miércoles, 23 de junio de 2010

Príncipe de Persia: Las arenas del tiempo (Prince of Persia: The Sands of Time, 2010) y el declive del "blockbuster" moderno





Dir. Mike Newell
Int. Jake Gyllenhaal, Gemma Artenton, Sir Ben Kingsley
116 min. EE.UU.




Seguro que muchos os habréis encontrado alguna vez en la tesitura de criticar un cierto tipo de cine de autor, más concretamente a ciertos autores, ofreciendo argumentos tales como "es intelectualoide, pretencioso, pedante, aburrido, un coñazo, etc etc"... o afirmar públicamente que te encantan películas comerciales tales como "300", "Blade" o "Wanted"... y despertar las iras de algún acompañante que arremeterá contra vosotros tachándoos de "incultos, ignorantes, simples, infantiloides, etc etc". Hay quienes tienen una idea muy clara de lo que el arte (léase "cine", "música", "literatura", etc etc) debe ser y no aceptan que se les lleve la contraria o incluso que haya quienes piensen lo contrario aunque no lo manifiesten.




Curiosamente, también encontramos actitudes radicales análogas en el otro extremo de la balanza, y desde hace no mucho tiempo he podido encontrarme también con gente que arremete, a menudo injustificadamente, contra cualquier cine de autor que exija un poquito de atención y dedicación por parte del espectador, por el simple hecho de no ser cine comercial. De hecho, si dices en ciertos ambientes que te encanta "Tarkovsky", pues quedas como un "pedante" y encima engreído, ya que para estas personas el cine debe ser de entretenimiento, y ellos jamás irían a una sala de cine a "pensar" o "reflexionar", sino, como alguno ha llegado a comentar en alguna ocasión, a "dejar las neuronas en casa y que me entretengan". Representan el paradigma de espectador "pasivo", aquél al que se lo tienen que dar todo mascadito y cuyas exigencias cinematográficas se reducen a "ser entretenidos". Y aunque esta actitud me parezca de lo más respetable, jamás podría compartirla.



Desde aquí me gustaría reivindicar el cine de entretenimiento de calidad. Porque, como ya quedó demostrado en películas tales como "Indiana Jones en Busca del Arca Perdia" o "Regreso al Futuro", una película puede entretenerte y, al mismo tiempo, ofrecer un producto de calidad que no tome al espectador por idiota y lo implique tanto emocional como intelectualmente en la historia. Porque una cosa no excluye la otra. Desgraciadamente, ese cine de entretenimiento de calidad es cada vez menos frecuente, como queda patente, una vez más, en esa abominación de película que es "Príncipe de Persia".



Yo cuando veo esperpentos semejantes lo que veo detrás es a un grupo de cebados y avariciosos productores sentados en una mesa con el director, dictando cómo debe ser la película: cómo debe lucir, cómo debe sonar, cómo debe estar escrita... de modo que la película atraiga a cuanta más gente mejor y que resulte rentable. El arte del cine, porque el cine es un arte, corrompido por la avaricia y el ansia de beneficios. En esta actual visión del cine comercial, no hay sitio para la creatividad, para lo "políticamente incorrecto", para la innovación, para el desafío al espectador... todo debe conformarse a unos reiterativos patrones rígidos e infantiloides. Por ese motivo todas estas películas son tan parecidas unas de las otras: "Transformers", "GI Joe", "La Momia 3", "2012" o el inmundo remake de "Furia de Titanes"... son películas sin personalidad, dirigidas sin personalidad, y sacrificando cualquier atisbo de originalidad y calidad en aras de un producto articial y efectista, simplista e idiota, cuyo principal reclamo se basa en la saturación y en el bombardeo de estímulos visuales y sonoros al pobre espectador.

No tenemos más que comparar las dos versiones de "Furia de Titanes" para apreciar hasta qué punto ha degenerado, en líneas generales, el cine "blockbuster" de entretenimiento "made in USA". La película original de Desmond Davis (1981), lejos de ser perfecta, e independientemente del factor nostálgico, muy presente en estos casos en quienes crecimos durante esa década, no era sólo una sucesión de escenas de acción a cada cual más aparatosa y apabullante en el sentido más negativo del término. La película original no era sólo ruido, sino que también incluía "silencios", más diálogos, más atención a los pormenores de la historia que se está contando, una dirección más calmada y contenida, y en definitiva mayor contención en todo... lo cual no quiere decir que la original sea aburrida, pero lógicamente para alguien que haya crecido viendo películas como las que se hacen ahora, pues indudablemente la original puede resultarle algo plúmbea.



Eso explicaría la tendencia actual por "remakear" películas de hace treinta o incluso veinte años... aunque no hayan envejecido mal, pertenecen a una época pasada, una época en donde los efectos especiales no fagocitaban todo lo demás como suele ocurrir hoy día, sino que acompañaban con mayor o menor fortuna un guión, por lo general, mucho más trabajado que hoy día. Eso al margen de lo que nos puedan parecer los efectos de hoy día comparados con los de antes (glorioso Harryhausen) y hasta qué punto podamos considerar que las películas de ahora son más espectaculares que las de antes. Yo soy de los que piensan que la saturación de efectos digitales de muchas (que no todas) películas de ahora termina resultando cansino, anodino, irreal y en definitiva mucho menos "espectacular" que los efectos artesanales de otras películas con menos medios pero mucha más magia y talento. Pero, como digo, no es mi intención entrar ahora a valorar este aspecto, ya que, en última instancia, la calidad de los efectos en una película no es algo que dependa tanto del tipo de efectos en sí, como de las personas que haya detrás de dichos efectos.

El remake de "Furia de Titanes", como iba diciendo, ejemplifica perfectamente todo lo que va mal en este tipo de cine... una historia raquítica en la que los personajes parecen más pobres esbozos que otra cosa, sin el menor grado de carisma, engullidos por esa avalancha neurótica de efectos que hacen del "más es más" su único credo... el espectador se ve abrumado ante tamaña saturación de estímulos, ante lo cual lo único que puede hacer es dejar las neuronas a la entrada del cine y dejarse "idiotizar" por un bodrio carente de cualquier virtud redentora. Son películas "neuróticas" en el sentido más literal del término, ya que parecen haber sido concebidas por tales.



Si hace décadas ver una película no era una experiencia muy distinta a leer un libro, salvando por supuesto las más que obvias diferencias en cuanto al lenguaje formal usados por ambas, con esa atención al desarrollo argumental, a la caracterización de los personajes, a la planificación de las escenas... hoy día ver una película como "2012" o "Príncipe de Persia" cada vez se parece más a jugar a un videojuego. No tengo nada en contra de los videojuegos, pero me molesta mucho esta moda de ahora que parece encontrar su justificación en la inmensa popularidad de las "playstations", "xboxs", "wiis" y similares. Cuando voy al cine, voy a ver una película. Si quisiera jugar a un videojuego, me conectaría a la "play". Pero claro, nuevamente, si tenemos en cuenta que el arte está al servicio de la taquilla, pues no resulta difícil de entender que el cine de entretenimiento juvenil esté tan influido por toda esta estética.

Llegados a este punto, siempre se puede esgrimir el tan manido argumento de: "pues si este tipo de películas atrae a la gente y consigue pingües recaudaciones en taquilla por algo será, ¿o es que los espectadores son tontos y no tienen criterio?". Lejos de considerar que millones de espectadores sean "tontos" y "sin criterio" sólo por apoyar películas como "2012", sí pienso que hemos bajado mucho el nivel de exigencia en el cine, y que mucha gente, nuevamente, se conforma con "ser entretenido" aunque la película no alcance unas cotas de calidad mínimas. Es la pescadilla que se muerde la cola... si la gente reclamara productos de entretenimiento de calidad, bodrios como este "Príncipe de Persia" jamás habrían llegado a nuestras pantallas.

Y es que, a priori, "Prince of Persia" cuenta con muchos factores para resultar un éxito de taquilla. Una producción Disney producida por el todopoderoso Jerry Bruckheimer, amparada en el éxito de la mediocre trilogía "Piratas del Caribe", para más inri basada en un popularísimo videojuego, y dirigida por Mike Newell, autor de películas tan interesantes como "Donnie Brasco", pero también de otros truños taquilleros como "Cuatro Bodas y Un Funeral", "La Sonrisa de Mona Lisa" o "Harry Potter y el Cáliz de Fuego". Añadamos un reparto con veteranos de la talla de Ben Kingsley para compensar la alarmante falta de carisma y talento de la pareja protagonista, y una banda sonora del mediocre Harry Gregson-Williams, y ya tenemos la receta necesaria para una película de entretenimiento de ésas que buscan amasar mucho dinero para compensar todo lo que se han gastado en perpetrar semejante despropósito.



El "mac guffin", en esta ocasión, es una daga que tiene el don de hacer retroceder el tiempo, y como buen "mac guffin", pues sobre esto gira el paupérrimo argumento de esta película, un argumento en donde no hay cabida para la sorpresa, ya que todo discurre conforme a los cánones típicos de este tipo de producciones. Incluso los personajes principales resultan convencionales en su desarrollo. Por un lado tenemos al protagonista, interpretado por Jake Gyllenhaal, un actor que nunca ha sido santo de mi devoción y que carece, en mi opinión, del carisma necesario para que una película de estas proporciones recaiga sobre sus hombros. Por otro lado tenemos a la hermosa Gemma Artenton, a la que hemos podido ver en "Quantum of Solace" o la ya mencionada "Furia de Titanes 2010", y de la que una película de estas características no espera otra cosa que no sea lucir palmito y poco más.



La relación entre ambos personajes también discurrirá por los senderos trillados a los que nos tiene acostumbrados el "modus operandi" hollywoodiense... esa tensión sexual tan fresca y divertida ya encontrada en películas como la saga "Indiana Jones" vuelve a darse aquí sólo que sin gracia ni química... los protagonistas de "Príncipe de Persia" se pasan gran parte de la historia como rivales jugando a ver quién queda por encima hasta que finalmente ocurre algo que les hace comprender que tras toda aquella rivalidad se esconden sentimientos más "nobles". Uy, qué cliché. Uy, qué coñazo.

Ni siquiera Sir Ben Kingsley, ese gran actor que uno no sabe muy bien qué pinta en esta porquería, está a la altura de su talento, y se limita a comerse a todo el que se le pone por delante sin mucho esfuerzo para cobrar el, suponemos, gratificante cheque. Luego tenemos, por supuesto, al "comic relief" que no podía faltar, interpretado en este caso por Alfred Molina, y que haría algo de gracia si sus diálogos no fueran tan propensos al chiste fácil y la gracia pueril característica de cualquier producción Disney.



Si la historia aburre y los personajes no enganchan, ¿con qué nos quedamos entonces? Desgraciadamente, no hay nada destacable en este "Príncipe de Persia", ni siquiera, paradójicamente, los efectos especiales, que resultan demasiado artificiales y "cantosos" como para resultar convincentes en una película del presupuesto de ésta. No deja de resultar lamentable que, en pleno siglo XXI, y con los presupuestos mastodónticos que se manejan, todavía nos encontremos con películas como ésta que demuestran que todavía no se han perfeccionado los efectos tanto como uno podría esperar. Por supuesto si la película la hubiera dirigido James Cameron la cosa habría sido distinta, pero en cualquier caso no deja de resultar cuanto menos curioso la diferencia tan acusada entre algunas películas y otras en lo que a efectos visuales se refiere. Como dije anteriormente, el éxito o el fracaso de estos depende no del tipo de efecto o del presupuesto invertido, sino más bien de la gente que hay detrás de dichos efectos, y en el caso de "Príncipe de Persia" queda patente su incompetencia. Para esto que vuelvan los efectos "stop-motion" de Harryhausen, por dios.

¿Y la música? La banda sonora de Harry Gregson-Williams está a la altura de lo que una película como ésta merece / necesita. Con ecos e influencias de las bandas sonoras de La Momia de Goldsmith y Silvestri, esta banda sonora es de todos menos "original". Gregson-Williams recurre a instrumentación exótica para componer un tema de reminiscencias árabes de esos que dejan al espectador con la sensación de que ya lo han escuchado antes y mejor en muchas otras bandas sonoras de películas ambientadas en territorios similares. Reconozco que este tema no está nada mal, pero no suena fresco, suena a refrito de muchas otras cosas. Además encontramos otro tema recurrente, asociado al personaje principal, de lo más soso y convencional. Nunca he sido un fan de Harry Gregson-Williams, y desde luego trabajos como éste confirman mi opinión.



En definitiva, lo único que vais a encontrar en esta película (cuyo subtítulo hace prever lo peor, es decir, que esto no es sino la primera entrega de una franquicia), es un diseño de producción grandilocuente y suntuoso, escenarios naturales de una gran belleza y, por supuesto, entretenimiento, pero ese entretenimiento vacuo y resultón del que, supuestamente, tanta demanda existe en los tiempos que corren. Gracias a dios, siempre nos quedará el DVD para los que preferimos otra clase de entretenimiento no reñido con la inteligencia. O la falta de...

Calificación de la película: * sobre *****

Calificación de la banda sonora: ** sobre *****

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