jueves, 29 de agosto de 2024

La quimera (Alice Rohrwacher, 2023)

 


Sinopsis: Una quimera representa algo que deseamos fervientemente, pero que nunca encontramos. Para la banda de 'tombaroli', los ladrones de antiguas tumbas y de yacimientos arqueológicos, está asociada al sueño de poder dejar el trabajo y hacerse ricos sin esfuerzo. Para Arthur (Josh O’Connor), por el contrario, la quimera luce el rostro de Benjamina (Yile Yara Vianello), la mujer a la que perdió. Con tal de encontrarla, nuestro protagonista está dispuesto a enfrentarse a lo invisible y penetrar en lo más profundo de la tierra, decidido a encontrar la puerta que lleva al Más Allá de que hablan los mitos. En su osado recorrido entre vivos y muertos, bosques y ciudades, fiestas y soledades, los destinos de los personajes se entrecruzan, todos en busca de su quimera.

La quimera es un monstruoso animal mitológico con cuerpo de cabra, cola de serpiente y cabeza de león. Según el Diccionario de Símbolos, constituye una amalgama compleja de "creaciones imaginarias procedentes de las profundidades del inconsciente, que tal vez representen deseos insatisfechos, fuentes de frustración y posterior dolor". Para el erudito escritor británico Robert Graves (1895-1985), es un símbolo de la Diosa Madre en su plenitud y, su muerte, una representación del abandono de su culto, sustituido por el de los nuevos dioses masculinos. 

 

La Quimera” (“La chimera”, 2023) supone el regreso al formato largometraje de Alice Rohrwacher después de su aclamada “Lazzaro feliz” (“Lazzaro felice”, 2018). La directora italiana presenta una obra de indudable interés gracias a la nada desdeñable profusión de significaciones, subtextos y símbolos que maneja, muchos de ellos asociados a este patriarcado en decadencia obcecado por arrebatarle a la Madre Tierra los tesoros de épocas remotas que alberga en lo más profundo de su vientre. Nuestro algo taciturno protagonista, Arthur, y su peculiar equipo de "tombaroli" (saqueadores de tumbas) se dedica a buscar y desvalijar sepulturas etruscas para luego vender las reliquias arqueológicas a un misterioso personaje conocido como "Spartaco" (Alba Rohrwacher).


Siendo francos, el metraje es, quizás, demasiado largo para su propio bien, con una primera mitad de ritmo renqueante debido a la proliferación de personajes bufonescos no especialmente interesantes y el sentido errático, deambulatorio, de una trama que no parece llegar a definir del todo su trayectoria. Afortunadamente, llega un momento, pasada la primera hora, en donde los personajes realizan un importante descubrimiento arqueológico y, a partir de entonces, la historia gana enfoque y, también, interés.

Hay momentos ciertamente hermosos en la película de Rohrwacher, especialmente (y como siempre) cuando la magia del relato irrumpe en la realidad cotidiana de los personajes. La directora se inspira en insignes idilios mitológicos procedentes del fértil imaginario griego para describir la búsqueda que emprende el protagonista de su amor perdido por el inframundo: por un lado, la de Orfeo y Eurídice y, por otro, la de Teseo y Ariadna, representado en el hilo que le sirve a Arthur de guía en su descenso a las entrañas de la tierra.


Ciertamente, el hecho de que nuestro protagonista aparezca representado en el cartel como la figura del “Ahorcado” en el Tarot dista mucho de ser algo casual, ya que esto aporta también interesantes pistas acerca de su papel en la historia: dicha figura se utiliza para representar la idea de sacrificio, renuncia y suspensión. Nuestro abúlico héroe deberá, en un momento de la película, tomar la decisión de dejar algo atrás y sacrificarse por un bien mayor. Sumido en una especie de limbo durante prácticamente todo el transcurso de la historia, tendrá que renunciar a algo para poder progresar espiritualmente y encontrar aquello que anhela su alma; algo que nada terrenal puede llegar a reemplazar.

La música, por supuesto, jugará un importante papel en el viaje de este moderno Orfeo, de ahí que, en momentos puntuales de la historia, aparezcan músicos callejeros que asumen la narración de la historia a través de sus canciones. Su ecléctico "soundtrack", por cierto, combina sin pudor alguno músicas de artistas tan variopintos como Kraftwerk, Franco Battiato (1945-2021) o Cladio Monteverdi (1567-1643). 

 


En definitiva, considero que esta Quimera urdida con gracia por Alba Rohrwacher es una película interesante, si bien, al mismo tiempo, algo irregular. Sus aciertos, no obstante, son los que acaban perdurando en nuestra memoria, arropados por esa hermosa balada titulada "Gli Uccelli" del gran trovador italiano, Franco Battiato, que nos devuelve a la realidad en la ensoñación de la belleza.

 

Mi calificación: *** sobre *****

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