Nosferatu" de Murnau y lo tituló "Nosferatu, El Fantasma de la Noche". Esta adaptación contaba con el histriónico-alucinado-intérprete-de-papeles-importantes-y-trascendentes-elevados-y- gran-divo Klaus Kinski. Esta película es ante todo un remake de la obra de Murnau, de la que toma el guión, los emplazamientos, nombres de los personajes y en general la estética expresionista que tan buenos resultados daba en la película de 1922 pero que tan irregular resulta en ésta.

Así, ver a Hutter retrocediendo ante Orlock después de haberse cortado con el cuchillo mientras el vampiro avanza hacia él, o verlo simplemente en su catre horrorizado ante el avance del vampiro con expresión alucinada sin emitir un sólo sonido puede resultar algo excesivo e incluso ridículo. Para más inri, Klaus Kinski presenta a un vampiro amargado y digno de lástima, que se comunica entre jadeos y sonidos pretendidamente ilustrativos de su condena y soledad y que a un servidor le resultaron harto cargantes.

Esta película, muy criticada y también muy alabada a partes iguales, cuenta también con sus grandes aciertos, empezando por la magnífica música de Popol Vuh y la excelente fotografía. La marcha de Hutter al castillo del vampiro debe constar en los anales cinematográficos como la más aterradora y lograda jamás filmada, con esa música (combinada con el maravilloso preludio Wagneriano de su obra "Das Rheingold") que realza la sensación de estar, a medida que Hutter se acerca más y más a su objetivo, abandonando el mundo de los mortales para entrar en un mundo fantasmal, quasi onírico, y sumamente aterrador, aunque esa sensación se desvanece de golpe desde el momento en el que el conde hace acto de presencia.

En ese instante, el terror se ve suplido por la lástima o la risa, y es que, cuanto más trata de resultar aterrador este vampiro, más ridículo resulta. También debo destacar su original y fantástico desenlace, que supone una desviación significativa del film de Murnau que, sin embargo, se agradece. En definitiva, se trata de una película curiosa, loable en sus aspiraciones aunque no siempre funcione, para nada desdeñable, y con suficientes aciertos como para que resulte una película de visión obligada para el aficionado al género.



Y llegamos finalmente a los noventa. Francis Ford Coppola decidió acometer la supuestamente adaptación definitiva del libro, una vez que Winona Ryder le dejara un guión escrito para tal efecto por J. Hart. Coppola demostró ser un gran conocedor del género al incluir en su film guiños a todas las adaptaciones anteriores del libro: tomó algunas secuencias del Nosferatu de Murnau (el modo de salir del ataúd en una escena, por ejemplo), otras del Drácula de Lugosi (Nunca bebo... vino), otras del Drácula de la Hammer, del Drácula de Curtis (la asociación de Drácula con Vlad, la visión romántica del personaje...).... etc. Y eligió a un elenco de grandes actores entre los que relucía con luz propia el magnífico Anthony Hopkins.

¿Y el resultado? ¿Es Bram Stoker's Drácula una buena película? Por supuesto que lo es. Al fin y al cabo está dirigida por Coppola, y Coppola es responsable de algunas de las más grandes joyas del cine ("El Padrino", "El Padrino II", "Apocalypse Now"...)... lógicamente la película no podía ser mala. La fotografía, los decorados, el vestuario, la recreación de la época... son absolutamente deliciosos, y hacen de esta película todo un deleite visual, así como un ejemplo de cómo hacer buen cine. La música de Kilar es simplemente apabullante, imponente, apoteósica, una de las más grandes bandas sonoras de terror jamás compuestas.

Entonces... ¿dónde está el fallo? Podemos empezar por su guión, un guión que muestra hasta qué punto se tomó como referencia la aportación al género vampírico de esa autora tan comercial y de tanto éxito por aquel entonces llamada Anne Rice. Un guión que, para tratarse de la versión más fiel a la obra de Stoker, acaba siendo una tomadura de pelo digna del bodrio de Jesús Franco.

Hacer una adaptación fiel a una obra literaria no consiste simplemente en incluir a todos los personajes secundarios y todos los episodios narrativos del libro en idéntico orden, sino que, por encima de todo, implica respetar el espíritu de dicha obra. "Bram Stoker's Dracula" de Coppola no sólo no es la versión más fiel al libro de todas las que ha dado el cine, sino que por el contrario se trata de una de las versiones menos fieles al libro.

En esta película Drácula aparece como un héroe trágico enamorado que va “cruzando océanos de tiempo” (ahora es el momento de vomitar) para encontrarse con la reencarnación de su amor perdido. Esta concepción del conde es diametralmente opuesta a la concepción original de Stoker, para el cual Drácula era un ser maldito y corrupto para el que Mina no era ninguna fuente de amor sino su fuente de sustento.

El film tiene un prólogo que trata de justificar la visión del personaje y a la vez intenta revelar la asociación entre Drácula y Vlad el empalador, episodio que el libro, sin embargo, no tiene. De hecho, en ningún momento hay referencias explícitas en el libro sobre dicha asociación, aunque estas sean, a posteriori, significativas.

No tengo nada en contra de la visión romántica del vampiro o el conde Drácula, siempre y cuando no se nos venda semejante bodrio como la versión más fiel cuando en realidad se trata de la historia de Drácula desde la perspectiva de Anne Rice, autora que el mismo guionista y director conocían bastante bien de antemano. Y para colmo de males, resulta que este giro de guión ni siquiera es original, porque ya encontrábamos dichos elementos en la película de Dan Curtis, aunque sin tanta pretenciosidad y lujos visuales.

En definitiva, se trata de la adaptación más comercial, vacía y estúpida que ha dado el cine del libro de Stoker, un bonito envoltorio que no contiene nada dentro y que toma al espectador por estúpido (¿a quién esperaban engañar con esa campaña publicitaria?), prometiendo justo lo opuesto de lo que realmente ofrece, deleitándose en lo de fuera y engañando en lo realmente importante, y demostrando que los responsables de tamaño despropósito conocen muy bien el género pero que a la hora de innovar y aportar sus propias ideas son completamente inútiles.

Titular a este film "Bram Stoker's Dracula", y pasar la historia del conde por el tamiz de Anne Rice, autora de moda y con cientos de seguidores en todo el mundo, no hace sino confirmar que nos encontramos ante una película con una enorme pretensión comercial, puro marketing, cine del que Hollywood tanto hace uso en estos días. No deja de resultar gracioso que haya mucha gente que, a raíz de ver esa película, y que sin duda no han leído el libro, piensan que Drácula es una novela de amor, cuando realmente se trata de algo muy distinto.



Por el momento, eso es todo. Espero haber ofrecido una visión general y simplificada, a la par que subjetiva, de lo que ha dado el cine de sí en relación al inmortal personaje y obra creados por Stoker.

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