“Hice esta película para hablar acerca de nuestra capacidad, como seres humanos para la violencia; y nuestra capacidad de disociarnos de los horrores cometidos en nuestro nombre”
(Jonathan Glazer)
Después de unos cuantos años curtiéndose en la dirección de vídeos musicales, el realizador británico Jonathan Glazer se estrenó en el formato largometraje en el año 2000 con ese disfrutable thriller con acento cockney titulado "Sexy Beast". La película era un vehículo para el lucimiento de un magnético y carismático Ben Kingsley en uno de los mejores papeles de toda su carrera. Ahí es nada. Cuatro años después, Glazer volvería con "Reencarnación" (“Birth”, 2004), una película que me dejó bastante frío a pesar del indudable interés que me genera el tema que aborda la historia y, por supuesto, ese magistral primer plano estático del final, en donde una maravillosa Nicole Kidman nos lo dice todo sin mediar palabra alguna.
Después de un largo hiato de cerca de 10 años volcado en la realización de cortometrajes y vídeos musicales, el director retomaría de nuevo el largometraje, sorprendiendo a propios y extraños con una, a priori, interesante propuesta conceptual titulada "Under the Skin" (2013). Aunque, sin lugar a dudas, cuenta con algunos momentos visualmente potentes, su aséptica narrativa me resultó una vez más, en su conjunto, algo aburrida. Ni siquiera la cálida y arrebatadora belleza de Scarlett Johansson en el papel de la seductora alienígena conseguiría contrarrestar esa gelidez global que, ahora sí, parecía que iba a ser ya un elemento definitorio de la identidad de Glazer como cineasta y narrador de historias.