miércoles, 23 de junio de 2010

Ong-Bak (2003): Análisis de la película y su banda sonora





Dir. Prachya Pinkaew
Int. Tony Jaa, Petchtai Wongkamlao, Pumwaree Yodkamol
104 min. Tailandia





1. Una Apología del Cine de Artes Marciales.

¿Bajo qué criterios se debe valorar y evaluar una película de artes marciales? Evidentemente, si lo hacemos desde un punto de vista estrictamente cinematográfico, sus deficiencias son evidentes a priori: personajes estereotipados, planos e ingenuamente perfilados por actores de más que evidentes carencias interpretativas, un guión esquemático y errático, no siempre coherente, con frecuentes errores de montaje o de "raccord" y diálogos que rayan la simpleza más pueril, todo ello al servicio de historias de una más que obvia ingenuidad maniquea.




Todas estas deficiencias en la dirección, guión, o interpretación, por poner tres ejemplos significativos, son palpables, en mayor o menor medida, en gran parte del cine de artes marciales. Por este motivo, este género suele estar bastante denostado por parte de la crítica seria y "respetable", la cual es incapaz, paradójicamente, de valorar y disfrutar de estas películas en su contexto.



A pesar de esta pésima reputación entre los degustadores de "cine exquisito e inteligente", el cine de artes marciales es un género que goza de una vitalidad envidiable, y para el que, según parece, no pasan los años. ¿Cuál es el motivo? Probablemente que el cine de artes marciales está desprovisto de cualquier pretensión intelectualoide, mostrando abiertamente sus bazas, y buscando, por encima de todo, el entretenimiento. Por supuesto, aquellos a los que no les resulten emocionantes las a menudo largas escenas de lucha entre el héroe y sus adversarios, basadas en la exhibición de técnicas marciales específicas, lo más seguro es que se aburran soberanamente.

Por otro lado, aquellos a los que, como es mi caso, les aburran las películas cuya acción está basada casi exclusivamente en reiterativas y ruidosas demostraciones pirotécnicas, aparatosas persecuciones automovilísticas y disparos por doquier... sabrán apreciar la belleza y la autenticidad de un tipo de cine que hace de las coreografías de combate su principal seña de identidad. Es cierto, llegados a este punto, que es habitual en este tipo de cine supeditar aspectos técnicos y narrativos a la espectacularidad o autenticidad de los combates. Sin embargo, en el buen cine asiático de género lo que más se cuidan son las coreografías porque es esto precisamente lo que constituye su valor más esencial y distintivo.



Anteriormente se han expuesto los defectos comunes al cine de artes marciales. ¿Por qué no continuar exponiendo sus virtudes? Es un cine de entretenimiento en el sentido más visceral del término, un cine honesto y espectacular. El buen cine de artes marciales ofrece excelentes coreografías de auténticos virtuosos capaces de auténticas proezas a nivel físico. A diferencia de los típicos productos de acción basados en el uso de armas de fuego, el cine de artes marciales retoma el legado de unos sistemas de combate sofisticados y eficaces que tienen siglos de antigüedad y beben de diversas fuentes.

En ese sentido, el cine de artes marciales, más que ninguna exhibición relegada a emisiones en canales nacionales o autonómicos de televisión, tiene un importante papel en la difusión de las artes marciales en todo el mundo. No hay más que poner como ejemplo el fenómeno de Bruce Lee, el cual popularizó el kung fu chino como nadie. Si no fuera por figuras mediáticas como Lee, indudablemente las artes marciales no habrían tenido una expansión y popularidad tan acelerada por casi todas partes del globo.



Amén de su contribución en la perpetuación de un arte que bebe de diversas fuentes religiosas y culturales, el cine de artes marciales suele presentar personajes de alto sentido moral que saben superar las adversidades gracias a su arte, arte que se ven obligados a utilizar por motivos de causa mayor, y siempre al servicio de unos ideales de justicia. Por supuesto no todo el cine de artes marciales se adapta a este canon ético, y el nivel de violencia al que llegan algunas películas es bastante considerable.



Como cualquier otro género, el cine de artes marciales ha sabido muy bien conectar con las inquietudes y miedos de una sociedad cada vez más desprotegida y desamparada, cada vez más violenta y desatada. En este sentido, el hecho de que haya llegado a erigirse como género cinematográfico independiente, pese a quien pese, no es sino una reacción o consecuencia natural que tiene una profunda base sociocultural. El cine de artes marciales permite al espectador evadirse por unas horas, identificarse con personajes capaces de desenvolverse en situaciones críticas, y también admirar las proezas físicas de las estrellas del género.

La cuestión que se plantea ahora es: ¿qué requisitos tiene que cumplir una película de artes marciales para ser considerada una buena película? Tomemos por ejemplo una película como "El Furor del Dragón" del sin par Bruce Lee. Analizada en frío y desde una perspectiva más o menos objetiva, muy probablemente encontraríamos dificultades para defender sus "virtudes cinematográficas". Sin embargo, si tenemos en cuenta sus magistrales exhibiciones de artes marciales, podríamos considerarla como un clásico en toda regla. Otro ejemplo similar lo encontramos en la película que nos ocupa, "Ong Bak".


2. "Ong Bak": La Película

2a. Introducción.


Teniendo en cuenta la reflexión planteada en el anterior apartado, "Ong Bak" sería una película susceptible de ser execrada y denostada por su esquemático guión, sus personajes de cartón, sus pésimas interpretaciones y otras chapuzas a nivel técnico que me abstendré de enumerar por su obviedad. De este modo se estaría echando por tierra la muy ardua labor de todo un equipo de actores, coreógrafos o dobles que, literalmente, se han partido los huesos por mostrar una película de artes marciales auténtica y original, con unas exhibiciones que están a años luz de las que hayamos podido ver en cualquier película americana de género estrenada en cines en muchos años.




2b. Argumento.

"Ong Bak" narra la historia del joven huérfano Ting, criado por el monje Para Kru en el templo de una aldea rural tailandesa llamada Nong Pradu. Al principio de la película asistimos a lo que parece ser una competición ritual por la cual los aspirantes deben escalar por las frondosas ramas de un longevo árbol, llegar a la misma cima, conseguir el “trofeo” y volver a tierra firme sin que ninguno de los demás competidores se lo arrebaten, al compás de una frenética música interpretada con instrumentos aborígenes.

Se trata de una inusual y llamativa escena que sirve de presentación del protagonista de la película, que realiza una llamativa exhibición de agilidad y destreza. Al mismo tiempo, esta escena sirve también para asentar las bases de lo que va a constituir la principal baza de esta película, la autenticidad no sólo en las peleas, sino también en las arriesgadas acrobacias y piruetas realizadas sin dobles por la estrella indiscutible de esta película, Tony Jaa, cuyo nombre verdadero es Phanom Yeerum, y sobre el cual nos centraremos más adelante.

La vida en el poblado parece discurrir con prosperidad y felicidad para todos... hasta que aparece un antiguo habitante del poblado llamado Don, con la intención de comprarle un antiguo y valioso amuleto budista a uno de los ancianos de la aldea. Éste, no obstante, se niega a vender una reliquia que espera poder entregar a su hijo Hum Lae cuando éste se ordene sacerdote, para contrariedad de Don, el cual no tiene la intención de abandonar la aldea con las manos vacías.

Con el fin de ganarse los favores de su jefe, el gángster local y traficante de reliquias artísticas Khom Tuan, el delincuente decide volcar su interés nada más y nada menos que en lo que posee más valor para los habitantes del pueblo, una estatua de Buda custodiada en el templo desde hace 200 años llamada Ong Bak, y al que los lugareños le otorgan un poder divino. Debido a las dimensiones de la figura, Don y sus secuaces únicamente llegan a apropiarse de la cabeza del Buda y huyen a Bangkok, sumiendo en el desconsuelo y la desesperación a los sencillos y supersticiosos habitantes, los cuales atribuían toda la prosperidad y felicidad de la aldea al Ong Bak.

Afortunadamente para el pueblo de Nong Pradu, Don llegó a darle su dirección en Bangkok al anciano al que pretendía comprarle el amuleto, con la esperanza de que pudiera cambiar de parecer por influencia del dinero ofrecido, antes de que acabara por decidirse en robar la cabeza del Ong Bak. Afortunadamente también, el joven ganador de la prueba ritual es un experto en el antiguo arte del Muay Thai, arte que aprendió de su maestro, el monje Para Kru.



La película no tarda en ofrecer una primera demostración de este arte, de manos del mismísimo Ting, el cual nos ofrece una espectacular exhibición de movimientos y golpes encadenados en una secuencia similar a la de las formas de las artes marciales japonesas, bajo la atenta mirada de su tío. Las principales señas de identidad de este arte son, en primer lugar, las posturas, bastante bajas, con lo que el enraizamiento está bastante acuciado; en segundo lugar, la brutal contundencia y eficacia de los golpes, en los que tienen una especial importancia los codos y las rodillas, sin duda las dos partes más duras del cuerpo y, por tanto, las más mortíferas a la hora de efectuar un golpe.



Es interesante destacar también la posición de guardia y el modo de dar puñetazos y patadas, alargando todo el brazo y la pierna. Lo pintoresco de los nombres de las técnicas, recitadas por Ting durante su exhibición, no deben despistarnos, ya que la realidad de los golpes es mucho menos poética, y mucho más contundente, como se verá más adelante, cuando Jaa ponga en práctica todos los movimientos ejecutados en el combate con los distintos adversarios a los que deberá hacer frente durante todo el metraje de la película.

El joven Ting se presenta voluntario para ir a Bangkok y rescatar la cabeza del Ong Bak para su pueblo. En el momento de su partida, todo el pueblo le hace entrega del dinero que poseen y que puede serle de utilidad en la gran urbe, donde las monedas sí tienen valor e importancia. En la apacible y tranquila aldea de Nong Pradu, la felicidad no viene de la posesión de bienes materiales, sino de la prosperidad y salud atribuidas a la imagen del Buda Ong Bak.

El anciano al que intentara regatear Don le entrega al joven una carta para su hijo Hum Lae, el cual saliera del pueblo años atrás para estudiar en Bangkok. Sin embargo, Hum Lae está lejos de llevar una vida entregada a la formación en la gran ciudad, habiéndose dedicado durante todo ese tiempo a pequeñas estafas, en colaboración con la pícara Muay Lek, con las que poder conseguir dinero para, por un lado, pagar los estudios de Muay y, por otro, pagar las propias deudas de Hum Lae con gángsters y delincuentes locales. Su vida está por tanto al límite, y se verá cambiada radicalmente con la llegada de Ting a la ciudad.

En un principio la actitud de Hum Lae, interpretado por el famoso cómico tailandés Mum Jokmok, cuyo nombre nombre real es Petchtai Wongkamlao, hacia Ting es bastante agresiva, especialmente cuando éste lo reconoce y lo trata de igual a igual. Hum parece haber renegado por completo de sus orígenes como habitante de Nong Pradu, mostrando su animadversión hacia todo lo que tiene que ver con el pueblo, muy probablemente debido a su oposición a cumplir los designios de su padre por convertirse en monje, aunque en ningún momento se aclare este punto en la película.



Dicha animadversión se manifiesta incluso en el hecho de que, en la ciudad, nadie lo conoce por su verdadero nombre, sino por el de George. Cuando Ting iba a entregarle la carta escrita por su padre, éste reacciona con vehemencia empujándolo para quitárselo de encima, provocando que Ting deje caer su “bolsa” de viaje, con la carta y, también, el dinero ofrecido por los habitantes del pueblo.

Cuando Hum Lae lo ve, comprende que tiene ante él una forma fácil y segura de conseguir dinero, por lo que se disculpa ante Ting y lo invita a su casa. Tan pronto empieza el joven a contarle el propósito de su visita a Bangkok, Hum Lae lo corta y le invita, o más bien impele, a darse una ducha, con el fin de separar al “paleto” de sus posesiones. Tan pronto lo hace, éste coge el dinero y se va a un local de luchas clandestinas a apostarlo todo.

Ting, el cual, pese a su ingenuidad, todavía no terminaba por confiar del todo en Hum Lae, se da cuenta del engaño, pero no consigue evitar que éste escape en moto, con lo que no le queda más remedio que perseguirlo por toda la ciudad. El local en cuestión resulta ser propiedad de Khom Tuan, el mismo gángster responsable, si bien indirecta e inconscientemente, del robo del Ong Bak. Khom Tuan es uno de los delincuentes más peligrosos de la ciudad, y es temido por todos, pese a ser un inválido laringectomizado que necesita de un modulador electrónico para comunicarse. Éste cuenta con la protección del temible luchador birmano Saming, interpretado por Chatthapong Pantanaunkul.

Nada más llegar al garito, Ting encuentra a Hum Lae, el cual le confiesa haber apostado su dinero por un luchador llamado Ali, el cual es derrotado por el bruto de Khom Tuan, apodado “Pearl Harbor”. Esta victoria hace que el gángster gane su apuesta con otro mafioso local, los cuales se dedican a observar los combates desde una sala ubicada en el piso superior con una amplia cristalera que permite ver todo lo que acontece tanto en el ring como en el mismo local, donde el público puede beber y apostar por su luchador favorito.

Cuando Ting le pide a Hum Lae el dinero y éste le responde que lo ha apostado y perdido, éste se dirige hacia el lugar donde se efectúan las apuestas para recuperarlo, aunque para ello tiene que atravesar el ring en el momento en el que se estaba alentando a luchadores del público a enfrentarse con el vencedor. Sin posibilidad de dar marcha atrás, el joven se encuentra frente a frente al bestia que ganó el combate de la noche. Impertérrito, sin ni siquiera quitarse la bolsa de viaje, Ting deja que el luchador de el primer paso, abalanzándose hacia él con la intención de batirlo de un puñetazo... y en ese momento, cuando entra en su campo de distancia, súbitamente, Ting se aparta y le encaja un brutal rodillazo (movimiento denominado “Yan Erawan”) en todo el esternón que lo tumba y lo deja inconsciente, ante el estupor de todos los allí presentes. Se puede ver esta increíble secuencia en el siguiente enlace:

http://herakles.free.fr/Calorifix/Ong-Bak/photo02.gif

Molesto por la situación, Ting se niega a coger el dinero que le ofrecen, y una vez que ha recuperado el dinero que le entregara la gente del pueblo, sale del local acompañado por un furioso Hum Lae que no entiende por qué no cogió además el dinero que le ofrecieron por ganar el combate. Ting es consciente de lo peligroso que es el Muay Thai, de ahí que se muestre reacio a utilizarlo, puesto que podría matar a su adversario. Además, no es su deseo corromper su arte y luchar por dinero, de ahí que rechazara la cantidad ofrecida. Por supuesto, Hum Lae no puede entender la honestidad del luchador, y tras una discusión en la que le espeta que no le ayudará a encontrar a Don a menos que luche por él una vez más, ambos se separan, aunque poco podía imaginar Hum Lae hasta qué punto sus caminos están abocados a encontrarse de nuevo.

Esa noche, Hum Lae, de vuelta al hogar, encuentra la carta que Ting trajera para él de parte de su padre, y le echa un vistazo, pero sólo por el reverso, en el cual su padre le confesaba que lamentaba no poder entregarle el dinero que éste le pidió, ya que el pueblo se encontraba en una situación bastante angustiosa. Sin leer nada más, Hum Lae tira al suelo la carta, enojado.

Ting aprovecha para meditar en uno de los templos de la ciudad, mientras que, en el pueblo de Nong Pradu, la sequía amenaza con traer la desgracia y el hambre al pueblo a menos que se devuelva pronto la cabeza del Ong Bak. En esta escena se puede escuchar por primera vez el tema principal de la película, una melodía conmovedora en su aparente simplicidad, y que evoca un aura de misticismo y espiritualidad muy acordes con el carácter religioso de la estatua.

Al día siguiente, mientras Ting prosigue su búsqueda de Don, Hum Lae y Muay Lek vuelven a hacer de las suyas, estafando esta vez a un conocido mafioso que regenta un club de juego y en el que el mismo Hum Lae ya había trabajado repartiendo cartas y haciendo trampas de manera deliberada con el fin de que siempre ganara su jefe. No obstante, en esta ocasión Hum Lae no tiene la intención de dejarlo ganar a él, sino a la pícara Muay Lek, que se hace pasar por cliente una vez que Hum Lae empieza a repartir las cartas, ganando al mafioso quince veces, lo cual hace que éste empiece a sospechar acerca del juego limpio de la muchacha. Sin embargo, cuando éste iba a cachearla, Hum Lae se le adelanta y, una vez que las pruebas que delatan el juego sucio de la chica han sido ocultadas convenientemente, Hum Lae la expulsa del local con fingidas amenazas para, una vez terminado su trabajo, reencontrarse con ella y repartirse el dinero.



Pero las cosas no son tan fáciles como parecen, ya que en ese momento aparece uno de los macarras a los que Hum Lae estafara al principio, exigiendo que le paguen el resto del dinero que le deben. Como aún no había conseguido toda esa cantidad, el mafioso se enfurece y empieza a propinarle una brutal paliza ayudado por unos cuantos esbirros. En ese momento, como es de esperar, aparece Ting, el cual no parece tener mucha intención de ayudar a alguien que lo engañó, robó, abusó de su confianza y en definitiva a alguien cuyo único interés era conseguir dinero al precio que sea.

Pero cuando el mafioso empieza a atacar a la muchacha, éste entra en acción nuevamente. Hasta entonces Ting se ha estado reservando en lo relativo al combate por los motivos anteriormente expuestos, y ésta no es ninguna excepción, si bien sí es un combate más largo y elaborado. No obstante, Ting no hará uso de técnicas mortales de Muay Thai, optando principalmente por proyecciones. Se puede apreciar claramente que Ting está reservándose y que, realmente, no desea hacer daño a sus oponentes. Pese a todo, el realismo mostrado en estas contundentes proyecciones está fuera de toda duda.

Hum Lae vuelve a intentar convencer a Ting de que luche para él, y ante la negativa de éste empieza a descalificar a la gente de su pueblo, provocando una airada reacción por parte del joven luchador. Sin embargo, Hum Lae no tendrá oportunidad de devolverle el golpe, ya que en ese momento reaparece el mafioso al que Ting tumbara minutos atrás, esta vez rodeado de toda una panda de camorristas y maleantes, liderados por el jefe del garito de juego en el que Hum Lae realizó su última estafa.

Llegamos así a uno de los momentos álgidos de la película, que consiste en una espectacular persecución por las calles de Bangkok, en la que Tony Jaa aprovecha para dejar al espectador con la boca abierta ante una serie de acrobacias, saltos y piruetas a cada cual más peligrosa e increíble, realizados todos sin ningún tipo de doble o trucaje. Estas prodigiosas proezas físicas mostradas en vivo por Tony Jaa no tienen nada que envidiar a las que realizara Chan en sus mejores tiempos.



Desde saltar por encima de un grupo de niños jugando tranquilamente en la calle, o por encima de coches, o a través de un aro de alambre sin llegar a detenerse en ningún momento; sortear obstáculos en movimiento; deslizarse por debajo de una furgoneta en movimiento sin detener su marcha; "correr" por encima de un grupo de maleantes apoyándose en los hombros y cabezas de cada uno de estos, nuevamente sin detenerse un solo momento... son sólo algunas de las increíbles hazañas de un verdadero genio que despunta no sólo en los combates, sino también a la hora de realizar sus propias escenas de riesgo sin ningún tipo de cables o dobles.





La flexibilidad, gracia y agilidad de Jaa son verdaderamente portentosas. Hacía muuuucho tiempo que no veía una escena como ésta en una sala de cine, todo un testimonio de la capacidad del cuerpo humano por realizar movimientos que aparentemente podrían resultar completamente imposibles de ejecutar. Tony Jaa nos demuestra que sí es posible, y el resultado es una de las mejores escenas de persecución jamás vistas en el cine, que alterna las increíbles hazañas de Jaa con algunos números cómicos a cargo de Wongkamlao, algunos realmente divertidos, como cuando Hum Lae amenaza a los que lo persiguen con un cuchillo y en ese mismo momento aparece una vendedora ambulante de cuchillos... simplemente genial.



Por supuesto, Jaa tiene también oportunidad de intercambiar algunas técnicas de combate en algún momento durante la persecución, volviendo a asombrar con su elasticidad, flexibilidad y agilidad... los movimientos están perfectamente ejecutados, la cámara está situada en el lugar más adecuado para mostrarlos en toda su belleza y, al mismo tiempo, pasmosa contundencia. El gran logro de esta película, quizás, está en saber combinar ambos aspectos, belleza estética de los movimientos con eficacia "real", sin que uno esté supeditado a otro. Ver a Jaa en acción es una experiencia sumamente gratificante, pero al mismo tiempo uno no puede por menos que sentir un escalofrío sólo de pensar en lo peligrosos que son realmente muchos de esos golpes.



No obstante, Tony Jaa todavía no ha dejado de reservarse en lo puramente marcial, y es que hasta el momento las breves escenas de combate, aunque excitantes, saben a poco... como digo, hasta el momento. Porque, una vez que Ting lo hubo salvado de los que lo perseguían, Hum Lae se ofrece a llevarlo a donde pueda encontrar a Don... y lo lleva al mismo lugar donde el joven guerrero derrotara anteriormente al luchador del gángster... luchador que ha sido reemplazado como “campeón” de Khom Tuan por un gigante aún más bestia y de aspecto más amenazador apodado “Big Bear”.

Hum Lae le indica a Ting que Don suele frecuentar ese local para vender drogas (y también porque trabaja para el gángster Tuan, aunque esto Hum Lae no lo sabe), por lo que el joven se pone a buscarlo por entre la clientela del tugurio. Cuando lo reconocen como el luchador que derrotó de un solo golpe a “Pearl Harbor”, el público lo conmina a que salga al ring a pelear, sin embargo éste se muestra indiferente, ignorando las mismas provocaciones de “Big Bear”, el cual lo acusa de “cobarde”, mofándose de su país y del Muay Thai.

Ting, no obstante, no entra en la provocación, y prosigue su búsqueda. Viendo que con las palabras no consigue nada, el matón empieza a abusar de una de las camareras locales, para mayor consternación de un joven practicante de este arte de combate que se encontraba en aquel momento entre el público, el cual saldrá a enfrentarse al gigante sin muchos resultados. Los golpes propinados parecen no surtir ningún efecto en “Big Bear”, el cual comienza a apalear al joven ante los llantos y ruegos de la muchacha de la que antes estaba abusando. Cuando “Big Bear” le da un brutal bofetón para zafarse de ella, Ting decide que es hora de darle una lección, y sale al ring con cara de pocos amigos.

La pelea con “Big Bear” es corta pero brutal. Ting hace la primera demostración en serio de Muay Thai, y qué demostración. Devastador. Aunque a primera vista puede parecer que no tiene nada que hacer contra un adversario tan grande y poderoso, la verdad es que la demoledora contundencia de los golpes es suficientemente reveladora como para que no haga falta apelar en exceso a nuestra complicidad y credibilidad. Tony Jaa despacha al gigante en unos pocos segundos, rematándolo con un brutal golpe con los dos codos en la coronilla del adversario, mientras aprisiona con sus rodillas la cabeza del adversario.



Cuando parecía que todo había acabado y Ting hace acto de salir del ring, en ese momento surge un nuevo luchador dispuesto a enfrentarse a la “leyenda de Nong Pradu” y probar si verdaderamente es tan fuerte y ágil. Ese nuevo luchador es un japonés llamado Toshiro, y esta pelea es, sin ninguna duda, la mejor de toda la película gracias a una extraordinaria coreografía, en donde, además, se puede ver todo claramente. Y es que, cuando los actores saben pelear, no es necesario recurrir a absurdos trucos de cámara, cables y demás "engaños".

Si la anterior pelea había servido para demostrar la contundencia y la eficacia de los golpes de Muay Thai frente a un adversario más fuerte y grande, en este caso Ting debe enfrentarse a un enemigo mucho más ágil, rápido y veloz que “Big Bear”, y con un estilo más elusivo, más esquivo, y también más engañoso y traicionero. Es en esta pelea, bastante más larga, donde Ting tiene la oportunidad de mostrar realmente su habilidad como artista marcial.

Hay varios momentos sobresalientes, como por ejemplo cuando, tras ver que Toshiro esquiva todos sus puñetazos, Ting hace una finta para despistarlo, aprovechando para alcanzar a su enemigo con una increíble patada, o cuando realiza un encadenamiento de puñetazos con patadas y golpes de rodilla que deja al espectador literalmente sin aliento. Igualmente destacable es el uso que hace Jaa de las piernas para bloquear patadas en un momento concreto de la confrontación. Golpes de codo, de rodilla, patadas ultrarrápidas de una precisión y contundencia inauditas.



Con todo, el momento que me dejó especialmente más perplejo y atónito se corresponde con una ultrarrápida patada que encaja Tony Jaa en su adversario pese a la distancia que los separa. Es tan rápido, y a la vez tan demoledor, que pillará por sorpresa a más de un espectador. No es sólo la flexibilidad que posee y la espectacularidad de sus golpes... es que, además, los golpes tienen una fuerza increíble. Cuando parecía que el adversario ya estaba derrotado, éste intenta pillarlo desprevenido atacándolo por la espalda. Como respuesta, Ting se vuelve y, dando un salto, encaja un golpe de rodilla demoledor.



Y si esto no ha sido suficiente, en ese momento hace acto de aparición otro luchador, “Mad Dog”, el cual, consciente de la superioridad técnica de Ting, decide hacer trampas para ganar, utilizando todo tipo de objeto contundente con el que castigar a su adversario. Sillas, jarrones, mesas, paneles... son utilizados como armas arrojadizas, estrellándose en el cuerpo de Ting sin ningún tipo de piedad. Especialmente destacable es la escena en la que “Mad Dog” utiliza toda una nevera como arma y escudo, de qué modo Ting patea la nevera como si se tratara de un saco de “Kickboxing”. No es una floritura corporal, Jaa demuestra que sabe cómo dar una patada.





Las cicatrices y lesiones que Jaa acumuló durante el rodaje de la película son lo suficientemente esclarecedores como para que el espectador no albergue ninguna duda respecto a la autenticidad de las escenas de lucha. A estos tailandeses no parece importarles lesionarse con tal de rodar una buena escena de acción, como pasaba en Hong Kong antes de la llegada de los odiosos ídolos del Cantopop al cine de acción. Ting remata a su oponente con un espectacular salto y golpe de rodilla durante la caída del piso superior al mismo ring. Qué maravilla. Ting se gana el aplauso y la admiración del público, y también el odio y el rencor del gángster Khom Tuan, el cual ha vuelto a perder una apuesta y una pequeña fortuna por culpa del joven guerrero.



Ting encuentra a Don en el local, mas éste consigue escapar. Hum Lae, ya reconciliado con el joven guerrero, se lo lleva a su hogar, y mientras éste descansa Hum Lae llega a leer toda carta de su padre. Es en ese momento cuando empieza a darse cuenta de lo mucho que Nong Pradu significa para él, y cuando decide realmente ayudar a Ting a encontrar a Don. Al día siguiente lo lleva a la dirección proporcionada por el propio Don, y encuentran al criminal con una joven víctima de una sobredosis.

Don aprovecha el despiste provocado por el grave estado de la muchacha para escapar, y es entonces cuando comienza la segunda gran persecución de la película, esta vez una persecución de “tuk-tuks”, los famosos taxis tailandeses a tres ruedas. La secuencia es entretenida con algunos momentos divertidos, acompañados por un tema musical tan delirante como lo que estamos viendo en imágenes, pero poco más. Ting consigue engancharse al vehículo de Don, y en el forcejeo ambos terminan por hundirse en el fondo de un río.

El esquivo criminal vuelve a escaparse, pero Ting encuentra algo que le hace desistir en su intento por perseguirle bajo el agua y darle caza: un conjunto de reliquias, estatuas y antigüedades suspendidas en redes bajo el agua, el resultado de varios años de actividades y negocios criminales del gángster Khom Tuan. Gracias a Tim, todas esas obras son recuperadas, lo cual provoca la ira del gángster, el cual urde un plan para recuperar la fortuna perdida en las apuestas de combate y también en las estatuas y reliquias que le han sido arrebatadas por Ting.

Cuando Don le cuenta que el asedio del guerrero Muay Thai se debe a la cabeza del Ong Bak que él robara días atrás, éste decide hacer un trato con Hum Lae: convencer a Ting para que luche una vez más en el ring, esta vez contra el poderoso guerrero birmano Saming, su guardaespaldas, y que se deje ganar por éste, de manera que el gángster pueda ganar todo lo que perdió la noche en la que Ting noqueó a “Big Bear”, Toshiro y “Mad Dog”. A cambio, Khom Tuan les dará la cabeza del Ong Bak que tanto ansían.



Ting accede a la propuesta de enfrentarse a Saming en el ring y dejarse ganar. Con la intención de hacerle sufrir lo más posible, Khom Tuan decide trasladar el combate a la frontera birmana, de modo que no puedan tener problemas con la justicia en el caso de que Ting resulte mortalmente herido. Inyectándose una droga para hacerle insensible al dolor y darle más fuerza y resistencia, Saming resiste sin dificultad los golpes que le asesta Ting, al cual derrota con facilidad, dejándolo seriamente herido y expulsándolo del ring de un brutal golpe.

Esta pelea es con diferencia la más floja de toda la película, principalmente porque, realmente, consiste en Saming encajando golpes sin que estos lleguen a causarle ningún tipo de dolor para, a continuación, atacar y machacar a su adversario sin mayores sorpresas. El problema está en que el actor que encarna a Saming, Chatthapong Pantanaunkul, está a años luz de Tony Jaa en lo que a técnica marcial se refiere, y esa diferencia es demasiado evidente. Si tenemos en cuenta que, en este momento del combate, el espectador ignora que Ting ha aceptado perder el combate, pues resulta difícil creer que pueda ser derrotado por semejante zoquete.

Sin embargo, Khom Tuan está lejos de querer devolverles la cabeza del Ong Bak y cumplir su parte del trato. Por el contrario, hace llevar a Ting y Hum Lae a una especie de almacén a las afueras de la ciudad, en donde no sólo no les devuelve la cabeza, sino que se mofa de ellos y ordena a sus esbirros que acaben con sus vidas discretamente mientras ellos parten hacia una guarida subterránea en las montañas donde el gángster tiene pendiente un nuevo y sucio negocio.



Tan pronto Khom Tuan abandona el lugar y los dejan solos en el interior del almacén, Ting reacciona con furia y da comienzo una nueva y espectacular confrontación. La impresión que tenía mientras veía la película era que, no importaba cuán brillante o increíble fuera una escena de combate, la siguiente sería aún mejor, como si siempre pudieran dar más de sí y ofrecer algo aún más difícil, aún más impactante. En ese sentido, Ong Bak es un buen ejemplo de lo que debería ser una buena película de artes marciales.

En un momento concreto de la pelea, Ting se moja sus piernas y pies en gasolina, y cuando uno de los esbirros le dispara, acertando a un bidón de gasolina, con la consiguiente explosión, se ve al joven guerrero realizar una espectacular patada con doble giro en el aire con las piernas envueltas en llamas, una escena de alto riesgo y que le produjo al protagonista varias quemaduras, pese a las protecciones que llevaba. Se puede ver esta escena haciendo “click” en el siguiente enlace:

http://herakles.free.fr/Calorifix/Ong-Bak/photo05.gif



Es un golpe mortífero pero también muy espectacular. En otra escena, un matón intenta estrangular al protagonista por detrás, y éste da un salto aprovechando el tirón del adversario, golpeándole con la pierna en la cabeza. Y el golpe más espectacular, en el que Ting da un salto y golpea con la rodilla la cabeza de un motorista, arrojándolo de la moto. Increíble. La película consigue dejar al espectador realmente aturdido ante esta exhibición de golpe tras golpe, cada uno aún más sorprendente e increíble que lo anterior, dando la impresión de que, realmente, no existen límites físicos, no existe pirueta, salto, golpe... que Tony Jaa no pueda ejecutar.

Y llegamos a la recta final de la película, y también al momento climático de la misma, una secuencia de lucha ininterrumpida que vuelve a dar testimonio de la habilidad y maestría de este nuevo prodigio cinematográfico de las artes marciales. Por si acaso, llegados a ese punto, todavía pensamos que ya nada nuevo puede ofrecernos esta película, que ya está todo dicho en cuanto al nivel de las coreografías, ahí está Tony Jaa para demostrarnos cuán equivocados estamos.



En primer lugar, asistimos a un emocionante enfrentamiento en el interior de una oscura cueva en la que Jaa utiliza, por primera vez, otras armas que no sean las extremidades de su propio cuerpo, demostrando su pericia en el arte del “krabi krabong” tailandés. Primero realiza una perfecta exhibición con el bastón largo, aplicando los mismos principios en lo que refiere a contundencia y efectividad no exenta de belleza estética, dando cuenta de varios adversarios.

La siguiente arma, los inevitables bastones (“krabong”) en los que un enemigo disecciona el bastón con su machete, dando paso a una emocionante y vibrante demostración de kali eskrima tailandesa. Nuevamente es interesante observar el modo en el que Tony Jaa alarga los brazos a la hora de dar los golpes, muy distinto a lo que estamos acostumbrados a ver en el cine de Hong Kong. Tony Jaa encadena los golpes con la velocidad del relámpago, y acto seguido cambia el arma por un sable, aunque esta escena particular podría haber dado mucho más de sí. A quién le importa.

Sobre todo cuando, después de haber arrojado el sable, nuestro héroe se apropia de lo que parece ser un par de Mae Sun Sowks, unas armas parecidas a las tonfas, sólo que de metal y mucho más anchas, cubriendo todo el antebrazo a modo de escudo y permitiendo al mismo tiempo destrozar literalmente al enemigo con los golpes más brutales mostrados en la película hasta el momento. Tony Jaa desafía las leyes de la gravedad como si sus huesos fueran de algodón, subiendo por las paredes para dar saltos a alturas inconcebibles para descargar golpes de una furia indómita. Realmente es una máquina imparable de lucha. El único inconveniente de esta escena es la falta de luz, que impide apreciar como es debido algunos de los increíbles saltos y movimientos ejecutados por Jaa.



La siguiente secuencia es una de mis favoritas de toda la película, y en mi opinión una de las mejores en cuanto a artes marciales, pese a que el nivel mantenido durante toda la película es tan alto que realmente estas diferencias no resultan tan apreciables. En cualquier caso, antes de enfrentarse a Saming de nuevo, Ting debe hacer frente a un grupo de esbirros, en un climático intercambio de golpes y patadas a cada cual más devastadora.

Al comienzo de la lucha volvemos a ver a Ting saltando y avanzando por encima de sus enemigos, uno a uno, hasta aterrizar encajando un golpe de codo en la cabeza del último de ellos. En esta escena encontraremos movimientos no muy comunes en el Muay Thai, y en los que Tony Jaa demuestra que además de los codos y las rodillas, es uno de los mejores pateadores del cine de artes marciales moderno, ofreciéndonos movimientos y saltos que son un auténtico deleite visual para los amantes del género.



Hay un momento concreto en el que Jaa encadena dos patadas con doble giro en el aire a una velocidad pasmosa. Tony Jaa desafía la gravedad en una exhibición de imposibles patadas de salto con giro, ya sea con ambas piernas hacia los costados, o con las dos piernas juntas hacia el frente, o de costado hacia un lado, patadas en tijera..., además de los asombrosos golpes de rodilla y codo de gran contundencia...



En un momento de la confrontación, Ting utiliza los antebrazos para frenar un ataque con una sierra. Cuando parece que está en desventaja Hum Lae acude en su ayuda, pero no consigue frenar al desatado adversario, el cual le aplica una llave que termina por fracturarle el brazo. Ting reacciona y le responde con la misma brutalidad, aplicándole lo que se asemeja a una llave de judo con la que le parte la pierna al enemigo.

Finalmente, Ting debe hacer frente a Saming en un combate de igual a igual... al menos en la ficción, porque en la realidad, y como antes comentáramos, el actor que encarna a la némesis del héroe carece de un nivel marcial equiparable al de Jaa. Realmente es una pena, porque el combate, por mucho que intenten disimularlo, es bastante desigual en tanto que no resulta un adversario creíble para alguien con la habilidad del protagonista.

El actor que encarna al antagonista prefiere explotar el componente psicópata, del personaje, entre gruñidos y muecas amenazadoras para suplir sus carencias en el combate. En cualquier caso, esta lucha no presenta muchas sorpresas, y sigue un esquema típico de este tipo de películas. El héroe derrota fácilmente al villano, encajando todos los golpes que éste le propina sin que parezca que le estén afectando demasiado y respondiendo con mayor furia.

En un momento del combate Jaa encadena una serie de patadas de altura baja que enganchan las piernas del contrincante, como en un barrido, desequilibrando al adversario y, al mismo tiempo abortando sus amagos de contraataque con patadas. Ting domina claramente el combate. Entonces, cuando parece que el enemigo está derrotado, éste recurre a las trampas (en este caso la misma sustancia que utilizara para volverse insensible al dolor y aumentar su fuerza en el combate que tuviera anteriormente con el protagonista) para volver a la carga y desequilibrar la balanza a su favor, aplicando un brutal castigo al héroe... hasta que finalmente éste vuelve a reaccionar y desatar toda su furia y destreza marcial para machacar al villano con una serie de golpes con el codo que terminan siendo fatales para éste... y para cualquiera.

El resto es previsible. Khom Tuan intenta destrozar la cabeza del Ong Bak en venganza, pero Hum Lae se interpone, recibiendo los mortales golpes que iban dirigidos a la reliquia. Dichos golpes resultan fatales para el pícaro timador, muriendo en brazos de su compañera de desventuras entre los sollozos y lamentaciones de ésta y Ting. Gracias a él, la cabeza es restaurada íntegra a la estatua, la prosperidad y la paz retornan a la aldea, y Ting puede ordenarse sacerdote y abandonar así la violencia y la muerte que le acompañaron durante su peligrosa misión.


2c. Comentario de la película.

"Ong Bak", como muchas otras películas del género, se presta a un interesante análisis sociocultural. La película establece un obvio y típico contraste entre la vida en la aldea, donde todos son felices con lo que tienen, y la vida en la ciudad, corrompida, degenerada y sobre todo muy violenta. Es precisamente un elemento de la ciudad (Don) quien provoca el conflicto en la apacible vida de Nong Pradu al robar la cabeza del Buda.



También, no obstante, puede apreciarse un no muy sutil mensaje de exaltación nacional frente a la invasión cultural de Occidente, y muy especialmente los Estados Unidos. Así, uno de los gángsteres locales lleva una camisa con un conocido icono cultural occidental, y otro exhibe en su apartamento pósters de películas americanas.



Este mensaje de defensa de los valores nacionales frente a lo foráneo, presente en muchas películas de artes marciales como "Érase Una Vez en China", se aprecia más claramente en el enfrentamiento que tiene Ting con el matón llamado “Big Bear”, típico americano fanfarrón que intenta incitar a Ting a que se enfrente a él burlándose despectivamente del sistema de lucha autóctono (Muay Thai) y ensalzando el “estilo libre” tan típico de la cultura americana.

Su despecho hacia la cultura tailandesa alcanza su punto álgido cuando intenta abusar a una camarera nativa, a la que llega a agredir cuando ésta se interpone entre él y el muchacho que intenta rescatarla de su presa. Cuando Ting le pregunta a Hum Lae por Don éste le increpa que lo único que ve es a un extranjero castigando y apaleando a un tailandés, a modo de reproche porque Ting, hasta ese momento, no parecía tener interés en entrar en las provocaciones del matón. Cuando éste arremete contra la muchacha, Ting se ve forzado a luchar, demostrando, y de qué manera, la superioridad de su sistema de lucha.

Y es que aunque la vida rural está asociada a la inocencia, la vida pura e impoluta, ajena a drogas, vicios y demás elementos de la vida moderna, sin embargo es un muchacho criado en ese estilo de vida quien demuestra estar más preparado para el combate, frente, por ejemplo, al frágil, enfermizo Don o el mismo gángster Khom Tuan, los cuales están demasiado “enfermos” como para poder someter a Ting. La vida en la aldea ha forjado a un guerrero en el sentido más pleno del término, un joven capaz de enfrentarse a cualquier enemigo de la ciudad y salir victorioso con una facilidad pasmosa.



Al rechazar sus orígenes rurales, Hum Lae demuestra estar no sólo despegado de su pueblo, sino también de los valores que éste encarna, tales como la honestidad, el desapego por lo material y la virtud. Sin embargo, no todo en él es negativo, porque, pese a su codicia y su facilidad para meterse en líos, demuestra ser una persona de gran cariño, especialmente en su relación paterno-filial con Muay.

Antes de la confrontación final Hum Lae aceptará su condición de habitante de Nong Pradu, y desde el momento en el que decide ayudar a Ting a recuperar la cabeza del Ong Bak muestra un deseo por purgar todos los “pecados” de su vida pasada desde que abandonara el pueblo para vivir en Nong Pradu. La redención final llegará en el momento en el que da su vida por salvar lo que, al principio de la película, no consideraba más que un objeto inservible y sin valor. Hum Lae se sacrifica por el bienestar del pueblo, y es en ese momento cuando puede limpiar su karma y abrazar la muerte.



Respecto a la labor de los actores, debo decir que cumplen perfectamente con su cometido. Para empezar, Tony Jaa resulta suficientemente creíble en su papel de joven aldeano ingenuo e inocente que se ve obligado, contra su voluntad, a utilizar sus conocimientos marciales para defenderse en un mundo hostil y conseguir recuperar la reliquia robada. Igualmente cumple con su papel el cómico Petchtai Wongkamlao, que perfila un personaje que inspira las simpatías del público y que se adapta perfectamente al canon del pícaro de buen corazón.

El actor que encarna al villano Khom Tuan retrata de manera convincente a un poderoso kingpin local que inspira respeto pese a su minusvalía física. El único papel realmente plano e idiota es el del personaje de Saming, interpretado por Chatthapong Pantanaunkul, cuyo registro oscila entre el de un palurdo con cara de estreñido y el del matón con cara de malos amigos.

Por supuesto no es una película perfecta... pero sus carencias técnicas o narrativas no van en detrimento de sus muchas virtudes, la más importante de las cuales, quizás, sea que es una película hecha con el sano propósito de entretener al público ofreciendo como bazas algunas de las mejores coreografías que se hayan podido ver jamás en una sala de cine en muchos años. Frente a esto, todo lo demás me parece secundario.


2d. Notas de Producción.

La génesis de "Ong Bak" se remonta a los años de adolescencia del director Prachya Pinkaew, marcados por la profunda impresión que en él crearon las películas de acción de la estrella de artes marciales tailandesa Phanna Rithikrai, especialmente una titulada “Born to Fight”. Estas películas se caracterizaban por unas escenas de lucha sumamente reales, carentes de cualquier tipo de efectismo o trucaje de cámara, realzando las habilidades marciales de la estrella nacional. En aquel entonces surgiría en el joven Pinkaew la idea de, algún día, homenajear dichas películas con una propia que pudiera causar en el momento de su estreno un efecto similar al de las películas de Rithikrai.



En 1999, Pinkaew pudo hacer realidad su sueño, empezando a trabajar en lo que acabaría convirtiéndose en una de las películas más taquilleras del 2003 en su país de origen, y que ha ido triunfando en taquilla allá por donde pasa: "Ong Bak". Pese a que por aquel momento el director no poseía apenas conocimientos sobre realización cinematográfica, lo cual resulta evidente tras el visionado del film, su deseo por plasmar en celuloide sus experiencias vitales de juventud le alentaron e impulsaron a llevar a cabo tal proyecto. En dicho proyecto además tuvo la fortuna de poder trabajar con su héroe de adolescencia, el mismo Phanna Rithikrai, ahora convertido en instructor de May Thai, el cual pudo aportar su amplia experiencia como coreógrafo de artes marciales, además de ser responsable del descubrimiento de la estrella protagonista, Tony Jaa.


2e. Tony Jaa: Ha Nacido una Estrella.

Respetado maestro de artes marciales, Phanna Rithikrai llevaba ya tiempo deseando sacar adelante una película de auténtico “May Thai”, y nadie mejor para convertir su sueño en realidad que su alumno, el prodigioso Tony Jaa. La experiencia de Jaa, o Phanom Yeerum, que es su verdadero nombre, en el mundo de las artes marciales es bastante extensa. Admirador de iconos como Bruce Lee, Jet Li y Jackie Chan, Jaa ha estudiado y asimilado técnicas de distintas disciplinas como por ejemplo el kung fu, el karatedô, el kendô y el krabi krabong, un arte marcial tradicional tailandés que abarca principalmente técnicas que implican el uso de armas (de hecho, la palabra “krabi” se utiliza para designar un tipo de arma blanca parecida a un sable, y “krabong”, que hace referencia a los largos bastones de madera de bamboo utilizados originalmente por los granjeros como armas de defensa).



Nacido en una región pobre al noreste de Tailandia, azotada por los morteros de la Khmer Rouge, una sublevación comunista que tenía como objetivo desestabilizar el gobierno de Camboya a principios de 1980. Jaa encontró en las películas de Bruce Lee, Jet Li y Jackie Chan una vía con la que escapar a la dura situación económica y política que le tocó vivir, admirado por las proezas de sus héroes cinematográficos. Jaa, sin embargo, no se contentaba con ver a sus ídolos, sino que, movido por un deseo de superación personal, practicaba constantemente en el arrozal de su padre con la intención de imitarlos y hacer todas las proezas físicas de las que estos hacían alarde en sus películas. Como el propio Jaa comenta en una entrevista:

It was powerful for me to watch. What they did was so beautiful, so heroic. I wanted to do it, too. (…) I practiced until I could do the move exactly as I had seen the masters do it.



Gracias a las películas de artes marciales, Tony pudo ir observando movimientos y practicarlos una y otra vez hasta conseguir reproducirlos exactamente tal y como Chan, Li o Lee lo habían hecho, entrenando duramente desde las 5:00 de la madrugada hasta las 10:00 y después desde las 18:00 hasta entrada la noche todos los días. A los 15 años, empezó a estudiar bajo la tutela del maestro Phanna Ritthikrai, el cual, consciente de su potencial, decidió volcarse exclusivamente en la preparación del joven. El entrenamiento incluía asimismo la gimnasia, en la que alcanzó tal nivel que pronto llegó a dar exhibiciones en el noreste de Tailandia y en China. Al mismo tiempo, Tony Jaa empezó a trabajar desde muy joven como doble y especialista de escenas de acción en películas internacionales incluyendo la secuela de la espantosa Mortal Kombat 2.



Después, Jaa empezó a estudiar movimientos del Muay Boran, una forma de combate tailandesa tradicional de la que proviene el moderno Muay Thai, para lo cual tuvo que viajar por todo el país en busca de los pocos maestros de este viejo arte que todavía quedaban en el país, practicando durante seis años hasta conseguir la maestría mostrada en la película. De este modo pudo rescatar más de 100 movimientos no utilizados desde hace ya mucho tiempo en combates de Muay Thai por su peligrosidad.



Cuando el director Prachya Pinkaew observó los elegantes, sofisticados y a la vez letales movimientos de Tony Jaa, comprendió que la acción de su película debía ir orientada a la exhibición de este arte marcial, y más concretamente de estos movimientos que nunca antes habían sido mostrados en una película. Pero lo que hace de Ong Bak una película tan especial no es sólo el sistema de combate mostrado durante los enfrentamientos, sino la manera de rodarlos, de manera que quedaran escalofriantemente realistas y auténticos. Según Phanna:

Me concentré en la belleza del Muay Thai clásico. Intenté mantenerme fiel a la integridad de este arte marcial, porque sabía que ésta sería la primera película de verdad sobre boxeo tailandés. Quise que cada golpe y patada quedaran perfectos, cristalinos a ojos del público.

En definitiva, Tony Jaa parecía ser el más idóneo a la hora de hacer realidad las demoledoras y espectaculares escenas de acción de "Ong Bak", escenas realizadas, en más de un 90%, sin ningún tipo de ayuda externa, cables, efectos digitales o dobles. Existe, de hecho, un “making of” de unos cincuenta minutos en los que se puede ver al actor ejecutando todas las escenas de riesgo y combates de la película en una especie de gimnasio, demostrando, tanto o más que en la película si cabe, la autenticidad, velocidad y potencia de todos sus movimientos, incluso los más aparatosos o llamativos. En última instancia, las lesiones, roces, quemaduras y cicatrices del cuerpo de Tony y su equipo de especialistas sirve de testimonio irrefutable de la autenticidad a la que antes hacía referencia.



Hubo dos momentos especialmente peligrosos para la integridad física del actor protagonista. El primero, en su lucha con el adversario japonés Toshiro, Tony Jaa sufrió un desgarre en el tendón de una de las piernas mientras ejecutaba una patada circular, que inhabilitó al actor durante dos semanas en las que tuvo que permanecer en un hospital. El segundo, cuando golpea a uno de los adversarios con las piernas prendidas en fuego, escena en la que realmente llegó a quemarse de verdad pese a las medidas de seguridad. En resumidas cuentas, podemos afirmar que Tony Jaa y su equipo de especialistas se jugaron literalmente la piel en esta película, si bien es importante matizar que no hicieron nada que no estuvieran seguros que podrían hacer sin correr mucho riesgo.


2f. El Arte del Muay Boran.

No podemos por menos que terminar este estudio sin antes realizar un breve recorrido por la historia del arte del Muay Thai y su relación con el Muay Boran. Aunque no se tienen datos exactos acerca de la creación del Muay Thai, se cree que “el arte de las 8 extremidades” tailandés tiene más de 2000 años. Los antiguos tailandeses debían hacer frente con bastante frecuencia a los numerosos pueblos que trataron de invadirlos a lo largo de su historia, de ahí el origen de un sistema de lucha que fue desarrollándose gradualmente y pasando de profesor a alumno desde tiempos inmemoriales.

Es importante tener en cuenta que lo que hoy día se conoce como “Muay Thai” es la derivación de un arte de lucha tailandés tradicional, denominado “Muay Boran”, practicado al comienzo del año 900, y proveniente de un sistema de combate sin armas más antiguo denominado “Ling Lom” (cuya traducción literal sería algo así como “mono del aire”, en clara referencia a los aquellos ataques en los que el luchador salta sobre el oponente o bien se impulsa “escalando” hasta llegar a situarse sobre los hombros del adversario y poder así golpear la coronilla de éste con uno o ambos codos).

La principal diferencia entre el “Muay Thai” y el “Muay Boran” está en que éste último contempla una serie de técnicas de muy alta peligrosidad que tienen como finalidad invalidar, lesionar e incluso matar al adversario, de ahí que fueran rechazadas y prohibidas de cara a los campeonatos. Debido a las frecuentes muertes y heridas graves, se decidió cambiar las reglas de lucha, de modo que el año 1930 marcó el nacimiento del “Muay Thai” como deporte de ring tal y como hoy lo conocemos, introduciéndose guantes (los luchadores de “Muay Boran” utilizaban en vez de guantes, a modo de protección, una larga cuerda con la que envolvían sus puños) y prohibiéndose ciertos golpes y técnicas para garantizar la integridad física de los combatientes. Por este motivo, muchas técnicas originarias del “Muay Boran” no están incluidas en el entrenamiento de “Muay Thai”.



Es necesario comprender que los tiempos han cambiado y que, afortunadamente, hoy día se viven unos tiempos relativamente más seguros que en siglos anteriores, por lo que ya no es realmente necesario aprender tales técnicas. Por este motivo, no es de extrañar que hoy día ni siquiera muchos tailandeses conozcan todas estas técnicas letales prohibidas del “Muay Boran”, que incluyen golpes de puño, de rodilla, de codo, patadas, agarres, proyecciones, rompimientos, llaves e incluso técnicas de suelo. El “Muay Thai” conlleva una simplificación de todo este sistema, en el que los golpes de codo y rodilla siguen teniendo su importancia, pero sin alcanzar el grado de brutal contundencia y eficacia del “Muay Boran”.

Pese a todo, el arte del “Muay Thai” no es equivalente a una “lucha callejera” en la que todo vale con el fin de destrozar al enemigo, sino que también cuenta con una base moral imbuida por la espiritualidad budista de las mismas tribus primitivas que contribuyeron a desarrollar y fijar este arte de combate. De este modo, se puede afirmar que se trata de un arte espiritual en el que los estudiantes deben aprender, también, una serie de importantes pasos que poseen un importante significado en el marco de la cultura tailandesa, como por ejemplo el ritual denominado “Wai-Kru” que se ejecuta antes del combate.



Durante el Wai-Kru, el boxeador se arrodilla en el centro del “ring” de cara a su hogar o gimnasio, inclinándose a modo de reverencia tres veces, la primera como muestra de respeto hacia el instructor, el gimnasio, los compañeros boxeadores y el mismo arte del Muay Thai; la segunda reverencia se hace en honor a los padres, la familia y los antepasados del boxeador; finalmente, la tercera inclinación es en respeto a las propias creencias religiosas o espirituales.

Después del “Wai-Kru” viene la danza ritual denominada “Ram Muay”, acompañada por música tradicional tailandesa, cuyos elegantes y sofisticados movimientos imitan los de varios animales y también profesiones como la del soldado blandiendo una lanza o un arco. De este modo los boxeadores pueden estirar los músculos y calentar antes del combate, así como también entrar en un estado mental propicio para el combate. Así, el luchador se prepara no sólo físicamente a modo de calentamiento, sino también a nivel mental, pudiendo relajarse y equilibrar tanto el cuerpo como la mente para la lucha.

En un principio no había “Ram Muay”, por lo que los luchadores debían calentar antes del combate haciendo estiramientos y ejecutando movimientos y golpes contra adversarios imaginarios. Esta rutina terminó por sistematizarse y enseñarse a los boxeadores como preparación antes del combate, variando los movimientos de la danza según la escuela. Cada gimnasio, por tanto, desarrolló su “Ram Muay” propio, que sirve por tanto como identificador de la escuela a la que pertenece el luchador. El boxeador realiza la danza luciendo una banda característica en la cabeza denominada “mongkol”, de la que deberá desprenderse tan pronto comience la lucha, y también otras bandas en los brazos denominadas “prajit”.

Todo este ritual previo al combate, por tanto, tiene una finalidad eminentemente espiritual, mostrando respeto y veneración a los maestros, familia, antepasados, al mismo arte del Muay Thai y también a los mismos dioses (por ejemplo el dios Hanuman o Pra Isuan, creador y señor del universo), acompañado siempre de la hipnótica música tradicional de Klong-Klak (tambor de dos caras, es el instrumento más importante ya que marca el ritmo), Pee (flauta javanesa) y Ching (cimbales).



De este modo los luchadores entran en un estado de apertura con la divinidad, invitando y permitiendo a los espíritus sagrados alojarse en sus cuerpos y mentes, y preparando el corazón y el alma del boxeador para un nivel superior de carácter divino e incluso sobrenatural. Para tal fin algunos boxeadores recitan además versos religiosos (“Kah-tah”) lo cuales, supuestamente, darán al luchador un poder sobrenatural. Usado para la meditación, el luchador debe memorizar los versos correctamente y repetirlos una y otra vez lo más rápido posible, lo cual exige una gran concentración por parte del boxeador, probando así el poder de su fe y su voluntad. Simultáneamente a la recitación de los versos, el boxeador debe pensar en su dios, visualizarlo en su mente, recibiendo a cambio fuerza e inspiración para el combate.


2g. Conclusión.

A modo de conclusión, “Ong Bak” ha marcado un antes y un después en el cine de artes marciales, y supone un soplo de renovado aire fresco a un género que ya empezaba a acusar los efectos de un exceso de efectos digitales y cables, así como de un mediocre montaje y uso de la cámara, todo ello para enmascarar, en muchas ocasiones, la falta de talento marcial de los actores implicados.

En esta era digital en la que mucha gente intenta aparentar ser una estrella de artes marciales, resulta gratificante encontrar verdaderos maestros que demuestran que la realidad puede ser más increíble y emocionante que la ficción, y que, con un debido, entregado, constante y duro entrenamiento, no hay motivo para recurrir a la parafernalia efectista a la que el cine de Hollywood nos tiene acostumbrados.



El gran acierto de Ong Bak, por tanto, está en la revelación de su estrella protagonista, Tony Jaa, el cual, por encima de sus más que obvias y pasmosas habilidades gimnásticas, se revela como un espléndido luchador capacitado para tomarle el relevo a las grandes figuras del cine de artes marciales. Mucha gente no podrá resistir la tentación de etiquetarlo como “el nuevo Bruce Lee”. Yo me abstendré de entrar en dichas absurdas analogías. Bruce Lee es Bruce Lee y Tony Jaa es Tony Jaa. En lo suyo, Tony Jaa es un luchador formidable: rápido, técnico, ágil y potente. Una máquina perfecta de luchar capaz además de las más arriesgadas piruetas con tal de sorprender al público. Y vaya si lo consigue.


3. La Banda Sonora.

Cuando Luc Besson aceptó distribuir "Ong Bak" de manera que pudiéramos disfrutar de la película aquí en Europa, lo hizo no sin antes introducir una serie de cambios en el montaje y, principalmente, en la selección musical que acompaña muchas de las escenas de acción de la película.

El montaje original tailandés contiene una banda sonora en la que podemos encontrar, por un lado, piezas de carácter étnico, interpretadas con instrumentos tradicionales como por ejemplo la flauta Pee, piezas que poseen un cierto tono new age y, finalmente, temas de carácter techno para las escenas de acción que jalonan la historia. El montaje de Luc Besson se limita, principalmente, a reemplazar gran parte de los temas techno por cortes más afines al hip hop, lo cual se consideró más apropiado para atraer la atención de los espectadores más jóvenes, entre los cuales este tipo de música parece tener una fuerte acogida, al menos, muy especialmente, en Francia.



Existe una edición oficial con temas de la banda sonora de "Ong Bak", editada en Francia. Por desgracia, el contenido de dicho álbum tiene poco que ver con lo que realmente puede escucharse en la película, ya que de todos los cortes incluidos, dieciséis en total, únicamente he podido reconocer, vagamente, unos cinco. Y digo vagamente porque, por si esto no fuera suficiente, dichos cortes aparecen recogidos en el álbum en versiones diferentes a como aparecen en la película, cantadas en vez de instrumentales, y ajustadas a un patrón más cerrado y definido, como si se tratase de un álbum convencional de música hip hop. Dichos cortes son los siguientes:

- Battle Royale (OGB). El mejor corte del álbum, aunque esta versión cantada se hace muy pesada para aquellos a los que este tipo de música no le inspire demasiada simpatía, como es mi caso. En la película, por el contrario, se puede escuchar en una versión más larga desprovista de letras y voces rapeando, con lo que el resultado final es bastante más "digerible".

Este corte se escucha en dos escenas de la película: primero, cuando Hum Lae deja a Ting en su apartamento y escapa con el dinero a la pista de lucha, obligando a nuestro protagonista a seguirle y verse envuelto en su primer, aunque muy breve, enfrentamiento en la gran ciudad. El corte termina justo cuando Ting noquea a “Pearl Harbor” de un solo golpe.



La segunda vez que se escucha es también en la pista de lucha, durante todo el enfrentamiento de Ting con “Mad Dog”. El patrón rítmico sobre el que se sustenta la pieza es simple y reiterativo, pero muy efectivo, y realmente casa a la perfección con todas las escenas de pelea a las que acompaña. Muy superior al corte musical utilizado en la versión tradicional tailandesa.

- Le Code de L’honneur (Kayliah). Éste es el tema que puede escucharse durante la persecución en tuk-tuks, y que, de nuevo, sale beneficiado en su versión instrumental recogida en la película. De marcado carácter oriental tanto en la melodía como en su instrumentación, el uso que hace de samplers puede resultar un tanto chocante, pero no llega a desentonar del todo dentro del contexto de la película.



- Have Ya’ Heard (King James III). Este insufrible corte se escucha durante los créditos finales de la versión europea de Luc Besson, en una última y definitiva concesión a la comercialidad musical más recalcitrante. La versión tradicional incluye por el contrario un corte titulado “Mae Mai Muay Thai”, interpretado por un tal Carabao, y que tiene el encanto de las canciones de aquellas viejas y estupendas películas chinas de kung fu:



- J’ai pas Voulu Frapper Fort (Asto & Omyk). Otro ruidoso y un tanto hortera corte rap que puede escucharse durante aquel enfrentamiento de Ting con los secuaces de Khom Tuan en el que prende sus piernas y pies para patear más eficazmente a uno de sus adversarios.

- Le Combat (Ol Kainry & Jazzy Jazz). Este corte se escucha en la primera escena en Bangkok, donde se presenta por vez primera al personaje de Hum Lae, cuando, en compañía de su protegida Muay, intenta estafar a un mafioso local en una carrera de motos amañada.

- Final Fight (Aymeric Beguin & Eric Melville). El único corte instrumental y de tono techno que aparece incluido en este cd, y que puede escucharse de manera íntegra y sin ninguna variación durante el enfrentamiento final de Ting en la gruta, más concretamente durante su demostración de “Krabi Krabong” (armas). Efectivo y funcional en la película, pero fuera de ella puede resultar bastante anodino y macarra.



En resumidas cuentas, que incluso aquellos que disfrutaron de la música durante la película pueden verse decepcionados o engañados tras la escucha de este muy comercial e insustancial álbum destinado principalmente a los consumidores de música hip-hop. Y es que, al margen de toda esta música techno, rap o hip-hop, la banda sonora instrumental original, la cual no está editada ni disponible en ningún sitio, contiene algunos momentos bastante conseguidos y destacables: en primer lugar, toda la secuencia inicial previa al comienzo de la ceremonia, e incluso la misma escena del ritual, en las cuales se hace uso de música tradicional tailandesa.

En segundo lugar, en la escena en la que Ting parte del pueblo, o las escenas en las que Hum Lae lee parte de la carta escrita por su padre, en las cuales podemos escuchar uno de los temas reconocibles de la banda sonora propiamente dicha. Se trata de una melodía sencilla pero muy pegadiza, y que rezuma nostalgia y melancolía, la misma melancolía en la que se encuentra la gente de Nong Pradu cuando roban la cabeza del Ong Bak o el mismo Hum Lae cuando se da cuenta de lo que ha perdido al llevar aquella vida de criminal en la gran ciudad. Este tema encuentra su interpretación más solemne y conmovedora en la escena final de la película, en la que la paz ha vuelto al poblado y Ting puede ordenarse sacerdote y abandonar la vida del guerrero y la violencia. El tema adquiere, llegados a este punto, un tono sagrado muy acorde con el final de la película.

Otro tema de interés puede escucharse en el momento en el que Ting descubre los tesoros ocultos bajo el agua, y que comienza como una variación del tema anterior, que podríamos considerar el leit motif de la película. También encontramos temas de acción, que utilizan instrumentos tradicionales arropados por ritmos electrónicos contemporáneos, apelando de esta manera a un público joven sin renunciar al espíritu de la lucha tradicional tailandesa que tan bien aparece reflejada en esta película.

Todos y cada uno de estos cortes aparecen también en la versión estrenada en nuestras pantallas, por lo que en conjunto podemos considerar que la banda sonora de "Ong Bak" se adapta perfectamente a las exigencias de la historia, secundando, en ocasiones de manera excepcional, los enfrentamientos marciales del protagonista con sus enemigos, y también captando, aunque con sobriedad, el tono de la historia. Qué lástima que no haya una edición como dios manda del score, y qué lástima que el cd oficial no recoja la música incluida en la película tal y como ésta puede escucharse realmente en la misma.

A modo de curiosidad, no podemos dejar de mencionar que la edición inglesa de "Ong Bak" trae una emocionante banda sonora compuesta ad hoc para su estreno en el Reino Unido, a cargo de Atomix Clubbing Studio, la cual no podemos por menos que recomendar aquí:




Calificación de la película: ***** sobre *****

Calificación de la banda sonora: *** sobre *****

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